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Chapter 10 - Lillian

Sonó el timbre que indicaba el comienzo del recreo, y decidí ir al baño. En el camino, escuché unos ruidos sutiles: unas respiraciones jadeantes. Yo tenía muy buen oído, y además, el pasillo estaba más silencioso que de costumbre. Me giré y presté mucha atención para ver de dónde provenían.

A mi izquierda estaba el cuarto del conserje. Este era famoso por ser el lugar más popular para líos entre alumnos, ya que el conserje rara vez pasaba por allí.

Pegué el oído a la puerta. Por lo ruidos que salían, estaba claro que dos personas se estaban besando dentro. Pero entonces, vi a una chica que salía del baño, que estaba en el mismo pasillo, acercarse. Podía pensar que qué hacía espiando en el cuarto del conserje, y los rumores correrían más rápido que el viento. Alarmada, empecé a caminar disimuladamente, como si estuviera pasando por el pasillo con total normalidad. Pero estaba tan concentrada en ver su reacción, que no miré al suelo, y me tropecé con una pila de libros.

¿Quién dejaba libros en medio del pasillo?

Y no fui consciente de que había hecho ruido hasta que, cuando la chica desapareció doblando una esquina, volví a acercarme a la puerta.

-Hay alguien ahí fuera -comentó una chica en un susurro. Era la inconfundible voz de Karen. Yo ardía en deseos de saber a quién había seducido esta vez.

-Karen, no hay nadie -dijo una voz masculina que yo conocía demasiado bien.

Néstor.

Néstor.

Néstor.

Intenté buscarle una explicación lógica mientras empezaba a llorar, sin ser apenas consciente de la nueva conversación detrás de la puerta.

Cuando me di cuenta de que el collar de mi madre se había aflojado y se había caído al suelo, ya había empezado a correr, y no podía pararme.

Quería salir de allí y no volver a verlo.

Quería olvidarle.

Y así, con un poco de suerte, no dolería tanto.

***

Me escondí en la esquina del pasillo, sacando sólo la cabeza, ocultando el resto del cuerpo; cuando Karen y Néstor salieran del cuarto no me podrían ver, pero yo a ellos sí. Segundos más tarde, la puerta se abrió, y apareció Néstor poniéndose la camiseta apresurdamente. Se agachó y cogió mi collar, mientras yo no dejaba de maldecir internamente. Se fue corriendo en dirección contraria.

Suspiré aliviada. Lo que menos me apetecía era que Néstor me viera. Karen salió un poco después, y se fue detrás de Néstor.

Cómo la odiaba.

Maldita curiosidad.

Apreté los puños tratando de calmarme. No podía dejar de llorar, así que fui al baño, adonde iba en un principio, para que nadie me preguntara qué me pasaba.

No habíamos durado ni dos semanas.

Lo nuestro se había acabado. No quería volver a hablarle.

Pasé el resto del día evitando ir a sitios en los que pudiera encontrármelo. Cuando salí del instituto, fui a la parada del autobús. Mi madre se había ido esa mañana temprano al aeropuerto por su viaje del trabajo. Era el primer día que iba a casa de mi abuela. Hacía bastante que no la veía; aunque vivíamos cerca, no había tenido tiempo para ir a visitarla últimamente. Mi madre había dejado mi maleta en su casa para que no tuviera que ir con ella al instituto, ya que le pillaba de camino. Mi abuela no conducía, ni siquiera tenía sacado el permiso de conducir.

Subí al autobús desanimada. No me gustaba el olor del interior de los transportes públicos. Me senté al final, al lado de la ventana, y me puse música para relajarme. Cerré los ojos.

Había tenido muchas emociones para un día. Necesitaba alejarme del mundo. De vez en cuando, me obligaba a abrir los ojos, para no quedarme dormida. Si me pasaba la parada, tendría un problema.

Al cabo de media hora, bajé las escaleras del autobús para recorrer a pie el tramo que había desde la parada hasta la casa de mi abuela. Unos quince minutos.

Me paré a los pocos pasos para contemplar el panorama: casas abandonadas, basura por las calles... afortunadamente todavía había sol: no me hubiera gustado andar por aquí sola de noche.

De repente, vi que una figura conocida, con cascos, descendía del vehículo. Se cerraron las puertas y el autobús se marchó.

Era guapo, su tez morena brillaba bajo el claro cielo. Me acerqué, intentando esbozar una sonrisa.

-Hola, Nicholas -le saludé. Me miró y se quitó los cascos.

