De repente, aparecí en el baño del orfanato. Empecé a respirar con dificultad en cuanto el olor putrefacto del lugar, invadió mis narices.
"¡Fue una trampa!" Pensé "Me trajo devuelta con las monjas"
—No, no, no. ¡Aran! ¡Sácame de aquí!—exclamé mirando a mi alrededor. Vi la ventana y corrí, y cuando estuve a punto de lanzarme...
—Em. ¿Eres tú? —Esa voz, esa voz era la de...
—¿E-Elisa? —susurré, incrédula.
Me giré despacio y me acerqué con cuidado.
Contemplé sus ojos del color del cielo.
—¿Qué haces aquí? — preguntó, mirándome con preocupación.
Observé su melena rubia de princesa.
—Eres tú —sollocé.
—Haz crecido mucho —Sonrió.
Aquella era su hermosa sonrisa.
—Elisa —musité, mientras las lágrimas se paseaban por mis mejillas.
Era ella.
—Emma, debes volver y correr por tu libertad.—susurró—. Vete tan lejos como puedas.
La abracé y sentí su aroma. Ese aroma de hermana que tanto había extrañado.
—No Elisa, yo quiero estar contigo. Me quedaré aquí.
Ella, era Real.
—Em. El mundo y su realidad, es más cruel de lo que te puedes imaginar. No es lo que conocimos alguna vez. La maldad se alimenta de corazones débiles, los enceguece, los asesina sin piedad. Sobre todo a los que tienen algo que perder. Yo, ya estoy muerta. Pero tú... —levantó mi mentón con su mano para que la mirara a los ojos—... todavía tienes oportunidad.
—Eli, ¡pero tú estás aquí! —señalé, negándome en mis adentros a dejarla.
—Así es... mira este lugar —indicó.
Miré a los lados y pestañeé con fuerza. Me aterraba tan solo pensar, en que había regresado.
—Estoy en el lugar que más odias en el mundo—continuó—. Encerrada entre paredes, donde los gritos en las noches son insoportables. Donde el dolor y la tristeza masacran a cada niño o niña. Donde sea lo que sean estas personas, nos destruyen —continuó—. Y si tú, también quedas encerrada aquí, yo no podré tener descanso. Solo si te salvas, me salvarás a mi también. Y recuerda la cantidad de niños qué hay aquí, sufriendo. Debes salvarnos a todos.
Sentí mi corazón romperse y como si las piezas hubieran caído sobre las manos de Elisa, las llevé a mi pecho y me aferré a ellas.
—Lo siento tanto, debimos haber escapado juntas aquella vez. De no haber sido porque tuve miedo... tú no hubieras muerto —sollocé, arrepentida—. Pero te voy a sacar de aquí, esta es una oportunidad.
Ella negó con la cabeza mientras las lágrimas corrían por su rostro.
—Nada fue tu culpa. De igual manera, no hubiéramos sobrevivido siendo tan pequeñas en un lugar lleno de monstruos enormes —expresó—. Ahora solo quedas tú, Emma —limpio mis lagrimas con sus manos—. Vete... no querrás ver lo que sucederá.
La puerta del baño se abrió y aparecieron las monjas, acompañadas de unos hombres que llevaban jeringas en las manos. Me atravesaron como si yo fuese un fantasma.
—Vete y saca mi alma de este infierno —suplicó Eli, mientras la sostenían aquellas personas.
Corrí y tomé su mano con fuerza.
—Te voy a sacar de aquí —miré a todos lados y miré por la ventana. Ahí estaba Araneoe, mirándome; entonces lo llamé—: ¡Aran! Sácanos de aquí, por favor.
Aran abrió los ojos de Par a Par, y cómo si mis palabras hubieran sido una orden, me envolvió entre sus brazos y todo volvió a ser oscuridad.
Cuando sentí que podía abrir los ojos, me di cuenta de que: mi puño apretado con fuerza, no sostenía la mano de Elisa. Sostenía la mano de Aran. La solté en cuanto me di cuenta.
—No —musité—¿Por qué? —Desconcertada, miré a Aran—Ay no por favor —noté la incertidumbre en sus ojos —¿por qué no la trajiste? —mi voz, solo era un hilo— la van a matar.
Pero él, tenía otra preocupación en su mente:
—¿Cómo usted hizo eso? —interrogó con frialdad.
Lo observé confundida.
—¿Qué? —me quejé, ofendida—¡es mi hermana! Cómo pudiste...
—No me refiero a eso—soltó aire, inquieto, mientras un extraño brillo ocupaba el azul de sus ojos—. Me refiero a cómo logró hacer que yo, la escuchara.
—¿De qué hablas? —sollocé, rendida. Yo solo quería regresar y salvar a Elisa.
Él me miró confundido, como si algo en mí, le hubiera causado demasiada sospecha.
—Aquí, solo vienen aquellos con curiosidad, o que saben sobre los tesoros de este bosque. Almas llenas de codicia o dolor que sin pensar, darían sus vidas para obtener un pedazo de la magia que habita en este reino de bestias. Incluso las almas puras y sin objetivos egoístas, terminan siendo devorados por los misterios de este lugar. Pero usted, incluso me ordenó que la sacara de mis propios dominios. Nunca nadie salió de ellos sin que yo, así lo quisiera —su ceño estaba ligeramente fruncido—¿Quién es usted, en realidad? No es humana, ¿verdad?
