Cuando las garras de aquel ser monstruoso me atraparon de repente, como siempre, pensé que era mi fin. Sí, a menudo sentía que todo había terminado. Pero esa vez, lo sentí de verdad, como nunca antes. Sin embargo, había otro sentimiento que recorría mi piel erizada: una fuerte conexión entre el monstruo y yo.
Algo en él me pedía a gritos que lo escuchara. Pero su cuerpo no actuaba acorde a la voz de su corazón; estaba decidido a devorarme. Instintivamente, coloqué una mano sobre la piel del animal y, casi de inmediato, vi lo que se ocultaba detrás de la abominación.
Era un joven de unos veinte años, cuya piel se asemejaba a la de las ninfas de agua, pero en lugar de perlas, tenía pequeños cristales que brillaban bajo la luz. Llevaba una corona de plata que resaltaba en su cabeza.
Cuando abrió los ojos, pude percibir su parentesco con Azumi; en esos ojos brillantes de un verde esmeralda y su cabello rubio como el de Naom.
Lo vi en lo profundo de un charco de lodo, apenas iluminado por un rayo de luz que yo le emitía desde no sabía dónde.
Al verme, su rostro se llenó de incredulidad, alegría y confusión. Entonces escuché su voz:
—¿Ho-hola?
Pude sentir los latidos pausados de su corazón.
—Hola —respondí, en un susurro dudoso—. ¿Quién eres? —Entrecerré los ojos tratando de verlo con claridad.
Se acercó lentamente hacia mí, pero se detuvo cuando una barrera invisible lo hizo retroceder.
—Yo soy Netzum, el rey de las ninfas de agua. Hijo de Aziom y Netur. El último ninfo. El único y muerto en vida —respondió con una tristeza palpable—. ¿Quién eres tú? ¿Viniste a sacarme de aquí?
—Yo no sé cómo hacerlo. No soy nadie, solo soy una...
—No me digas que eres nadie —susurró con firmeza—. Alguien sin poder no podría estar conectando conmigo ahora, a menos que seas una bruja...
—No, no soy una bruja, al menos no que yo sepa —expresé de inmediato.
—Entonces, solo otro ser seria capaz de lograr esta colección con mi energía... —Se acercó y me observó con cuidado.
Puso su mano abierta en el muro invisible que nos dividía, y yo hice lo mismo.
De repente, una luz salió de nuestras manos, esparciendo en mi cuerpo una corriente inexplicable.
—¡Eres tú! —Abrió los ojos con estupefacción.
—¿Quién soy? —pregunté, abriendo los ojos de par en par. Al fin iba a escuchar qué cosa era.
Vi las lágrimas deslizarse por sus mejillas, mientras me contemplaba con un cariño extraño en la mirada.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó.
—Emma —respondí.
—Emma... Presta atención a lo que te voy a mostrar. Debes saber esto para que puedas seguir hacia tu destino de existencia —dijo, y de repente, ya no me encontraba en aquel lugar oscuro. Había viajado en el tiempo y estaba observando el bosque de las bestias en una versión mucho más hermosa de lo que ya conocía.
Las criaturas mágicas andaban con tranquilidad, cruzándose entre ellas y coexistiendo bajo los mismos árboles y sobre el suelo cubierto de pequeñas flores silvestres. El aire era fresco, el miedo parecía no existir, y la vida tenía más color.
Los animales grandes caminaban sobre los más pequeños sin dañarlos. Habían humanos compartiendo con las bestias del bosque. Los animales eran numerosos y todos estaban unidos de una manera hermosa.
De repente, a mi lado apareció Netzum, el rey de las ninfas. Con las manos sujetas detrás de la espalda y la vista al frente.
—Este era el bosque de las bestias antes de la tragedia —comentó—. Este era el hogar que los reyes del bosque habían creado, para que nuestras familias pudieran vivir en paz y armonía.
Lo observé; su rostro era un papel en blanco. Solo serio, neutro.
Miré al frente cuando escuché risas, vi a Naom, que parecía una niña de 17 años.
—Ella es Naom, mi hermana —señaló a la rubia de ojos rojos—. Y ella —señaló a Azumi, que venía más atrás—, es su gemela, mi otra hermana. —Me miró—Mi único deber era protegerlas a ellas y a mi madre. Mi padre me lo pidió como última voluntad, pero no fui capaz. Ni siquiera supe qué sucedió con ellas.
Lo miré y fruncí el ceño, confundida.
—¿No puedes ver nada desde donde estás?
—No —respondió—. Desde el interior del monstruo solo puedo acudir al pasado. Como ahora.
Miré el lago de las ninfas y sonreí.
Él me miró con extrañeza.
—Lo lamento —dije—, pero buscaré la manera de sacarte de aquí para que vuelvas con tu familia.
De repente, se paró frente a mi como si lo que escuchó, no le había quedado claro.
—¿Mi familia? —cuestionó confundido—. ¿Ellas siguen con vida?
Asentí.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y no podía dejar de sonreír. Llevó una mano al pecho y suspiró.
—¿Y mi madre? ¿Todas están bien? —interrogó con premisa.
Asentí sonriendo, pero, aquel momento de felicidad se desvaneció cuando el cielo comenzó a oscurecerse, los árboles a agitarse con fuerza y cuando un sonido ensordecedor anunciaba la velocidad con la que algo se acercaba.
