Quería llorar, arrodillarse e implorar por piedad en nombre de sus padres, pero sabía que sería inútil. Empre acababa en lo mismo: "Obedece o acabarás siendo parte de la función". En Racortis la definición para la piedad es debilidad, motivo de burla, declaración pública de tu poca moral y de las leyes que seguramente hayas violado volviéndote así un traidor, un completo hereje a la esencia de Racortis. Por eso As se obligó a ver cómo conducían a sus padres a esa tarima tan especial que resultaba ser símbolo de humillación y una constante enseñanza que siepadres habían sido acusados de espionaje y terrorismo contra la dimensión, rara vez se cometían tales crímenes. Cuán divertido sería ver semejante juicio en la gran tarima, la espectacular, la inigualable, la fantástica tarima del Escenario de Racortis. Todos cantaban a coro insultos contra los traidores. Las madres cubrían los ojos de sus hijos como si la rebeldía fuese viral y la forma de contagio fuese la vista.
Todo era un auténtico infierno, un festival de demonios como los de los pocos registros de ese mundo precario de antaño.
El representante del Quintal de Racortis hacía honor a su fama como orador profiriendo el discurso más disparatado acerca del orgullo de vivir en la Segunda Dimensión del Nuevo Ciclo, el grave delito que se había estado cometiendo cada día desde la llegada de los traidores alrededor de todos los presentes, porque la mera existencia de esos traidores ya era de por sí un crimen, cada vez que respiraban violaban una ley, cada palabra que habían tenido la osadía de pronunciar fue la que los llevó a esa tarima; en suma todo lo que eran y representaban era el crimen en sí. Todo lo que salía de su boca no valía más que el ladrido de un finis jugando con su dueño de joven, pero todos se tragaban el discurso con gusto esperando a que la sentencia diera comienzo. Todos sabían que si la sentencia era dada en esa tarima era porque el castigo sería un deleite para el aburrimiento y el morbo. Querían ver sangre y esperarían cuanto tiempo fuese necesario con el tal de poder verla.
No tenían nada mejor que hacer dentro de la monotonía de sus vidas. No había nada permitido del todo; los sueños eran limitados al mercado e interés del representante del Quintal en la dimensión, la naturaleza de cada especie era restringida con el fin de parecerse lo más posible a los seres que habitaron ese mundo precario de antaño, esos monstruos que estuvieron a punto de destruirlo todo cuanto tuvieron en frente, maestros del sistema de mercado del Quintal, dioses para los representantes del Quintal: los humanos. El más claro ejemplo de esos cientos de restricciones eran los luxus, esa bella especie que hace brillar su cuerpo y encandila tanto a sus enemigos como a sus presas en su hábitat natural; en las dimensiones lideradas por el Quintal lo único que se les permite hacer es hacer de farol durante las noches buscando a los rebeldes que se atreviesen a alzarse contra el toque de queda. Fuera de esos casos tienen prohibido lucir su luz por capricho, y si se atreven a desobedecer acabarían como los padres de As.
Pero había algo que aún los podía hacer sentir vivos: ver sangre, eso es lo único que aún les permite sentir ese algo característico de sus especies que durante el día debían mantener controlado y oculto. Estar en esos momentos viendo a los llamados traidores durante su ejecución les permitía sentir unos pocos minutos de libertad.
As miraba fría el escenario sin atreverse del todo a dirigir la mirada hacia la tarima. Su madre fue la primera a quien sometieron y obligaron a arrodillarse con una patada en la espalda. La trataron de mujerzuela, prostituta y para acabar de basura; As tuvo que morderse la lengua para no decir algo en contra de las palabras del representante del Quintal. Cuando sometieron a su padre lo acusaron de asesino, pues cuando entraron a su casa para el "juicio de moral" vieron sangre que no era de él ni de su mujer, y mientras trataban de saber de quién era esa sangre descubrieron que su hija, esa pequeña de no más de once años, había desaparecido; no hubo nada más que investigar ni descubrir, él la había asesinado y la sangre encontrada era de ella, no cabía dudas de ello. Un traidor también era un potencial asesino, eso lo decía la ley según el Quintal.
Dentro de todas las mentiras que ese respetable hombre había dicho había una única verdad. Liberty había muerto, pero ahora estaba As y ella podía oír absolutamente todo. "Debes dejar de ser tú si quieres vivir" pensó con amargura. No debía ser un ella la que oyese al representante sino un él y así sería.
Una mujer se acercó a la tarima con una bola morada en cada mano, sonreía como una completa sádica, disfrutaba de ese lugar privilegiado justo en frente del castigo. Le entregó cada bola al Quintal y éste se dio vuelta hacia el público, alzó las bolas y con ellas surgió un clamor dentro del público que acalló cuando volvió a bajarlas.
-¿Algunas palabras antes de morir? –preguntó el Quintal a los padres de As.
-Lindo cristal el que tienen flotando en el borde de la dimensión –comenzó a decir el padre de As como si nada -. Me pregunto de dónde habrá salido. ¿Usted lo sabrá de casualidad?
El Quintal mantuvo la compostura. Lo quería matar con sus propias manos, lo quería agonizando por su vida, quería sentir el último aliento de ese hombre escurriendo entre sus dedos. Lo había detestado desde el primer día en que había llegado a Racortis cuatro años atrás.
Siguió sonriendo para el público y esperó a que la esposa de ese detestable hombre hablara. Ya quería verlos dados vuelta.
-Fallat -dijo por fin la madre de As.
As obedeció a su madre ycuando vio al Quintal acercando cada bola a cada uno de ellos cerró los ojoscon cuidado de que nadie se diera cuenta. No quería ver esa cosa devorarlosdesde dentro como a sus tíos meses antes. No lo soportaría.