Ninguno de los 3 habló, así como las estrellas se muestran con todo su esplendor por las noches, pero son opacadas por las mañanas ellos ya habían causado mucho ´´espectáculo´´ así que era momento de irse sigilosamente y sin molestar, por la misma puerta que nunca terminaron de cerrar.
Las resplandecientes luces propiciadas por los rayos del sol habían comenzado a esfumarse debido a las amenazantes nubes grises que invadían el cielo, no eran nubes de tormenta, mucho menos se acercaba un diluvio, pero había llegado la hora de despedirse del clima soleado que había acompañado al grupo de 3.
Ninguno de ellos se detuvo a apreciar la temporal desaparición del sol, si quiera los recién formados vientos que azotaban cruelmente las ventanas de las casas, podría haberse formado incluso un eclipse y aún así no habrían dicho ni hecho nada, el coraje generado por sus estúpidos actos había sido suficiente para que dejaran esas cosas apartas por un rato.
Sin más que hacer por aquellos lares avanzaron impasibles y con rostros estoicos, siguiendo las indicaciones de Don Giovanni quien amablemente les indicó el lugar de establecimiento de la tienda mágica.
Las calles ahora estaban vacías, nada podía interrumpir su camino, desde luego aquellos que no trabajaban bajo un techo bien robusto se habían refugiado o ido a buscar un apaño, sin ellos ningún hombre o mujer, dando igual su posición social o estatus, podía ir a sus locales, ellos deberían de ir a sus casas o a un establecimiento cubierto.
Gracias a la repentina desaparición de todo ser humano fue muy fácil notar la presencia de un ente cuya piel era verde, sus brazos eran exageradamente largos para su enorme estatura además en vez de uñas y dientes normales tenía garras y colmillos notoriamente largos, imponentes y afilados, en cuanto a la ropa portaba una gran sabana la cual lo cubría de cintura para abajo, por el resto su pecho y abdomen estaban al descubierto, tenía un cabellos negro y largo, pero desde luego no escondía para nada aquella desnudez.
Sin la necesidad de decir una sola palabra kevmel y Pnicas tomaron posturas más estratégicas, Pnicas colocó sus manos en el mango de su espada flamígera, inició un paso ligero y preparó su cuerpo para cualquier ataque, en cambio Kevmel colocó sus manos en la túnica, adoptó un paso lento y aumentó la distancia entre Pnicas y él, obviamente el iba detrás, quizá eran demasiadas precauciones, pero no todos los días veías un Troll tan tranquilo justo al frente de donde se suponía estaba la tienda mágica.
Ciertamente era algo preocupante, lo peor es que no sabían cuál era la manera correcta de responder, podrían haber estado por largos e insufribles minutos planeando una estrategia, pero la experiencia con Don Giovanni les había hecho recapacitar sobre los actos vandálicos en contra de gente que uno no conoce.
Kevmel y Pnicas se miraron decididamente, habían tomado la decisión de abandonar sus prejuicios, el mundo era ciertamente hostil, pero no podían vivir cómo un par paranoicos cuyas expectativas ante cualquier escena con la más minina anomalía era prepararse para una pelea a muerte.
Una vez comenzaron a caminar, esta vez de forma normal, regresaron sus miradas al frente, Aisha estaba en frente del enorme Troll, normalmente la gente suele utilizar los términos ´´cabezas´´ y ´´palmos´´ para describir la diferencia de altura entre dos individuos, en este caso lo más correcto sería hacer referencia a cuantas veces es superior en tamaño el Troll utilizando una simple multiplicación, x2, si, 3 metros.
Bueno, no tenían porque alarmarse, Aisha había demostrado su astucia no hacía demasiado tiempo, además el Troll no había hecho ningún movimiento hostil por no mencionar que su lenguaje corporal no era sospechoso, esto era bueno y perturbador a la vez, si, no parecía que fuese a causarles problemas, pero siempre que uno ve un troll lo ve acercándose rápidamente y con la intención de darle una paliza y luego devorarlo.
Ligeras risas salían de la boca del troll, ¿Podía ser que estuvieran conversando amenamente? Lo comprobarían uniéndose.
—Buenas, soy Kevmel, es un placer.
—Oh—Giró la cabeza rápidamente—Lo mismo digo caballero, el mío es Orcabesto, ¿Usted quién es?
—Yo soy Pnicas, encantado.
