Emma
La reina del lago caminó para abandonar la habitación, pero Azumi la detuvo:
—Madre, espera —pidió.
La mujer se volvió para mirarla.
—Ese hombre está bajo el hechizo de esta bruja. Él no es un traidor. —Los ojos de la chica brillaban con angustia.
La reina entrecerró los ojos y miró a su hija con sospecha.
—¿Y desde cuándo nos importa? Hipnotizado o no, él estaba con una bruja. —Se acercó y sostuvo el mentón de Azumi, mirándola a los ojos—. Todo lo que tenga que ver con brujas, debe ser eliminado.
—Él... —quiso explicar Azumi.
Pero su madre la interrumpió con una explosión de palabras llenas de ira:
—¿Recuerdas cómo corría la sangre de nuestra familia? ¡Nuestro lago se volvió escarlata! Nuestros hombres flotaban sin vida en la superficie. Y tu padre... ¿olvidaste cómo asesinaron a tu padre?
Los ojos de la joven ninfa temblaban ante la mirada de su reina y madre.
—Todo, todo lo que tenga que ver con esas asesinas, ¡debe morir! —terminó de decir la mujer.
Naom escuchaba tanto como lo hacía Azumi.
—Cada gota de sangre derramada debe ser cobrada de la misma forma —expresó Naom y sacó una espada de piedra que colgaba de su cadera. Con el borde afilado del arma apuntó a mi cuello—. No podemos olvidar, madre; nunca debemos olvidar —espetó con dientes apretados.
Yo la veía a los ojos, esos ojos rojos como el fuego que brillaban bajo la ira.
—No, no lo he olvidado. Sabes que no podría hacerlo —aseguró Azumi—. Sin embargo...
Naom acercó el filo de la espada a mi cara, creando una herida que me hizo gritar de dolor, interrumpiendo a Azumi.
Mis manos temblaron y el pecho se me llenó de un calor inexplicable. Un recuerdo: "Las monjas me pellizcaban cuando me cortaba el cabello. Me abrían la piel con las uñas. Si me movía, gritaba o respiraba de más, me arrancaban el cabello de un tirón. Por suerte, supe resistirme. Mi cabello no sufrió demasiado, pero a otras niñas jamás les volvió a crecer en algunas zonas del cuero cabelludo".
No pude evitar gritar mientras la espada abría mi piel. No pude contener el llanto. Sentí alivio al poder gritar mientras mi sangre goteaba al suelo. Enfermizo... lo sé. Pero más enfermizo era no poder hacerlo.
—¡Dime cuántas son y dónde se ocultan! —me ordenaba la chica de ojos rojos. Mientras hacía cortes en mis brazos.
"Estoy tan acostumbrada a esto, que no es tan malo" me dije, y alguna expresión en mi rostro proyectó mis pensamientos, porque la chica me observaba con confusión.
—Esto no te lastima —susurró—. Eres un monstruo.
—Tengo una maestría en resistencia —balbuceé.
Me golpeó con el codo en la frente. Vi estrellitas flotantes sobre mi cabeza mi cabeza. ¡Eso si dolió!
—¡Madre! —exclamó Azumi—. ¡Iván no hizo nada. Déjalo ir, ¡por favor!
"¿Se enamoró de él en cuento lo vió, o ya lo conocía?" Pensé, mientras estaba aún sumergida en un viaje al planeta de los codazos.
—¿Dijiste Iván? —interrogó la mujer con desconcierto—¿Estás hablando del mismo Iván? ¿El hijo de Sacros e Inora? ¿¡Estás diciéndome que estás queriendo proteger al hijo de una bruja!?
—Madre, por favor, debes escucharme, él no es como crees. Él...
Pero un golpe seco a mano abierta rebotó en la cara de la chica.
—¡Eres una estúpida! Más te vale que no insistas. Porque aunque seas mi hija, si debo encerrarte para mantenernos a salvo, lo haré... —Una mirada fría y temblorosa bailaba en sus ojos—...Y si me entero de que tu relación con ese lobo es más cercana que una simple empatía, te voy a desterrar.
"¿La madre de Iván es una bruja?" Me pregunté, mientras sentía a Naom apretando las sogas que estiraban mis piernas y brazos en forma de estrella.
—Además, ese hombre no parece estar hechizado —expresó Naom.
