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Chapter 53 - 52

—Quiero ver las cámaras de seguridad del Hotel. — le ordenó Shiro al dueño.

—No entiendo cómo pudo pasar algo así en mi Hotel, Sr. Shiro.

—Llévame al cuarto de las cámaras de seguridad ahora.

—Venga conmigo, Sr. Shiro.

Buscaron en las cámaras de seguridad y Shiro se quedó viendo los vídeos del pasillo.

—Detén el video ahí. — se quedó viendo cada detalle.

¿Uniforme militar? Mi madre no está aliada con militares. Esto no puede ser obra de ella. El hijo del comandante está muerto, no pueden tener nada que ver en esto.

Recuerdos:

—El hermano de la Srta. Rui Kimura es militar, Sr. Shiro.

....

Eso explicaría el porqué se la llevaron solo a ella. ¿Con qué motivo se la llevaría? ¿Cómo supo dónde estábamos?

No tengo más pistas de su paradero. No tengo de otra que creer en esa teoría.

—Quiero que averigüen sobre las bases militares más cerca por esta zona. Quiero un mapa con una y cada una de ellas.

—Si, señor.

���¡Tenemos que encontrarla ya!

.......

Corrí por el bosque sin rumbo. A diferencia de todas esas veces que estuve en un lugar así, esta vez al menos no estoy herida. Llevo horas corriendo por el bosque, no he escuchado, ni visto a nadie. Tengo que buscar un lugar donde pueda descansar. Está de noche y si sigo caminando sin rumbo fijo podría perderme más. Tengo que mantenerme alerta a cualquier ruido. Me recosté de un árbol y traté de coger algo de aliento. Estaba cansada de correr tanto. Agarré el arma con ambas manos y me quedé quieta, cuando de pronto escuché un sonido muy cerca. Me levanté y me coloqué detrás del árbol apuntando en dirección al ruido. Escuché el sonido de un animal, pero no estaba segura de lo que era. Tengo que subir al árbol. Traté de trepar el árbol y cada vez escuchaba el sonido más cerca. Tratando de subir puse mi pierna en una rama que estaba floja y me tuve que aguantar del árbol para no caerme. Ese sonido alertó al animal y lo que fue hizo un ruido de furia. Estaba espantada, pero no es momento de tener miedo. Sentí algo extraño que rozó mi pierna y la subí lo más rápido que pude. El animal estaba subiéndose al árbol y lo que me tocó fue su pata. Hacía ruidos más fuertes y yo seguía tratando de subir más alto. Cuando me sentí segura en una rama saqué el arma de mi pantalón y apunté. No me atrevía a disparar porque haría demasiado ruido, pero si no lo haga terminará por devorarme. Al ver la insistencia del animal tuve que disparar por obligación. Se escuchó un sonido cuando cayó el animal al suelo junto a un sonido desgarrante del pobre animal. No quería matarlo, pero era mi vida o la suya. Lo mejor será sacarlo de su sufrimiento. Me fui bajando del árbol y le volví a disparar. No podía distinguir que tipo de animal era por la poca claridad que había, pero lo que no cabía duda es que era algo grande.

Tenía que calmar mis nervios, luego de ese susto tan espantoso. Tengo que salir de aquí. No sabía qué hacer. Sé que tengo que irme, pero no sé cuánto tiempo esté en este lugar y el hambre me estaba matando. No sé si deba quedarme cerca de este lugar y temprano en la mañana buscar la forma de alimentarme de eso. La idea me dió escalofríos por todo mi cuerpo, pero mi bebé necesita alimento. Por estar pensando en todo eso, había olvidado lo más importante. Sentí un golpe en mi cabeza, lo último que recuerdo fue mi visión borrosa.

Desperté y me dolía la cabeza y peor aún, estaba atada a unos barrotes. El lugar lucía como una cueva. Había muchas rocas y tierra en el suelo. No sentía casi ventilación, sentía que el aire me faltaban y gotas de sudor bajaban por mi rostro. ¿Dónde mierdas estoy? Forcejeando con las ataduras escuché los pasos de alguien y fijé la mirada a la persona.

—Raiki…— sentía rabia.

—Aquí estarás cómoda por esta noche. Mañana temprano te llevaré a la cárcel para salir de una vez de esto. Me estás dando mucho trabajo, hermanita.

—Maldito seas, Raiki. Me las vas a pagar. — le grité molesta.

—Ahora me dirás dónde está ese novio que tienes. — comencé a reír.

—¿Realmente crees que te diré una sola palabra?— me dió una bofetada.

—Tarde o temprano lo voy a descubrir de igual manera.

— Y te va a matar de una linda manera también. Inténtalo.

—Estás subestimando a tu hermanito.

—Y tú estás subestimándonos. — comenzó a reír.

—Van a terminar detrás de las rejas como lo criminales que son.

—Tu terminarás quedándote sin ninguna recompensa, porque aún si me encierras, él no te dejará disfrutarla. Espero estés consciente de eso.

—Ya veremos. Ya quiero verte teniendo a ese engendro tras las rejas. Espero duermas bien por esta noche, hermanita.

Shiro no va a permitir que eso suceda. Te haré tragar todas esas palabras, maldito.

