Chereads / Emma en el bosque de bestias / Chapter 8 - Cada vez esa chica me sorprendía más

Chapter 8 - Cada vez esa chica me sorprendía más


Iván

—Sigues siendo un insecto, después de todo —dije, luego de haberle roto algunas patas a Aran.

—Sabes a la perfección lo que pienso de la palabra insecto—replicó, mientras se levantaba del suelo—. Aún así, me lo sigues diciendo después de tantos años. ¿Cien, Dos ciento?

—Deberías esconderte en tu cueva por otros cien. —Le di la espalda para irme—. Aprovecha que te dejé algunas patas para que puedas caminar.

De repente, me envolvió en su red de telaraña.

—Has bajado la guardia Iván. ¿Cómo le das la espalda a tu oponente? —bufó y se abalanzó contra mí. Pero tanto él, como yo sabíamos, que él, nunca, iba a poder ganarme.

Luego de terminar con Aran, fui a buscar a Emma, en donde se suponía que la había dejado. Pero ella ya no estaba ahí. Empecé a correr y vi las arañas gigantes de Aran "Maldición" pensé "si la atraparon todas esas arañas, de seguro y... " Cerré los ojos aceptando que ya estaba muerta. Pero algo dentro de mí, en el pecho, creía lo contrario. Y fue cuando escuché un grito agudo a lo lejos.

—¿Emma? —Corrí a encontrarla y lo que vi...

Emma


Las arañas venían detrás de mí. Ya no veía escapatoria. Por suerte, no eran muy rápidas, quizás por su enorme trasero negro que rebotaba cada que se movían. Empecé a reducir el paso, cansada; Ya no podía más. Y Cuando creí que ya sí; ese era mi fin... la vi.
—¡La iguana! —celebré. Jamás había estado tan feliz de ver a una iguana gigante comiendo bichos. Así que corrí en dirección a ella, con la intención de llevar a las arañas allá—Eh, ¡aquí! —empecé a llamar la atención del reptil. A lo que ella de inmediato reaccionó; moviendo los ojos y lanzando un latigazo con su lengua en mi dirección. Caí al suelo después de saltar para evitar que me alcanzara. Pero cuando mi cabeza rebotó en la tierra, frente a mi rostro, estaban los numerosos ojos de una peluda y asquerosa tarántula. Lancé un grito cuando aquella estuvo a punto de clavarme sus patas puntiagudas en la cabeza. Pero la iguana, la atrapó entre su lengua y se la tragó.

Me levanté de inmediato y mientras el reptil estaba distraído, corrí; pero por ahí también venían las arañas. Así que no tuve de otra que retroceder, y esconderme detrás de la iguana. "Madre mía" pensé cuando vi la gran cantidad de arácnidos que aparecieron rodeando al reptil. Si o si, querían llegar a mí. Así que sin más que hacer, empecé a trepar por la cola de la iguana hasta llegar a lo alto de su espalda. Tanto ella como yo entendíamos que eran demasiadas arañas para ella sola, aunque su lengua pareciera feliz.

Las piernas me temblaban, mi corazón latía tan fuerte que pensé que se me saldría por la boca. Y cómo muchas otras veces, creí que ese era el fin. La iguana empezó a sentir las arañas intentando subir a su cuerpo, reaccionando de manera impetuosa para espantarlas. Me sostuve con fuerza de la piel que sobresalía como una cresta de su espalda. Entonces con su cola, inició a dar latigazos sobre su cuerpo.

         Mal momento para estar sobre una iguana gigante.

Ivan

Ella estaba colgando de la espalda de una mega iguana.

Cada vez, esa chica me sorprendía más.

El enjambre de arañas, una sobre otras, de distintos tamaños y colores, insistían en alcanzar a Emma, como si esa fuese su única misión. Aran, las había manipulando.

Podía haber acabado con ellas pero tomaría tiempo, Emma, eso era lo que menos tenía antes de caer ¡tiempo!

Así que hice lo único que en ese momento era la solución. Aunque hacerlo implicara romper la promesa que hice de jamás volver a hacerlo: levanté mi mano apuntando a las arañas y empecé a consumir su energía, hasta que se consumieron en pequeñas bolas de cáscara negra. La iguana, y hasta Emma, que cayó al suelo, se vieron afectadas.

Corrí a levantar a Emma y apenas podía hablar. Y la iguana cambió de color para esconderse de mí, debido a lo afectada que se vio por mi ataque.

—Tranquila —le susurré a la iguana—. No voy a lastimarte. Y me disculpo por haber actuando como lo hice.

Cuando ayudé a que Emma se pusiera de pie, ella miró a las arañas muertas amontonadas. Luego me miró a mi, sorprendida. Y después se agarró la cabeza como si lo que vio, no fuera real. Pero no dijo nada. La energía que le quité sin querer, apenas le permitía mantenerse despierta.

Volvimos a donde estaba el cuerpo deformado de Aran colgando de un árbol. Emma lo observó aterrorizada. Pues la imagen era impactante, un cuerpo deformado sobre un árbol, sin duda, no es arte.

—¿Está, está muerto? —Tragó saliva y evitó mirarlo.

—No —constaté, sin ánimos —Aran no muere, a menos que le apuñales el corazón.

Ella me miró confundida, dejándome ver sus ojos bailando en un brillo verde que no había notado antes.

—¿No se muere? —interrogó, en un susurro.

En ese instante, Aran empezó a retorcerse y a recuperar su postura. Al igual que sus huesos comenzaron a acomodarse y a sanar. Emma abrió los ojos de par a Par, y casi se desmaya con aquella escena.

