´´Tan caprichoso como el sólo´´ La gran mayoría podría pensar eso, pero los entendidos del tema tienen otra línea de pensamiento ´´Tan desgraciado como el sólo´´.
Suicul es el dios guardián de la puerta, aunque sea dicho en singular, la tan alabada puerta no es en realidad sino lo que evita la colisión de los mundos o en su defecto la inmigración ilegal de alguna anomalía.
Todos los dioses fueron elegidos por las luces del destino, esas sí que son caprichosas, cada deidad es elegida por ellas y sus cargos llegan según su criterio, en el caso de Suicul salvaguardar Artch de cualquier amenaza externa u interna.
Si la pregunta aquí es ¿Cuál es su criterio para dejar o no pasar algo? Bueno, el criterio lo pone él porque ese es su dominio, además el emperador de los dioses fue sellado hace ya mucho tiempo por lo que a él solo le podría dar órdenes Vastos y eso no ocurre prácticamente nunca.
Ahora bien, nuevas personas están por llegar, todo por cortesía suya, el motivo de que haya decidido traer a más gente es desconocido tanto para sus compañeros divinos como para los demás seres.
En alguna cordillera nevada que nada tiene que envidiar a las tundras heladas, 2 hombres con armaduras pesadas caminan a paso ligero, tratando de rebasar los límites de una montaña para llegar a otra.
—¿Es en la siguiente?—Preguntó confundido a la vez que observaba un mapa.
—Por lo que dijo el gran maestro debería de serlo.—Respondió fijando su mirada a la sierra por venir.
—Ya veo... Soldado, ¿Qué sabemos del enemigo?—Observó con seriedad a su acompañante.
—Sí, sí, es un dragón de hielo, su nombre es Helvontar, puede vivir a cualquier temperatura y en cualquier lugar siempre que el clima sea frío, sus garras son—Después de hablar por escasos segundos el hombre se giró a ver a su compañero, allí ya no había nadie.
En otro lugar, a la vez que sucedía aquella desaparición, un ángel de alas negras parecía estar metiéndole prisa a un nigromante.
Ellos dos estaban en la cima de una colina, creando un portal en la media noche.
—¿Cuánto te falta?—Su mirada era filosa.
—Bueno, pues señor Semyazza, usted no para de tratar de acelerarme, yo ya sé lo que quiera y veo que me va a pagar, entonces simplemente espere un rato, va a suceder, solo relájese—Contestó de forma serena a la vez que Semyazza lo miraba con mala cara.
EL nigromante continuó con su ritual oscuro, el objetivo era la creación de un portal capaz de llevar al ángel caído a donde el deseaba, junto al demonio que destruyó su batallón y lo hizo caer de los cielos.
Como Semyazza ya no tenía afiliaciones a nadie y estaba realizando esos actos por libre la reprimenda estaba asegurado, lo que estaba sucediendo allí era un sacrilegio orquestado por alguien que pecó de débil.
Por suerte el área estaba asegurada, ellos se habían situada en un peñasco al lado del mar, lugar al cual no llegaba la luz de la luna y en el que una barrera mágica evitaba que se escapara la más mínima fluctuación.
Contratar a Kevmel le había costado sus buenos honorarios a Semyazza, pero al final valdría la pena.
El ritual se prolongó por la friolera de 2 horas, la paciencia del ex-redentor ya escaseaba antes, ahora la ira que lo corría no cabría ni en mil infiernos, lo peor era que no podía hacer ni decir nada, si descargaba su estrés contra Kevmel no cumpliría su parte y si lo distraía todo se iría al garete.
—Está listo—Pronunció con voz tenebrosa.
En reacción a esas palabras el ángel afianzó su agarre hacia el arma que portaba, una guadaña, caminó a paso ligero, no dejó huellas tampoco ruido, cuando a penas le faltó un paso para ingresar al portal que reposaba en el suelo un hombre cayó a gran velocidad del cielo y se estampó en la puerta dimensional.
Todo en el alrededor se volvió inestable y tanto Semyazza como Kevmel fueron arrastrados por el portal.
—¡¿Qué has hecho?!—Gritó iracundo.
—¿Yo? ¡Ah estamos jodidos!
Así como presagiaron las palabras del nigromante un destino aciago se cernió sobre ellos, desde el norte, sur, este y oeste del portal surgieron tentáculos negros los cuales simplemente agarraron a ambos y los metieron ferozmente en el portal.
El día era soleado, una brisa agradable balanceaba de un lugar a otro las hojas caídas de los árboles, todo en la pradera tenía un color verde claro, todo menos las 4 personas que habían surgido de la nada: El hombre que buscaba un dragón, el nigromante que tenía un negocio, el ángel caído de prendas negras y una mujer kitsune que simple y llanamente observaba todo con curiosidad.
Semyazza hiperventiló por apenas 4 segundos después agarró su guadaña con fuerza y habló.
—¿Qué diablos has hecho?—Aunque tranquilo su tono de voz era tétrico.
—¿Yo?—Dio sé por aludido—El imbécil es él—Señaló al tercer hombre—Si no hubiera desestabilizado el portal esto habría sido así.
—¿Entonces has fallado?—Afianzó su agarre.
—No—Contestó enfadado—Claro que no, si bien no estás frente al diablo que querías, ahora estás en su mismo mundo, si lo buscas lo encontrarás tarde o temprano.
—Yo tengo una pregunta—Anunció con total descaro la kitsune, ignorando por completo al segador y al mago oscuro—¿Dónde estamos? ¿Quiénes sois? ¿Cómo os llamáis?—Su voz sonaba curiosa.
—Eso.... No es una pregunta, son tres—Musitó el caza dragones.
—Ah.... Ya veo, entonces tengo 3 preguntas.
—Kitsune insolente, no tengo porqué decir nada—Había desprecio en su voz.
—Oh, no digas nada entonces, ¿Y tú?—Sus palabras fueron mortíferamente indiferentes.
—Kevmel, hago nigromancia.
—Nigromancia....
Por extraña que fuera la situación se estaba desarrollando de alguna manera, el guerrero de armadura pesada estuvo a punto de presentarse también, pero por algún motivo el suelo comenzó a temblar, Semyazza no estuvo dispuesta a quedarse para descubrir el porque de tales vibraciones así que sin más alzó vuelo y abandonó a los que habían sido sus acompañantes por 5 minutos.
Limitados por una velocidad menor y las ondas que apenas los dejaban caminar, los demás tuvieron que mantenerse allí hasta descubrir quien o qué era el responsable, al menos se acercaba rápidamente.
Todos comenzaron a temblar, ya había aparecido, una monstruosidad de tamaño titánico, una de las calamidades del fin del mundo Ka-Ras, en términos sencillos, la fusión entre un dragón un dinosaurio (T-rex) y una bestia demoniaca.
Garras, cola, colmillos, alas, tamaño masivo, resistencia a casi todo, una presencia aterradora un aliento devastador, esas son algunas de sus características.
—Oye señor nigromante, ¿Puede controlar esa cosa?
—¡No! ¡Claro que no!
Los vientos que traían el fin golpeaban fría y rápidamente en contra de los recién llegados, incluso el sol los había abandonado en su lugar un nubarrón dejó gris el lugar.