La persona que estaba acompañando al que estaba apuntándome, le dió un pequeño golpe en la cabeza y ambos se quitaron la capucha y pude ver la cara de Fumiko y Shiro. Me sentí aliviada, pero no entendía cómo es que están juntos los dos. Shiro le dió un empujón a su mamá y se acercó a mi. Me sentía tan emocionada al ver que estaba bien. Shiro me abrazó y no pude corresponderle como quería, pues las esposas me estaban molestando.
—¿Cómo estás, mi diosa?
—Bien, ahora mejor que estás aquí. ¿Cómo estás tú?
—Muy bien. ¿Y mi otra princesa?— me tocó la barriga.
—Ella está bien.
—Estás muy pálida. Perdóname por no haber venido antes.
—No debemos hablar de esto ahora. Tenemos que salir de aquí. Me alegra mucho saber que ambos están bien. — dijo Fumiko con una sonrisa en su rostro.
—Quisiera poder abrazarte mejor, pero tengo esta mierda en mis manos.
—Estoy preparado para todo. — Shiro sacó de su pantalón la llave para abrir mis esposas. —Te ves muy excitante vestida así.— comentó con una sonrisa perversa.
—No cambias, Shiro.— su comentario me hizo reír.— Un criminal vestido de policía. Eso sí es excitante.
—No sabes lo excitante que puede ser. Estás esposas las guardaré para luego. — sonrió con malicia quitando las esposas de mis manos.
—Shu, ¿Cuánto nos falta por llegar?
—6 minutos.— respondió Shu.
—¿Shu? — pregunté.
—Si, el es quien está manejando.— respondió Shiro.
—Vinieron todos eh.
—Por supuesto. Teníamos que sacarte de este lugar de mierda. — terminó de quitarme las esposas de los pies y pude sentir un gran alivio.
—¿Qué hacemos con las que faltan?— preguntó Fumiko.
—Matarlas. Nadie puede salir de aquí viva. — dijo Shiro.
—Entendido. — Fumiko se fue a terminar con las chicas que faltaban.
Jamás pensé que realmente ellos serían capaz de esto.
—Ayudaré a mi madre. Vengo enseguida. — Shiro se fue con su mamá a encargarse del asunto y yo caminé hacia Shu.
—¿Cómo estás?— preguntó Shu mientras seguía manejando.
—¿Bien y tú?
—Me alegra que todo haya salido bien.
—¿Cuáles son los planes?— le pregunté.
—Las camionetas que vienen con nosotros no saben que está fue secuestrada. Por ende, vamos a desviarnos según tengamos la oportunidad. En unos cuatro minutos estaremos cruzando un puente. Ahí será cuando nos vamos adelantar. Ya nos están esperando y van a subir el puente según cruzemos.
—Yo escuché un helicóptero antes de subirme, Shu.
—Si, tenemos equipo para eso. Ese es el que menos me preocupa.
—¿Y qué es lo que te preocupa?
—Que tendremos a las fuerzas especiales detrás. Deshacernos de los policías es fácil, pero me preocupa que te vaya a pasar algo. Tenemos que llegar a nuestro destino ya.
—Ese es tu trabajo. Mantenerla a salvo, Shu. — comentó Shiro acercándose a nosotros.
—¿Qué haremos nosotros?— pregunté.
—Prepararnos para lo bueno. Te pondrás el chaleco y está ropa. Nos ayudará a ganar tiempo por si las cosas no salen como queremos. No sabemos cómo salgan las cosas, pero la fiesta estará por comenzar y ahora que te tengo conmigo puedo contra todo. —Shiro sonrió y me paso la ropa junto a un arma.
—Que empiece la verdadera diversión.
Los tres cubrimos una ventana de cada lado de la camioneta.
—En menos de 15 segundos, Shiro. — Avisó Shu.
—Necesito que te sujetes bien del asiento. — me pidió Shiro.
Shu se desvió por completo para dirigirse al puente. Me sujeté del asiento y me quedé mirando por la ventana. Estábamos pasando por encima del puente que mencionó Shu. Se sentían los movimientos fuertes de la camioneta. Shiro estaba con la radio en mano.
—Todo listo.
—Copiado.
En segundos que salimos del puente la camioneta dió un jalón y Shu aceleró más. El puente comenzó a subirse y las sirenas comenzaron a sonar. Se alertaron las otras patrullas, se vió desde el otro lado que se detuvieron todos.
—Todo ha salido de acuerdo al plan. — comentó Fumiko.
