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Chapter 13 - Maldición eterna (2/2)

Los reyes esperaban de Lina algo que se suponía era imposible. Querían que ella le enseñara a su hijo lo que ella había descifrado a lo largo de todos esos tortuosos años desde la muerte de su madre, la destrucción de su ciudad y el sacrificio de su padre. Esos nobles ignorantes de todo esperaban que ella le pudiese instruir a su hijo los caprichos de Ignar, sus malas costumbres, la forma de complacerlo; querían que su hijo imitase lo que ella había conseguido para convivir con Glae. Los reyes creían que Lina controlaba la runa, pero la verdad era que Lina lo único que controlaba eran sus emociones y la intensidad con la que las sentía y expresaba, los recuerdos atados a esas emociones las ocultaba para que Glae no se aprovechase de su vulnerabilidad; Lina se había despojado de cuánto fue necesario de su humanidad para conseguir lo que querían los reyes, y ellos querían que su hijo hiciese lo mismo con Ignar.

"Realmente no tienen ni idea con qué tratan" se lamentó Lina. Glae no le había vuelto a hablar desde que aceptó ayudar a los reyes. Ella odiaba a Ignar, Lina lo sabía; no era capaz de soportar pronunciar su nombre y mucho menos toleraba la idea de tener a su recipiente en frente sin poder descargar su odio sobre él. "Algún día tendrás que aprender a lidiar con él, Glae".

-No quiero oír eso viniendo de la chiquilla que evita pensar en lo que ese hijo de perra hizo con su padre -le respondió Glae más fría que de costumbre.

"Gélida" pensó Lina con humor. "Me pregunto de cuánto estará dispuesto a sacrificar ese chico" se preguntó Lina esperando mejorar un poco el ánimo de Glae.

-Si es como sus padres, no estará dispuesto a despojarse de nada.

Lina esperaba que no resultase así.

Tardaron una semana en llegar a Merya, y otra semana más para llegar a la capital. Nadie sabía que los reyes habían salido del territorio para buscar una solución para el problema de su hijo. Dejaron todos sus deberes en espera y salieron corriendo en búsqueda de su última esperanza... "Ese chico de seguro no tiene la intención de doblegar a Ignar" pensó Lina cuando entró en el castillo. Si ese chico llevaba tantos años lidiando con esa runa era absurdo pensar que siempre supo cómo usarla, lo más probable es que Ignar se hubiese manifestado de repente y que ese chiquillo mimado se rindió desde el primer momento en que Ignar lo comenzó a atormentar.

"Glae, deja eso".

-Sólo quiero que entiendas la verdad de los nobles, querida.

"Recuerda nuestro acuerdo, Glae". La runa dejó de manipular sus emociones, molesta.

Los reyes corrían desesperados por los pasillos preguntando dónde se encontraba su hijo, sujetando a Lina de la muñeca por miedo a que se arrepintiese a último momento. Era una pena que ambos hubiesen caído ante los efectos de la runa también; las cuatro runas podían jugar con las emociones de su recipiente y de las personas más cercanas a éste, y por que Lina podía comprobar la reina padecía de histeria y el cuerpo del rey producía más calor del debido. "Una runa que incrementa las emociones y las vuelve volubles. ¿Por eso lo odias, Glae?".

-Tengo más motivos que ese para odiarlo, querida -le respondió Glae. Nunca le quiso decir por qué odiaba tanto a Ignar, según ella con que supiese que lo detestaba era más que suficiente.

Tras varias vueltas sin sentido por los pasillos, subidas y bajadas de escaleras, y la constante pregunta de dónde estaba el príncipe, acabaron llevando a Lina hasta la biblioteca del castillo. Por lo que había dicho una de las sirvientas llevaba ahí encerrado desde hacía una semana y todos lo que intentaban abrir la puerta habían terminado con quemaduras severas en la mano y el pomo marcado. Lina pudo oír a Glae reír ante esa imagen, por lo menos estaba de mejor humor que cuando llegaron.

