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Chapter 4 - Madura de una vez

Ya tenía suficiente de las constantes bromas de Osmar y Jon, conversaciones nocturnas llenas de indirectas y de las irritantes carreras que tenía que hacer durante los recesos donde su orgullo dependía de lo rápido que corriese para arrebatarle el celular a alguno de esos dos malditos desgraciados que tenía por amigos. La última vez habían estado demasiado cerca de enviarle un mensaje a Ame. De tan solo recordarlo le hacía hervir la sangre de rabia y miedo de lo que pudo haber ocurrido de no haberle dado esa tacleada a Osmar. No tendría que estar constantemente al borde del abismo si no tuviese el número de Amelia, pero por supuesto que el niño bonito de la escuela sería capaz de conseguir su número. ¡Y ese niño bonito ni siquiera era él!

Maldijo a Osmar mientras caminaba por el pasillo. ¡Nunca le pidió su número! Desde que lo había recibido le aterraba la idea de que alguien que no fueran sus amigos lo supiese, seguramente quien viese ese número con el nombre de "Satán" acabaría creyéndolo miembro de alguna secta secreta.

Pero ese día planeaba cambiar su condenada vida: le hablaría a Amelia, tampoco era tan difícil, ¿cierto? Con un: "Hola, ¿qué tal?" o algo por el estilo debía estar bien... ¿verdad? Debía pensar muy bien en lo que iba a decir, pero cada vez que trataba de pensar en alguna frase recordaba con claridad la voz de sus amigos haciéndole cientos de bromas acerca de su pobre vida amorosa. Frases como: "No puedo esperar a saber qué dijo la pobre de Ame cuando oiga la triste historia de cómo te comiste esa linda flor que le quisiste dar cuando eran más pequeños" o "Creo que lo primero que tendré que darte cuando consigas que te preste atención será un buen libro de k..." lo hacían enfurecer al punto de no saber adónde iba por los pasillos, simplemente caminaba mientras recordaba sus vagas ideas de cómo asesinar a sus amigos sin que nadie supiese nada al respecto. Sabía que debía reaccionar pronto o le volvería a pasar lo mismo de siempre, la triste historia de su vida que la volvía la comedia favorita de sus amigos.

Siempre era lo mismo: él en blanco poniendo un gesto que no era capaz de describir del todo, era una mezcla de odio contenido de la Antártica -así lo había definido Jon la última vez que habían hablado del tema-, pero por motivos que desconocía a las demás chicas de su generación les atraía, incluso algunas decían que lo hacía lucir misterioso, otras que lo hacían ver como un chico duro como el de las películas. Según sus amigos parecía un moai al que le faltaba pintarle una lágrima para darle el toque final. Alan nunca había pretendido parecer un chico duro o el típico matón de las series de televisión, simplemente no sabía qué cara poner en esas situaciones. Cuando alguien se le acercaba para hablar a menos que fuesen sus amigos se limitaba a oír y dar por respuesta monosílabos típicos: "sí", "no", "no sé", "quizás", y a veces se atrevía con un "y a mí qué". Era incapaz de pensar en una respuesta más elaborada y mucho menos en intentar cambiar el tema de conversación.

Podía soportar ser visto como alguien intimidante por sus compañeros, ni que quisiera entablar amistad con esas máscaras andantes, pero no podía soportar tener la misma reacción con Amelia y eso fue lo que les había dicho a sus amigos durante su última "reunión totalmente seria y para nada infantil como para jugar un juego de mesa". Osmar era un genio con los nombres para sus juntas.

-Espera –dijo Osmar con un trozo de pizza a medio camino de su boca -, ¿me estás diciendo que la cara de piedra que pones es porque no piensas?

Alan no pudo evitar molestarse por el comentario.

-¡Esa cara! ¡La indiscutible cara del bad boy cachondo del lugar!

-Osmar, estás avergonzando al niño –comenzó a decir Jon cuando terminó su turno.

-¡Oh, no, pobre de nuestro niño! Por favor, perdóname. ¿Quieres algún dulce para pasar la pena?

Ambos se acercaron a Alan y comenzaron a abrazarlo para consolarlo.

-Por favor, acaben con mi miseria de una buena vez –murmuró Alan.

Osmar y Jon se alejaron entre risas. Osmar lanzó el dado y comenzó su turno. A ese punto de la partida cada turno era más largo que al comienzo; se había desatado la guerra en el momento en que habían puesto como premio para el ganador almuerzo gratis durante una semana.

-Recuérdame cuántos años llevas enamorado de Amelia –le pidió Jon a Alan.

Hubo un momento de silencio donde Osmar veía de a ratos por el rabillo del ojo a su amigo para no perderse del momento exacto en que se ruborizaba, si es que ese momento llegaba. Nunca se lo perdonaría si llegaba a perderse esa expresión de Al.