Dejé de llorar y lo miré confundida.
—Entonces, todo lo que vi, Elisa, el orfanato. ¿Todo fue una ilusión? —No podía creerlo. Fue tan real. Sentí rabia, así que lo miré, desafiante—Entonces, todas esas cosas que vi ahí afuera. Esos zapatos y objetos, son de personas a las que has... —cubrí mi boca con las manos, sorprendida, al mirar a los lados y darme cuenta de que estaba rodeada de esqueletos humanos envueltos en telarañas juntos conmigo. Lancé un grito ahogado e intenté escapar de la tela pegajosa que me sostenía—¿Qué-Qué es lo que vas a hacerme?
—Ningún humano seguro de querer mantenerse con vida, entraría a este bosque. Si usted vino hasta aquí, es porque busca algo. Dígame... ¿qué es? ¿Vida, felicidad, riquezas, venganza... poder? Aquí encontrarás de todo eso, pero no podrás salir para disfrutarlo. A menos que seas una bruja —expuso, con algunas de sus articulaciones arácnidas señalando a los esqueletos junto a mi.
—Yo solo quería escapar de... —trate de explicar.
—Te voy a eliminar, ¡no puedo dejar que mis arañas coman la piel de una bruja! —espetó con seriedad—. Te cortaré en pesados y te quemaré, para que nunca puedas volver a renacer. Monstruo.
Intenté romper la tela pegada a mi cuerpo, pero parecía imposible..
—No quiero nada de este lugar, solo quiero salir de aquí —Empecé a escuchar mi corazón, latía tan fuerte como un tambor.
Él rompió la telaraña que me sostenía, me agarró por el cuello y me levantó en el aire. Cada vez me apretaba con más fuerza, y aunque le supliqué para que le soltara, no lo hizo. Hasta que una explosión causó que la parte final de la cueva, se derrumbara y que la luz, iluminara el interior.
Caí al suelo cuando Aran me soltó de golpe, y empecé a toser.
—Así que aquí estabas —dijo alguien detrás de nosotros.
Aran se giró y una sonrisa ladeada apareció en la comisura derecha de sus labios, al mismo tiempo en que levantaba ambas cejas con emoción.
—¡Iván! esto si que es una sorpresa —loó aran.
—Emma, sal de ahí —ordenó Iván.
—¿Cómo? ¿Es tu amiga? —abrió la boca en modo de sorpresa —¿una bruja es tu amiga?
—Solo cállate y déjala salir —volvió a ordenar Iván.
—No puedo hacer eso —Aran negó con la cabeza y se agachó para volver a levantarme por el cuello. Me miró a los ojos mientras yo empezaba a luchar porque que me soltara—. Viéndola de cerca, si parece una humana. Pero... —miró a Iván—... no lo es.
—No seas idiota Aran, suéltala.
Aran sonrió.
—Si tú lo pides —Aran me lanzó fuera de la cueva con tanta fuerza, que si Iván no me hubiera sostenido, ahí hubiese terminado de contar mis días.
—¿Estás bien? —preguntó, con toda la falta de interés posible. Pero me sorprendió bastante que siquiera lo preguntase, por no decir cuánto más me sorprendía que estuviera allí buscándome.
Yo asentí, pero apenas podía respirar. Después vi cuando su ceño se frunció, sus ojos se pusieron oscuros y brillantes; entonces me sostuvo y se lanzó a un lado conmigo en brazos, esquivando un ataque de Aran. No logré ver que cosa fue la que lanzó, pero aquello, había derrumbado un árbol.
—Había olvidado que te gustan las brujas — comentó Aran, mirando con una sonrisa burlona a Iván.
Ivan apretó los puños y la mandíbula.
—No has cambiado nada... tan carismático como siempre —Continuó Aran, entre risas—. Ahora, necesito que te apartes y me dejes terminar lo que empecé. Luego ya podremos tener una pequeña charla, tú y yo —Comenzó a atacarnos con el filo de sus alargadas patas.
Ivan se movía conmigo en brazos esquivando los ataques y eso, empezó a marearme. Necesitaba que parara porque iba a vomitar. Hasta que me soltó detrás de un árbol y se fue a pelear con Aran.
Vomité hasta la cena del año pasado.
La pelea entre ambos se acercaba a donde yo estaba, así que caminé por entre los árboles y me alejé. Su enfrentamiento se escuchaba como si el mundo se hubiera estado acabando. Ya ni habían mariposas ni flores, todo aquello sólo era una ilusión de Aran. Al alrededor, sólo habían telarañas y de ellas, empezaron a notarse sus creadoras, las cuales de normal; no tenían nada. Eran de la mitad de mi tamaño. Se acercaban todas juntas, despacio, como si mi presencia fuese su único objetivo.
—¡Ay no! Aléjense —comencé a decir, como si pudiesen entenderme.
Empecé a correr. Ellas venían detrás y lo ultimo que quería, era que esas patas negras y peludas, tocaran mi piel; o que sus dientes largos y afilados, me devoraran.