Micaela y Azazel siguieron avanzando por un casi infinito campo de cuerpos de sus camaradas caídos, todos habían sido masacrados, no habían rastros de los Serafines o los capitanes, Azazel se preocupaba aún más por si el Gran Sabio se les había adelantado, toda su formación y estrategia había quebrantada en un solo ataque.
- ¿Sigues sin sentir nada?
- Bajamos 3 círculos más desde qué vimos a todos muertos, solo hay cadáveres, además el flujo de energía es muy turbulento, mi alcance se reduce.
- Quién los mató debió de haber sido un Nifil.
- ¿Qué?
- Por lo visto todos fueron empalados al instante, estaban muy pegados los unos a los otros, a pesar de ser un Nifil no podría tener tanto control en la energía cómo para extenderla por toda la formación, los agrupó a todos.
- Es cierto, los cadáveres estaban cerca los unos de los otros, un Duque no podría con todo un ejército de ángeles y humanos.
- Así es, pero me pregunto ¿Por qué siguen viéndose cadáveres por aquí también?
Azazel llevaría su mano hacia su barbilla.
- Quizás lo siguieron.
Micaela interferiría con los pensamientos de Azazel.
- ¿Cómo dices?
- No pudo matarlos a todos, habrá escapado de vuelta a Nifilheim, los demás lo siguieron.
- Aún así sería un suicidio, no tenían oportunidad.
- Si los siguieron es porque el capitán Annan y Alastor y los demás están más adelante.
Lo que decía Micaela cobraba sentido en la mente de Azazel, el entregar sus vidas por los capitanes no sonaba descabellado, después de todo, el fanatismo inhumano que había hacia los Altos Orokin más concretamente rebasaba la definición de locura.
- Si ellos hubiesen estado arriba los habrían alcanzado en un instante, aún así estuviesen separados, pasar los primeros niveles no era un problema, algo que es raro es el hecho de que las pruebas no se están aplicando como en el primer círculo, todo se vuelve cada vez más raro.
- Si los demonios lograron romper la línea entre Nifilheim y el reino humano debe de haber afectado también al infierno.
Micaela ataba todos los cabos y las respuestas o más concretamente hipótesis empezaban a emerger, junto a Azazel todo se iba solucionando.
- Bismilah separó los 4 reinos, Humano, Angelical, Espiritual y Celestial con el fino hilo de un cordero de oro del Edén, después desterró a cada raza a sus respectivos mundos asignados por el, la única forma de romper el hilo es generando un desequilibrio tan grande que llegue a afectar las propiedades de otros planos existenciales.
- Pero el único que puede generar esa fuga es Bismilah.
- Te estás olvidando de algo, los dioses menores. Retomemos las clases básicas de historia, la jerarquía divina es simple, están los dioses menores como Isofal, el dios gigante o Fenrir, el dios del odio, y por encima está Bismilah, el único dios mayor. Es cierto que el poder de Bismilah es astronómico, pero con el poder de un dios menor es más que suficiente para tumbar la balanza.
- ¿Un dios interviniendo con nosotros? Eso no tiene sentido.
- Yo no sé tú, pero en la ciudad se sentían vibraciones constantes.
- Es una ciudad avanzada tecnológicamente, requiere de mucha energía para funcionar, no me sorprendería que tenga algún generador de energía tan potente como para provocar esas vibraciones.
Azazel se quedaría pensando.
- Mmm, tienes razón, le estoy dando muchas vueltas a esto del Imperio Orokin.
Ambos se detendría.
- "Llegamos" diría Micaela.
Frente a ellos había una fosa enorme, en sus paredes habían dientes, el suelo en el que estaban parados estaba hecho de carne y algunas partes parecían estar podridas.
- Ésto da asco.
Azazel se llevaría su mano a la nariz.
- Solo tenemos que lanzarnos.
- Bueno, aquí vamos.
Ambos se lanzaría y abrirían sus alas disminuyendo la velocidad de caía, la puerta parecía la boca de un animal que amenazaba con cerrarse en cualquier momento, se trataba de una fosa enorme, a los lados habían huesos hundidos en la propia carne, bajo a ellos se veía una corriente de sangre. Estaban en el 8vo círculo.
- Por ahora solo concentremos en encontrar a los demás, no deben de haber alejado demasiado.
- Entendido.
Ambos aterrizaría en unas rocas apiladas de un color rojo.
- Éstos ríos de sangre...
Es mejor no meterse en ellos, no sabemos qué puedan generar, ésta zona parece ser como las montañas en la tierra.
Azazel miraba a sus alrededores, había una gran cantidad de montañas tan rojas como la misma sangre del río, Azazel lograría divisar una cueva en una de las montañas cercanas, de ellas parecía salir destellos de luz.
