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Chapter 11 - Néstor

Al día siguiente, a primera hora, fui a buscar a Lillian. Necesitaba hablar con ella y aclararlo todo. Llevaba su collar en el bolsillo, y no perdía el contacto, como si dejando de tocarlo, fuera a perderla aún más. Me daba seguridad.

Repasé de nuevo lo que iba a decirle. Lo principal era pedirle perdón.

Me aproximé hasta ella, que estaba en su taquilla. A medio camino, Nick se acercó, y le susurró algo en el oído que no pude entender. Lillian soltó una pequeña risita mientras Nick se alejaba, y ella volvió a centrarse en sacar los libros de las clases que nos tocaban.

Una oleada de ira me invadió. Caminé hacia allí hecho una furia, sin parar a pensármelo.

Todos los discursos mentales se esfumaron.

-¿Qué tienes con Ncik? -le pregunté, escéptico.

-¿Qué tienes tú con Karen? -replicó sin ni siquiera mirarme- No preguntes si no quieres saber la respuesta.

-¡Claro que quiero saberla! -dije desesperado- Entonces, ¿qué pasa con lo nuestro?

Me obligué a calmarme.

-¿Lo nuestro? -repitió, con cruel indiferencia- Supéralo. Fueron unos cuantos besos...

-Mira, Lily... -empecé-.

-No me llames así. Lily es para los amigos. Lillian es para el resto y para los capullos que crean falsas ilusiones.

-De acuerdo -respiré hondo-, Lillian -puse una gran énfasis en su nombre-. Lo siento. Karen no paraba de enseñarme el escote para provocarme... y yo me entrego rápido. Me pasa muchas veces, son errores. Últimamente demasiado.

-¿Estás diciendo que yo soy un error? -preguntó, arqueando ambas cejas. No podía creer que sólo se hubiera quedado con eso.

-Yo no he dicho eso. He venido a pedirte perdón y a devolverte el collar-lo saqué del bolsillo, y se lo tendí. Ella lo cogió y lo dejó en su palma, cerrando el puño.

-Espero que pases un buen día con Nick -me despedí, sarcástico.

-¡Estás celoso! -exclamó, soltando una risa amarga, y esbozó su mejor sonrisa, la misma que me había conquistado unos días antes- Hasta nunca.

Corto y directo, lo que más dolía. Me fui de allí con la cabeza perdida. Caminaba por el pasillo distraído, sin un rumbo fijo, hasta que una figura con altos tacones se cruzó en mi camino.

-Hola guapo -saludó-. ¿Repetimos?

-Déjame Karen -no se apartó. Se quedo quieta, obstaculizándome.

Tuve que dar media vuelta. No quería discutir.

Pasé el resto de la semana intentando hablar con Lillian, en vano. No quería saber nada de mí; yo tenía el ánimo por los suelos. Supongo que esta vez me había pasado.

El lunes por la mañana vino a verme a la hora del recreo. En mis ojos se encendió una chispa de esperanza, pero cuando vi los suyos, rojos e hinchados, supe que algo iba mal. Había estado llorando.

-Néstor -dijo-, esto es demasiado. Aguanté tus notas el jueves y el viernes; pero no las voy a tolerar otra semana.

Le arranqué el papelito que llevaba en la mano.

-Algún día encontrarás un alma tan negra como la tuya -leí en voz alta. No cabía en mi asombro-. Lillian, esto no es mío.

-No me mientas a la cara. Eres la única persona que me odia.

-¿¡Qué!? -exclamé, incrédulo- Yo no te odio. Tú me odias a mí. Te juro que yo no te he escrito esta nota. No soy tan cruel.