—Shiro, hay un helicóptero que esta de camino por el sur. — le hablaron por el radio.
—Encárguense de ellos. Manda al grupo que esta en la 605.
—Copiado.
—Grupo 1; en unos 5 minutos estaremos llegando al punto que acordamos. Estén preparados.
—Copiado, señor.
—Tenemos una complicación, Shiro. Obstruyeron la carretera 602. — informó Shu.
—Abre paso por el éste. — ordenó Shiro.
—Si lo hacemos van a saber nuestra jugada. Hasta que no salgan del maldito helicóptero van a seguirnos. Es un maldito milagro que no hayan disparado todavía.
—¿Por qué aun no han bajado al maldito helicóptero? Si disparan primero estaremos jodidos. — dijo Shiro a sus hombres por la radio.
—Todo se complico por ellos aparecer por el sur. — añadió Shu.
—Estamos en eso, señor.
—Yo me encargaré de espantarlos. Dame tu rifle. — le dijo a su mamá.
—¿Qué vas hacer, Shiro?
Shiro le arrebató el rifle de las manos y abrió la puerta de la camioneta, puso su pierna entre el asiento y la barra de metal que lo sujeta y se asomo.
—¿Estás perdiendo la cabeza, Shiro?—le gritó Shu.
—Solo maneja y cállate. — apuntó hacia el helicóptero y comenzó a disparar.
—No voy a poder darle con estos movimientos que estás dando, Shu.
En instantes de Shiro decir eso, se escucharon otros disparos y miré por la ventana, el helicóptero estaba tratando de esquivar los disparos y tuvo que elevarse.
—Este es el momento. Maneja hasta el punto de encuentro y hagamos el cambio.
—Bien.
Alcancé a ver a lo lejos una línea de autos en la misma dirección que íbamos. Ahí fue donde entendí el plan de Shiro.
—Acércate, princesa. — caminé hacia Shiro y nos paramos al lado de la puerta. Puso su mano alrededor de mi cuerpo y me acercó a él.
Cuando estabamos lo suficiente cerca de los autos, ví que los hombres de Shiro se bajaron. Ahí fue cuando Shu presionó el frenó de un golpe antes de chocar con uno de los vehículos que estaba al frente.
Según se detuvo nos bajamos todos y sus hombres se subieron a la camioneta. Nosotros nos subimos a uno de los vehículos y Shu fue quien continuó manejando.
—No hay rastro del helicóptero y es extraño. — comentó Shu.
—Mejor así, niño.— añadió la mamá de Shiro.
Miré por la ventana y Shu tiene razón. No había rastro del helicóptero y es sumamente extraño. No creo que vayan a desistir tan pronto, no creo que vayan a permitir que escapemos así como así. Todo el camino se veía todo muy tranquilo y eso me preocupo demasiado. Shiro trató de comunicarse con sus hombres por la radio, pero ninguno se reportó.
—Cambiemos la ruta. Esto no me gusta para nada. — comentó Shiro.
Shu cambió de ruta y fue cuando se dió cuenta de que había una barrera de clavos en la carretera.
—¡Es una emboscada, Shiro!— Shu trató de frenar de golpe tratando de evitar pasar por encima de ellas, pero se dió cuenta muy tarde. No tuvo tiempo de desviarse de la carretera. El auto se barrió de lado a lado, por suerte Shu pudo manejar el asunto y detuvo el auto con éxito. Varios hombres vestidos con uniforme militar rodearon el auto, no se de dónde salieron; todo pasó tan rápido que no hubo tiempo de nada. Sin llantas no íbamos a poder ir muy lejos.
—Esconde está arma en tu pecho, chiquita. Todo estará bien.— Shiro me pasó una 9mm y la acomodé como pude sin llamar mucho la atención. Lo hice por debajo del chaleco, ahí no podrían percibirla a menos que me lo quiten y eso sería un problema.—No hagan ninguna estúpidez. No quiero que vayan a dispararnos. Nos entregaremos a la buena.
—Entendido.
—Bajénse del auto y pongan las manos donde las podamos ver.— escuché la voz de mi hermano y fijé mi mirada a el.
—Maldito infeliz. Es mi hermano, el mismo que me entrego a la policía y solo por la recompensa.
—Luego se la cobraré, amor. Ahora vamos a bajarnos, preciosa.— abrí la puerta lentamente.
—Vamos a tirar las armas. No disparen. — avisó Shu tirando su arma afuera y luego se bajó.
