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Chapter 4 - Los altos Orokin

La ardua batalla contra Afgalapriet dejó muchas bajas por parte de los ángeles, Alastor aún se encontraba malherido, Azazel miraba con desconfianza a Annan y aún le costaba asimilar el hecho de que tendría un poder divino.

Azazel se acercaría a Annan.

- ¿Eres tú quién nos llamó?

Annan se daría vuelta.

- Oh, si, soy yo.

- Soy Azazel, futuro líder de los ángeles.

- Annan, capitán del imperio Orokin y el es Alastor.

- Un placer, pero no hay tiempo para formalidades hasta donde tengo entendido, necesito comunicarme con su superior.

- ¿Nuestro superior?

- Así es, hay que completar la negociación, por favor, llévenme hasta el.

Annan se quedaría pensando por un tiempo pero terminaría accediendo.

- Bien, iremos directo a la capital.

Annan llamaría a Romina y ella se acercaría al instante.

- Dirige la nave hacia Jericó.

- ¿Volveremos a la capital señor?

- Así es.

Romina daría la orden a los soldados y todos entrarían rápidamente en la nave, Azazel y los ángeles restantes se irían volando por fuera. El viaje sería rápido, Azazel miraría desde lo más alto la capital del imperio, una ciudad distribuida en forma de circunferencia, la rodeaban 5 enormes muros de metal de 30 metros cada uno, había entradas en cada punto cardinal y una vía principal por cada 1.

Por cada muro parecía haber sectores específicos, la población se distribuía estratégicamente, la ciudad era increíblemente extensa, sus edificios eran demasiado altos, de ellos salían hologramas de todo tipo; en sus balcones habían plataformas en las cuales podía aterrizar el vehículo en la que se transportaran y había una gran cantidad de naves a lo largo de la ciudad, en el centro se podría apreciar un templo enorme, increíblemente hermoso, sus paredes eran blancas y tenía varios detalles de oro, no estaba rodeado por nada en unos 40 kilómetros a la redonda, en cambio, parecía tener hangares. El templo también contaba con 4 entradas idénticas a la ciudad, la entrada norte estaba increíblemente detallada mostrando ser la principal.

La nave aterrizaría en uno de los hangares junto a los ángeles.

- "Bien, síganme" diría Annan.

Los ángeles lo seguirían y Alastor se quedaría atrás siendo atendido con urgencia, al entrar al templo se vería en los pasillos su gran belleza, en los costados había varios cuadros o reliquias y en el techo una especie de pintura que aparentaba contar una historia o al menos conectar con alguna, después de un largo caminar llegarían a una plataforma la cual activaría Annan y los teletransportaría a lo más alto del templo, frente a ellos había una gran puerta.

- Bien, justo aquí se encuentran ellos.

- ¿Ellos?

- Así es, los altos Orokin, desde acá te toca avanzar solo, buena suerte.

Annan se iría y Azazel decidido abriría la puerta, ahí estaban ellos dentro de esa enorme habitación,en el frente había 7 sillas que iban de forma ascendente, en el medio se encontraba lo que parecía ser el Orokin más importante, portaba una larga túnica, cubría su cabeza y ojos dejando solo descubierta su boca y nariz con lo que parecía ser un sombrero o máscara increíblemente avanzada, debajo de esos tronos había unas sillas más pequeñas pero aún así grandes, eran 10 y en el techo un enorme cristal.

- "Bienvenido" dirían todos excepto el Orokin del centro.

- "Es un placer" respondería Azazel.

- Te estábamos esperando gran salvador, soy el Gran Sabio Orokin, maestro de todos los Orokin.

- Azazel, futuro líder de los ángeles.

- ¿Qué te ha traído tan pronto a nosotros?

Azazel suspiraría.

- Iré directo al grano, la batalla contra el Duque Afgalapriet nos tomó por sorpresa, en definitiva, solicito una asamblea con los máximos representantes del imperio además de ustedes, necesitamos discutir los términos.