- ¡Los encontré!
Micaela se alzaría al vuelo junto con Azazel y se dirigirían hacia la cueva, al llegar en la entrada lograrían ver a Annan, Alastor, y el resto reunidos, al centro había un orbe de luz.
- Te tardaste en llegar chico.
Annan le sonreiría a Azazel.
- Te ves terrible.
- ¡Señor Azazel!
Azrael y los demás serafines irían rápidamente a examinar a Azazel, Haniel se dirigía hacía dónde Micaela.
- ¿Éstas bien? ¿No estás herida?
- No tienes que preocuparte.
Micaela sonreía tímidamente a Haniel.
- Eres más hábil de lo que esperaba señor Azazel.
El Gran Sabio seguía mostrándose tranquilo, como si ninguna vida se hubiese perdido en el camino.
- Por supuesto que no ibas a morir allá atrás, la mala hierba nunca muere.
- Te ves molesto.
- Mataron a más de 1 millón de personas y tú sigues como si nada.
Azazel apretaría sus puños.
- Esas personas no murieron en vano.
- ¿Cómo dices?
- No fue en vano, ellos murieron para que nosotros pudiéramos escapar, no creo que hubiese otra alternativa entonces dí la orden.
- Sacrificaste a tus soldados... por culpa tuya mataron a mi pueblo, ninguno sobrevivió y te quedas parado como si nada.
Azazel desenfundaría su espada a tal velocidad que nadie se daría cuenta de que ya estaba en posición para cortar el cuello del Gran Sabio.
- Dime ¿Por qué razón no debería de matarte?
- Señor Azazel.
- Quédense quietos.
El tono de voz de Azazel y su mirada habían pasado de mostrar alegría a mostrar frialdad.
- Sigues parado como si nada, escoria.
- Si me matas romperás el pacto que firmaste con nosotros, si rompes ese pacto terminarás como Lucifer, serás un caído, sería una lástima que eso pasara.
- Maldito.
- No eres tonto, solo fui más inteligente que tú.
Azazel bajaría su arma.
- Tú, tú no estarás en las negociaciones con el Señor de Hel, te quedarás fuera del castillo.
El Gran Sabio se quedaría en silencio, Azazel saldría de la cueva con el seño fruncido y los demás lo seguirían.
Desde la cueva se veía una especie de coliseo en ruinas, en el se alcanzaban a percibir 4 esculturas, una en el centro y otras 3 en frente de la entrada que parecían ser los jueces, Azazel volaría directamente hacia el coliseo.
Una vez todos estaban allí, de los jueces empezaría a liberarse magma, la estatua del centro era en homenaje a Fenrir, Alastor se acercaría a leer.
- "El gran lobo del odio conocido como Fenrir, temido por el antiguo mundo, pues, en el Edén era visto por el día persiguiendo la estrella conocida como Sol constantemente, en la separación de los 4 mundos, Fenrir atrapó el sol en su boca y lo devoró reduciéndolo a una pequeña llama conocida como el Fuego de Gahenna, con él, nació la especie de los demonios".
- Fenrir es el creador de los demonios. El gran lobo del odio, no sería un oponente al que yo querría enfrentar.
Azrael admiraba la estatua.
- Es el dios menor más temido, nadie querría toparse con él.
Azazel se pararía frente a los jueces.
- Azazel, el Rey Angelical, ¿qué te trae frente a nosotros?
Los tres hablarían el mismo tiempo.
- Solicito una audiencia con el Señor de Hel.
- ¿Una audiencia con nuestro señor con qué fin?
- Terminar con la guerra, si es posible forjar una alianza entre humanos y Nifil.
- ¿Una alianza?
- Así es, si atacaron a los humanos es porque hay un motivo, si negociamos las condiciones de la alianza podríamos detener éste conflicto sin sentido.
- Ciertamente estábamos preparados para una propuesta como ésta por parte suya.
- Eso quiere decir...
- Quiere decir que un acuerdo estaba en las predicciones de nuestro señor.
- Entonces, ¿Es posible hablar con el Señor de Hel?
- Correcto, el informe ya fue dado a nuestro amo, en estos momentos lo está esperando.
- Muchas gracias
Azazel se inclinaría.
Un círculo de oscuridad empezaría a brillar bajo sus pies y empezaría a cubrir todo el coliseo. Todos serían enviados al castillo de Nifilheim, estaban en el salón del trono.
- Ciertamente es magnífico tenerlos aquí, invasores
El imponente Señor de Hel estaba frente a ellos, un hombre de cabello largo y liso, de color negro, su piel era pálida, sus ojos eran de un rojo carmesí, tenía una armadura de color gris, en sus hombreras colgaba la mitad de una capa desgastada cubriendo su brazo izquierdo.