La respuesta de Pnicas fue rápida, pero no porque hubiera sido capaz de asimilar bien la educación del troll, sino más bien porque tuvo un acto reflejo, si la gente te habla de una forma has de responder de otra, eso fue todo.
—Hm, es como acaba de mencionar la señorita.... Están buscando la tienda mágica ¿Verdad?
—Así es....—Respondió con un poco de intriga al darse cuenta de que Aisha había mencionado algo—Debería de ser ese establecimiento de al lado ¿No es así?—Señaló a la estructura que se se encontraba a escasos metros.
—Así es, así es.
—Bueno, entonces no creo que debamos de molestarlo más, ha sido un placer—Dio una ligera reverencia y continuó con su camino, los demás lo siguieron no sin antes agitar sus manos a modo de despedida.
Orcabesto se limitó a agitar su mano izquierda a la vez que pronunciaba un sonoro ´´Adiós´´, los 3 ahí presentes podían concordar en que ese de allí era el primer troll con algo de raciocinio y amabilidad que habían visto jamás.
Pero bueno, no era momento de plantearse la moral de los trolls, ya habían perdido el suficiente tiempo y planteado cosas ciertamente inútiles, lo única verdad que les interesaba en aquel momento era que a 15 metros al norte y 4 al este se encontraba la tienda del establecimiento que habían estado buscando con tanto furor.
El avance fue inusualmente rápido, esta vez no hubo nada que los obligara a frenarse cada 10 pasos para corroborar su seguridad o por si acaso la de los demás, solamente fue seguir su camino.
Una vez quedaron frente a su destino dieron rápidas miradas por toda la zona, ya no porque quisieran asegurarse de algo, sino por simple y mera curiosidad, alguna vez oyeron hablar o fueron a una tienda mágica, pero este era otro mundo, por supuesto que sería interesante ver si cambiaba en algo.
La entrada a la tienda consistía en un porche rectangular sencillo, este era de madera, pero las escaleras que te permitían ponerte a su altura sin necesidad de saltar eran de piedra, un cartel de no mucho tamaño estaba colocado encima de un barril posicionado al lado de una ventana, en el cartel no ponía nada, pero si había una ilustración de un yunque en el cual reposaba una lanza, además una barita apuntaba al arma desde la parte más alta de la ilustración.
En cuanto al edificio que formaba la tienda este era muy sencillo, era literalmente la casa de alguien acomodado, tenía forma de L y, también había un segundo piso, pero la forma de acceder a él quedaba reservada para aquellos que pudieran ver la estructura interior.
Sin duda alguna el sitio no era para nada raro, era común que los magos no se esforzaran demasiado en sus tiendas, al fin y al cabo lo que tienen es lo que hay, no se trata de encargarles una armadura y volver la semana que viene, sino de comprarla directamente o pedir que te la encanten.
Lo único que resaltaba por encima de todo era la ausencia de una puerta, había una ventana de un tamaño más que decente para hacer intercambios, pero si era la cada de alguien ¿Cómo entraría? ¿Por la ventana? Quizá era un mago muy frívolo al cual no le importaría utilizar hechizos de teletransporte para entrar a su propia casa.
Kevmel suspiró y Aisha comenzó a balancear su cola de un lado a otro, era claro que no estaban por la labor de ir a la ventana, Pnicas que planteó ir él mismo, pero por como se habían desempeñado las cosas la última vez no sabía si hacerlo.
Pasaron un rato corto allí, parados en el porche, mirando a lo que presumiblemente era la zona de intercambios, no hacían nada, parecían una guardia de élite preparada para alejar a cualquiera que osara pasar por allí, casi como las gárgolas.
La situación pudo haber seguido empeorando, pero de un momento a otro una mujer se asomó por el lado contrario de la ventana, se la podía apreciar de cintura para arriba, un largo cabello de color castaño, facciones adultas, ojos verdes, labios de un rojo fuerte, una estatura que debería de rondar el 1.80 y un par de protuberantes pechos.
Vestía con túnicas negras y grises, además llevaba puesta una capucha grisácea, la hubieran investigado más, pero la dichosa ventana no les daba oportunidad.
La mujer desconocida cruzó sus brazos y los apoyó en el espacio ancho que dejaba la ventana de madera, los miró a todos examinándolos hasta el más mínimo detalle y después habló.
—Hola, mi nombre es Sesta y soy la dueña de esta tienda ¿Qué es lo que buscáis?
—Mejora de equipo—Dijo sin ningún pudor el caballero.
—Revisar mi equipo y si es posible mejorarlo—Continuó el nigromante a la vez que señalaba sus túnicas.
