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Chapter 18 - Luto en Montecristo

Tras la tormenta, Montecristo amaneció con dos grandes noticias: el hijo del alcalde había perdido la vida y Lisa apareció con vida.

Un grupo de reporteros continuaba frente a la Clínica del Norte en espera de información relacionada con el terrible suceso. Mientras que en el Hospital de Montecristo acudió otro grupo de comunicadores para verificar si ahí se encontraba Lisa internada, luego de darse a conocer que había sido hallada en la orilla de la carretera.

En redes sociales ambos hechos fueron la comidilla de la ciudad. Mientras algunos lamentaban la terrible pérdida para el alcalde, otros comenzaron a difundir chismes en contra de Mario Castillo. También empezaron a hablar en contra de Lisa, asegurando que ella había fingido su desaparición y había mandado a matar al joven fotógrafo.

Ante el tumulto de reporteros que lo esperaban, Andrés Castillo salió de la clínica por una puerta trasera. Cuando llegó a su casa, se encerró en su habitación. Junto con él regresó Clarissa, quien también se dirigió al cuarto que le habían preparado para descansar de la larga noche que había pasado en el hospital.

Toda la casa se llenó de luto. Los sirvientes se mantuvieron callados y algunas mujeres lloraban por la pérdida del joven. Sólo César y Marcos se mantuvieron alejados de la situación y continuaron con su trabajo desde su habitación.

César le había ordenado a su amigo que rastreara toda la información relacionada con casos, mientras él comenzaba a cerrar la lista de sospechosos, entre los que se encontraban políticos, funcionarios públicos, empresarios y posibles enemigos de Andrés Castillo.

Toda la mañana se la pasaron trabajando, tanto que olvidaron que las exequias de Mario comenzarían al mediodía. A las 11, Clarissa tocó a su habitación, pero como nadie respondió, entró sólo para descubrir que sus amigos estaban tan concentrados que ni siquiera habían notado que ella estaba ahí.

—¿Hola? —saludó Clarissa con cierta duda, para ver si sus amigos respondían.

—Hola —contestó Marcos sin voltearla a ver.

—¿Desde a qué hora están así?

—Desde anoche —contestó Marcos, que de inmediato cerró la pantalla y se levantó de su lugar para estirarse —. Uff, ¿qué hora es?

—Son las once —contestó Clarissa.

—¡Vaya! Es tarde y no he comido nada —dijo Marcos, para después dirigir su mirada a Clarissa, quien traía una ropa muy formal — y ¿a dónde vas a ir vestida así?

—Voy con el alcalde al funeral de Mario, ¿no lo sabían?

—Ya te dije que sigas con el alcalde, esa es tu misión desde ahora —interrumpió César, quien no despegó su vista de la computadora.

Clarissa miró con furia a César, ya que sentía que no tomaban en cuenta sus habilidades como investigadora.

—¿Por qué no puedo hacer otra cosa además de ser la sombra del alcalde? ¿Acaso piensas que arruinaré el caso? —replicó.

César no la miró y Marcos se acercó a ella para tratar de calmarla.

—Tranquila, no es lo que parece. ¿Recuerdas que eres la prometida de su sobrino? Tú debes seguir en tu papel y no despegarte de él. Además nosotros estamos adelantando alguna cosas para que después de que el funeral nos reunamos a discutir el caso.

—Entonces él debe venir conmigo, porque es "familiar" ¿no? —reclamó mientras señalaba a César.

Esto último hizo que el investigador cerrara de golpe su laptop y fuera al clóset en busca de ropa. Después entró al baño. Cuando salió, llevaba puesto un traje totalmente negro, lo que sorprendió a sus amigos, quienes nunca lo habían visto con ropa tan formal.

—¿Nos vamos? —dijo mientras salía de la habitación.