Una semana ha pasado desde que volví a trabajar. Marina y Carlos han ido a mi casa todos los días, me han ayudado a distraerme y le conté a Carlos sobre lo que paso.
Se puso histérico.
Me alegra saber que los dos se llevan bien con mis hermanas y a mis hermanas les agradan, aunque siguen dudando de Marina.
Hoy Carlos abría su restaurante y estoy bastante nerviosa.
Todas estábamos listas, solo falta Liz.
-¡Liz, no podemos llegar tarde!
-Lo siento, lo siento. -sale corriendo de su cuarto. -Ya estoy lista.
Sonrío y agarramos nuestros bolsos para salir.
Cuando todas salen me dispongo a ponerle seguro a la puerta, peleándome con ella por no querer cerrar.
-Kay. -susurra Peyton a mi lado. -¿Le dijiste a tu jefe que viniera por nosotras?
Frunzo el ceño y me giro.
Y ahí esta Igor Gólubev, fuera de su coche en un traje sin ninguna arruga y su cabello perfectamente peinado.
-No. -contesto sin dejar de verlo.
-Pasen que en poco tiempo empieza.
Su chófer nos abre la puerta y él deja que todas entren en completo silencio esperándome.
-No hacia falta que vinieras por nosotras.
-De ahora en adelante vendré yo por ti. Ya sea para el trabajo como lo hemos estado haciendo o para cualquier cosa.
-No es necesario. -siento mis mejillas rojas.
-Lo es. -hace un ademan para que entre y así lo hago.
En el camino las chicas vienen platicando de cualquier cosa y me acerco un poco más a Igor que esta a mi lado.
-¿Que ha pasado con Gilbert? -susurro para que las chicas no escuchen.
-Ahí sigue.
Abro mis ojos como plato.
-Todavía falta que sufra un poco más.
-Pero Igor...
-Llegamos. -anuncia siendo el primero en bajarse.
Respiro hondo y bajo con ayuda del chófer.
Mis hermanas y yo nos quedamos observando el restaurante. Tiene una decoración preciosa y es de dos pisos, la parte de arriba es al aire libre y ya estoy ansiosa por conocer como es por dentro.
-¡Mi reina! -dejo de mirar al restaurante para mirar a Carlos. -Pero es que ustedes están preciosas.
Nos saluda a todas con un beso en la mejilla y observo lo guapo que esta.
Trae un traje guinda y su cabello perfectamente peinado hacia atrás. Su tono de piel resalta y lo hace ver bastante guapo.
-Pero que guapo que estas. -lo alago.
Sus mejillas se enrojecen y me abraza.
-Gracias, te amo. -se separa y me da un beso en la frente.
-Chicas. -nos saluda el padre de Carlos.
Peyton se acerca a Carlos y esté le agradece con la mirada. Los padres de Carlos empiezan a platicar con nosotras pero yo sigo viendo lo hermoso que esta el restaurante.
Dejo de observar el restaurante para ver toda la gente que está aquí. Hay muchas personas con cámaras en mano soltando flashes.
-Mi Kayla. -me giro rápido.
-Marcel. -susurro.
Me da un sonrisa paternal y abre sus brazos. Sin pensármelo avanzo hasta él para abrazarlo, escondo mi rostro en su pecho.
-¿Cómo estas? -sonríe acariciando mi rostro.
-Estoy mejor. -le devuelvo la sonrisa.
-Estos días no he podido ir a verte. -suelta un suspiro. -He tenido unos pequeños problemas con mis hijos.
Asiento comprensiva.
-No pasa nada.
-¡Kayla! -se acerca una contenta Marina a abrazarme. -¡Tati!
Se aleja para abrazarlo a él. Marcel sonríe nostálgico.
-Me alegra que las dos se lleven tan bien. Quiero que sigan así, mis niñas. -sonríe haciéndonos sonreír.
-Si, tati.
Siento como jalan mi brazo y rápido ponen su mano en mi cintura.
-Bueno, primero que nada quiero presentarles a nuestra chef de repostería. -anuncia Carlos orgulloso, haciendo que la gente aplauda y los que traían sus cámaras suelten sus flashes haciéndome sonrojar. -Quiero agradecer a todas las personas que están aquí por acompañarme en este momento tan especial, sin ustedes no pudiera lograr nada de lo que estoy logrando.