Shiro y yo hicimos lo mismo. La madre de Shiro salió por la otra puerta y tiró el arma. Subimos las manos a nuestra cabeza y me quedé viendo a mi hermano.
—Dos pájaros de un tiro. Gracias hermanita, por hacerme el trabajo más fácil. — soltó una carcajada y sus hombres hicieron lo mismo.
—Te mataré. — le dije molesta.
—Ya quiero ver cómo le harás. Vas a regresar a ese hueco de dónde no debiste salir.
Shiro comenzó a reír.
—El dinero pesa más que la sangre. Ya quiero verte de rodillas y besando el piso, cuñado. — Shiro sonrió con malicia.
—No pensé que sería tan fácil atrapar a alguien como tú. Por lo que veo no eres tan bueno como dicen. Entregarte por una simple mujer, es algo realmente tonto.
—En realidad el único tonto aquí eres tú. ¿Qué te hace pensar que alguien de tan bajo rango podría entregarme y salir ileso?
—Estoy acostumbrando a lidiar con gente como tú. Ya vendrán a recogerlos para llevarlos al hueco a los dos.
—No vas a salirte con la tuya.— añadí.
—Tú cállate. Tendrás a ese engendro detrás de las rejas, me preguntó qué harás haya dentro con el. Estarás encerrada sin esperanza de poder salir algún día. ¿Qué dirían nuestros padres al verte de esta forma? Convertida en esta mierda. — me puso el arma en el mentón y me hizo mirarlo.— Eres una deshonra. Por suerte, no tendrán que presenciar este escenario.
—Si, estarían avergonzados de tener a dos hijos como nosotros. Digo, Porqué te estás incluyendo, ¿verdad? No creo que haya una mierda peor que tú. Un militar interesado que entrega a su hermana a la policía solo para llenarse el bolsillo de dinero, eso sí es una deshonra. Nuestros padres estarían tan decepcionados de ti.
—No iban a durar mucho tampoco para presenciar esto. Esos viejos no servían para nada.
—Cuidado con lo que dices.
—¿Te duele que hable de los viejos?— arqueó una ceja.
—Te voy arrancar la lengua.
—Oh, solo digo la verdad. Si estuvieran vivos solo te cubrirán las espaldas. ¿No es eso lo que siempre hicieron?
—¿Estás celoso, hermanito?
—¿Porqué estarlo? Si ya están bien muertos.
—Lo dices como si no te importará.
—Porque en realidad no me importa. Solo eran una molestia. Tú debiste haberte muerto con ellos, así no hubiera tenido que perder mis años cuidando de ti. Tienes más vida que un gato, hermanita.
—¿Cómo te atreves a decir eso?— presioné fuertemente mis puños de la rabia que sentía. — Yo te admiraba y te quería mucho. Quería ser como tú, ¿Cómo puedes decir eso luego de todo?
—Eres muy estúpida. ¿Cómo pudiste siquiera pensar que me importabas tú, o esos viejos? Jamás podrías importarme. Tu no eres realmente mi hermana. No tenemos ni siquiera la misma sangre. Lo único bueno que logré sacar en dejarte vivir, es el dinero que voy a recibir ahora. — esbozó una sonrisa maliciosa.
Esas palabras eran como un puñal en mi pecho. Sentía ganas de llorar, pero de la rabia que me estaba consumiendo por dentro. Mi cuerpo estaba temblando por aguantar esa presión.
Alcancé a ver a los hombres de Shiro que se estaban acercando sigilosamente y rodeando a los militares que estaban con mi hermano.
—Tú fuiste el culpable de ese accidente, ¿Verdad?— mi hermano esbozó una sonrisa.
—¿Quién crees que cortó los frenos, tonta? Eres muy estúpida para haberme creído todo este tiempo. Eres igualita a tu madre. Igual de estúpida.
Ese comentario acabó con todo lo que estaba soportando.
—¡Te voy a matar!— le di un golpe a su brazo para hacerle caer el arma. Shiro le puso su brazo en el cuello y sus hombres comenzaron a disparar. La madre de Shiro y Shu sacaron las armas del auto. Yo saqué la que tenía debajo de mi chaleco y se la pasé a Shiro. Mi hermano sacó otra arma, por suerte lo ví a tiempo y pude darle una patada a su mano. Shiro ejerció más fuerza en su cuello, mientras que Shu se encargaba de los demás hombres.
Mi hermano estaba tratando de darle patadas a Shiro, pero él no lo soltaba.