- ¿Términos?

- Así es, solo me han podido invocar a mí y a unos cuántos, pero la mayoría cayeron en batalla, para llamar a todo el ejército se necesita de más poder, además, el asalto a los demonios no es la única alternativa podríamos recurrir a un acuerdo para...

- En resumen, quieres más Orokins para lograr convocar a los tuyos, pero, concretamente buscas un acuerdo con los demonios

- Así es, y para eso no solo necesito Orokins, también tierras y demás para planificar todo correctamente disminuyendo el número de bajas lo máximo que sea posible.

- No te entregaremos las tierras, los Orokins te ayudarán a abrir el portal, no convocaré a las otras entidades del imperio y menos a las relacionadas con política, iremos directo al ataque.

- ¿No les importan más bajas?

- Por supuesto que sí, por eso no podemos perder más tiempo, la decisión ya fue tomada, no tenemos tiempo, el fin es acabar con los demonios, aún si eso significa sacrificar a unos cuántos.

- Pero...

- No habrá excusas, ya es definitivo, te pedimos que lo entiendas. Los demonios solo traen desgracia, tienen que ser asesinados junto a todo aquel que tente contra nuestro gran imperio, contamos con usted, señor Azazel.

Azazel apretaría sus puños y saldría de la habitación. Se mostraba molesto por sus palabras, esa actitud de desinterés le hacía hervir la sangre.

- Maldito infeliz, no le importa las vidas de los demonios ni de los humanos -

Mientras pensaba Azazel empezaría a caminar hacia la puerta principal, pero, al dar unos pocos pasos caería al suelo débil.

- ¿Qué es ésto? recién llegué a la capital empecé a sentirme débil, algo no anda bien... -

Las dudas dentro de Azazel solo crecían, varios soldados lo llevarían a su habitación asignada, al entrar vería a todos sus compañeros, solo habían sobrevivido 10 ángeles.

- "Bienvenido señor" los ángeles se arrodillarían.

Azazel sé mostraría molesto.

- No es necesario que hagan eso.

- Pero usted es nuestro líder.

- Aún no.

- ¿Logró recolectar algo?

- Si.

Los ángeles prestaría atención.

- Cuéntenos por favor

Azazel suspiraría

- Hay algo que no está bien con la ciudad, algo está pasando y definitivamente los Orokin son responsables de ello.

- También sentimos un cambio en el flujo de energía, están escondiendo algo.

- ¿Encontró algo más respecto a los humanos?

- No mucho, solo espero que no sea un gobierno corrupto, el Señor de Hel no atacaría a los humanos sin motivo, ya van años desde que atacaron a los humanos, éste continente está contra la espada y la pared, el otro sigue intacto de momento.

- ¿Cree que habrá una gran guerra?

- Definitivamente no, pero de lo que estoy seguro es que van a atacar a los demonios en cuanto traiga a los ángeles.

- ¿Vamos a matar al Señor de Hel?

- No, los humanos jamás podrían llegar a Nifilheim, y si aún así lo hicieran, para matar al Señor de Hel no bastaría con todo el coro angelical junto, los humanos no llegarían a ese punto, los Nifil están muy por encima de ellos.

Las manos de Azazel temblaban.

- No lo veo muy seguro señor, ¿Pasa algo?

- Algo no me da buena espina, hay algo debajo de nosotros pero no sé lo que es, en poco tiempo traeré a los nuestros, no hay órdenes para ustedes, si pueden informen a todos los coros angelicales sobre nuestra llegada al mundo humano, el consejo tomará una decisión.

- Señor...

- Solo déjenme un rato.

Azazel saldría de la habitación, las ansias de los altos Orokin por terminar con la guerra lo tenían algo tenso.

- Solo hay bajas de soldados, pero todo por el hecho de que ellos atacaron, los demonios no aparentan tener ánimos de pelear, lo que más temía puede que sea cierto, un tirano que no se preocupa por los suyos -

Los ángeles saldrían al pasillo, observarían a Azazel dando vueltas por todos lados, pensando, estaba histérico.

