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Chapter 6 - Un pacto

La calamidad, la bestia, el monstruo del fin del mundo, jamás habían tenido la oportunidad de ver uno, tampoco la hubieran aceptado.

En la Libulia era descrito de una forma un tanto distinta, pero sin duda era él, todos los seres vivos de un kilómetro a la redonda ya habían huido o muerto del miedo, olvidados por sus compañeros que lo único que pueden hacer es huir despavoridos.

Los pobres y desdichados árboles eran los únicos que no podían alejarse, arrancar sus raíces de las ahora tierras malditas que llevaban tanto tiempo alimentándolos se veía como un sueño lejano, pero en su desgracia hallaron la virtud del resentimiento, por lo menos ellos no eran los únicos, un hombre de piel pálida y vestido de negro también era incapaz de escapar, sumado a eso otro hombre, de un tono de piel más vivo y más altura, permanecía allí junto a una mujer kitsune, esta era pequeña y todo en ella era de color blanco.

El sudor frío que recorría la espalda de ambos hombres podría haber reemplazado los lagos de una tundra helada, sus expresiones totalmente sorprendidas eran como las de un cuadro, es curioso ver a dos hombres de apariencia temible y aura poderosa temer por sus vidas, su situación actual era todo un poema y la agonía era su escritora.

Por otro lado la kitsune parecía más calmada, su pelo se encrespó y su cola se movía lentamente siempre que podía cambiaba de dirección, era un reacción natural por su parte.

La inquietante aberración los observó sin hacer nada, era como su se hubiera paralizado. Era muy arriesgado intentar aprovechar la situación y correr, al final no sabían el motivo, la indiferencia del engendro comenzó a devorarlos por dentro, era como si los supuestos pecados que los habían llevado a aquel lugar estuviesen tratando de salir de la inmundicia de sus almas.

El nigromante no aguantó ni un segundo más y comenzó a recitar algo en voz baja, poco a poco las sombras de los árboles se alinearon.

—Rag... Mi.... Kah....

—¿Qué haces?

El cuerpo de Kevmel se puso rígido, las sombras al igual que su postura se distorsionaron.

—Oye, oye, oye—Susurró el caballero tratando de hablar lo más bajo posible—No sé lo que haga, pero si ayuda a huir cállate.

—Ah, pero creo que no me estás entendiendo, él me ha dicho su nombre y su profesión, ahora quería saber que hacía y decirle mi nombre.

—¡Zorra descarada cállate aunque sea por un momento intento hacer algo!—Exclamó silenciosamente, forzó su garganta un poco.

—Ya veo, bueno yo soy Aisha—Kevmel la ignoró, entonces ella pasó a mirar al caballero.

—Pnicas, me llamo Pnicas, ahora déjalo pensar, me disculpo por la descortesía pero no es el momento.

El lugar continuó silencioso por un rato, pero no todo dura para siempre, la paciencia es un bien muy preciado y no todos se lo pueden permitir, Pnicas había perdido la suya, pero el terror de que la bestia lo siguiera superaba cualquier línea de pensamiento, por otro lado Aisha dio un paso hacia delante en dirección de la bestia, ambos quedaron atónitos.

—Al fin—Resonó un tono de voz cansado por el lugar—¿Hasta cuanto me ibais a hacer esperar?

—Ahm.... no sé—Sonaba verdaderamente confusa.

Viniendo de todos los lugares, pero sin tener uno concreto la voz hizo eco con sus palabras, bueno, más que palabras con sus pasos y suspiros, pasaron 10 eternos e insufribles segundos hasta que el ente se mostro, su piel aunque blanca tenía un montón de marcas rojas, sus ojos eran negros al igual que su cola y cuernos, por el resto parecía un humanoide normal.

En el preciso instante de su aparición el lugar que quedó frío, eso no se debía a un aura helada o un control del ambiente, se debía a que ese hombre era el jinete del monstruo, Pnicas y Kevmel ya sabían que el monstruo era algo imposible y que realmente daba igual si aparecía alguien más fuerte, pero el dicho de ´´Si ese es el alumno imagínate al maestro´´ les dio un golpe directo en la boca del estómago.

—Por 15 minutos he esperado a que alguno demostrara algo de valor, al final no fue ni el caballero ni el mago oscuro, fue el espíritu, ¿Debería de reír o llorar?

—¿Vas a llorar? ¿Quieres un abrazo?

—Esa era una pregunta retórica—Dijo el nigromante con nerviosismo.

—Ajá—Concedió la mujer.

—Sabéis, es molesto tratar de mantener una conversación cuando te están ignorando y además se niegan a tener la etiqueta adecuada, como veo que no pretendéis cambiar vuestros modales yo mismo los adecuaré—Tras esas palabras chasqueó los dedos, todos empezaron a volar hacia él, no se detuvieron hasta quedar montados en la criatura—Mi nombre es Zarg.

—Yo soy Aisha.