—Estás herida. ¿En qué momento?— me preguntó Shiro mirando mi pierna.
—Esto no duele más que el dolor que siento en el pecho. — no sé en qué momento sucedió, pero ni siquiera me dolía. Tenía tanta presión en el pecho que nada más me importaba.
—Encárgate de este cabrón y que no se escape. — le dijo Shiro a su mamá.
—Hay que salir de aquí antes de que la policía llegue.— dijo la madre de Shiro.
—¿Dónde están los autos?— preguntó Shiro a uno de sus hombres.
—Ya vienen en camino, señor.
Shiro empujó contra uno de sus hombres a mi hermano y le dió una patada en la barriga, haciendo que mi hermano cayera al suelo.
—Me voy a encargar personalmente de ti, cuñado. Te daré un buen trato que va por la casa.
—Cuando sepan que tienes de rehén a un oficial de la ma… — Shiro lo interrumpió.
—Oficial mis pelotas. ¿Qué sucede? ¿Ya estás cagado, cuñado? Me voy a divertir contigo y no tienes idea. Me debes muchas y a mi mujer también. Así que cierra la boca por ahora. — Shiro le dió una patada en la cara y se acercó a mi.
—Déjame verte la herida. Siéntate en el auto. — me senté en el auto y Shiro alzó parte del pantalón. —Fue solo un rasguño, pero debes tener más cuidado, princesa.
—Lo se.
—No estés así. Vamos a cobrarle todas a ese infeliz. Lo tendrás de rodillas a tus pies, mi reina.
—Eso no me va a devolver a mis padres, Shiro.
—Pero podrás vengarte y tus padres podrán descansar en paz, princesa.
—¿Estás bien, Rui?— me preguntó Shu acercándose al auto.
—Si, estoy bien.
—Llegaron los autos. Debemos irnos.
—Encárgate del hermano de mi mujer. Yo me iré en otro auto con ella.
—Esta bien, Shiro.
—¿A dónde iremos ahora, Shiro?
—Iremos a una casa de seguridad. A él lo llevará a la bóveda para encargarnos de él luego. Ahora necesito que te relajes, te alimentes y descanses. Han sido días fuertes para ti y no puedes olvidar que estás embarazada.
—Yo voy a encargarme de él, Shiro.
—¿Estás segura de querer hacerlo?
—Sí, más que nada. Quiero acabar con ese infeliz yo misma. Jamás pensé que él pudo haber sido capaz de hacerle esto a mis padres y te juro que me las va a pagar.
—Te aseguro que las va a pagar muy caro, princesa. Ese rata está más que muerta y no solo por haber matado a tus padres, también por haberse metido con mi mujer. Eso es algo que no perdonó.
—Gracias por haberme sacado de ese infierno. Sabía que vendrías por mi, Shiro.
—Claro, no importa en las circunstancias que estemos, siempre voy a estar ahí.
—No quiero dañar el momento, pero necesito irme con mis hombres. — dijo la mamá de Shiro.
—Espero termines con esto pronto, madre. No me gusta la idea de que estés en ambos bandos.
—No te preocupes, hijo. No será por mucho, pero tengo que terminar lo que empecé.
—Te dejaremos cerca del edificio viejo. Te encargas de protegerte tú misma. Tengo que reunir a más hombres.
—De acuerdo. Hubiera querido hablar un poco contigo, Rui, pero tengo asuntos que atender. Espero que todo salga bien. Cuídense los tres.— miró a Shiro y le dio un golpe en el brazo.
—¿Y a ti qué rayos te pasa?— preguntó Shiro molesto.
—Cuídala mejor, no la vuelvas a poner en riesgo.
—Pero mira quien habla.
—Gracias por preocuparse. En realidad no fue culpa de Shiro. Él trató de ayudarme hasta el final, pero algo bueno salió de todo esto; pude enterarme de la verdad y por suerte, mi bebé está bien.
—Eso lo sabremos cuando te vea un doctor. Estás toda golpeada y estoy seguro que no has podido comer nada decente durante estos días.
—No te preocupes, Shiro. Todo estará bien.
La madre de Shiro soltó un risita divertida.
—Por fin algo te importa, hijo.
—Será mejor que guardes silencio.