La puerta era de acero, quizás el interior fuese parecido. Bastante inteligente por parte de ese chico, así evitaría hacer arder el castillo en alguna explosión que llegase a tener. "Pero sigue siendo patético" pensó Lina, y por un momento estuvo a punto de reír. A veces olvidaba que Glae no era la que controlaba su cuerpo y acababa pensando igual que ella.

-Sus Altezas -se dirigió a los reyes con amabilidad-, le pido por favor se retiren. No sé si querrán ver a vuestro hijo en su condición actual, pero sí sé que él no quiere ser visto así.

El rey se retiró y poco después lo siguió la reina. No intentaron negarse, de todas formas no sabían qué podían hacer por ayudar y preferían no interferir en el trabajo de Lina.

-Eres demasiado amable con esa cosa -le dijo Glae con humor.

-Tan solo no quiero que molesten, Glae. Eso es todo.

Lina acercó un poco la mano al pomo de la puerta. Cuando vio vapor brotar de su mano la alejó y suspiró, no estaba tan caliente como esperaba pero seguía siendo una molestia.

-¿Alguna idea, Glae? -preguntó Lina.

-Soledad -se limitó a responder la runa.

Sí, eso sería suficiente. Lina rebuscó en su memoria el recuerdo de la época después de que su padre se hubiese ido de casa, su madre trabajando hasta altas horas de la noche, ella siendo aislada por los demás chicos de su edad, sentada a la orilla del lago con lágrimas en los ojos. Podía imaginarse a Glae relamiéndose los labios del placer de poder volverla a oír llorar como lo hacía antes. Dejó de sentir sus manos y pudo ver cómo se iban cubriendo de hielo desde la punta de sus dedos hasta los codos. Sí, eso sería suficiente. Volvió a acercar la mano al pomo de la puerta y la abrió, no hubo vapor alguna esta vez.

Oyó a Glae reír.

-¿Qué te hace humor esta vez, Glae?

-Nada en especial, querida. Tan sólo es que trazas mis derivadas de forma inconsciente.

Lina no podía evitarlo, llevaba tanto tiempo atada a Glae, aprendiendo a usarla y probando nuevas formas de mantenerla a raya que acabó acostumbrando a trazar las derivadas de la runa de Glae, y la que había usado en ese momento era la que estaba más acostumbrada a usar: suspiro de la soledad.

Entró al cuarto y cerró la puerta por si alguien pasaba cerca y se tentaba a ver quién había sido capaz de abrir la puerta. El lugar era un desastre absoluto. Había libros regados por el suelo, unos cuantos convertidos en ceniza y otros parcialmente quemados, cientos de hojas de papel chamuscada y un montón de ceniza en las repisas casi vacías y flotando por el aire. El desastre era lo de menos para Lina, lo que le asqueaba de verdad era el olor a carne quemada que probablemente venía del cuerpo del chico. "Odio tener que darte la razón en esto, Glae".

-Lo sé, querida. Pero esta es la verdad y el desafío que decidiste tomar.

Con esfuerzo aguantó el asco y caminó hasta la fuente del olor a carne, y ahí lo encontró: un cuerpo chamuscado, agrietado por la ira, dolido por las constantes quemaduras, hartado de sufrir, rendido a la voluntad de Ignar. Lucía realmente patética.

-¿Cómo planeas presentarte, querida? -le preguntó Glae-. Tienes que dar una buena primera impresión, ¿no crees?

"Supongo que sí" pensó Lina con una sonrisa. Se aclaró la garganta y comenzó a comportarse como una perra con la esperanza de parecerse lo más posible a Glae.

-¡Saludos, oh gran roca ardiente! -gritó con una gran sonrisa.