-¿Ah, no? -me rebatió, furiosa- Te voy a hacer un pequeño resumen de mi semana pasada. El lunes, estábamos genial, llevábamos una semana saliendo. Ya sé que a ti no te importa, pero eras mi primer novio, yo estaba muy feliz -no pude evitar que me doliera, lo decía en pasado-. El martes me saludas por la mañana con un beso. En el recreo, yendo al baño, oigo unas respiraciones y unas voces en el cuarto del conserje. Y... ¡sorpresa! Karen y tú -dijo, sarcástica-. Me escondo en una esquina y veo que sales al pasillo poniéndote la camiseta. El miércoles: vienes a pedirme perdón. Como te ignoro, en los días siguientes me dejas notitas en la taquilla. Tienes razón, eres todo un ángel.

-Te has saltado la parte de Nick -dije, ignorando eso último.

-No tengo por qué contarte nada.

-Cierto. Pero no puedes echarme en cara lo de Karen si tú te has liado con Nick -contesté, mirándola fijamente.

-¿Liado? -sube la voz- Fue un beso. ¡Un beso! Y tú saliste poniéndote la camiseta. ¡Tuvisteis sexo, Néstor! ¡No me compares!

Esto es demasiado.

-¿Perdona? No llegamos a nada. ¡Y además no paraba de acordarme de ti, que lo sepas!

-Ah, es un alivio -responde, roja-. Que cuando te lías con otra, te acuerdes de a la que estás engañando. Un detalle. ¿Qué pasa, qué como tú y yo no nos acostábamos fuiste a por otra para que te diera lo que querías? -hizo una pausa, y yo no la interrumpí. No pensaba contestar a semejante estupidez- Mira -prosiguió, un poco más calmada-, tú puedes hacer lo que quieras. Yo puedo hacer lo que quiera. No dependemos el uno del otro. No nos controlamos, porque no somos pareja.

Me estaba doliendo más de lo que podía admitir. Ese era mi momento para disculparme, estaba más tranquila.

-Lillian, siento haberte hecho daño. Pero entiende que no eres la única se siente herida -repliqué-.

-¿Pretendes que te pida perdón? -preguntó, riéndose amargamente.

-Estaría bien -respondí, cruzándome de brazos.

-No voy a caer tan bajo, Néstor -dijo-. No voy a pedirte perdón por algo de lo que no me arrepiento.

-Vale -contesté, sin ser capaz de sostenerle la mirada ni un segundo más-.

Me ponía de los nervios, era insoportable. Sin poder controlarlo, empecé a llorar.

-Ignórame si quieres -sollocé, limpiándome las lágrimas de las mejilas; en vano, porque al instante volvían a caer más-. Yo nunca podré olvidar tu sonrisa.

Ella me puso una mano sobre los hombros y me miró preocupada.

-¿Estás bien? -preguntó, acercándose- Lo siento mucho, no pensaba...

Retrocedí instintivamente.

-¿Ahora te importo? ¡¿Tengo que llorar para llamar tu atención?!

-¡No! ¡Claro que no! -negó ella.

Fui al baño, dejándola destrozada en medio del pasillo. Sin poder contener la rabia, le di un puñetazo al espejo. Se rompió, en pedazos pequeñitos, pero yo estaba hecho polvo, y no era consciente de nada, como si estuviera en una realidad paralela, ni siquiera cuando mis nudillos empezaron a teñirse de rojo. Intenté parar la hemorragia echando agua, limpiando la herida y vendándola con papel higiénico. Cuando el papel se empepó de sangre, volví a la realidad, sacudido por un dolor en la mano que amenazaba con matarme. Pronto tuve que cambiar la venda de nuevo, no dejaba de sangrar. Me encaminé a la enfermería, derrotado. La señora Wane me curó con alcohol, algo que escocía bastante. Cuando me preguntó que cómo me había hecho esos cortes, no tenía fuerzas para mentir.

-He roto el espejo del baño.

-Néstor voy a avisar al director, esto no puede quedar así.

Ni siquiera intenté detenerla.

Tras varios sermones del director, me quedó caro que había hecho algo muy grave. Me expulsaron una semana. La verdad, no me importaba. Sólo quería no tener que ver a Lillian más. Supongo que porque prefería a Nick antes que a mí.