Me duele todo el cuerpo, pero al menos salí de ese lugar. Me tranquiliza poder ser libre. Estoy consciente que no merezco estar aquí afuera y que mis padres deben estar retorciéndose en la tumba al ver en lo que su hija se a convertido y no solo en eso, si no también por lo que estoy planeando hacer. Ya no puedo ser esa mujer inocente, tonta y débil que era. Ha llegado el momento de tomar mi lugar como mujer de Shiro. Es una decisión que ya tomé y no hay vuelta atrás. Si sigo siendo débil no podré defender a mi familia y ellos son lo único que tengo.
Llevamos a la madre de Shiro a donde teníamos que llevarla. Se despidió de nosotros y seguimos nuestro camino. Por suerte, no sucedió nada. Shu nos trajo a la casa de seguridad y nos bajamos Shiro y yo.
—Ya sabes que hacer con este auto. Lleva al hermano de Rui a la bóveda con los demás hombres. Quiero que lo vigiles tu.
—De acuerdo. ¿Algo más?— preguntó Shu.
—No, nada más. Te avisaré cualquier cosa y cuidado con lo que haces.
—Espero que te mejores, Rui.— me dijo Shu.
—Gracias, Shu. — sonrió y se montó en el auto.
Shiro se puso serio y me llevó dentro a la casa.
—¿Aún sigues con los celos?
—Esa mirada que te da no la soporto.
—Deberías dejar esos celos. Al único que quiero es a ti.
—Mas te vale, muñeca. — sonrió y me acarició la cabeza. — Que feliz estoy de tenerte de vuelta. — me acercó a él y me abrazó.
—Yo estoy feliz de estar de vuelta contigo. No sabes cuánto te extrañamos.
—Ve a ducharte y relájate un poco. Voy a encargar comida, ¿Algo en particular que desees?
—Mmm, A ti. — sonreí inocente.
—Veo que estás directa y traviesa hoy. Me tendrás todo para ti esta noche. — esbozó una sonrisa pícara.
—Iré a bañarme. Ya mismo regreso, cariño.
Subí las escaleras y busqué el cuarto principal. Entré al baño y me quedé por un rato largo. Estaba sintiendo una especie de ardor en la barriga, supuse que era el tiempo que había estado sin comer. Avancé a salir del baño y terminé el aseo. Me puse una toalla y salí al cuarto.
—Esta ropa es para ti, princesa. — Shiro me mostró una camisa de él.
—¿Crees que me sirva? Mi barriga está mucho más grande y hace tiempo no me pongo una camisa tuya.
—Te servirá. Quiero verte así. — caminó hacia mi y me quitó la toalla. —Te ves exquisita como siempre. — se quedó mirando mi cuerpo desnudo.
—Siempre tan pervertido.
—A ti te encanta que sea así, ¿O me dirás qué no? — me acercó su cuerpo y me besó.
Un beso tan intenso y dulce a la vez. Es como si hace mucho no hubiera podido sentir esto. Mi cuerpo se estremeció al sentir sus manos alrededor de mi. El sonido del timbre de la puerta nos detuvo.
—La comida está abajo, pero el doctor llegó antes de tiempo.
—¿Llamaste al doctor?
—Si, quiero saber que todo esté en orden. Quiero que comas primero y luego que te atienda.
—Esta bien, mi amor. — lo besé nuevamente y mordió mi labio inferior.
Shiro bajó antes que yo y me puse la camisa que me entregó para bajar a la mesa. Vi al doctor subir con unos aparatos y me quedé sentada comiendo mientras tanto. Tal parece que hubiera pasado mucho tiempo desde que comí algo decente. Estaba hambrienta. Shiro se unió tiempo después a comer y al terminar, subimos al cuarto donde el médico nos estaba esperando. Me hicieron un sonograma y el doctor se mantuvo un rato pasando ese aparato en mi barriga.
—¿Cómo está todo, doctor? — le pregunté al ver que llevaba rato moviendo eso en mi barriga y estába en silencio.
El doctor se quedó en silencio y miró a Shiro.
—¿Qué está pasando, doctor? — preguntó Shiro.
—¿Puedo hablar con usted un momento, Sr. Shiro?
El doctor y Shiro salieron afuera. Me quedé preocupada sin saber que estaba sucediendo. El doctor estaba actuando extraño y evadió responder la pregunta que le hice. ¿Qué está sucediendo?
—¿Qué pasa con mi bebé, doctor?
—El bebé no se está moviendo y no se escuchan los latidos de su corazón, señor.
—¿Eso qué significa, doctor?
—Parece que el bebé…
—¡Habla de una puta vez! ¿No ves que estás preocupando a mi mujer?
—Está muerto, Shiro.
—¿¡Qué?!