El resto de la tarde la pase con los chicos jugando y les hice la comida que ellos pidieron.
Empezaba a preocuparme por las chicas. ¿Dónde estarán?
-Chicos, ¿Por qué Liz se gasto el dinero?
Ambos se miraron y se que se pusieron nerviosos.
-Kay, siempre nos haz dicho que tenemos que guardar secretos.
Mierda.
-Si, pero esto es grave, Liz los dejo sin comida.
Jacob niega.
-Ella solo esta un poco triste.
¿Triste? ¿Y por eso los tiene que dejar sin comida?
Escucho la puerta abrirse y rápidamente me paro cruzándome de brazos.
Las tres entran con miedo y la cabeza gacha.
-Un día, me voy un día y ...
-Perdón es mi culpa. -suelta Liz.
Cierro mis ojos y trato de calmarme.
-¿En donde mierda estaban? -suelto enojada.
Peyton y Ámbar miran a Liz y esta alza su cabeza.
-Fue mi culpa.
-No me importa, no estoy preguntando eso.
Las chicas me ven asombradas. Nunca he sido groseras con ellas, nunca les he gritado y es raro que me vean molesta.
Pero hoy no sé que pueda pasar.
-Dejaron a los niños solos, los dejaron sin comer. ¡¿Por qué hicieron eso?! - grito mirando a las chicas enojada. -¡¿Qué fue tu culpa Lizbeth ?!
-Estas asustando a los niños.
Volteo a los niños y estos me ven con miedo.
No aguanto y salgo de la casa para poder tranquilizarme.
-Kayla. -escucho que me llama Lydia.
La miro y esta me ve muy apenada.
-Escuché que Gilbert en cualquier momento vendrá a quitarles la casa y quería decirte que con gusto recibo a los pequeños. -se rasca la cabeza con nervios. -Solo que a ustedes no, la verdad es que se que Gilbert les tiene coraje y no quiero que me saque de mi casa por ustedes.
Siento que todo se esta juntando y no sé que hacer.
-Con solo cuidar a los pequeños esta bien. -susurro y me voy.
Empiezo a caminar y hasta que siento que me hace falta el aire.
Necesitaba salir, cada vez los problemas se me van sumando y no tengo ni la mínima idea de lo que haré.
Tal vez nunca debí aceptar la ayuda de Igor.
Siento que ya es muy tarde porque mi estomago empieza a rugir, no he comido en todo el día, decido volver ya que estoy un poco más calmada y hablare con las chicas para encontrar una solución.
Cuando llego a la casa veo que los pequeños están dibujando en su cuaderno, Ámbar esta haciendo comida, Peyton hace lo que supongo tarea y Liz no se ve en ninguna parte.
-Chicos. -susurro despacio.
Todos levantan su mirada para verme y les doy una frágil sonrisa.
-Perdónenme, no he tenido un buen día ...
Los pequeños se acercan a mí y me abrazan.
-No pasa nada, hermanita.
-¿Ya te sientes bien?
Asiento fingiendo una sonrisa, miro a Peyton y también se acerca a abrazarme.
-No te preocupes. -me sonríe con culpa. -Nosotras también tuvimos la culpa de que te pusieras así.
-Olvidemos lo que paso y cuéntanos como te fue en tu viaje.
-¡Si muéstranos las fotos!
¿Qué olvide lo que paso? Ámbar que mierda ...
Suspiro y en cuanto se vayan a dormir los chicos, hablare con ellas.
-Fui al mar y les traje conchitas.
Camine hasta mi mochila y saque las conchitas que les había traído.
-¡¿Al mar ?!
Las preguntas empezaron y todos miraban las fotos emocionados.
Seguían viendo las fotos mientras que yo servía la comida que Ámbar había preparado.
Liz llego y rápidamente se sentó con los chicos.
-¿Ya les presumió sus vacaciones? -me quedo como piedra al escuchar a Liz.
-Ella no esta presumiendo, Liz. -me defiende a Jacob.
-Nos trajo hasta conchitas. -murmura Lucian emocionado.
Liz se queda viendo a las conchitas que hay en la mesa.
-¿Fuiste al mar? -Liz suelta una carcajada. -Y según era trabajo.