—Te pediré con todo el respeto, que no divulgues mis secretos—gruñó Aran, saltando del árbol —. Sobre todo, delante de... eso —señaló a Emma, que se escondía detrás de mí—¿Porqué la proteges?

—Eso no es asunto tuyo —contesté, con aburrimiento. Pues Aran, desde que lo conocí unos cientos de años atrás, cuestionaba hasta la más mínima de mis acciones, sin saber por qué o cómo. Y en nuestro encuentro lo primero que hizo fue: acusarme de proteger a una "bruja" No me sorprendía viniendo de él; un ser condenado a vivir con la apariencia de un niño de diecisiete años por toda la eternidad; a menos que, como ya había mencionado, le apuñalaran el corazón. Pero para él, todo aquello sólo era un mito.

Aran era producto del amor entre dos seres distintos: Nahiara, una princesa Ninfa, hija del último rey que tuvo el bosque de las bestias antes de la tragedia; se enamoró de una bestia mágica e inteligente llamado: Aracneoe, una criatura gigante con aspecto arácnido. Todo lo propuesto a ella. Así que tuvieron un pequeño cosa araña. Pues Araneoe hijo, era algo que no debió ser, pero ahí andaba. Tan hermoso como una Ninfa pero peligroso como su padre. De no haber sido por aquella guerra, muchos de los seres magníficos que habitaban el bosque; como los padres de Aran y mi madre, hubieran estado presentes en ese momento.

–¿Te haz dado cuenta de que es una bruja? —apuntó Aran, sacándome de mi ensimismamiento.

—¿Bruja? — miré a Emma por sobre mi hombro—De haber sido una bruja, ¿no crees que se hubiera defendido sola?

—¿Cómo explicas que una humana, me haya ordenado, a mí, que la sacara de mis ilusiones? Eso es aterradoramente inhumano—Exclamó, con la preocupación marcada en sus ojos.

—¿Ella te ordenó, y tú obedeciste? —interrogué, con suspicacia. Pero luego, recordé que ella había evitado que yo la matara esa noche, cuando la luna llena me había hecho perder la lucidez y la conciencia humana. No le costó nada más que llamarme por mi nombre para que yo volviera a reaccionar. "Entonces, ¿eso sucedió porque es una bruja?" Pensé.
       

Emma


Iván me miró como si hubiera unido las piezas de un rompecabezas. Y eso, no me ayudaba.

—Les juro que no soy una bruja —aclaré de inmediato—. Yo solo quiero salir de aquí. —Miré a Iván, esperando que me creyera.

—Iván, de ese lado, te está hablado el diablo, y de este, te estoy hablando yo —intervino Aran, mirando con seriedad a Iván—. No la escuches. Mátala.

Abrí la boca ofendida.

—¡Ay por favor! —solté, y salí de atrás de Ivan —¿creen que tengo aspecto de bruja?

Aran miró mi cabello como si justo luciera como una.

—Estoy muy seguro  —señaló, asintiendo con lentitud, mientras me contemplaba.

Apreté los puños y sentí mi cara arder por el enojo.

—¡Ustedes...¡ —miré a Iván y negué con la cabeza —¡Tú! —Señalé a Aran—, ¿Qué hay de ti? Antes de creer que yo era una bruja, me engañaste e intentaste... —me costó decir lo siguiente—... darle mi cuerpo de cena a tus, ¡a tus arañas!

—¿Qué esperaba usted? ¿que la invitara a tomar el té? —interrogó con ironía—ninguna bruja, o humana es bienvenida en mi bosque.

—¿Tu bosque? ni que fueras el rey —resoplé.

—Oh, es cierto, no tiene idea de quien soy. Una simple bruja no podría saberlo —Soltó.

—¡Que no soy una bruja! —exclamé, apretando los puños. Pero la voz suave y aterciopelada de Ivan, me hizo aflojarlos.

—¿Por qué debería creer en ti? —Me miró con esa oscuridad capaz de helar la sangre.

Tragué con dificultad y miré mis rodillas llenas de arañazos.

—¿No es obvio? Ella no sabe ni qué decir, porque está perdida. A lo mejor, perdió su escoba  —insistió Aran. Aquello, sonó como un mal chiste, pero él, no tenía ni un atisbo de diversión en su cara—. Ella no tiene razones para estar aquí. Y eso es muy extraño.

Cerré los ojos sintiéndome mareada.

—Yo necesito descansar —susurré.

Aran sonrío, con ironía.

—Dígame querida, ¿le ofrezco mi cueva? O prefiere que le masajee los hombros? —bufó, con sarcasmo, aunque le costaba embolsar su sonrisa falsa.

Abrí la boca para responderle a Aran pero nuevamente, la voz de Iván, me hizo callar:

—Te llevaré a casa. —Observó las heridas de mis pies.

"¿A casa?" Pensé, sintiendo el calor subiendo hasta mis mejillas que de seguro se enrojecieron "No dijo: mi casa, sino: A casa" Miré hacia arriba para poder ver los de Iván. La oscuridad se había ido de ellos, quedando ese color marrón, unos tonos más claros que antes.

—¡Ivan! —gruñó Aran con firmeza, serio y sin intenciones de bromear—¿Estás...? dime que esta mujer no te ha hechizado—apretó los puños y se le quebró la voz—. Acaso olvidaste lo que...

—Aran, cierra la boca —ordenó Iván, seco.

Aran tragó fuerte y empezó a respirar profundo.

—Espero que no estes cometiendo un error, Iván —advirtió y mirándome con recelo, se perdió en su cueva.

Sentí un fuerte dolor de cabeza y cómo un líquido frío salía de mi nariz. Y al tocarlo, me di cuenta de que era sangre. Entonces, todo se llenó de estrellas y caí en un sueño profundo.