Una chica le ofrece una tijeras bastante y él las acepta con una sonrisa que deslumbra todo lo emocionado que esta.
En la puerta había un listón rojo. Carlos se acerco y me dio una mirada llena de complicidad y sin pensárselo tanto cortó el listón haciendo que todos aplaudiéramos y los flashes cegaran a todos.
Al menos él ya estaba acostumbrado ya que sus ojos estaba en perfecto estado y posaba con total naturalidad.
Sonreí contenta por él y busque con la mirada a Igor que solo estaba viéndome serio. Al darse cuenta que lo estaba viendo se acerco a mi sin despegar sus ojos de mi y me toma de la cintura acercándome hacia él.
-Felicidades por su nuevo empleo, solo espero que no descuide la empresa, señorita Larson. -susurra observando mis labios.
Paso mi lengua sobre mis labios en un acto involuntario.
-Cla...claro que no, señor Gólubev. -trago saliva observando sus ojos.
Dejo de escuchar todo cuando Igor me acerca más y su mano llega a mi espalda baja, casi llegando a mi trasero. Su aliento pega sobre mi rostro y no puedo despegar mis ojos de los suyos. Él sigue mirando mis labios.
-Eso espero. -pasa su mano libre sobre su cabello dejándome anonada por la sensualidad que deslumbra este hombre. -Mañana viajamos.
Salgo de mi ensoñación y frunzo el ceño.
-¿Qué? ¿A donde?
-Nos vamos a Paris. -abro mi boca impresionada.
Igor sigue viendo mi boca y pasa su dedo por mi labio inferior.
-Cierra bien esa boquita que solo me dan ganas de...
-¡Mi reina, entremos! -Carlos jala de mi brazo apartándome de Igor.
Mierda, quería saber que era lo que diría.
Entramos y lo ultimo que escucho de Igor es un gruñido que me saca una sonrisa.
-Kayla, la cocina esta preciosa. -Ámbar llega emocionada.
Al parecer ya todos estaban adentro. Ámbar me jalo hasta la cocina y quedé fascinada viendo como las mesas y las sillas mostraban elegancia, todo el interior era precioso.
Al llegar a la cocina me que quedé sin palabras. Esta cocina me inspiraba sin duda alguna. Tenia una ventana que daba una vista a los árboles sintiéndome mucho más inspirada.
Por Dios, quiero empezar ya.
-Kayla, haz uno de tus flanes deliciosos. -anima Liz contenta.
Miro a Carlos pidiendo permiso y frunce el ceño.
-Kayla. ¿Acaso esa mirada significa que estas pidiendo permiso? -asiento tímida jugando con mis manos. -¡No ocupas pedir permiso! Es tu cocina, solo tuya, ahora yo pediré permiso para poder entrar a tu cocina.
Sonrío contenta y me lanzo a abrazarlo.
-Gracias, Carlos, no sabes lo feliz que me hace estar aquí.
Carlos sonríe y me da un beso en la frente.
-Tu me haces feliz siendo mi amiga, así que estamos a mano.
Sonrío sinceramente y me siento bien, después de dos semanas, de verdad me siento bien.
-¡Kayla! -entra Marina contenta. -Deléitanos con tus poderosas manos y haznos algo.
Sonrío emocionada y vuelvo a ver a Carlos que me mira mal.
-Es tu cocina, mi reina.
Asiento y me voy hacia el refrigerador viendo que hay de todo, esta lleno.
Bien, Kayla. Empecemos.
Todos salieron dejando que me desenvolviera en la cocina. Me siento libre y contenta. Siempre me ha gustado la cocina, en cuestión de segundos empiezo a preparar flanes para todos con una sonrisa en mi rostro.
Siempre he dicho que depende tu humor, saldrá tu sazón.
Me volteo para agarrar un ingrediente y doy un salto asustándome al ver a Igor observándome fijamente sentado.
-Por Dios. -pongo una mano en mi pecho. -Me asustaste. ¿Hace cuanto estás aquí?
Se encoje de hombros mirándome con una sonrisa ladina.
-El tiempo bastante para ver tu baile ridículo.
Siento mis mejillas arder y decido darle la espalda.
-No sabía que estabas aquí. -me defiendo.
Empiezo con la siguiente mezcla y siento unas manos en mi cintura.
