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Chapter 12 - ¡Salven a mi hijo!

A la entrada del hospital se encontraban varios policías resguardando la zona para evitar la incursión de los periodistas, quienes esperaban la llegada del alcalde para conseguir una entrevista o información sobre el estado de salud de su hijo.

Cuando el vehículo del alcalde arribó, antes de que el político bajara, un grupo de guardias armó una valla. Entonces Andrés y Clarissa bajaron del automóvil y caminaron entre empujones hacia el edificio.

"Alcalde, ¿cómo se encuentra su hijo?", "¿Sabe si su hijo está en coma?", "¿Su hijo tiene enemigos?", "¿Alguna declaración al respecto?", fue la serie de preguntas que lanzaron los reporteros intentando obtener la exclusiva.

Para su suerte, Clarissa llevaba unas gafas oscuras enormes, que la ayudaban a ocultar un poco su rostro de las cámaras. No imaginó el furor que ocasionaría este incidente. Sin embargo sintió pena por el alcalde, quien estaba preocupado por el bienestar de su hijo. Incluso en todo el camino rumbo al hospital, Andrés no dijo nada y mantuvo su rostro de angustia.

Cuando estaban subiendo las escalinatas, el alcalde de Montecristo se detuvo, llamó a su equipo y pidió que dieran un micrófono. En lo que le conseguían uno, se dirigió a Clarissa.

—Niña, ¿podrías seguir a mi lado?

—Claro que sí don Andrés, lo acompañaré hasta que sepamos que su hijo esté bien.

—Gracias —respondió con una mirada de agradecimiento y tristeza.

Clarissa notó que el alcalde trataba de mantener la compostura, aunque en el fondo se estaba quebrando.

Como el equipo de comunicación del alcalde previno que éste daría un mensaje antes de entrar al hospital, de inmediato le llevaron el micrófono y prepararon todo para la conferencia. Uno de sus asistentes le compartió un documento con información preliminar sobre el ataque y el actual estado de salud de su hijo.

—Buenas noches a todos los medios de comunicación aquí presentes —comenzó a leer y bajó la hoja para continuar hablando—. Hace unos momentos recibí información sobre el ataque perpetrado contra mi hijo, Mario. El director de Seguridad, Alberto García, tomará personalmente la investigación y dará con los responsables de este cobarde ataque. He venido a este hospital para saber cómo está la salud de mi hijo y encargaré a mi Secretario General que vigile por la ciudadanía mientras esté aquí. Pronto les daremos más información al respecto, sin embargo les pido que se retiren. Se los pido como padre, por respeto a los pacientes y sus familias que aquí se encuentran.

Los reporteros continuaban con sus flashazos y gritando, sin embargo, el vocero de la alcaldía, Jorge Romero, tomó el micrófono.

—Buenas noches, no habrá ronda de preguntas, por lo que les pedimos amablemente que se retiren de las instalaciones. Más tarde les enviaremos un comunicado.

Andrés Castillo entró al edificio, donde el director general lo estaba esperando para darle información del estado de su hijo.

—Buenas noches alcalde, soy Manuel Mendoza, Director General de la Clínica del Norte.

—Buenas noches, ¿cómo está?

—En estos momentos estamos interviniendo a su hijo. Cuando llegó, presentaba varios impactos de bala, uno de los proyectiles atravesó el pulmón.

—¿Se va a salvar?

El médico no respondió inmediatamente. Su rostro mostraba que no estaba seguro que el joven pudiera vivir.

—¿Se va a salvar? —volvió a preguntar Andrés.

—Nuestros mejores cirujanos están haciendo todo lo posible...

—Les pagaré el triple. Por favor, ¡salven a mi hijo! —interrumpió, mientras lloraba.

Antes de seguir hablando, Andrés Castillo se desmayó.