—Observa cómo nuestro mundo fue destruido —musitó él, y se colocó a mi lado, otra vez con ese aspecto frío y desbastador.
Un ninfo alto, con cabello rubio y ojos rojos, se acercó corriendo hacia donde estaban Azumi y Naom.
—Hijas, vayan con su madre, ¡ahora! —les ordenó el ninfo a las muchachas.
—Padre, ¿¡qué está sucediendo!? —interrogó Azumi nerviosa mientras abrazaba al que, en ese momento, llevaba la corona de plata.
—Él era Netur, mi padre —señaló Natzum—. El rey de las ninfas de agua.Un guerrero que lo dio todo para salvar a su gente.
"Él era el rey, y padre de Azumi, Naom y Natzum" pensé "era muy alto y fuerte. Parecía casi un humano en su totalidad, pero con una altura increíble, al igual que Natzum" lo observé.
—Hijas mías, por favor, vayan a casa y pónganse a salvo junto a su madre. Las amo con todo mi corazón —expresó el rey Netur a sus hijas.
—¡No hasta que nos digas que está pasando! —Espetó Naom.
—Nos están atacando hija, ¡ahora váyanse! —contestó Natur.
—¿Pero qué pasará contigo, papá? —interrogó Azumi entre lágrimas, sin querer soltarlo.
—Yo volveré con ustedes, hijas mías. Cueste lo que cueste. —El brillo en el rojo de sus ojos decía lo contrario a lo que sus labios emitieron—. ¡Netzum! —llamó el rey a su hijo, que en ese momento estaba a mi lado—llévatelas, y protégelas a las tres hijo mío. Mi guerrero. Tú deber cuidar este reino.
Noté cómo una copia idéntica de él, vestida con una armadura, salió corriendo en busca de sus hermanas. Mientras tanto, Netzum permanecía a mi lado, observando cómo esa copia arrastraba a sus hermanas hasta lo profundo del lago.
La guerra comenzó. Las brujas tomaron el cielo, no volando en escobas como en los cuentos de hadas, sino con poderosas alas negras que dominaban el aire. Sus rostros estaban cubiertos por letras luminosas de colores diversos, cada una diferente. Aunque parecían desnudas, una tela negra adherida a su piel revelaba la forma esquelética de sus cuerpos. La risa de esas criaturas malignas resonaba como una pesadilla, adentrándose en mis oídos y erizándome la piel.
Mientras los ninfos del lago sostenían sus espadas y susurraban para hacerse invisibles y combatir, las brujas descendían en montones, atacando a algunos con ferocidad. Les arrancaban la cabeza, dejando los cuerpos caer al agua del lago.
Yo me agachaba cada vez que una de ellas pasaba a gran velocidad cerca mío, aunque era obvio que no podían vernos.
Miré a Netzum a mi lado. Sus ojos estaban apagados y su rostro se veía muy serio, como si hubiera visto esa escena muchas veces y estuviera cansado de recordarla. Pero cuando escuchó su propio grito llamando a su padre, cerró los ojos y tragó saliva, mostrando una expresión externa de cómo en el interior, se le rompía el corazón.
—¡Papá!
Miré al frente y vi cómo, entre varias brujas, le arrancaban la cabeza al rey. La sangre brotó, salpicando el rostro del chico, que había caído arrodillado ante aquella escena; en donde su padre fue asesinado.
Una de las brujas ascendió con la cabeza del rey Netur en la mano. Luego la clavó en lo alto de un árbol y dijo, con una risa escalofriante:
—Ninguna bestia, ningún ser, nada en este lugar podrá enfrentarse a nosotras. Todo el que lo intente terminará de esta forma. Los maldigo, a cada uno. Jamás podrán vivir en paz. Los reinos se dividirán, no habrá amor ni empatía entre ellos. Serán enemigos a muerte de los seres que más aman. No podrán vivir con paz en sus corazones. Morirán solos entre su propia raza. En poco tiempo se extinguirán, y este bosque será nuestro.
Otra bruja se lanzó sobre Netzum, pero él se levantó rápidamente y se lanzó al agua.
El agua del lago, su hogar, ahora se había convertido en un mar de sangre. El rojo tiñó el líquido mientras los cuerpos flotaban en la superficie. Todos hombres, todos muertos.
Mis ojos estaban empañados de lágrimas. Estaba boquiabierta, asustada. Triste. Con razón odiaban tanto a las brujas. Quemaron todo a su paso. El cielo se tornó oscuro y rojizo. Y la maldad que emitían era mucho más que solo un sentimiento.
"¿Cómo? ¿Cómo podía un alma ser tan cruel?Esta escena no es siquiera creíble, nadie lo creería si se lo cuento" Cientos de ninfos, desprendidos de sus cabezas; cientos de padres, hijos, hermanos. Incluso niños habían allí; arrancados delos brazos de sus amados y familias.
"La muerte... arrebatada vida. ¿Qué somos? A morir nacemos. Pero... ¿así?" No encontraba explicación y no me atrevía a preguntar "el por qué" ¿por qué lo hicieron?
No existía un porqué valido para tal atrocidad. No podía existir.
—Ven. Ahora debo mostrarte cómo es que naciste tú. —Me tomó de la mano, y como por arte de magia, aparecimos en otro lugar.
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Deja tu cariño a este capítulo ❤️