-No sé –acabó por decir-. Quizás cinco años... o quizás desde que ella llegó a la escuela... –Osmar y Jon silbaron al unísono.

-Y aún no te atreves ni a dirigirle la palabra –Osmar chasqueó la lengua-. Muy mal hecho, bad boy. Tendré que quitarte una estrella del pizarrón por eso.

Alan tomó un trozo de pizza rogando que se les olvidara el tema de ahí a quince minutos. Sí, es verdad, no se había atrevido a decirle ni un jodido hola a Amelia, y la única vez que estuvo cerca de poder hacer algo al respecto la vio hablando con otro chico y acabó fingiendo que iba de pasada por ese pasillo por vergüenza a arruinar la movida de ese chico, si es que eso era lo que estaba haciendo. Todos en la escuela sabían la rutina diaria de Amelia: era de las últimas en llegar a la escuela, pero nunca después de la campana; se la pasaba todas las clases en silencio tomando nota a todo lo que el profesor decía y el resto del tiempo se la pasaba en la biblioteca o sentada en los pasillos leyendo libros cuyas portadas nunca decían nada como si alguien se las hubiese arrancado con el propósito de no saber qué libro era.

Era lamentable tener que admitirlo, pero cada vez que tenía la posibilidad de acercarse a hablarle siempre hallaba un pretexto para no hacerlo, y las pocas veces que ella le dirigía la mirada como dispuesta a acercarse a decirle algo ponía esa expresión que parecía volver loco a medio mundo menos a él y a ella. "El moai triste de la ciudad" pensaba cuando estaba solo.

"Soy un fracaso como bad boy". Cuando se dio cuenta de qué palabra había usado para definirse le dio rabia. Era la culpa de Osmar por haber usado esa expresión sobre él. Bad boy era él que nunca dejaba a ninguna chica ir más lejos con él por no querer arruinar los sueños de esa pobre chica. "Él por lo menos habla con ellas".

Sintió la mano de Jon sobre su hombro y esperó algún comentario mordaz por su parte.

-Al, hermano, estás a un año de acabar tu condena en la escuela. Eres consciente de que quizás no la vuelvas a ver después de eso, ¿no?

Alan asintió. Rogaba que ese trozo de pizza fuese eterno y así poder comerlo hasta engordar, esconderse y con algo de suerte morirse pronto y que no fuese de vergüenza.

-Y supongo que también eres consciente de que cuando ambos se hayan ido a quien sabe dónde lo más probable es que Amelia conozca a alguien que le llamé la atención, ¿verdad?

Quizás tuvieron que haber pedido la pizza con algún otro ingrediente, algo nuevo para variar un poco.

-¿No te parece que la situación es lo suficientemente cliché para que funcione?

¿Tocino quizás? Osmar siempre se quejaba del exceso de grasa, pero de vez en cuando no le haría mal a nadie.

Planeaba terminarse su trozo de pizza cuando Jon le aventó un golpe en la nuca que hizo que se le cayera.

-¡Qué te pasa, retrasado de mierda! ¡Mi pizza!

-¡Escucha a tus mayores cuando te hablan!

-¡Soy mayor que tú por dos meses, de qué diablos estás hablando! ¡Y tú, animal sin corazón ni escrúpulos, deja de intentar hacer trampa! –le gritó a Osmar quien tenía un montón de monedas de cartón en la mano-. No nací ayer para que vengas y me robes en la cara, idiota.

-Pero parece que naciste ayer para ser tan inútil en el amor –le dijo Jon molesto.

Alan hizo un minuto de silencio por su pizza caída y por el fracasado que era.

Había considerado rendirse con Amelia y tomar en cuenta a ese chico un año menor que se había acercado a él y a sus amigos sin motivo alguno; era tierno a su manera, pero cuando había comenzado a considerar esa opción seriamente se enteró de que se había suicidado tras meses de bromas, insultos e incluso golpizas después de clases. Fue incapaz de preguntar quiénes lo habían hecho vivir ese infierno, cuáles habían sido esas bromas e insultos o quién había originado todo ese calvario. Lo único que pudo hacer fue dar su condolencia en silencio cuando oyó la noticia y hacer todo lo posible por no manchar la memoria de ese chico que al final no pudo conocer.

Intentó tomar otro trozo de pizza, pero era su turno de jugar y había una regla inquebrantable entre Osmar, Jon y él para cualquier juego: manos limpias o pierdes automáticamente. Aguantó las ganas de tomar otro trozo y lanzó los dados y mientras lo hacía veía todo lo que habían hechos sus amigos durante sus turnos para asegurarse de no darles ni un poco de ventaja para cuando les tocara jugar.

-Al –intentó llamar su atención Osmar.

Alan no lo oyó. Cuando estaba muy concentrado, normalmente cuando jugaba, solo producía ruidos a modo de respuesta para no distraerse formulando una respuesta más elaborada. Lo único en lo que podía pensar en esos momentos era en el tablero que tenía en frente, la cantidad de fichas de trabajador que tenía para usar, sus recursos y lo que podía hacer para conseguir la mayor cantidad de puntos al final de la partida para así poder conseguir esa semana de almuerzo gratis.

