Iván
Salí del pozo, sintiendo el aire fresco acariciar mi rostro y el peso de la criatura que había dominado a mis espaldas. Ante mí, Aran y Emma se quedaron boquiabiertos, con asombro palpable.
—Iván... —musitó Emma, con la voz en un susurro cargado de emoción mientras daba un paso adelante.
No pude evitarlo. Corrí hacia ella y la abracé con fuerza, sintiendo cómo su calor me devolvía la vida. Pero en ese momento de alivio, mi mirada se posó en su piel marcada por cortes y rasguños. La preocupación se apoderó de mí, y el instinto de protección brotó con fuerza.
—Emma, ¿estás bien? —pregunté, mi voz temblorosa.
—Yo... estoy bien, Iván. Solo me rasgué un poco —respondió, intentando sonreír, pero el temor en sus ojos decía lo contrario.
—Yo también estoy bien amigo, sabía que tú... —Aran dejó de hablar cuando observó la criatura que había detrás de mí. Su expresión cambió, de la incredulidad a la alarma.
La reina Aziom se acercaba, su mirada fija en la bestia a mi lado, y una mezcla de sorpresa y temor iluminaba su rostro.
Sabía que el monstruo no era solo una víctima; era su hijo. Y aparte, una amenaza para todos que podía descontrolarse en cualquier momento.
—Aran, Emma, háganse a un lado —les ordené, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a aparecer dentro de mí.
—¿Qué vas a hacer, Iván? —Emma preguntó, pero vi la determinación en su mirada, a pesar de la confusión.
—¡Muévanse ! —dije con más firmeza.
La bestia rugió suavemente a mi lado, una mezcla de dolor y rabia. Había tomado el control, pero sabía que aún podía ser un arma de destrucción si no se contenía. Al mirar de nuevo a la reina, el desafío ardía en mis venas.
—Esta criatura debe ser liberada de su tormento. Haré que ataque a las ninfas de agua —declaré, mi corazón latiendo con fuerza.
Emma se opuso, su voz resonando en la sala.
—¡No! ¡No puedes hacer eso, Iván!
Pero mientras se dirigía a mí, el monstruo giró su enorme cabeza hacia ella, y en un movimiento instintivo, la atrapó en sus garras, arrastrándola hacia atrás.
—¡Emma! —grité, mi voz llena de pánico mientras intentaba acercarme a ella.
Pero algo extraño ocurrió: antes de que pudiera hacer algo, vi cómo ella cerraba los ojos y la bestia se detuvo.
Un silencio inquietante llenó el espacio. Las ninfas retrocedieron, mirándonos con temor. En ese instante, vi a Emma con los ojos entrecerrados, como si estuviera en trance, tocando suavemente el rostro escamoso de la criatura.
De repente, un destello de luz brilló entre ellos.
—Lo lamento tanto... —susurró, sus ojos abiertos de par en par, como si estuviera viviendo el pasado del monstruo.
La bestia se adormeció, su cuerpo titubeando, mientras las visiones inundaban la mente de Emma. Podía notarlo en sus pupilas. Estaba paralizada absorbiendo algo del animal.
La reina Aziom observaba, asombrada, dándose cuenta de que nadie había logrado conectar con el monstruo de esta manera. Nadie, ni siquiera ella, había tenido la capacidad de ver más allá de la apariencia aterradora de esa criatura. A pesar de que ella era su madre.
—Emma... —llamé, sintiendo la urgencia en mi voz—. ¡Ten cuidado!
Pero ella no me escuchó. Estaba demasiado inmersa en la conexión. La bestia tembló, su piel escamosa brillando con un resplandor.
—¿Quién es esta chica? —susurró la reina.
El silencio se hizo pesado, y el destino de todos nosotros pendía de un hilo.
—Emma... —Aparecieron luces flotantes en toda la habitación. Mientras un eco de voces susurraban en unísono—... es, la hija del bosque.
Todos miraron a Emma con estupefacción.
Incluso yo.
Esa chica frágil y que parecía tan humana, no era ni más ni menos, que la hija del mismísimo bosque de las bestias.
Brillando, ahí... conectando con un monstruo.
Y yo, enamorado de la hija del bosque.
—La señorita Emma, es casi una diosa —contempló Aran—. Con razón es tan hermosa.
—Cierra la boca —dije—. Luego me vas a decir qué es lo que estás haciendo aquí.
—¡Tú cállate, la señorita está brillando, no interrumpas! —soltó.
—La hija del bosque fue enviada al mundo de los humanos para protegerla de la amenaza que asechaba en nuestro bosque de bestias. Con la esperanza de que algún día volviera y nos salvara a todos —las voces resonaban en toda la sala—. No es una bruja, no es humana, es la esencia misma de este lugar. Ella fue creada por la unión de todos los reyes de este bosque. Siendo parte de cada uno. Es por eso que ella merece su respeto, y unas disculpas sinceras.
—Claro que se van a disculpar —espetó Aran.
—Les espera todo un camino guardianes, ustedes se han convertido en los compañeros de viaje de nuestra princesa del bosque, por lo tanto, tú Aran: hijo del amor entre dos seres opuestos. Y tú Ivan: que eres hijo de la luna; porque tú madre dio su vida a la luna misma a cambio de que tú pudieras vivir. Y usted, princesa Azumi, hija de las perlas del lago, como disculpa a nombre de toda su familia, debe acompañar a la señorita Emma, en este viaje que pondrá fin a la maldición del bosque.
—¿Qué? ¿Y yo por qué? —soltó Azumi.
—Deberán ir al castillo del último rey, y allá encontrarán al siguiente guardián para que puedan abrir el sello.
—¿Qué sello? —interrogó Aran.
—Por ahora, solo deben llegar al castillo del último rey. Adiós, hijos del universo.
No sabía a qué se refería con sellos o romper la maldición. Solo sabía que de todas formas iba a proteger a Emma con todo mi cuerpo y alma.
¡La seguiré hasta el fin del mundo!