—Yo quiero un mapa—Finalizó Aisha mientras sacaba un pequeño monedero de sus bolsillos.
—Muy bien, a ver, joven—Miró de forma filosa al caballero—Me temo que no tiene el suficiente capital como para obtener algo mejor de lo que tiene ahora, en cuanto a usted—Redirigió su mirada—Si quiere lo que creo entonces deberá de vaciarse los bolsillos, y tú....—Observó a Aisha delicadamente—¿Qué tipo de mapa?
La kitsune se acercó con una sonrisa al mostrador y comenzó con la explicación de como debía de ser el mapa y de donde, al mismo tiempo Pnicas maldijo su pobre situación económica y Kevmel a los pocos honorarios que le pidió a Semyazza, bueno, más bien se maldijo a sí mismo, el motivo de su baja paga se debía a que Semyazza era muchísimo más poderoso que él, así que no podía negarse a ayudarlo, decir que le pagó algo era equivalente a una propina ´´Generosa´´.
Para cuando Pnicas se calmó decidió sentarse en una de las escaleras, esperando a sus compañeros, a su vez Kevmel dejó una bolsa con monedas de oro en el mostrador mientras que Aisha contaba las monedas de plata que iba dejando para completar su pago.
—Entonces 6 de plata por 3 mapas, el del continente, el de nuestra región y el de esta ciudad juntamente al del bosque.
—Así es señorita.
—Entonces....—Dijo con tristeza, despidiendo a su querido—dinero ¿Cuándo va a hacer la mejora?
—Oye, iba yo primero—Miró mal a su compañero.
—Discúlpenos señorita, pero el oro tiene prioridad—Dijo a la vez que esbozaba una sonrisa y tomaba la bolsa—Ahora mismo haremos la mejora además le daré sus componentes.
Después de esas palabras la mujer conjuró unos cuantos hechizos en las túnicas de Kevmel, además le dio 4 bolsas marrones cuyo interior era desconocido, desde luego no era ni comida ni monedas.
—Gracias....
Tras aquellas palabras comenzó a revisar sus túnicas y el interior de las bolsas sin abandonar el mostrador, había llegado el turno de Aisha, de nuevo, esta se había dedicado a observarlos con los ojos entrecerrados y algo de resquemor.
—Serán 6 de plata—Sacó los 3 mapas.
—¡Pero eso es una estafa! Con 4 de cobre tengo para un pan y con 8 para un trozo de carne, si fuera por el papel y el esfuerzo del creador podría comprender el precio, se le llama exclusividad, pero los magos pueden plasmar las cosas con magia y el papel lo pueden crear, no será como si fuera original, pero da el pego, ¡Puedo sentir la magia emanando de esos! Estafadora, mentirosa.
—¿¡Huh?! ¡¿Cómo dices?! Está claro que no comprendes la transformación de la moneda, la oferta y la demanda que han tenido el oro y la plata y la valía del cobre ¡Fuera de mi tienda!
—¿Fuera? ¡La voy a denunciar por estafa!
—¡Suficiente!—Golpeó el suelo con su pie, alzó ambas manos y una magia gélida comenzó a formarse.
Un enorme cono de frío congeló las pedregosas calles y parte de la pared del otro establecimiento que estaba más al frente, el grupo de 3 pudo haber conocido un destino similar, pero Orcabesto los agarr�� a los tres y los lanzó lejos, ciertamente se estamparon contra una pared, eso dolió, pero era mejor que convertirse en un helado, mientras se recomponían adoloridos el troll se acercó a ellos.
—Si, sobre eso, ella es así, lo peor es que lo sabe, por eso me contrató, yo controlo que sus cambios de humor no maten a nadie.
—Usted parece razonable, dígale que deje de estafar.
—Deben de haber tenido un malentendido, 6 monedas de plata es un buen precio, no sé si utilizan otra equivalencia, pero aquí 10 de cobre son como una de plata, me imagino que de donde viene debe de ser algo como 50 de cobre una de plata.
—Esa es....—Pronunció un tanto indignada—La equivalencia exacta, me disculpo entonces.
—Ah—Suspiró, mejor volved otro día a la tienda, va a comenzar a llover, os recomiendo que vayáis a una posada, la pared que ha congelado mi jefa es la una bastante acogedora.
Gotas comenzaron a caer del cielo, los tres se levantaron y dirigieron hacia la posada, no necesitaron decirle nada al troll, el silencio otorga suficientes respuestas.