No supo a qué estaba respondiendo exactamente, si estaba asintiendo o no, o si le estaban hablando en primer lugar hasta que acabó su turno y Osmar lo tomó por el hombro y lo felicitó por su iniciativa.

-¿Te fumaste algo o qué? ¿Iniciativa de qué?

Vio a sus dos amigos sonriendo.

Qué diablos había pasado durante su turno. Tragó saliva con dificultad y se aterró de lo que había acabado accediendo durante su viaje astral a lo largo del tablero.

-¿A qué accedí esta vez? –preguntó con miedo a la repuesta.

Jon tomó los dados y comenzó su turno. Osmar hizo que Alan se acercara más a él y comenzó a hablar como si le estuviese dando la solución a todos sus problemas, aunque lo más probable era que hubiese añadido unos cuantos más a la lista.

-La semana pasada nos hablaste algo acerca de un trabajo en equipo para Física. ¿Te acuerdas?

"No. Por favor no".

-Y fuiste muy claro cuando dijiste que ese trabajo era exclusivamente en pareja.

"Por el santo amor a todo lo que aprecio, por favor no".

-Nosotros somos tres, por lo que sí o sí uno de nosotros va a quedar solo, y todos aquí sabemos que Amelia no es de las que escogen a su pareja para los trabajos en equipo, sino de las que aceptan al último que queda solo por acto de solidaridad a la pobre alma.

-Ustedes dijeron que íbamos a usar ese trabajo como excusa para que Jon se ligara a la chica nueva –intentó hallar una excusa a lo que ya parecía inevitable-. ¡Hicimos un plan detallado y todo!

-Haremos este pequeño sacrificio por un fin mayor –dijo Jon con voz de profeta-. ¡Felicidades, hijo mío! Has hallado la salvación a tu soledad.

Respiró hondo y se sentó al fondo de la sala como siempre con Osmar y Jon en la mesa de adelante. Se había pasado todo el recreo caminando sin rumbo alguno tratando de tranquilizarse sin resultado alguno. Los tres esperaban el momento en que el profesor dijera que escogieran a sus parejas para el trabajo. Osmar y Jon estaban emocionados imaginando lo bien que funcionaría su plan de siete minutos del fin de semana pasado. Alan quería irse adónde fuera; le dolían las manos de tanto hacerse tronar los nudillos en un intento por relajarse, la espalda le estaba matando por haberse acostado más tarde de lo normal por el ataque repentino de insomnio. Quería morirse allí mismo y sabía que sus amigos no se lo permitirían.

¡Él lo único que quería de esa última junta era su maldita semana de almuerzo gratis! Que por cierto había conseguido, pero a costa de qué.

Oyó un estruendo al lado de él. Había un libro gigante, un cuaderno de carácter desconocido y una mochila color burdeo. "Je, se parece a la de... ¡NO, NO, NO, NO, ¡NO! ¡Dios, piedad por favor! ¡No me volveré a burlar de las pinturas que hay en las iglesias! ¡Por favor, acaba con mi miseria!". ¡¿Cuánto tiempo había pasado maldiciendo su vida?! ¡Ni siquiera había oído la instrucción del profesor de hacer las parejas! Alan vio al frente y no pudo evitar entrar en pánico cuando notó que Amelia estaba tomando las pocas cosas que quedaban sobre su puesto para cambiarse de lugar.

La idea de tirar la mochila no era tan mala. Iba a parecer un hijo de perra, sí, pero quizás así ella se arrepentiría de sentarse con él. ¡Sí, no era tan mala idea! Tan solo debía mover un poco el brazo y...

Sintió el celular vibrar y vio en la pantalla la notificación de un mensaje de "Mr. Suck". ¿Acaso Osmar había sentido pena por él y se había arrepentido? Cuando abrió el mensaje se tentó a pararse para darle el mismo golpe que le había dado Jon a él el otro día.

Mr. Suck: Sé gentil con ella (?

Planeaba decirle algo ahí mismo, pero vio de reojo a Amelia sentándose y prefirió guardar el celular y quedarse tal cual había estado durante toda la clase. Sintió cómo Ame ordenada sus cosas al lado suyo y comenzaba a hacer lo mismo de siempre: tomar notas a todo lo que oía. El suicido aún era opción, ¿verdad?

Cuando la campana sonó Alan no tardó más de un minuto en tomar sus cosas para largarse de allí, pero antes de que pudiese cruzar la puerta Ame sentenció lo que sería su condena durante todo ese mes.

-Espero que no te moleste, pero me gustaría que nos juntáramos después de clases en la biblioteca para trabajar.

Asintió sin voltearse y se largó de allí.

Ninguna semana de almuerzo gratis valía eso.