Se levanta de la mesa y se encierra en el baño.
¿Qué mierda le pasa a Liz?
Cierro mis ojos, inhalo y exhalo.
Ocupas estar con la cabeza fría para pensar bien las cosas.
Por ahora ocupas largarte de esta casa.
-No le hagas caso. -Peyton apoya su mano en mi hombro. -Tal vez sean hormonas.
Asiento.
-¿En dónde estaban, Peyton? -pregunto fría haciendo que Peyton me mirara angustiada.
-No creo que nosotras debemos de decirte ... Liz lo hará cuando se sienta lista. -interrumpe Ámbar.
Claro, ahora se cubre entre ellas.
-Ya es noche, vamos a dormir.
Acuesto a los pequeños en la cama pero en menos de un minuto tengo a los dos acurrucados a mi lado en el piso.
-Te queremos mucho. -me susurran los dos.
-Yo también los quiero mucho. -susurro.
-No nos gusta verte triste.
-Ni enojada
Suelto un suspiro.
-Lo sé. Duérmanse que mañana hay escuela.
Ambos asienten y se acurrucan a mi lado.
A la mañana siguiente Liz salió primero, sin dirigirle a nadie la palabra, las chicas dijeron que llevarían a los pequeños a la escuela y después de despedirnos salimos rápido cada quien a su rumbo.
Al subir al piso donde trabajaba me sentía un poco nerviosa, salude a Beatriz rápido ya que estaba hablando por teléfono y apuntando cosas.
Me fui a sentar a mi empecé con el trabajo que escritorio me trabajo mandado por correo.
Seguía trabajando hasta que sentí la presencia de alguien.
-Hola, mi reina. -saluda un Carlos feliz.
-Hola. -trato de dar mi mejor sonrisa.
La verdad no tengo animo de nada.
-¿Y esa carita? ¿Es por lo de ayer? -Carlos se sienta en el escritorio con rostro preocupado.
-Algo así. -me encojo de hombros.
-¿Pudiste resolverlos? Necesito que me cuentes muchas cosas.
-Algo así, encontré la mejor opción.
-Si ocupas mi ayuda en algo aquí estaré, mi reina. -guiñe un ojo y sonrío.
-Gracias, igual yo estaré para lo que sea.
Escuchamos un carraspeo y es mi jefe fulminando a Carlos con la mirada.
-Deja de estar platicando y ponte a limpiar.
Es hasta que mi jefe dice eso que miro la vestimenta de Carlos, trae el overol típico de las personas que limpian y trae una escoba en mano y en la otra un trapo.
Tapo mi boca para no reírme.
-Si, señor. -le hace una seña militar y empieza a limpiar mi escritorio.
-Pensé que era broma. -susurro bajito tratando de no reír.
-Yo igual. -dijo cabizbajo.
-Señorita Larson, necesito los documentos, tráigalos. -se mete de nuevo a su oficina.
Carlos me da un sonrisa perversa que ignoro y agarro los papeles para entrar a su oficina con mi corazón latiendo a mil.
-Ya están ordenados.
Los pongo en el escritorio sin verlo a los ojos.
-Bien, ahora deme la cara.
Rápidamente levanto mi rostro y me quedo viendo sus ojos.
-¿O... ocupa algo más? -tartamudeo.
-¿Pudo resolver lo de sus hermanos?
-Si. -susurro muy bajito.
-Bien, puede retirarse.
Salgo rápido y me encuentro a Carlos sentado en mi silla.
-¿Ya se la mamaste?
-¿Qué? -pregunto con los ojos bien grandes tratando de no gritar tanto.
Carlos suelta a reír.
-Ya que yo no puedo. -pone cara triste. -Mámasela por mi.
Guiñe el ojo y yo me quedo ahí parada.
-Carlos. -esté se para rápido de la silla y agarra la escoba. -Ultima vez o te dejo en la calle.
-Igor, no nací para limpiar. -susurra triste haciéndome sonreír un poco.
-No naciste para nada, así que apúrate.
-Si me mato va a ser por tu culpa. -dados dramático.
-Aquí no te mates, deja a la señorita Larson trabajar y vete de aquí.
-Pero ella puede trabajar ahí adentro, contigo. -sonríe pícaro.
