Estaba abriendo la puerta de mi taquilla cuando cruzó la puerta principal. Esbozaba esa sonrisa que tanto me gustaba. Fui a saludarla.
-Buenos días- dije, y le di un rápido beso en los labios-. Mmm... ¿has desayunado café?
Entonces me fijé en que llevaba un collar que no le había visto nunca: una cadena de plata con estrellitas repartidas.
Lillian se rió ante mi comentario, y se dio cuenta de que me fijaba en su colgante.
-¿A qué es bonito? -preguntó, mirándome.
Asentí, acercándome más para volver a besarla. No podía resistir los impulsos cuando estaba cerca de ella. Pero se apartó, echando una mirada alarmante a su alrededor.
-¡Néstor! -exclamó en un susurro- Recuerdas que era un secreto, ¿no? Los rumores empezaran si nos ven besándonos cada vez que nos acercamos.
Resoplé. Ya habíamos hablado de esto. No queríamos que todo el instituto opinase de nuestra relación.
Ya había pasado algo más de una semana desde la primera vez que nos besamos, hoy estábamos a martes.
-Es que no me puedo resistir -confesé, de broma.
-En serio. Deja de hacer el tonto.
Miré a los lados del pasillo. Karen era la única que parecía fijarse en nosotros, la cual llevaba puesto una corta y pegada minifalda de cuero, con una camiseta que dejaba al descubierto la espalda. Desde su ruptura con Nick estaba diferente. Como más... rebelde.
-Me voy a clase. Nos vemos luego -se despidió Lillian.
-De acuerdo -dije, sin quitarle ojo de encima a Karen. Estaba estudiándonos atentamente. En cuanto Lillian me dejó solo, se acercó, mirándome de arriba a abajo.
-¿Qué quieres? -pregunté bruscamente.
-¿Es así como se saluda a una vieja amiga? -bajó la voz y pegó su cuerpo mucho al mío- Te veo en el recreo, en el cuarto del conserje. Necesito consejo, en un tema de amigo -me dijo al oído, provocándome un escalofrío.
Se fue, guiñándome un ojo.
***
A las once en punto, cuando tocó la campana, me dirigí al cuarto del conserje. No estaba lejos de mi clase, y fui lo más rápido que pude para acabar con esto cuanto antes.
Esta vez me iba a poder controlar. Estaba saliendo con Lillian, no podía fastidiarla ahora.
Abrí la puerta, y allí estaba ella, tan provocadora como siempre. Se acercó, y me miró, fijamente.
-¿De qué querías hablar? -pregunté, respirando hondo.
-Pues verás... tengo a un amigo en el bote... y quiero conquistarlo, por lo que no me puedo permitir fallos. ¿Cómo os gustan más a los chicos los besos? -acortó la distancia que nos separaba, y se lanzó a mis labios, besándome salvajemente. Luego empezó a repartir besos por mi cuello- ¿En el cuello? -antes de que yo respondiera empezó a quitarme la camiseta.
-Karen... -dije, jadeando. Me apoyé en su pecho para separarla- esto... esto no está bien.
-Calla... -suspiró, sin aliento- sólo déjate llevar...
Se inclinó hacia delante, enseñándome todo su escote, y eso fue demasiado. Empecé a besarla de nuevo, peléandome con su ropa, con esa ligera blusa que me moría por quitarle. Ella se tumbó en una mesa, y me agarró de la camiseta para que me pusiera encima. Empecé a quitarme el cinturón cuando de repente, ella se apartó. Yo iba a entregarme a sus bonitos ojos de nuevo cuando me paró.
-Hay alguien fuera-dijo, con la respiración entrecortada.
No se veía nada. Agudicé mi oído, pues el cuarto del conserje no tenía luz. No podíamos abrir la puerta, estábamos medio desnudos. ¿Y si era un profesor? Pasaron unos segundos en silencio total.
-Karen, no hay nadie -le cogí de la barbilla para que me mirara, e iba a acercarme para continuar lo que habíamos dejado; pero ella me empujó suavemente para que me quitara de encima suyo. Sólo se oían nuestras respiraciones.
Iba a volver a insistirle, seguro de que todo había sido producto de su imaginación, cuando se oyeron unos pasos acelerados. La persona que estaba fuera había echado a correr, ya era demasiado tarde para averiguar quien era. Para terminar de desconcertarme, sonó un ruido metálico. Fui hasta allí, sin acordarme de que no llevaba la camiseta, y me agaché para recoger lo que se había caído.
Al principio no lo reconocí: era una cadena de plata como otra cualquiera, con estrellitas salteadas. Pero entonces caí en a quien se lo había visto apenas unas horas antes.
-Mierda -mascullé-. Lillian.
Karen me miró, con los ojos muy abiertos, y me lanzó mi ropa, haciendo una mueca de disgusto.
Me puse la camiseta rápidamente, y salí corriendo al pasillo, en busca de alguna pista que me permitiera saber el paradero de Lillian. Sin embargo, tras un rato deambulando por el instituto, decidí dejarla. Ya me disculparía cuando la viera.