El chico alzó la cabeza y Lina pudo ver cómo abría los ojos y en medio de la costra que se había formado en su rostro aparecían dos ojos con las pupilas grises. El chico inspeccionó a Lina con la mirada, cuando llegó a sus manos y las vio cubiertas de hielo se enfureció. Sus ojos de gris pasaron a carmín, y antes de darse cuenta toda la habitación había comenzado a calentarse provocando que los libros más cercanos al chico comenzasen a quemarse. "Ah, así que este es Ignar. ¿Alguna idea, Glae?".

-Sácalo de quicio -propuso Glae.

"Glae, hablo en serio". Oyó a la runa chasquear la lengua.

-Intenta hacer que el chiquillo se despierte, realmente no importa si Ignar se molesta. Si ese imbécil reacciona ese idiota no podrá hacer lo que se le plazca.

-Ok -dijo Lina en voz baja.

Eso sería más divertido para Glae que para ella, pero poco podía hacer al respecto.

-Lo lamento, gran monstruo de las llamas. Estaba hablando con su recipiente, pero al parecer no tiene muchas ganas de hablar.

El chico no reaccionó, pero la temperatura de la habitación iba en aumento. Era una pena que todos esos libros se fuesen a quemar y que ese pobre cuerpo volviese a arder.

-Tus padres me pidieron que te ayudara -le dijo Lina al chico esperando que estuviese oyendo-. Para ser más exactos, me pidieron que fuese tu instructora. Aunque no sé cómo suponen que vaya a instruir a un gran pedazo de piedra que ni siquiera sabe hablar.

El chico gruñó y Lina sonrió ante esa reacción. Por lo menos estaba oyéndola. Comenzó a caminar por la habitación mientras le hablaba, en realidad no quería que todos esos libros acabasen quemados o que la puerta acabase fundiéndose.

-¿Qué... me... vas a... enseñar? -preguntó el chico, su voz carecía de emoción y no era distinta al gruñido que había hecho antes. Lina fingió sorprenderse antes de responder.

-Lo siento, siempre creí que los monstruos solo gruñían y que las piedras no hablan, así que me asustaste un poco. -El chico volvió a gruñir y Lina pudo oír como Glae se reía de la impotencia de Ignar. -Y respecto a tu pregunta, tus padres me pidieron que te enseñara a dejar de ser un imbécil mimado.

-¿Disculpa? -le preguntó irritado.

-No sé qué debo disculparte, pero considérate disculpado, mocoso.

Lina siguió insultando al chico y se reía con cada uno de los gruñidos que profería lleno de ira. Caminaba en círculos erráticos procurando arrastrar los pies de vez en cuando para dibujar la derivada de Glae que quería. Mientras caminaba pensaba en cuán divertido fue la vez que su madre le había enseñado a bailar una danza tradicional de sus ancestros, cuánto la extrañaba a ella y cuánto añoraba aquellos tiempos. "Tristeza y nostalgia. Más que suficiente para evitar quedar atrapada en su ira".

-Hablando en serio, chico, creo que tendrías que comenzar a reconsiderar tu futuro. Los imbéciles pocas cosas pueden hacer, y ser monarca no es una de ellas. ¡Y para colmo, además de imbécil eres un monstruo! -Lina se rio a carcajadas-. Será mejor que vayas pensando en algo, mocoso.

Con cada insulto el chico se enfurecía más y más, y el lugar parecía estar a punto de arder como el mismo infierno. No era de sorprenderse que Ignar se hubiese hecho con el cuerpo del príncipe con tanta facilidad, tan solo se necesitaba de un par de palabras para sacarlo de quicio y llenarlo de ira. "Realmente patético" pensó Lina decepcionada, ella esperaba un mínimo de tolerancia, pero al final tendría que darle la razón a Glae.

-¡Tan sólo mírate! -Se detuvo en seco para revisar que el dibujo estuviese bien hecho-. ¡Eres la cosa más miserable que he visto en toda mi vida! ¡Quizás la más patética que ha existido en este mundo!

-La línea detrás de ti está borrosa -le indicó Glae-. Arréglala.

Lina volvió a dibujar la línea con un suave movimiento de su pie.

