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Chapter 10 - Acción Retardada

Silencio, un terrible silencio sepulcral inundaba el lugar, el aura de aquel misterioso hombre era muy desconcertante, así como sus palabras.

¿Reina? ¿Rey? Sin duda el estaba muy convencido de lo que decía, ellos en verdad debían de existir. No habían estado el suficiente tiempo en la ciudad como para conocer a sus gentes, pero tampoco creían que los guardias dejaran a un esquizofrénico imagina reyes suelto por las calles, definitivamente iba en serio.

Aunque había algo extraño en sus palabras, ciertamente se veía como un cultista, pero las figuras de las que hablaba jamás habían sido pronunciadas en sus lugares de procedencia, así que o ellos eran unos incultos o una barrera literalmente mundial los separó de conocerlos, además, el culto se le rinde a los dioses, eso dificultaba aun más las cosas, algunos pobres desgraciados partiéndose el espíritu en la guerra y un tipo promulgando las palabras de sus enemigos por las calles en las que solían vivir, no hay derecho.

Podrían haber reflexionado por más tiempo sobre si debían de comunicar esto a la guardia o debían de simplemente ignorar al sujeto, pero esas fugaces opciones se esfumaron más rápido que las cenizas de un cigarrillo puesto que el desconocido acortó distancias nuevamente, ansioso de recibir su respuesta.

—¿Quién eres?—Preguntó Pnicas, antes de hablar prefería conocer el nombre de aquel extraño.

—Oh, discúlpeme, mi nombre es Eufrasio y vengo a traer la justicia de mis reyes ¿Desean unirse al culto?—Paseó su mirada por el grupo.

—Yo no quiero.—Dijo sencillamente.

—Me temo que ya tenemos afiliación, así que deberemos de declinar—Dijo sin perder las formas.

—Bueno, ya los oíste, nosotros nos vamos.—Sentenció finalmente.

—Pero no habéis escuchado las ventajas del culto.

—¿Hm? ¿Y cuales son esas?

—Podréis servir a nuestros increíbles rey y reina además de eliminar la escoria del mundo, ya sabéis, esos que faltaron y ahora sobran, los herejes.

—Definitivamente nos vamos.

—Espera, espera—Puso de forma rápida su mano en el hombro de Pnicas—¿Eh?

—¿Hm? ¿Sucede algo?—Preguntó intrigado.

—Oh.... no.... Entonces rechazáis.... Es una pena, yo ahora tengo que irme, me despediría como es apropiado pero no conozco vuestros nombres entonces....

Ni el nigromante ni la kitsune hablaron, ellos podrían haber cortado directamente la conversación, pero el caballero los metió en este embrollo por lo tanto sería justo que él los sacara.

—Somos Pnicas—Se señaló a sí mismo—Kevmel y Aisha.

—Con que Pnicas, lo tendré en cuenta, ahora he de retirarme.

Aquel hombre abandonó sin más el lugar, como si nunca le hubiera importado lo que estaba haciendo allí o lo que estaba intentado lograr, simplemente se fue sin dejar rastro, algo que sin duda inquietó al grupo, sobre todo a Pnicas al que le había puesto especial énfasis, se suponía que así eran los fanáticos, pero que después de tocarlo decidiera que se tenía que ir en ese momento era sin duda extraño.

Al final Pnicas tuvo que dejar de darle vueltas debido a que sus compañeros continuaron con el trayecto, este tipo de cosas requerían concentración, pero si se iban sin más y lo dejaban preocupado no podía pensar con claridad, lo dejaría para otro momento.

Continuando por la parte descendiente de la calle en forma de Z encontraron la entrada a un local, les llamó especialmente la atención que el cartel del lugar estuviese escrito en un idioma común y entendible ´´Pizza Herrería´´.

El nombre sonaba extraño, la estancia parecía humilde pero de alto nivel, se extendía cual rectángulo hasta el final de una calle, todo el sitio estaba hecho de madera y el techo era de roca, por lo que se podía apreciar seguía el estilo de las casas con chimenea, la roca del tejado unida por ambos lados como si fueran dos láminas y un pequeño hueco por el que salía humo.

La puerta a su interior permanecía cerrada, todos ellos pudieron sentir alguna que otra señal mágica en el interior del local, podrían imaginar que eran objetos, de ahí a que fueran algo útil era otra cosa, por el nombre del local podría ser un horno mágico.

A pesar de todos los inconvenientes que podía llegar a traer entrar ninguno de los tres se retiró, lo que es más, esperaron de forma paciente, no habían hablado entre ellos, pero aún así habían llegado a la decisión unánime de esperar a que alguien entrara al lugar y después seguirlo o en su defecto esperar a que saliera para así poder preguntar cosas sobre el sitio.