Siento mis mejillas arder y no sé que cara habrá puesto Igor.
-Bueno, como sea. Kayla ¿Vienes a comer conmigo hoy? -pregunta emocionado.
-¡Carlos! -grita enojado Igor.
-¡Cállate contigo no estoy hablando, envidioso! -le grita devuelta Carlos.
Siento que en cualquier momento me voy a reír así que tapo mi boca.
-Estas despedido.
-No es cierto. -Igor se queda serio y Carlos abre mucho la boca. -¿Estas hablando en serio?
Igor como es de costumbre parece un tempano de hielo, mientras que Carlos se limpia una lagrima.
¡Esta llorando de verdad!
-Kayla, vendré a visitarte muy seguido. -se acerca a darme dos besos. -Espero que consigas una oportunidad de salir de este infierno.
Le avienta el trapo en la cara a Igor y yo no puedo evitar preguntar.
-¿Cuánto duraste trabajando aquí? -trato de no reírme.
-20 minutos.
Estoy segura que estoy completamente roja, estoy tratando de aguantar la risa y les doy la espalda para que no vean que trato de reír.
-¿Acaso se esta riendo del señor Cruz, señorita Larson?
Rápidamente me pongo seria y me giro.
-Claro que no señor.
-Igor, mi vida. Si se estaba riendo de mí. -Carlos hace un puchero.
Siento que en cualquier momento me voy a carcajear.
-Para nada.
Siento la mirada de Igor intensa, lo veo y soportamos nuestras miradas unos cuantos segundos.
-Buenos días.
Rápidamente rompo el contacto visual y me encuentro al abuelo de mi jefe.
-¡Marcel! -Carlos corre y abraza al señor sonriente.
-Mi nieto favorito.
Carlos de inmediato se transforma en un niño chiquito y no se despega del abuelo.
-Abu, Igor me quiere despedir. -dice con voz de niño chiquito.
-¿Qué? Igor no te va a despedir. -el señor Marcel hace lo separa para ver su vestimenta. -¿Estas trabajando de conserje?
Si me dijeran quien es la persona más chantajista diría que Carlos.
Puso su cara triste y se pone una mano en la frente.
-Es el único trabajo que me dio.
-Igor. -por primera vez escucho su voz autoritaria. -Le vas a dar un buen puesto, ya.
Igor rueda los ojos y se mete a su oficina.
-Gracias, abu. -sonríe.
-Vete a quitar esa ropa que te ves ridículo.
Carlos asiente y corre hacia la salida.
-Sí, una disculpa. -se acerca hasta mi para besar mi mano. -Estos chicos me vuelven loco.
-No se preocupe. -le sonrío con amabilidad.
-Oh, por cierto. El viernes hay una comida familiar en mi residencial, quiero que vayas con Igor. -me guiña un ojo y sin esperar respuesta se mete a la oficina.
Me pongo a trabajar pensando en lo que el señor Gólubev me dijo.
¿Para que quiere que vaya yo?
Decidí ignorar el tema y en la computadora me puse a ver casas que estaban en venta. La mayoría son demasiado caras.
Suelto un suspiro y decido seguir trabajando.
Cuando llega la hora de la comida corro rápido a la escuela de los chicos.
-¡Hola, Kay!
-Hola mis niños, ¿Cómo les fue?
En camino a la casa me empezaron a contar como les había ido y que estaban muy contentos porque hoy pintaron.
En cuanto llegamos a la casa hice la comida rápido y empecé a juntar algunas cosas necesarias, deberíamos estar preparados por si Gilbert decidía sacarnos en estos días.
Al rato llego Peyton y pude irme rápido al trabajo.
En cuanto llegué, Beatriz no estaba en su puesto lo que se me hizo raro ya que eran las 3 en punto.
Cuando me senté en el escritorio dispuesta a trabajar, escucho como la puerta de la oficina se abre.
-Señorita Larson. -levanto mi cabeza encontrándome a un Igor despeinado y con la rubia que me encontré en el baño de Florida colgada en su cuello. -Puede tomarse la tarde libre, estaré ocupado.
-Muy ocupado. -le sigue ella.
La rubia me da una sonrisa de suficiencia y besa su mejilla.