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Chapter 19 - Un baile más

Bajaron la intensidad de las luces una vez más. La música volvía a sonar, llenando con la melodía, el tempo, el contrabajo resonando bajo los pies y produciendo un escalofrío en la espalda. Esa vibración le recorrió todo el cuerpo, rogándole querer bailar.

La iluminación de esa suerte de híbrido entre cáfe, bar y salón de baile consistía en una serie de lamparillas que colgaban del techo a modo de imitación de arañas; junto a uno que otro farolillo pegado a las paredes. Daban suficiente luz como para poder evitar pisar a tu compañero de baile, pero nunca como para reconocer su rostro, recordarlo ni identificarlo. Era el ambiente perfecto para disfrutar sin la necesidad de preocuparse por el qué sucederá después.

Una vez que entrabas ahí comprendías que nunca te decían las reglas porque no las hay, y la ausencia de carteles con prohibiciones pintadas de rojo reafirmaba este descubrimiento. Pero quien frecuentaba este lugar aprendía, ya fuera por las buenas o por las malas, que sí habían reglas creadas por los invitados.

Uno: Nunca debías de preguntar el estado civil de tu compañero de baile.

Dos: Jamás debía intentar recordar algo del lugar, con quien bailaste, a quien le hablaste, o lo que llegase a suceder ahí.

Una vez comprendías estas reglas, la música no tenía necesidad de parar.

Una mano le tocó el hombro, invitándola a bailar. Terminó la bebida de su vaso y aceptó la mano que se extendía frente a ella.

-Luces hermosa hoy.

-¿Sólo hoy?

Una risilla.

-Siempre luces hermosa.

La canción cambió, y con ella el tempo y su fervor.

-Ni se te ocurra pisarme otra vez -le advirtió ella.

-Nunca te he pisado.

-Sí, lo haz hecho.

-Es la primera vez que te invito a bailar. ¿Cómo podría haberte pisado alguna vez?

El coro indicó un escape de la conversación. Sin molestarse en responder giró y cambió de pareja.

-¿Sueles venir seguido? -le preguntó a su nuevo compañero. Él rió levemente.

-Debería venir más seguido en adelante.

Los zapatos resonaban contra la madera de la pista de baile ubicada al centro del lugar. Alrededor habían mesas que parecían no tener fin, todas llenas de espectadores bebiendo, cuchicheando, seduciendo sin la necesidad de sudar.

El calor de la pista podría resultar molesto, es verdad. Pero a ella no podía gustarle más el sofoco de murmullos y declaraciones.

-¿Me estás escuchando?

-¿Ah? ¿Dijiste algo?

-Que si hiciste algo durante la semana.

-¿Por qué debería decirte eso?

-Porque..

La canción cambió, esta vez junto a la banda que la tocó. Todos se detuvieron a aplaudirle a los músicos que los habían deleitado durante… ¿cuánto tiempo sonó la misma canción?

-¿Qué dijiste?

Aplausos.

-¡¿Ah?!

Entró la siguiente banda. A los aplausos se le sumaron silbidos de júbilo.

-¡No te escucho!

El silencio llegó y él se fue.

-Ni que fuera mi culpa no entenderle.

-Realmente es un desconsiderado con tan bella dama.

La voz iba acompañada de un nuevo compañero de baile. Aceptó la mano que le extendió y esperó a que comenzara la canción.

-No me vayas a pisar.

-Jamás lo haría.

-Me gusta tu traje.

-¿En serio? Porque usted luce adorable con ese vestido.

-Sí. Aunque su chaqueta es extraña.

-¿Extraña cómo?

-No sé.

Las cuerdas del contrabajo le produjeron un escalofrío, vibraron entre las tablas de madera y comenzaron a llenar el lugar.

-Me recuerda a la que suele usar Matt.

Él sonrió.

-Y ¿quién es ese hombre con tan buen gusto?

-No sé. Sólo sé que tiene una afición por las batas.