5 minutos.... 10 minutos.... 20 minutos.... Quizá y solo quizá el hecho de que tres personas de dudosa procedencia y de aspectos que no contrastan mucho con el estándar de la ciudad disminuía las posibilidades de que alguien se acercara allí, sobre todo porque observaban la puerta y los alrededores mortalmente serios.

Tras una pequeña tesis mental llegaron a la conclusión, unos antes que otros, de que si querían obtener información deberían de entrar por ellos mismos, normalmente Kevmel habría preparado un portal oscuro, pero ahora tenía un compromiso con la gente de esa ciudad, si hacía algo que se llegara a considerar como ilegal o que afectara a la moral pública cabía la posibilidad de que lo relegaran de un cargo que todavía no había ni conseguido.

—Pnicas eres un paladín, concretamente de la rama de caballeros del fénix, los fénix son muy determinados a la hora de revivir, no sabemos lo que haya al frente, pero tanto Aisha como yo somos magos, entonces....

—Ves de frente y recibe las puñaladas por nosotros—Declaró con una sinceridad demoledora.

—¿Qué?—Preguntó aturdido—No, no quiero que me apuñalen.

—Por faaa, te daré un pan.

—Pero eso no funciona así.

—Cobarde, cobarde—Comenzó a picar.

—!Suficiente! ¡Si os vais a comportar así será mejor que nos marchemos, estamos aquí parados como subnormales, lo mismo el cocinero del local se está planteando llamar a la guardia tras habernos visto por la ventana, llevamos 20 jodidos minutos aquí!—Montó en cólera.

—¡Ah! He tenido una idea—Anunció con ilusión.

—¿Cuál?—Preguntó el caballero.

—Ve tu primero o le prenderé fuego al local, si lo hago nos echarán a los 3, y.... No sé como de bien se os de huir de los mercenarios y esas cosas, pero yo me se de un muy buen lugar para mi.

El ambiente se quedó frío, era como si después de haber estado luchando por más de 1 año contra un terrible cáncer el médico sentenciara la última opción, u operamos con riesgo ahora mismo o nos veremos de nuevo cuando me llegue el día a mi también.

Kevmel mantuvo ambas manos por debajo de su túnica y observó con mirada inquisidora a Pnicas, esperando su respuesta, este terminó por conceder, esa herrería/restaurante estaba en la ciudad y no pasaba nada, ni si quiera les habían advertido, simplemente eran unos asquerosos paranoicos, tenía que reconocerlo, pero aun así solo por si acaso mantendría de forma disimulada su mano derecha cerca del mango de su espada.

Dirigió sigilosamente su mano izquierda hacia el pomo de la puerta y sin hesitar ni por un segundo más la abrió, el sonido de una campana hizo acto de presencia ´´Es de ese tipo de puerta´´ pensó, después de ese ligero y fugaz pensamiento se detuvo a apreciar la estética del lugar, sin duda había lujo, una gran cantidad de espacio, un suelo muy bien cuidado, unas instalaciones impolutas y sin curvas ni direcciones que harían marear a los clientes, si tuviera que remarcar la falta de algo sería el personal puesto que allí no había nadie además las mesas del supuesto restaurante.

La duda lo abrumó, recordó de forma inmediata las palabras de su maestro, la espada más peligrosa no es la más filosa, tampoco la mejor hecha, la espada invisible es la más mortífera, desenfundó su espada sin dudar ni por un único segundo, preparado para el ataque sorpresa de algún desgraciado con el capital suficiente como para crear este tipo de locales trampa, ese psicópata debía de ser un asesino serial.

Kevmel no entendió el porqué de los actos de Pnicas, pero en cuanto observó la espada del caballero siendo cubierta por las llamas de la guerra cambió su expresión, de forma casi inmediata sacó ambas manos de su túnica, la velocidad era comparable a la de un torturador que de formar cruel arranca la piel del condenado, sus manos estaban cubiertas un humo negro que al entrar en contacto con el ambiente se transformó en miasma la cual cayó al suelo, de el mismísimo suelo como si fueran flores floreciendo 4 no muertos, 2 zombis y 2 esqueletos tomaron posiciones, cubrieron los flancos y se mantuvieron cerca de Kevmel.

—¡¿Donde?!—Exclamó Kevmel.

El caballero no respondió, dio un giro de 90 grados para ubicarse en dirección hacia la puerta más sospechosa, entonces corrió, con la espada por delante y con sus compañeros siguiéndolo puso toda su fuerza en una patada la cual logró tirar la puerta abajo, pero bueno, eso no es lo importante, lo que había dentro era más remarcable, un hombre de 1.90 de altura, pelo negro y largo además de ojos púrpuras, iba vestido con la ropa rudimentaria de un chef y un gorro blanco adornaba la parte superior de su cabeza, tenía una barba no muy larga además de bien cuidada y sus pies estaban acomodados en unos hermosos zapatos negros.

