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Chapter 6 - Lillian

El lunes me desperté a las siete en punto, para ir al instituto. Cogí un par de bollos y, animada, me puse en camino.

Mi ritmo cardiaco estaba acelerado, no se calmaba. No sabía por qué, y eso me irritaba. En realidad sí lo sabía; pero no quería admitirlo, que era distinto.

No me había quitado a Néstor de la cabeza en todo el fin de semana. Hasta la calle en la que estaba mi casa me recordaba a él. ¿Por qué me había dado ese beso? Intenté calmarme, diciéndome que sólo había sido un beso en la mejilla. Tenía razón. Llegué a la conclusión de que lo había hecho para fastidiarme, para que me hiciera ilusiones. Luego él me corregiría, y me haría daño.

Seguro que para él no había significado nada. Seguro que sólo estaba jugando conmigo.

La entrada del instituto ya no parecía tan triunfal como lo era el viernes noche. Los globos, los carteles... todo había desaparecido. Decenas de estudiantes se encaminaban hacia la pesada puerta de madera, charlando entre ellos. Empecé a subir las escaleras. De pronto caí al suelo, movida por una fuerza que me había empujado. Vi a Karen pasar por mi lado, riéndose en voz baja.

Me levanté y sacudí mis vaqueros dando sueves palmadas, por si se me había pegado algo de suciedad.

En el instituto no llevábamos uniforme, una suerte, en mi opinión. Cada uno podía vestirse como quisiera, podía expresar su personalidad con la ropa. Por no hablar de lo incómodo que era llevar falda en invierno, todos los días. Yo prefería unos vaqueros, cómodos pero formales.

Entré en el edificio, mientras todo el mundo me miraba. Que Karen te avergonzara no era una novedad tratándose de mí.

Nada más abrir la taquilla para coger los libros de las primeras horas, una nota se deslizó hasta los azulejos. La desdoblé, no sin asombro; pero mi sorpresa se esfumó pronto, cuando leí el papelito.

«En la entrada del baño en el recreo. N.M»

Al instante supe quién era el autor: Néstor Miles. Arrugué la nota y, con un tiro perfecto, la encesté en la papelera más próxima.

-Hola, preciosa -su voz me sobresaltó. Su susurro al oído hizo que se me erizara el vello de la nuca. Al instante se fijó en la papelera -. Vaya lanzamiento.

¿Es que no sabía saludar como alguien normal?

No creía ser capaz de ocultar lo mucho que me alegraba de volver a verle. Tenía que ser dura. Tenía que hacer que él me buscara, no que yo fuera de rodillas.

Al fin y al cabo, era el primero que se fijaba en mí.

Fruncí el ceño, haciendo un esfuerzo.

-Néstor, déjame en paz -dije, apartándome.

-¿Sabes que Karen y Nick han roto? -replicó, haciéndome caso omiso.

-Ja. Ja -solté una carcajada escéptica-. Qué gracioso.

-Es verdad, Lily.

Lo peor fue lo natural que lo dijo, como si fuéramos amigos de toda la vida. ¿Desde cuándo había empezado a llamarme así? Me gustaba mi nombre, no que me asignaran apodos estúpidos.

-Me llamo Lillian.

-Pero Lily es más bonito, ¿no crees? -preguntó, alzando las cejas.

-Si no te gusta mi nombre, no te gusto yo -contesté. No sé por qué lo dije, ya lo daba por hecho. ¿Cómo iba a gustarle yo a Néstor Miles, el chico más popular del colegio?

Me guiñó un ojo, con una media sonrisa. Evitó contestar.

-¿Karen no te ha dicho nada? ¿No sois amigas? -me preguntó, serio. Karen y yo no éramos amigas. Lo último que no me había dicho era una disculpa por haberme tirado unos minutos antes, a propósito.

-No -corté secamente. Me daba igual que Karen y Nick ya no estuvieran juntos.

Néstor se rascó la cabeza, fingiendo pensar. Él nunca pensaba.

-Entonces, ¿por qué te invitó al baile?

-Eso no es asunto tuyo -no tenía por qué enterarse de esa maldita deuda del pasado.

-Tranquila, gatita -respondió.

