-Prométeme que esto se quedará entre tú y yo.
Lynn le extendió la mano a Bahl y esperó a que le estrechara la suya. No estaba dispuesto a llevar al cabo su plan a menos que lo prometiera.
-Ni que tenga a alguien a quién decírselo.
-¿Quieres que te haga una lista? Juraría que tengo un nombre con cada letra.
Bahl le estrechó la mano sonriendo. Se iba a divertir mucho esa tarde.
Quien se habría imaginado al aterrador Lynuss preocupado por un baile donde nadie le aseguraba que podría bailar con su querida Señora de Control y Libertad. Bahl no se sorprendería en lo absoluta si esa noche Kaira acababa rechazándolo, se lo merecía después de haberla estado evitando desde que Rell le había dicho a Kaira que tendría que bailar esa noche por respeto a los invitados que ella tanto respetaba; aristócratas, burócratas, unos cuantos grandes comerciantes, tenía bastante de donde elegir para luego quejarse de lo repugnantes que eran sus almas.
Lynn le pudo haber pedido a Sedta que le ayudara con su pequeño problemita con los pies, pero bueno, ella estaba demasiado ocupada en sus asuntos según Kaira, algo sobre asechar como una verdadera víbora o algo por el estilo. También le pudo haber pedido ayuda a su prima, pero ella ya estaba lo suficientemente ocupada cuidando de su hijo y de su esposo, y la idea de acercarse demasiado a Nasya no le llamaba en nada la atención, en especial después de haber visto de lo que es capaz el Señor de Calamidad. Por ella sería capaz de provocar un auténtico desastre, o bien una catástrofe calaminosa. No sabía si existía esa palabra pero le venía como anillo al dedo al chiste. Y otra cosa que parecía un chiste era el comportamiento de Lynn desde que Kaira había cumplido con ese tal castigo divino; ahora se la pasaba como un baboso la mayor parte del tiempo, pero por supuesto que solo Bahl se daba cuenta porque él era el que lo conocía desde que tenían doce años. Por supuesto que nadie se había dado cuenta que ahora desviaba la mirada cuando pasaba cerca de Kaira, ni que si tenía la opción y la oportunidad se alejaba lo más posible de ella.
El cuarto donde haría sufrir a Lynn era lo suficientemente grande como para no matarse entre ellos ni romper algo por el camino, aunque quien dice cuarto grande en realidad quiere decir el cuarto donde se estaban quedando completamente despejado. A Lynn le preocupaba que dijeran algo por la idea de Bahl de dejar todos los muebles fuera del cuarto, pero él no estaba pensando bien: si todos los muebles estaban fuera haría más difícil que alguien entrara allí y lo viera haciendo el ridículo. Dentro de lo absurdo que era Bahl había algo de lógica, tan solo había que buscarla un poco, a veces bastante.
-Ahora que todo está listo, ¿tienes alguna duda?
-¿Además de que si en verdad sabes bailar?
Bahl se rio ante el comentario de Lynn.
-¡Por supuesto que sé bailar!
Por la cara de Lynn supuso que no le creía en absoluto, o quizás que no creía que le pudiera enseñar nada. Ya vería como aprendería con el maestro Bahl, sería más fácil que ganarle a Kaira en una pelea a mano limpia. Ella siempre ganaba por ser la Señora de Control y Libertad, y porque puede paralizar los nervios de su enemigo e inutilizar sus sentidos, pero eso era lo de menos.
-Ahora, imagina que soy Kaira.
Lynn se le quedó mirando asqueado.
-Y deja de mirarme así –le dijo Bahl acercándose a él-. Una dama debe ser tratada con respeto.
-Te diría que eres cualquier cosa menos una dama, pero no sabría decir qué eres.
-Cállate y obedece, Lynni.
Lynn suspiró y se resignó a obedecerle. Menos mal que cambió de opinión porque Bahl no estaba dispuesto a trabajar con un intento fallido de caballero.
-Como iba diciendo, imagina que... ¿quieres dejar de poner esa cara? Pareciera que te estás pudriendo.
-Soportaré imaginarte con coletas, pero no con pechos –le dijo Lynn asqueado.
-Como quieras, aunque tampoco es como si Kaira tuviese mucho más que yo, si sabes a lo que me refiero.
Solo para asegurarse de que Lynn captara a qué se estaba refiriendo señaló su pecho e hizo ademán de que no había nada, todo era plano y que poca cosa se podría encontrar allí. Lynn lo golpeó en el brazo, parecía que estaba a nada de sonrojarse. "Así que con esas estamos". Ya lo vería, le devolvería de forma elegante ese golpe y Lynn nunca sabría de dónde había salido, a menos que le preguntara, en ese caso sí sabría.
-COMO IBA DICIENDO, imagina que soy una dama.
Lynn murmuró algo acerca de la dama que le había tocado para practicar esa tarde. Ya vería cuando pudiese vengarse, ya vería.
-Supondré que sabes dónde poner tus manos, y me refiero para el baile.
Bahl bajó la voz hasta volverla un murmullo.
-Seguimos estando en público.
Bahl dejó un poco de lado las bromas porque no quería tener que vengarse dos golpes, con uno le era más que suficiente. Hizo que Lynn lo tomara por la cintura y en voz baja comenzó a tararear una canción que casi siempre ponían en los bares cuando salía alguna chica a bailar, si no mal recordaba era una adaptación bastante obscena del Romance de los Amantes, pero para esta oportunidad procuró que calzara con los tres tiempos de un vals normal, suponiendo que eso fuese lo que Lynn quería bailar. Otra cosa que quisiera practicar Bahl dudaba mucho ser capaz de ayudarle.