-Tú y esa manía tuya de llamarme así. ¿Tanto te cuesta decir Nick? -preguntó, divertido.

-¿Vives por aquí? -él asintió.

-¿Y tú? Nunca te había visto en el autobús -comentó, frunciendo el ceño.

-No -respondí-. Mi madre está de viaje y me quedo con mi abuela.

Entonces, sin darnos cuenta, empezamos a andar.

-¿Qué tal con Néstor? -me preguntó.

Me sobresalté. Ya no me dolía sólo el hecho de que se había liado con Karen, sino que también se suponía que era secreto.

Lo fuminé con la mirada.

-Te lo ha contado, ¿no? -dije, enfadada. Iba a añadir algo más, pero caí en que Nick era el ex de Karen.

-Tranquila. No me ha contado lo vuestro, osea sí... A mí me gusta escribir poesía... y él me pidió que hiciera un poema para ti.

Me quedé muda. Noté cómo el calor subía a mis mejillas.

-Pues que sepas que es de los poemas más bonitos que he leído -comenté, sinceramente.

Él también se sonrojó. Nunca hubiera imaginado que detrás del chico duro del capitán del equipo de fútbol había un escritor brillante.

-Gracias.

-¿Cómo llevas la ruptura con Karen? -pregunté amablemente, tratando de cambiar de tema. Su rostro se tornó frío -Lo siento... no contestes si no quieres...

-No pasa nada -me interrumpió, mirándome-. La verdad es que mejor de lo que pensaba... -contestó, sarcástico.

-Si te sirve de consuelo, a mí nunca me ha caído bien. Me parece una egoísta y una egocéntrica.

-Supongo que me tenía cegado. Pasa a veces -se encogió de hombros-.

-Lo sé mejor que nadie... Hoy he visto a Néstor liándose con otra chica. Pensaba que me quería -comenté, triste, haciendo un gran esfuerzo por no llorar de nuevo.

Nick se detuvo y me miró fijamente.

-No te preocupes, Néstor comete errores, como todo el mundo. Seguro que tiene una explicación. Se le va la cabeza... -hizo una pausa- Tengo un presentimiento. Si acierto, ¿qué me das?

-Pues ahora mismo, me temo que no tengo nada que ofrecerte... -bromeé-

-Un beso -dijo, arqueando una ceja-.

Resoplé, todos eran igual. Aunque en ese momento no me importaba nada.

-Acepto -contesté-, pero antes quiero saber qué es lo que intentas adivinar.

-Con que chica se ha enrollado Néstor esta vez -era prácticamente imposible que acertara.

-De acuerdo.

De pronto, ya no me dolía hablar de lo que había pasado. Era como si estando con Nick me olvidara del dolor. Él se rascó la cabeza, pensativo.

-Con Karen -contestó, seguro de sí mismo-.

Abrí la boca, incrédula.

-¿Cómo lo has sabido?

-Aunque no lo reconozcan, entre esos dos siempre han saltado chispas... y ahora, princesa, deseo obtener la recompensa -cerró los ojos.

Resoplé, molesta por cómo me había llamado. En un rápido movimiento, junté mis labios con los suyos, brevemente. Aparté la mirada.

-Mmm... tengo otro presentimiento -dijo, guasón.

-Ni lo sueñes -le corté.

Seguimos caminando, hasta que, frente a una casa bien pintada y cuidada se paró.

-Es aquí- anunció.

Sin darle más vueltas, en un impulso, le besé. Fue igual que antes, rápido, sin dejar que nos saboreáramos. Y cuando me separé, él me miró a los ojos y se lanzó a mis labios de nuevo.

-No te escapas tan fácilmente -dijo contra mis labios.

Le seguí el beso; él se aferraba a mi cintura como si fuera un salvavidas. Esta vez fue más lento, suavemente. Entonces, dándome cuenta súbitamente de lo que estaba haciendo, me aparté, horrorizada.

-Nick yo... lo siento...

Él me calló poniéndome un dedo en los labios.

-Tranquila. ¿Sabes? Creo que los dos lo necesitábamos. Una cosa que he aprendido rompiendo con Karen es qué personas valen la pena. Y tú eres una de ellas. Así que ahora, haz el favor de hablar con Néstor y solucinarlo todo.

Le dediqué una sonrisa y me despedí con la mano. Me fui caminando a la casa de mi abuela feliz, ensimismada en mis pensamientos.

Tenía un plan.

Y para eso necesitaba a Nick.