- Señor Azazel, por favor descanse, si usted gusta puede regresar a los cielos y dejarlo todo a nosotros.

Azazel se detendría.

- No... no volveré a los cielos, no hasta que descubra lo que causó todo ésto

- ¿¡QUÉ!?

- Así es, me quedaré en el mundo humano, tengo que investigar sobre todo lo que está pasando.

- Señor, nosotros lo necesitamos.

- No, ustedes son autosuficientes, el consejo los ayudará a guiarse, además no están en peligro de ataque, tengo que analizar todo lo que está sucediendo, no es normal.

- Señor, usted tiene que estar presente para cuando sea coronado.

- Eso todavía está lejos de suceder, no discutiré más sobre ésto.

- Aún así, no puede quedarse en el mundo humano, los lazos entre ángeles y humanos están prohibidos.

- Lo sé, por eso mismo, haré el juramento de volver, el consejo junto a los Serafines me guiarán de nuevo hasta el cielo.

- No podemos asegurar que vaya a encontrar algo.

- Lo sé, pero ya lo decidí.

Los ángeles no se veían convencidos, aún así, en los ojos de Azazel se mostraba decisión y firmeza ante lo que había planteado.

(En Nifilheim)

El Señor de Hel Kazuma se encontraba en su trono y frente a el, sus 10 hijos, todos con forma humanoide, unos pocos parecidos a los humanos.

- Asbeel, Asmodeo, Belfegor, Leviathan, Aradia, Asura, Beleth, Banshee, Beelzebub y Apollyon, hijos míos, nuestro reino está en peligro y ustedes junto a el, la avaricia humana aparenta ser una amenaza para los demonios y los Nifil, nuestros recursos escasean, corremos peligro.

- "Defenderemos a nuestro pueblo padre" diría Asmodeo, se mostraba listo para el combate.

- No, ustedes huiran, no van a luchar.

Kazuma trataba de evitar que sus hijos participaran en la guerra, pero, ninguno estaba de acuerdo.

- "No podemos aceptarlo, no dejaremos que los nuestros caigan" diría Beleth.

- Es cierto padre, no pode...

- ¡YA BASTA!

Kazuma silenciaría a todos y se levantaría.

- Mis niños, no dejaré que sean víctimas de ésto, si ustedes se quedan morirán y el sacrificio de nuestro pueblo será en vano, ustedes son nuestra esperanza, no podemos salvarlos a ellos porque ellos quieren salvarlos a ustedes.

Asbeel y el resto se verían algo inquietos.

- Vayan a sus habitaciones.

Todos se irían menos Asbeel, en el se veía miedo.

- ¿Pasa algo hijo?

- Tú... ¿Vendrás con nosotros?

Kazuma se quedaría en silencio por unos instantes y se acercaría, pondría su mano sobre la cabeza de Asbeel.

- No te preocupes por eso, ve y descansa, todo va a salir bien.

Asbeel miraría a los ojos a su padre, en el se podía reflejar amor y firmeza en todo lo que decía, un bien mayor para sus hijos, todo para protegerlos, a ellos y a su pueblo.

- Por supuesto.

Kazuma volvería al trono y Asbeel se iría a la habitación.

- Todo saldrá bien -

Azazel y Asbeel se detendrían, como si hubiesen sentido sus presencias, Asbeel miraría por fuera del castillo el panorama de Nifilheim, un cielo verde azulado, cadenas montañosas que se escondían a veces con las nubes y feroces vientos que hacían retumbar la tierra junto a llamas azules en los volcanes, un panorama imponente y hermoso por otro lado Azazel miraría la ciudad junto a un bello atardecer, todo se mostraba calmado, cómo si la ciudad mermara el ritmo junto a la caída del sol

- No importa lo que pase, todo saldrá bien - dirían en su mente al unísono, seguros de que todo saldría según lo que tenían pensado.