—¿Hm?—No parecía sorprendido—Es muy temprano para abrir a modo de restaurante ¿Venís a comprar armas? Espero que llevéis algo extra para reparar mi pobre puerta.

Silencio, silencio del más puro y desagradable surgió, era del tipo de silencio que solamente aparecía cuando sabías que habías hecho algo mal, muy mal, además también era del silencio el cual se mantendría hasta que las preguntas de la persona contraria te humillaran lo suficiente como para comenzar a pedir perdón.

Como Pnicas se había quedado de piedra Kevmel pensó en utilizar un hechizo de área, pero al escuchar las palabras de aquel hombre se detuvo de forma repentina y tras aclararse la garganta deshizo a sus súbditos no muertos, Aisha en cambia pasó a través de sus compañeros y observó más de cerca lo que estaba haciendo el hombre.

La habitación a la que habían ingresado era de un tamaño respetable, algo ligeramente mayor a una cocina normal, habían: Frutas, verduras, carne, huevos, queso.... Regados por todas partes, eso sí, una especie de magia de refrigeración parecía mantenerlos perfectamente limpios y frescos por otro lado el hombre se ubicaba en una de las mesas cerca de un horno, el estaba amasando.

—Disculpe señor, ¿Aquí venden pan?—Dijo omitiendo la vergüenza de sus compañeros.

—¿Pan? No mi amor, aquí se vende la versión mejorada del pan, pan extendido con cosas ricas por encima—Contestó de forma cariñosa y casi cómica.

—Oh, debe de ser usted un profesional, por cierto, mi nombre es Aisha.

—Ya veo, la gente me llama Don Giovanni, por cierto ¿Quiénes son esos dos anormales?

—Son mis compañeros de equipo, habías venido aquí porque pensamos que podría tener objetos mágicos buenos.

—Tenerlos los tengo pero....—Comenzó a caminar hacia un almacén dejando su puesto pero también dejó algo más, sus manos continuaron amasando, una vez en el lugar deseado examinó con extrema cautela y volvió al punto de partida tras 2 minutos, cabe decir que volvió con dos manos nuevas.—Muy caro para vosotros, el que más tiene es el psicópata pálido y con eso no conseguirás nada muy bueno, no porque mis objetos sean malos sino porque me especializo más en armas y armaduras, así que un objeto bueno para un mago sale caro, muy caro.

—Ah, b-bueno ¿Cuánto es lo de la puerta?—Dijo avergonzado.

—Normalmente te haría una factura, pero viendo que el que más dinero tiene es él—Miró a Kevmel—Y no tiene mucho haré una excepción solo por esta vez.

—Estamos agradecidos, pero díganos ¿Cómo puede saber el dinero que tenemos?

—¿No lo sabías? Los empresarios somos unos virtuosos a la hora de observar el órgano más sensible de todo ser vivo, el bolsillo, además se nos dan muy bien los eufemismos, por ejemplo, jamás verás a alguien de nuestro tipo despidiendo, solo reajustando la plantilla.

—Comprendo, ahora permítame disculparme en nombre de nuestro equipo—Dijo de forma humilde el nigromante.

—Pero yo no he hecho nada—Increpó la kitsune.

—Como iba diciendo, somos nuevos y nos preocupamos demasiado, solo buscábamos un lugar para comer y si era posible obtener algo de equipo.

—Ya veo.... Si buscáis equipo conozco la tienda ideal para vosotros, si continuáis por la misma calle en la que está la puerta al local, giráis a la izquierda y luego vais recto deberíais poder ver un desvío y una posada, un poco más hacia la derecha y a la vez en frente de la posada hay una tienda.

—Esa es una información muy valiosa, acabas de ayudarnos mucho ¿Podemos disculparnos de alguna forma?

—Bueno, la próxima vez que vayáis a ir a un restaurante—Movió de izquierda a derecha sus manos, tras este sencillo juego apareció una barra de pan en las mismas la cual entregó a Aisha—Ya sabéis a donde tenéis que ir. Ahora estoy ocupado y supongo que vosotros también, Adieu.

Tanto Pnicas como Kevmel realizaron una ligera reverencia, Aisha simplemente dio las gracias mientras comenzaba a mordisquear su recién adquirido pan, sin más que hacer allí dieron media vuelta y tomaron rumbo a la salida, el lugar parecía bastante meno sospechoso tras esa sucesión de acontecimientos, habiendo llegado a la puerta de salida dirigieron una última mirada hacia la cocina de Don Giovanni, la puerta ya estaba en su sitio, no pudieron discernir de nuevo el interior de aquel lugar.