Ivan
—Buenas noches —dijo Aran, detrás de mí.
Me giré y con toda la calma que pude, le pregunté:
—¿Qué quieres?
Pero él, solo buscaba a Emma con la vista, mientras ella se ocultaba dando una mirada recelosa detrás de mí. Dejando claro que Aran no le agradaba. "¿Y a quién sí?"
—Entonces, no eres una bruja —comentó Aran rendido —. Señorita, escuché toda la conversación. Y pude sentir la verdad en sus palabras. Aunque la realidad sea otra —Tenía esa mirada inofensiva. Esa que solo tenía cuando se sentía fuera de peligro.
—¿Ves? Te lo dije —lanzó ella—. Debiste creerme desde el inicio.
—Me disculpo —susurró Aran, avergonzado—. Y mis arácnidas también se habrían disculpado de no ser porque alguien —Me miró mal —las asesinó de la manera más cruel...
Él iba a seguir hablando pero vio la carne y los huevos, los ojos de le abrieron de par a par y como dueño por su casa, tomó asiento y empezó a comer. Yo me senté al lado de Emma, mientras ella lo miraba con cautela.
—Si solo viniste a disculparte, ya que lo haz hecho, vete —ordené.
Pero me ignoró y miró a Emma.
—Usted quiere salir del bosque, pero este lugar no tiene escapatoria para los humanos y tampoco para las bestias. Solo las brujas pueden escapar de aquí.... Y usted, no es una ¿no? —cuestionó Aran.
—Claro que tienes escapatoria, de hecho, Iván me dio un mapa que me guiará a la salida —aclaró ella, al mismo tiempo en que metía la mano entre su pecho y sacaba el papel todo sucio y arrugado. Luego salió de su escondite y se lo mostró a Aran.
Tanto él como yo, nos miramos al mismo tiempo. Él juzgándome y yo con cara de "¡no digas ni una palabra!" Se aclaró la garganta y agarró el papel.
—Oh. Si. Claro... —fingió entender el mapa—... Si... ¿espera qué? —me miró con los ojos de par a par—¿el sendero de las flores amarillas?
—No lo encontré, por eso fui por el camino que me llevó a tu cueva —comentó Emma, ignorando nuestro intercambio de miradas.
—Y creo que fue lo mejor señorita —planteó Aran.
Ella lo miró extrañada, uniéndose a las caras expresivas donde la de ella decía: "¡Pero casi me matas por irme por ese camino!"
—Lo digo porque así pudimos conocernos —se apresuró a decir Aran, mientras se aguantaba la risa—. Ivan es un buen hombre lobo, jamás la enviaría por un camino plagado de bichos endemoniados.
—Aran, es momento de que te vayas —dije, antes de que metiera todas las patas.
—Entonces ¿desde cuando se conocen? —me ignoró. Otra vez.
Emma se acercó un poco más a Aran, como si fueran a tener una conversación entre amigos.
—Él me salvó la vida —susurró ella, pero lo escuché con claridad, aunque ella pensara que no—. Hace unos días, las monjas del orfanato me perseguían para llevarme devuelta y yo preferí entrar al bosque. Y ahí me dispararon, Iván me encontró y aquí estoy. Viva. Creo.
Aran la contemplaba mientras en sus facciones se marcaba la sorpresa, la nostalgia, y todas las emociones relacionadas a lo que ella le estaba contando.
—Y entonces la iguana fue mi salvadora. Ah, también Iván —terminó de contar Emma.
—Por las patas de mi abuela... —suspiró él—... ¿y le dolió cuando le dispararon? He leído sobre armas, y muchas cosas sobre humanos pero nunca en mi vida he visto un arma.
—Aran, pero tienes un montón de objetos humanos en tu cueva. A lo mejor ahí hay alguna arma —supuso Emma, casi entusiasmada.
—Puede ser, pero no sé cómo se ve un arma, no podría distinguirla —se metió el último trozo de carne a la boca.
Emma me miró, curiosa:
—¿Tú has visto alguna? —interrogó.
—En libros —mentí, todo el tiempo entraban cansadores al bosque, por lo que coleccionar armas en mi habitación secreta, era mi pasatiempo.
—Mmm... —dudó ella—... en fin, sí Aran, duele mucho.
Ellos hablaron por horas, yo me dormí y cuando volví a abrir los ojos, Emma estaba acurrucada a mi lado temblando de frío. Mientras que aran estaba boca arriba al otro lado roncando como un bebé. Lo empujé lejos de mí.