- Soy Kazuma, amo de Nifilheim, pueden levantarse.
- Soy Azazel, un futuro rey, como puede ver vengo al lado de los serafines Azrael, Sariel, Micaela, Raziel y Haniel.
- Nosotros somos Annan y Alastor y venimos al lado de los Altos Orokin del propio imperio Orokin.
- Como sabe venimos con la finalidad de negociar, pero, antes de eso solicito que a los Altos Orokin se les excluya de ésta discusión para no alargar las cosas, en nombre de ellos hablarán Annan y Alastor.
- Comprendo, sáquenlos de acá.
Habían muchos Nifil a los alrededores, detrás de los pilares se escondían más, estaban rodeados, varios de ellos acompañarían a los Altos Orokin afuera.
- Bien, comencemos.
Kazuma estaba listo, al fondo de la multitud estaba escondido Asbeel quién observaba constantemente a Azazel.
- ¿El es el futuro líder? Se ve bsstante jóven.
- Vayamos directo al grano, estoy seguro de que todos estan cansados de éste conflicto, empecemos por lo más importante ¿Por qué atacaron a los humanos?
- Nosotros no atacamos a los humanos, habíamos enviado diplomáticos para intentar solucionar nuestros problemas sin necesidad de una guerra, a pesar de ir desarmados los 4 fueron masacrados por el Imperio Orokin.
- Como esperaba ustedes no iniciaron con el conflicto.
- Nifilheim se encuentra en problemas en éstos momentos, los recursos empezaron a escasear, cultivos y demás se han echado a perder.
- ¿Echado a perder?
- Así es, las tierras ya no son fértiles, de hecho, ningún rincón de Nifilheim es fértil a excepción del jardín del castillo.
- Eso es imposible, Nifilheim está hecho con la tierra que pisaron los dioses alguna vez, ni en millones de años las tierras dejarían de ser fértiles.
- Pero así es como pasó, gracias a que nuestro pueblo aprovechaba al máximo las tierras los recursos han durado lo suficientemente durante éstos años, pero ahora estamos cayendo en picada, por eso, ahora pregunto yo ¿Qué nos ofrecen? Tenemos suficiente poder erradicar su mundo, pero no quiero llegar a ese extremo.
Annan aclararía su garganta.
- El Imperio cuenta con un extenso territorio y recursos de sobra, sin contar posibles alianzas con otros países creo que sería más que suficiente para alimentar a su pueblo.
- Las condiciones son simples entonces, nosotros les brindaremos protección y ustedes nos brindarán recursos, junto con una condición más, libre albedrío por el mundo o más concretamente por todo el Imperio.
- ¿Qué?
- En el mundo humano se originó un fenómeno universal que se sintió hasta acá, sospechamos que esa rotura del flujo de energía es la responsable de nuestro actual problema y de la rotura del hilo que separaba nuestros mundos, por eso queremos saber qué lo causó.
- ¿Ustedes no habían roto el hilo?
- No, la causa de su rotura fue esa misma rotura del flujo de energía, a pesar de que podíamos no veíamos la necesidad de pasar al otro lado, cuando fuimos al primer círculo del infierno notamos que la puerta al exterior estaba abierta.
- No me digas que...
Una fuerte explosión se escucharía a las entradas del castillo, las puertas que se encontraban cerradas saldrían volando aplastando a varios Nifil, la multitud entraría en pánico y empezarían a salir del castillo, Asbeel estaba atrapado entre la multitud y se refugiaría detrás del gran trono de su padre.
- No puedo permitirles vagar por nuestro mundo así como así, resolvamos todo de una vez por todas, Señor de Hel
El Gran Sabio entraría tranquilamente por la puerta principal, 3 guerreros se lanzaría en su contra pero explotarían antes de siquiera entrar en contacto con el.
- Ustedes... Malditos humanos.
Kazuma se levantaría rápidamente, afuera del castillo se veía cómo los Altos Orokin devastában la ciudad, gritos de hombres y mujeres se escuchaban claramente.
- ¡¿QUÉ MIERDA HACES?!
- Proteger a mi raza y tú me ayudarás Azazel, acuérdate de nuestro contrato, si incumples condenarás a tú gente.
- ¿Sabías que éste monstruo iba con ustedes y aún así lo trajiste?
- No es...
- Las negociaciones acaban aquí.
Pilares de fuego empezaban a rodear la ciudad, el calor era inmenso y un torrente de fuego saldría de la gran grieta bajo el castillo.
- Ustedes son ceniza y en cenizas se convertirán.
La paz ya no era una opción.