Resolplé, y le empujé sin fuerzas, para que se echara a un lado; aunque en secreto desee que se tropezara con algo y se cayera al suelo.

Para mi decepción, sólo perdió el equilibrio. Él se quedó perplejo, y me miró a los ojos, extrañado.

-Que tenga un buen día, señor Miles -me despedí, alejándome por el pasillo. Por encima del hombro, vi que esbozaba otra de sus características sonrisas.

¿Es que no paraba nunca?

***

Para comer había arroz con verduras, unos de mis platos preferidos. Me senté en una mesa vacía para disfrutarlo a solas. Estaba de buen humor, así que saqué Crepúsculo, de Stephenie Meyer, el libro que había cogido en la biblioteca la semana pasada.

No había tenido ocasión de empezarlo, por lo que ese me pareció un buen momento. Sólo había terminado el primer capítulo cuando escuché un escándalo en la mesa de al lado.

-Pues lo nuestro se acabó... -sollozó una voz- Nick ha roto conmigo, en una tonta pelea.

No hizo falta que me girara para comprobar que era Karen quién lloraba.

-Pero, ¿le sigues queriendo? -preguntó una de sus amigas. Más que amigas eran esbirras. Parecía que estuvieran controladas por una máquina: si Karen estaba triste, todas lo estaban.

-Ya no. Ese idiota no me merecía. Ayer me enteré de que había besado a... -no pude terminar de escuchar, porque Néstor empezó a hablar mientras se sentaba a mi lado.

-¿Ves como no era mentira? -dijo, señalando con la barbilla hacia allí.

-¡Me sacas de quicio! -exclamé, furiosa. Al final nunca me enteraría de a quién había besado Nick.

Él me miró, sorprendido y, en el segundo en el que nuestros ojos se juntaron, aprovechó para arrebatarme el libro.

Todos sus compañeros del equipo de fútbol nos miraban, perplejos.

-Así que, ¿Crepúsculo? -preguntó -No sabía que te gustaba.

-Tú no sabes nada de mí -respondí, siendo más fría de lo que pretendía. Me arrepentí al instante. Pero en verdad no tenía nada de lo que arrepentirme, se estaba tomando demasiadas confianzas. Él no me conocía de nada.

Ignoró el comentario.

-Yo sería Edward Cullen y tú, Bella Swan. ¿Qué te parece? Me pegaría ser un vampiro.

Noté cómo todo rastro de color abandonaba mi cara.

-¿Un vampiro? -pregunté, confusa.

-Claro.

-Creo que no he llegado a esa parte todavía. Apenas lo he empezado.

-¿Cómo? ¿No te has visto la peli...? -dijo-. Vaya, lo siento. Prácticamente te he destripado el libro.

-No me digas -contesté, de mala gana. Odiaba los spoilers-. Aunque siempre he pensado que Edward era un poco raro.

Néstor se rió discretamente. Por mi parte, lo estaba pasando realmente bien; así que decidí bromear un poco, ahora sería yo la que se tomaría más confianzas de las que debía.

Me acerqué, y, sin hacerle caso a mi respiración acelerada, le levanté el labio superior.

-¿Dónde están tus colmillos, vampirito?

Gran error.

No me pasó desapercibido que disfrutaba. Entonces, él se aproximó todavía más, hasta que casi nuestras narices se rozaban. En un movimiento rápido, selló sus labios en los míos.

Me separé inmediatamente, notando como me ardía la cara, mientras me invadía una mezcla de ira y vergüenza. Todo el comedor estaba en silencio, observándonos. Eso no mejoró mi temperamento.

A pesar de que tenía más hambre, le arrojé la bandeja de un manotazo a la cara.

¿Por qué jugaba conmigo de aquella manera?

A diferencia de esa mañana, no me hacía gracia que Néstor tonteara conmigo. Quería que se alejara. Quería que desapareciera de mi vida.

Mientras, sin darme cuenta, lágrimas recorrían mi rostro, abandoné el comedor, echa una furia. Miré hacia atrás, y vi que Néstor tenía toda la cara roja. Estaba sangrando.

Me encogí de hombros. Se lo había buscado.