La mano derecha de Lynn estaba sudorosa, demasiado teniendo en cuenta que la ventana estaba abierta y que estaban en plena primavera.
-¿Te estoy poniendo demasiado nervioso? –le preguntó con tono de burla.
-Ni te imaginas lo incómodo que me parece esto.
-¿Qué cosa? ¿Intentar no pisarme? ¿O bailar con semejante mujer?
Bahl movió un poco las cejas y logró sonsacarle una sonrisa a Lynn. Debajo de ese manojo de nervios seguía estando el idiota que tenía de amigo, ahora tan solo debía desviar su atención de su vergüenza y centrarla en las bromas que hacía de vez en cuando y en lo que hacía con los pies porque no faltaría que de repente lo pisara y se volviera a poner nervioso.
-Ahora, sigue mi dulce voz y trata de no mirar al suelo sino a tu sensual compañera.
-Si tú eres sensual tendré que hablar seriamente con alguien para que redefinan la palabra.
Ahora sí que estaba más relajado. Bahl aprovechó la situación y motivó a Lynn a tomar la batuta para que comenzara a moverse por el lugar. Bahl recordaba con algo de nostalgia la melodía de las canciones que su madre le llegó a cantar antes de que tuviese que abandonarlo, todas eran de Sanka Tero, del mismo lugar donde Kaira había aprendido a bailar siempre siguiendo una canción que en realidad solo ella era capaz de oír. La melodía de la gran mayoría de las canciones de Sanka Tero eran lentas, un tambor indicando donde marcar un paso, hacer una vuelta, y a veces se alzaba con más alegría permitiendo al que la oía imaginarse a sí mismo en medio del ritual de agradecimiento que llevaban al cabo los portadores de Control y Libertad. Esa era una de las pocas realmente mágicas de Sanka Tero y su gente: la música y su significado.
La canción que estaba tarareando trataba sobre la partida de la madre de la primera portadora de Libertad, sobre su exilio y el amor profundo que le profesó a su hija y a un ser del que casi nada se sabía. La primera vez que la había escuchado tenía cinco años y estuvo a punto de llorar hasta que su madre le contó la historia que trataba de contar esa canción compuesta por alguien de la familia de los portadores en alguna de las tantas generaciones.
Estaba a punto de terminar la canción y Lynn ya le había agarrado el truco a la cosa, por lo que Bahl se permitió ser un poco hijo de puta y vengarse por el golpe que le había dado al comienzo de la lección. Intencionalmente le dio la oportunidad a Lynn de que lo hiciera dar una vuelta y sabía perfectamente que lo haría, se había estado dejando llevar desde hacía un buen rato y ya no era consciente del todo de lo que estaba haciendo, y eso estaba bien, pero no cuando Bahl es su pareja de baile. En medio de la vuelta Bahl estiró de más la pierna haciendo que peridera el equilibrio y tal y como esperaba Lynn lo sujetó de la cintura para que no se cayera. Desde que se había enamorado de Kaira que no estaba así de centrado.
-Oh, gracias, caballero, por haberme salvado de tal humillación como es caerme en medio de un baile –dijo Bahl entre suspiros actuando como una chiquilla enamorada.
Lynn no pudo evitar reírse de lo absurdo de la situación. Estaba cansado y Bahl no lo culpaba, él también estaba molido después de girar en círculos durante quince minutos haciendo bromas y recordando su nostálgica niñez. Con cuidado echó la cabeza hacia atrás para poder estirarse un poco y pudo ver otra oportunidad perfecta para molestar a Lynn.
Había abierto la ventana del balcón de ese cuarto gigante para que ventilara y habían dejado todos los muebles que imposibilitaban un acceso fácil al cuarto, pero por supuesto Lynn ni él habían considerado que Kaira no era la persona más correcta cuando tenía algo en mente. Se sorprendió un poco al verla de pie en el balcón viendo la escena, parecía estupefacta pero en el buen sentido. Parecía disfrutar de la vista con cierto humor pero preguntándose qué diablos estaban haciendo. Quién sabe cuánto habría visto y oído.
-Hola, Kaira, ¿qué cuentas? –saludó Bahl.
Bahl sintió a la perfección como Lynn se petrificaba cuando lo oyó saludar a Kaira y se esperó lo que sucedería después: él alzando la vista, viéndola con su cara estupefacta y soltándolo mientras moría de vergüenza por dentro sin querer demostrarlo. Lo que no se esperaba era que le doliera tanto la espalda cuando cayera.
-Pue... -comenzó a decir Lynn pero Kaira lo interrumpió, como hacía la mayoría de las veces con todos sin darse cuenta.
-No necesitas explicar nada –le dijo Kaira. Lo más seguro es que hubiese oído lo que iba a decir Lynn por parte de su alma con esas tiernas orejas que tenía-. Ustedes pueden hacer lo que se les dé la gana.
-¿En qué le podemos ayudar, nuestra Señora de Control y Libertad? –le preguntó Bahl desde el suelo. Era más cómodo de lo que parecía.
-Venía a decirte que tu pedido ya está listo, pero necesito vayas al invernadero para acabar unos pocos detalles.
Kaira se quedó mirándolos a los dos un poco más, esbozó una sonrisa y se fue de la misma forma en que había llegado. Lynn seguía petrificado de vergüenza, Bahl se levantó con un poco de dificultad y se limpió el polvo inexistente de su ropa.
-Así no es como debes tratar a una dama, Lynni.
Lynn seguía estático sin saber qué hacer o decir. Bahl ya había tenido su venganza, ahora podía actuar con naturalidad.
-Bueno, ahora hay quedevolver todos los muebles adentro antes de que alguien más quiera entrar y nosvean así.