"¿Me iban a matar después de quitarme la ropa? ¿Eso mismo le hicieron a ella?" Pensé, mientras plasmada en el suelo lleno de lodo, miraba hacia la ventana por la que había saltado.
Un árbol amortiguó mi caída, pero eso no evitó que me lastimara un brazo, ni que mis pulmones se quedaran sin aire por unos segundos.
El cielo estaba nublado, la lluvia empezó a caer poco después, y desde lo alto, vi la cabeza de Gerga, la monja obesa y cómplice de aquellos asesinos, con cara de niños.
—¿Se habrá muerto? —interrogó la mujer.
Pero yo, estaba viva y coleando. Aunque adolorida, pero viva. Así que me arrastré hasta que logré levantarme.
Sentí la adrenalina recorrerme el cuerpo, mientras en mi mente una voz me dijo: "¡corre!"
Corrí como alma que huye del diablo, o como diablo que huye de la luz. Mientras escuchaba los gritos de la monja pidiéndome que regresara.
Sabía que me iban a perseguir, sabía que ellos, me iba a buscar. También, no tenía idea de a dónde me estaba dirigiendo, o qué demonios era lo que iba a hacer en medio de la noche en plena oscuridad; pero por alguna razón, mi cuerpo, no quería detenerse.
A pocos kilómetros, solo había un lugar: el bosque solitario. Nadie se atrevía a entrar allí, debido a una maldición que decía que no tenía salida una vez que alguien decidía adentrarse. Muy cerca, estaba la carretera muerta, con un largo camino de semanas a pie para llegar a la ciudad.
Había olvidado que el orfanato se encontraba en lo alto de una pequeña montaña, por lo que en algún momento, sin ver nada más que oscuridad, caí y rodé hasta el final de la montaña.
Me golpeé la cabeza y un objeto puntiagudo se clavó en mi brazo. Y con cada movimiento me dolía más, así que, de un tirón, lo saqué. Sin pensar, metí ese objeto en el bolsillo de mi bata. Poco después, escuché a Gerga:
—¡Emma, no querrás dejar tu hogar! Si te vas, no podrás volver —comentó en un tono fingido de amabilidad, pero en voz alta.
Me levanté como pude y seguí corriendo, hasta que el sonido de un disparo al aire, me paralizó de inmediato.
—Ni un paso más, huérfana —ordenó una voz masculina y ronca detrás de mí.
Era Brutus, uno de los hombres que ayudaban a las monjas. Me estaba apuntando con un arma larga que a la luz de la luna, solo era una silueta.
Levanté las manos sobre mi cabeza, y empecé a sollozar.
"Me van a matar" Pensé.
Las monjas Gerga y Marisol, venían bajando la montaña, con la respiración agitada y las faldas llenas de lodo. Mientras me iluminaban con la luz amarillenta de unas linternas.
—Niña del demonio —espetó Marisol, enojada—. eres una niña del demonio. ¿¡Cómo te atreviste a saltar por la ventana!?
No dije nada. No podía. El miedo se había plantado en mi garganta y no me permitió hablar.
—Hay que llevarla al orfanato —indicó Gerga, aún con la respiración entrecortada.
—¡Mátala! —exclamó Marisol, causando que Brutus se acomodará el arma.
"¿Matarme? Si, mejor que me maten, pero que no me lleven devuelta" pensé.
—Yo me encargo de ella —soltó Brutus.
—!No! — exclamó Gerga—La superiora la quiere viva. Necesita la sangre de esta niña. —Me apuntó con el dedo.
—¿También la sangre de esta? ¿Qué tiene de especial Emma, para que la superiora quiera su sangre? —cuestionó Marisol, incrédula.
—No lo sé, pero su hermana también fue consumida, y la superiora pidió, estrictamente, que Emma fuera su próximo suero —terminó de comentar Gerga.
—Entonces, camina —me ordenó Marisol.
Pero tras escuchar aquello que le hicieron a mi hermana, y que me harían a mí, se activaron mis sensores de peligro. Miré por todos los lados, buscando por dónde salir corriendo. Y fue cuando vi la carretera, y del otro lado, el bosque.
Mientras caminaba de regreso al orfanato, las mujeres se tambaleaban y se quejaban por el lodo y el cansancio. Aproveché que Brutus las ayudaba a no caer y saqué el objeto puntiagudo de mi bolsillo. Caminé despacio y, cuando vi la oportunidad, se lo clavé a una de ellas en el cuello antes de empezar a correr sin mirar atrás
Corrí sin pensar en cuantas ramas me golpearon en la cara, o en las piedras que lastimaban mis pies, hasta que un disparo impactó contra mí.
En el momento, no sentí el dolor, pero un sonido agudo ensordecía mi audición. Me puse de pie a fuerza de voluntad, mientras escuché a Gerga gritarme:
—¡Eres una asesina! Maldita, ¡maldita! —Se escuchaba enojada.
"La maté" pensé, deteniéndome "yo maté a alguien"
"No te detengas" volví a escuchar esa voz en mi cabeza.
—Emmaa. —Esa vez, la voz ya no estaba en mi cabeza, era un susurro real y venía desde el bosque, el bosque solitario—. Emma —un susurro tan suave como el viento.
"Elisa, esa es la voz de ¿Elisa? Tengo que ir"
—Voy a utilizar tu bonito y rojizo cabello para limpiarme el culo cuando te lo arranque —tronó Gerga cada vez más furiosa.
Seguí caminando en dirección al bosque, esa voz suave me estaba llamando "esa voz es la de Elisa" y yo tenía que ir.
—¡Ese bosque está maldito! Una vez que entras, jamás podrás salir —gritó la monja en un tono amenazante.
Otro disparo se escuchó, pero no me pegó.
Así que con la poca fuerza que me quedaba, escuchando los pasos detrás de mí; corrí y me metí al bosque...
Lo último que vi antes de cerrar los ojos, fue un hermoso pelaje blanco bajo el resplandor de la luna.