—Y no lo está —Se escuchó como un susurro colectivo, una amalgama de voces entrelazadas. Helándome la piel y haciendo que la reina abriera los ojos con asombro.
Al igual que las guardianas que se posicionaron alertadas.
Miré a todos lados en busca del dueño de la voz que ya reconocía. Esa voz que me ayudó cuando me vi debajo de la serpiente. Pero esa vez, su voz era más fuerte, madura y emanaba sabiduría.
—Madre, ¿quién está hablando? —interrogó Naom, mirando a todos lados con cautela.
—El Lunae Threadis o Hilo de la Luna es un lazo especial que se forma cuando un hombre lobo salva a alguien de una muerte inminente —comentó la voz, aquella que daba vibras escalofriantes que resonando en la habitación como un eco imponente—. Este vínculo no es algo que elija; surge en un instante mágico, cuando la luz de la esperanza brilla en la oscuridad de la muerte.
—¿Quién anda ahí? ¡Te ordeno que te muestres! —lanzó la reina, fastidiada.
—Cuando un lobo se une a alguien a través del Hilo de la Luna, siente una atracción profunda, casi como si fueran dos imanes —continuó—. Es un poder que no puede controlar, una conexión que lo ata a ella para siempre. Este vínculo no se forja con cualquier persona; es único, especial, y ocurre solo una vez en la vida de un lobo.
Sentí un escalofrío mientras escuchaba, mis pensamientos volaron hacia Iván. ¿Era esta la razón detrás de nuestra extraña conexión? Que al mirarlo sentía ver mi seguridad.
—Madre, creo que son... ¡Madre! Son los espíritus sagrados. ¡Mira, mira! —Naom señaló las luces blancas que se adentraban al castillo.
Eran destellos flotantes que se movían con lentitud. Como estrellas bajadas del cielo, como almas.
—No puede ser... —susurró la reina—. Los espíritus sagrados jamás aparecen a menos que...
—Pero con este lazo viene una gran responsabilidad. El lobo siente el deber de proteger a quien ha salvado, un compromiso que puede ser tanto un regalo como una carga. No se trata solo de amor; es un vínculo que puede cambiar sus vidas y su destino, llevándolos a momentos de luz y, a veces, a la oscuridad.
Sus palabras se dejaron de escuchar de pronto, dejando la habitación llena de significado y profundidad y en el aire un sentimiento agridulce que no podía ignorar.
—¿A menos qué? —quiso saber Azumi.
Pero la reina miraba con admiración las luces flotantes, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.
—A menos que el hijo del bosque esté aquí —respondió, atónita.
—¿Entonces Iván no está hechizado? ¿¡Está enamorado!? —soltó Azumi, como si todo lo demás no le importara.
Azumi corrió hasta donde mí, me sostuvo por el cabello y acercó su cara a la mía.
—¿Esto es obra tuya, verdad? ¡Tú estás haciendo esto para distraernos! —me culpó.
—Detente, ninfa, hija de las aguas y del sol —ordenó la voz—. No es una bruja la que yace sobre esa roca; no es con lo que puedas luchar.
"¿A no? Pensé, considerando que después de todo lo que me había pasado, sí creí que era una bruja "¿Entonces, sí soy humana? De aquí salgo con problemas de identidad. Si es que salgo".
—Estremeció nuestro reino con solo un dedo—. Comentó la reina–Si no es una bruja, ¿entonces qué es?
—Tú lo haz dicho... ya el hijo del bosque, está aquí.
Los pasos pesados y descalzos de alguien interrumpieron a la voz.
—Buenas noches mis damiselas acuáticas y señorita Emma. He aquí su príncipe —se hizo escuchar un canto ajeno a todos en aquella habitación. Y ese tono carismático y humorístico solo podía prevenir de...
Las luces flotantes se desaparecieron de la nada.
La reina miró con asombro a la figura humanoide que se acercaba a pasos sueltos y relajados.
—Así es mi reina, soy yo... —hizo una reverencia con una mano en el pecho y la otra elevada al frente. Al mismo tiempo en que la guardianas lo rodeaban y apuntaban con sus lanzas—... el mismísimo —él, con una sonrisa ladeada, levantó la mirada directa a los ojos de la reina—Araneoe. Su peor pesadilla.