-Exactamente -oyó de pronto. Por un momento había olvidado que ese amasijo de carbón y lava era una persona y podía hablar- ¡¿cómo pretendes instruirme si lo único que pareces saber hacer es insultarme, chiquilla de mierda?!

Glae rio a carcajadas. Ese chico tenía agallas y un carácter de mierda como ella y eso le encantaba, aunque no tanto a Lina. ¿Ese imbécil tenía alguna idea de la situación en la que estaba?

-Primero te enseñaré a no ser un imbécil -le respondió Lina un poco molesta-. Y luego pensaré en si enseñarte a no quemar todo tu maldito país.

Glae se volvió a reír.

-Es primera vez que veo que alguien te hace enojar tan rápido, querida.

"Si no quieres que me enoje contigo, mejor cállate, Glae". La runa volvió a reírse.

-¿No le quieres enseñar quién es el chiquillo aquí, querida? -le preguntó divertida.

No era tan mala idea. Lina le permitió tomar un poco de control sobre sus emociones para asegurar que la derivada de su runa produjese un gran impacto en ese mimado de mierda; su cabello se tiñó levemente de blanco aparte de crecerle un poco, y su rostro adoptó la sonrisa gatuna típica de Glae.

-¡Me dices imbécil como si tú no lo fueses! -le gritó el chico. Ignar estaba creando pensamientos confusos para crear más emociones cargadas de odio e ira.

-Te digo imbécil porque no hay otra forma de llamar a la persona que alimenta a una de las runas más destructivas existentes sin siquiera darse cuenta.

Lina se le acercó un poco mientras repasaba mentalmente el dibujo que había hecho.

-No vales ni para marioneta, mocoso -lo desafió-. Eres un juguete más para esa alma errante.

El chico alzó la mano y dibujó una derivada de Ignar. "Ni siquiera vales para juguete" pensó molesta, "eres un contenedor sin valor alguno". La runa hizo arder en llamas la biblioteca en un intento de demostrar su poder y superioridad. Sencillamente patético. Lina sonrió y chasqueó los dedos para activar la runa que había dibujado; recordó a los chicos que en algún momento de su vida había llamado amigos dándole la espalda cuando adquirió la runa, llamándola monstruo, gritándole cosas para hacerla perder el control por mera diversión. Cuánto extrañaba ese pasado antes de Glae, cuánto dolía haber sido aislada, cuánto dolía recordar esas sonrisas llenas de odio, esos ojos vacíos de amor.

-Traición. Nostalgia. Bailen para mí -murmuró Glae extasiada.

La runa del suelo se encendió y desde su centro el calor fue consumido hasta acabar con el infierno creado por Ignar en todo el cuarto. Ignar se asustó al ver que el suelo y las estanterías se cubrían de hielo, la respiración del chico producía vaho y que su cuerpo comenzaba a tener espasmos del frío; pero lo que más le aterró fue ver a Lina frente a él, con el cabello desteñido hasta la mitad, sus ojos del negro pasar al gris, su sonrisa sedienta de sangre, y su control absoluto bajo el efecto de Glae. Lucía como esa vieja runa en vida, como la mujer que alguna vez fue conocida como la "Genocida del hielo". Lina se agachó y le dio un puñetazo en la mejilla.

-Vuelve a llamarme "chiquilla" y haré que le temas al hielo -lo amenazó, frívola y llena de odio.

Se levantó y con un suspiro sus ojos volvieron a su color natural; el hielo del cuarto se esfumó sin dejar rastro alguno. Lina se dirigió a la puerta y de paso borró con el pie la runa que había dibujado. Abrió la puerta y antes de irse dijo:

-Tu primer deber será ordenar y limpiar este lugar -le ordenó al chico sin molestarse en dirigirle la mirada-. Y tu segundo deber será mantener el control sobre Ignar. No estoy dispuesta a golpearte cada vez que a ese idiota se te escape de las manos. ¿Entendido, mocoso?

-S-sí.