Volví mi vista a Emma, y como si paseara mis dedos por su cara, acaricié con la mirada cada parte de ella: "Tiene los labios rosados, ¿será por el frío?" me quité la camisa y la coloqué sobre sus piernas "Arruga la nariz cuando se enoja" un atisbo de sonrisa me invadió "Esas pequeñas pecas en sus mejillas, parecen pintadas en los lugares exactos" suspiré "¿Cómo pueden las cejas y el cabello de una humana tener el color del fuego mismo? ¿Será también cosa de brujas?" tragué saliva "De seguro estoy enfermo o algo así, porque no puede gustarme. No una humana, mucho menos una bruja"
Al día siguiente, apenas salió el sol, desperté a Aran. Le dije que se fuera pero insistía en despedirse de Emma.
—Señorita, despierte —llamó Aran a Emma.
Ella gritó en cuento lo vio.
—Ay Aran, me asustaste. Es que justo soñé contigo —contó ella, mientras tenía la mano en el pecho.
Aran sonrió y las mejillas se le tornaron rojas. Y eso, me hizo sentir un extraño ardor en el pecho.
Emma
Ivan miraba a Aran de una manera extraña, entre enojado y confundido. Entonces aclaré la garganta y me puse de pie.
—Necesito agua —dije—. Tengo que lavarme el rostro.
—Vamos a la casa —indicó Ivan—, allá harás todo eso.
—Ivan, lo estuve pensando y creo que mientras más rápido salga del bosque, mejor —solté, decidida.
Él me miró incrédulo, y con una malévola sonrisa ladeada dijo:
—¿Y crees que podrás sobrevivir en este bosque? A ti te va a matar la primera gallina endemoniada con la que te cruces.
Me sentí ofendida, insultada y todas las palabras que se le parezcan. Le di una mirada que si tuviera cuchillos en los ojos, lo hubiera cortado.
Aran tenía una expresión de asombro ante nuestra discusión de miradas.
—Descuide señorita, yo la acompañaré —intervino Aran.
Ivan suspiró y nos dio la espalda para bajar del árbol.
—¿De verdad? —interrogué, sintiendo un alivio en el pecho.
—Si. Pero debo decirle que no será fácil. La única salida de este lugar se encuentra en el castillo del último rey. Y ese lugar está plagado de demonios —comentó Aran mirándome a los ojos con sinceridad.
—¿Olvidas que él intentó matarte? —soltó Iván.
—Yo ya me disculpé, y nunca me disculpo a menos que sea sincero —aclaró Aran aún mirándome a los ojos—. La mantendré a salvo, señorita Emma.
—Dejen de hablar y bajen —Iván se lanzó desde ahí arriba.
Despues Aran me ayudó a bajar con su telaraña, y la verdad era que aún me causaba temor ver sus patas arácnidas.
—Entonces, ¿te irás? —Interrogó Iván. Noté su respiración algo forzada, sus ojos oscuros y el ceño relajado pero luchando para no fruncirse.
—Debo hacerlo —susurré—. Gracias por todo Iván —me acerqué y lo abracé.
El corazón me dio dos latidos más fuertes que el resto, mientras también escuchaba los pálpitos en su pecho. Lo solté.
—Pero no es necesario que me Acompañes Aran. —Lo miré—Pero necesito un favor. Necesito que me prestes algunas de los objetos humanos que tienes en tu cueva.
Él parecía querer insistir en acompañarme pero Iván intervino:
—Es lo mejor. —Miró a Aran y después a mí—. No confíes en alguien que intentó matarte.
Aran intentó hablar nuevamente pero esta vez fui yo quien interrumpió:
—Iván, ya él se disculpó, déjalo —reñí.
Iván rodó los ojos, me dio la espalda y se alejó de nosotros.
Yo seguí a Aran...
Pensarás: "Emma, tenías que haber estado loca para volver a la cueva de Aran" pero yo necesitaba un arma o algo para defenderme, y lo más probable era que Aran tuviera eso y otros objetos para el viaje. Y aunque lo que más quería era que Iván me acompañara, no se lo iba a pedir, eso ya hubiera sido demasiado, aunque moría porque se ofreciera. Pero no lo hizo.
—Nunca, por más del mundo, debe tocar el agua del lago en donde flotan los peses de colores —Advirtió Aran—. Buen viaje, Emma.
Pero, esta vez, si fue mi culpa.