Me desconcentro haciendo que el huevo caiga fuera del tazón.
-¿Sabias que eres ridícula? -se burla.
Me volteo para quedar cara a cara.
Error.
Su rostro cerca del mío me desconcentra tanto que se me olvida lo que iba hacer.
Frunzo el ceño y golpeo su pecho con mi puño.
-Maldito, deja de distraerme. -digo enojada sonando firme.
Igor trata de no sonreír pero poco a poco su sonrisa lo delata y sonríe dejándome ver sus perfectos dientes blancos.
-¿La distraigo, señorita Larson?
Ruedo los ojos y trato de zafarme de su agarre. Se pone serio de golpe y su agarre en mi cintura se hace mas fuerte dejando que ni una mosca pase entre nosotros.
-¿Que te he dicho de rodar los ojos? -en cuestión de segundos me tiene idiotizada. -Vuelve hacer esos ojos para castigarte.
Trago saliva y niego.
-Así me gusta.
Frunzo el ceño sintiéndome enojada.
-Lo voy a dejar de hacer, pero no porque tu lo digas.
Me mira burlón y asiente.
-Claro.
Trato de separarme pero no sé en que momento se acerco más que mis labios estaban sobre los suyos.
Sus labios encajan a la perfección con los míos y esta vez sus movimientos son bruscos y veloces. No sé en que momento su lengua esta dentro de mi boca explorando y suelto un ligero gemido.
Sus manos bajan hasta mis nalgas sin dejar de besarme y las magrea a su antojo haciéndome soltar un jadeo.
Cuando menos lo pienso sus manos se colocan en la parte trasera de mis muslos y me carga haciéndome sentar en la isla que hay en la cocina.
Abre mis piernas y se pone entre medio de estás besándome con más ganas. Se me dificultaba seguirle el ritmo pero hice lo que pude.
Me separo rápido al sentir como sus manos querían llegar a mis pechos.
-Igor, yo...
-Yo no soy él, ni seré él. Te dije que iba a borrar sus asquerosas manos de tu cuerpo y eso haré. -sus ojos me ven con un brillo distinto.
-Igor...
-Igor nada, ese jodido imbécil la esta pagando muy caro por atreverse a tocarte y seguirá hasta que me cansé de jugar con él.
-¡Igor! -lo interrumpo haciendo que me vea con el ceño fruncido. -Estamos en la cocina de mi nuevo trabajo, no quisiera que mi nuevo jefe me regañara por estar haciendo cosas indebidas.
Su rostro cambia por completo y me da un atisbo de sonrisa.
-Tu nuevo jefe es un idiota. -vuelve a mis labios y lo acepto gustosa.
Paso mis manos por su cabello acercándolo más a mi. Sus manos vuelven a mi cintura y abre más mis piernas.
Suelto un chillido al sentir como muerde mi labio inferior.
-¡¿Pero qué...
-Ni siquiera mordí fuerte. -rueda los ojos.
Me bajo de la isla y toco mi labio dejándome ver una gotita de sangre en mi dedo.
-¿No fue fuerte? -le enseño mi dedo enojada. -Vete y déjame trabajar.
Le doy la espalda y decido lavar mis manos para seguir con mi receta.
-¡Oh vamos! No puedes hacer tu postre con ese humor, deja que te lo mejore. -se vuelve acerca por detrás de mi.
Pasa sus manos por mi cintura y empieza a besar mi cuello haciéndome cerrar mis ojos.
Se siente tan bien ver a Igor tan despreocupado e incluso haciendo pequeñas bromas que me dejo llevar por el momento.
-¡Esto no es hotel! ¡Puta madre, Igor! -me sobresalto al escuchar a Carlos detrás de nosotros. -¡Es mi empleada, déjala trabajar!
Igor se aparta lentamente y voltea.
Yo limpio mis manos en mi falda y volteo asustada.
-Tú muchas veces distrajiste a mi secretaria en horas de trabajo, me lo debes. -se encoge de hombros y Carlos lo fulmina con la mirada. -Aparte le estoy ayudando con el humor, digo, para que le salga mejor ese flan.
Siento mis mejillas rojas y jalo de su saco para que se calle.
Carlos abre la boca y me mira emocionado.
-Bien, sigue ayudándole. -dice contento y se va.