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Chapter 10 - Conexiones

El ejército temblaba ante las amenazas del Infierno, la idea de estar atrapados eternamente empezaba a generar terror entre los soldados.

- Azazel, Alastor, traten de calmar a la máxima cantidad de soldados posibles, si pierden su voluntad de luchar no habrá vuelta atrás.

Annan tenía claro que no podían permitirse perder soldados en el primer círculo, era una obviedad que todos tenían presente, pero, cuando el miedo y el pánico chocan, ganan los impulsos por encima de la razón, el grupo del frente se mantenía firme, Azazel mantendría la conexión entre él y el ejército, Alastor iba a los grupos más cercanos, la tranquilidad de los Altos Orokin fastidiaba a Azazel.

- No pierdan la compostura, si se quedan atrás no podremos recuperarlos, como dije, no es una prueba imposible, la gente nos están esperando, somos los únicos capaces de hacer frente a ésta amenaza, sin nosotros la humanidad perecera, los demonios no tomaron el continente gracias a ustedes, tenemos que actuar.

Las palabras de Azazel llegarían a todos, Alastor ayudaba dando ánimos también, algunos seguían aterrorizados.

La niebla se volvería intensa y cubriría a todos.

- ¡NO SE SEPAREN!

Los murmullos y llantos habían desaparecido, solo quedaba un profundo silencio.

- Azrael, dispara un orbe blanco.

No habría respuesta.

- Azrael, responde.

Azazel miraría a su lado, no veía a nadie cerca ni sentía la presencia de los Serafines.

- Ellos no están aquí.

Se escucharía la voz de una niña.

Azazel desenfundaría su espada.

- ¿Quién eres?

La niña caminaba alrededor del jóven ángel.

- Tú me conoces... Mejor que nadie.

La niña aparecería detrás de Azazel, acercando la cabeza a su oreja.

- No sé de qué estás hablando.

- Si, si lo sabes, tú estás apegado a eso...

- Cállate.

Azazel daría un corte horizontal dispersando la espesa niebla, pero ésta volvería a rodearlo, la niña seguía caminando en círculos.

- Te arrepientes de haberme dejado... crees que haces el bien... pero solo lastimas a los que te rodean.

- No sabes de lo que estás hablando niña.

- Tan confiado, tan centrado, pero por dentro, solo te persigue arrepentimiento, maldices tu existencia "¿Por qué soy el futuro líder?" nunca lo pediste, nunca tuviste un padre, nunca tuviste una madre, no sentiste el amor de un hermano o el calor de una familia... por eso te arrepientes.

Azazel temblaba.

- Tengo la razón, llenaste a la gente de esperanza cuando ni tú sabías lo que hacías, lo mismo hiciste conmigo, me diste esperanza, una segunda oportunidad para vivir, pero te fuiste, mentiroso.

- Ya te dije que no sé quién eres, no tengo nada que ver contigo y tú no tienes nada que ver conmigo.

- ¿Enserio? Entonces ¿Por qué sigues dudando? sientes un aura familiar, lo sentiste en la capital también, te pusiste tan nostalgico que lloraste frente a tú pueblo, patético.

La respiración de Azazel era acelerada.

- No sabes de lo que hablas, lo diré por última vez, lárgate.

- Ahora le prometerás paz al Señor de Hel, también le mentiras, como lo haces con todos.

- QUÉ TE CALLES.

Azazel liberaría una potente onda de choque, todo se pondría en blanco y el se despertaría en un lugar lleno de fosas, parecía un campo de batalla, el suelo era de color rojo, de arriba caían goteras de sangre que manchaban la ropa de Azazel.

- ¿Dónde estoy?

Miraría a su alrededor pero no vería a nadie a su lado.

- No cabe duda de que sigo en el infierno, ¿Qué pasó?

Azazel miraría arriba, había un techo que parecía estar hecho de carne, de ellos colgaban cadenas cubiertas de tejido orgánico, éstas se enterraban en el techo.

- ¿En qué círculo estoy? ¿Dónde están los demás?

Azazel miraría detrás de el, en uno de los huecos sobresalían unas alas coloridas.

- Micaela.

Azazel correría directo hacia Micaela, había una herida en su hombro.

- ¡Micaela!

- Señor Azazel...

La herida era profunda, emanaba un aura oscura.

- Mierda.

Azazel pondría su mano sobre la herida y el aura oscura desaparecería, a su vez, la herida se cerraría.

- ¿Qué pasó?

- No lo sé, la niebla nos cubrió a todos de repente, algo me atacó de la nada, fue muy rápido.

- ¿No tuviste ninguna alucinación?

- No, me desmayé después de sentir un dolor muy agudo.

- Ya veo.

- ¿Cuáles son sus órdenes señor?

Azazel suspiraría.

- Micaela, deja de darme un trato especial, no soy tú rey.

- ¿A qué se refiere? Usted es nuestro futuro rey.

- Aún así, no quiero un trato especial, soy igual a los demás ángeles.

Micaela no se veía convencida.

- Está bien.

- Me alegra que lo hayas entendido ¿Puedes seguir avanzando?

Los ojos de Micaela brillarían, se veía impresionada.

- ¿Micaela? ¿Qué pasa?

- No es nada.

- Es mejor que descansemos un rato.

- Me parece bien

Azazel se sentaría frente a Micaela.

- No tienes que estar con ese casco.

- ¿E... está seguro?

- Por supuesto.

Micaela se quitaría el casco de oro y dejaría ver su rostro, su cabello era corto y de un color plateado, sus ojos color lila eran cautivadores.

- Así está mejor, no deberías cubrir tu bello rostro con ese casco todo el tiempo.

Micaela se sonrojaría.

- No te quedes callada, eres libre de decir lo que quieras, no tienes que sentirte presionada.

- ¿Quiere que le pase un reporte sobre la situación?

- No hace falta, ya me hago una idea de lo que está pasando, si no hay demonios cerca debe ser porque los agruparon a todos en Nifilheim, eso hace todo más fácil, nos separaron a todos para afrontar las pruebas, pero no les conviene dejarnos a todos en un mismo círculo, por eso mismo nos dispersaron, quizás estemos en el 4to círculo.

- Como era de esperarse... me pregunto si Haniel y el resto están bien.

- Con que Haniel...

- ¿Eh?

- Jajajaja, sé cómo la miras.

Azazel observaría con una mirada perversa a Micaela.

- N... no es lo que cree señor.

- Ehhh ¿señor?

Micaela estaba sonrojada y Azazel no le quitaba la mirada de encima.

- Jeje, si sientes algo por ella no te lo guardes.

- ¿Eso no es muy repentino?

- Si que lo es ahora que lo mencionas, pero, no me gusta el no poder conectar con otros ángeles, cuando estoy en frente de los otros me tratan como un dios, si les hablo se arrodillan y me alaban, no sé muy bien cómo interactuar con los demás, pero, hacer ésto me hace feliz.

Azazel miraba a Micaela con una sonrisa, Micaela también sonreiría.

- De verdad eres increíble.