Quizá fue por la repentina subida, o porque a mitad de vuelo pudieron observar de bien cerca a la calamidad que junto a La Plaga se encargaba de destruir los sitios condenados a perecer, el caso aquí era que ni Pnicas ni Kevmel se sentían muy dispuestos a hablar con Zarg.

—Caballero y nigromante, intentar escapar es inútil y si hubiera querido ya no estaríais aquí, vuestra mejor opción es presentaros e intentar sobrevivir—Enunció con un tono de voz tan profundo como duro.

Si pudiera ambos golpearían el suelo como símbolo de resignación, pero dado que ni eso podían hacer por temor a represalias simplemente se presentaron como era debido.

—Mi nombre es Kevmel, soy maestro en las artes oscuras de la invocación de no muertos, nigromacia para ser exactos, también se hacer portales.

—Yo me llamo Pnicas, soy un paladín de la orden del fénix, me dedico a cumplir las misiones que me dan, hasta hace unos instantes iban en búsqueda de un dragón de hielo junto a un compañero.

Esta vez no se quisieron guardarse nada.

—Hm.... Ya veo, bueno, no debéis de temer entonces, yo solo estaba de guardia, además, sois guerreros de espíritu así que es importante manteneros bien.

—¿Qué es un guerrero de espíritu? ¿Se come?

—No, el mero hecho de pertenecer a otro mundo y llegar a este mediante un portal de Suicul transforma tus energías para adaptarlas, aunque no queráis ahora mismo sois eso.

El terror se fue alejando poco a poco, pero eso sí, dejo las puertas abiertas para que se pudiera infiltrar la duda.

—¿Entonces que va a pasar con nosotros? Sea directo por favor—Sonaba cansado.

—Para empezar olvidaos de regresar a vuestros lugares de procedencia, para continuar yo no os haré nada ni mi montura tampoco, pero antes de que os vayáis debemos de discutir sobre que vais a hacer en este mundo, hay dos tipos de guerreros espirituales, los desgraciados y los que siguen el buen camino ¿Cuáles sois vosotros?

La respuesta era tan obvia que ni querían contestar, era bastante fácil de adivinar que debía de haber más de 1 bando en este mundo, por lo tanto aquellos que ayudaran a Zarg o a quien le conviniese serían de los buenos y aquellos que no de los malos, el problema aquí residía en que no conocían a ninguna de las partes y lo que dijeran ahora iba o a acabar con ellos o a ponerles unos enormes grilletes.

—¿Por qué hay esa distinción?

—(Oh)—Pensaron Pnicas y Kevmel, el dulce descaro que rodeaba a esa kitsune podría llegar a ayudarlos.

—Hay Dioses, demonios y humanos, en ese mundo esos son los tres grandes bandos, los guerreros decentes servirán a los dioses y los desgraciados a los humanos—Las miradas se centraron aún más en él, si pudieran hablar dirían algo como ´´¿Este tipo sirve a los dioses? ¿En serio?´´

—Ah, pero usted ha dicho que no nos va a hacer nada, no me gustaría ayudar a nadie sin saber como funciona todo, así que yo paso, por el momento.

Es el fin se repitieron en sus cabezas, no hay forma de que alguien con un aura tan amenazante y una ideales tan marcados que incluso podrían llegar a rozar los fanático los deje escapar.

—Muy bien, márchate si así lo deseas, pero recuerda, al final del día solo existen 3 grandes y deberás de elegir el camino de alguno de ellos. Vosotros dos ¿Qué haréis?

El nigromante dio un trago amargo tras un leve carraspeo, abrió la boca solo para darse cuenta de que estaba seca, pero aún así habló.

—¿Quiénes son los 3 grandes? Si usted me permite saberlo claro está.

—Carbez el Señor de los Cielos, Abaddon el Rey de la Desesperación y Ueror el Paladín de la Esperanza.

—(Joder, todos suenan imponentes y no parece que ninguno vaya ganando, ¿Por qué si no se fijaría en tres pringados?) Por el momento me gustaría declinar su oferta, no me gustaría hacer ningún pacto o nada parecido, pero puesto que se ha tomado las molestias de hablarnos del mundo podría hacerle un favor a usted—El respeto que trataba de profesar con sus palabras era el máximo que le permitía su lenguaje.

—Hm, ya veo.... ¿Y tú?

—Me temo que he de declinar, yo le tengo lealtad a la orden, es lo único que tengo, aunque no pueda volver me gustaría fundar una institución parecida, para que no se pierdan sus enseñanzas, a pesar de eso me gustaría pagar su amabilidad de alguna forma así como lo ha propuesta Kevmel podría hacerle un favor si así lo desea—Con cada sonido que emitía Pnicas, el sentía como cada vez el ambiente era más pesado.

—Si queréis hacerme un favor.... Tratad de recolectar cristales de espíritu o joyas del tiempo, no necesito que me las deis, pero como no tenéis un bando prefiero que se pierdan en vuestras manos ¿Entendido?

Los tres asintieron, fueron bajados de las bestia condenadora y finalmente abandonados a su suerte.