Al día siguiente me llevaron amarrada como un perro hasta la policía. Raiki solo se quedó observandome con una sonrisa llena de malicia. No dejaron que me defendiera. Me llevaron directamente a la celda de la comisaría. Estaría en espera de que me trasladen a la cárcel de máxima seguridad en Tokio. No tengo permitido hacer ninguna llamada, ni tampoco tuve oportunidad de escapar. Se aseguró de amarrarme bien y lo peor es que no dudó en traerme a este lugar. Las guardias son unas amargadas, no dudaron en molestarte desde que llegué. Necesito buscar la forma de que la información llegue a oídos de los hombres de Shiro. Solo espero que él esté bien y que alguien lo haya ayudado, se veía muy mal.

Pasé muchas horas de angustia antes de que vinieran a llevarme. Me esposaron de piernas y manos, como toda una criminal. Me agarraron el brazo bruscamente para subirme dentro de una guagua escolar color negra, junto a otras mujeres más. Creí que estarían llevándome en una camioneta blindada o algo parecido, pero no. Me tiró de mala forma en el asiento, al estar atada de las piernas hizo que casi cayera al piso. Traté de agarrarme del asiento delantero evitando caerme. Ni siquiera tienen compasión al ver que estoy embarazada. No puedo pedir que tengan consideración, pues sé que ante sus ojos soy solo una criminal.

La guagua se puso en marcha, estuve mirando por la ventana esperando ver quizás a Shiro, pero es imposible que suceda ya que nadie sabe sobre esto. Maldito Raiki, me las va a pagar.

Llegamos al aeropuerto donde nos estarían llevando a todas. Dos guardias nos escoltaban hasta entrar al avión. Contemplé la vista y disfruté de ese aire fresco por última vez, ahora no sé hasta cuando podré ver la luz del día. Me sentaron al lado de una de las guardias y puso el rifle en mi dirección tratando de intimidarme, pero eso no funciona conmigo. Me quedé lo más tranquila posible y ignore su presencia.

El viaje no fue muy largo, tan pronto llegamos nos fueron bajando a todas. Había alrededor de tres camionetas blindadas y aproximadamente unas seis a siete patrullas de la policía. Había una línea de guardias escoltandonos a todas hasta entrar a la camioneta. Tan pronto me senté en el asiento, una de las prisioneras se sentó al lado mío.

—Me pareces conocida. ¿Cómo te llamas?

—¿Para que quieres saber mi nombre?— pregunté dudosa.

—Las dos vamos para el mismo hueco. No creo que tengas que ser tan amargada.

—Tengo que serlo. No conozco tus intenciones y tampoco pareces alguien de confiar.

—¿Qué dijiste?

—Lo que escuchaste. No quiero hacer ni enemigas, ni mucho menos amigas.

—Eres muy malcriada, niña.

—De tantos asientos, ¿Por qué precisamente te sientas en el mío?

—Porque te conozco, niña. Eres la mujer que salió en las noticias, que al parecer tiene vínculos con la mafia. ¿Cuán cierto es eso?

—No es tu problema. No entiendo por qué la curiosidad.

—Mi marido también está en ese bajo mundo.

—No debería hablar sobre eso. Este lugar es el menos indicado.

Según subió la última prisionera emprendimos el viaje. Esa mujer seguía hablando de su marido por todo el maldito camino. Traté de ignorarla ya que tenía dolor de cabeza con tanta habladuría.

Hubieron varios murmullos entre las prisioneras y estaba tratando de saber que era lo que pasaba. La señora que se sentó al lado mío trató de escuchar la conversación, pues no sé entendía lo que estaba sucediendo con tanto alborotó. Se escuchó un disparo dentro de la camioneta y traté de levantarme un poco para mirar por encima del asiento del alfrente y ví dos personas encapuchadas con el uniforme de las guardias. Fueron asiento por asiento disparándole a una y cada una de las prisioneras. Estábamos en los asientos del medio de la camioneta. Todas entraron en pánico y trataron de levantarse de las sillas. Las están matando sin piedad a todas.

¿Serán de los enemigos de Shiro? Fue lo primero que me pasó por la cabeza. Estaban disparando a diestra y siniestra. La mujer que se sentó al lado mío al ver lo que estaba sucediendo se volvió como loca.

—Esto debe ser por tu culpa. — dijo la señora.

Se levantó del asiento y trató de correr hasta la parte de atrás de la camioneta. Según se dieron cuenta le dispararon desde donde estaban. Quedé petrificada. No tuve de otra que quedarme sentada. Estoy embarazada y si me muevo van a matarme.

No sabía qué hacer. Se estaban acercando a donde estaba yo. No sabía si hacerme la muerta, o rogarles que no me maten. Las esposas me impedirían poder defenderme como quiero, aparte que no cuento con un arma.

Solo se escuchaban los gritos de desesperación de las prisioneras y los disparos. La camioneta aún estaba en movimiento. Cuando llegó mi turno la persona me apunto con el arma y quedé helada. Intenté ver su rostro, pero la capucha impide que pueda ver quién es. Cargo el arma y la acercó a mi cabeza.

¿Acaso voy a morir aquí?