Según llegamos a la casa, Shiro me permitió quedarme con ella en el cuarto que le asignó y mandó a buscar una libreta con un lápiz.
—Lo siento por haberte dejado sola. Sé que te tuvieron que haber hecho pasar las peores cosas allá dentro de la cárcel. No sabía que iban a sacarme, por eso no tuve tiempo de despedirme.
Agarró el lápiz y escribió:
—Gracias — sonrió relajada.
—No habíamos tenido el momento, ni la forma de conocernos mejor. Quisiera saber tu nombre.
—Yuriko — escribió.
—Es un lindo nombre. El mío es Rui, espero podamos ser buenas amigas— asintió con su cabeza sonriente—. Dejaré que puedas darte un buen baño y descansar. Ha sido un día largo y debes estar cansada. Si necesitas algo puedes buscarme. Espero te sientas cómoda aquí.
—Gracias por todo y a él también — escribió.
—Se lo diré. Relájate y descansa — sonreí antes de salir de la habitación.
Creo que debe ser el momento en que le pregunte a Shiro por su extraña actitud. Me dirigí al cuarto y estaba en toalla, tal parece que salió del baño ahora. Miré a otra parte y caminé a la cama, me senté en el borde esperando que terminara.
—¿Qué te sucede, Shiro? Has estado actuando extraño todo el día. ¿Aún tienes fiebre?
—Ya se me pasó, te dije que no era para tanto. No entiendo tu pregunta. He estado actuando como siempre. ¿No serás tú la que está viendo todo distinto, o será que te estás preocupando demasiado por mi?
—No es que me importe, solo quería saber.
—Estaba pensando en cómo debería cobrarte este favor. ¿Sabes todo lo que me costó? Estoy siendo muy bueno cumpliendo tus caprichos. ¿Cómo vas a pagarme lo que acabo de hacer?— ya olvidaba que quería algo a cambio.
—No he pensado en una forma.
—Pues piénsalo, porque no hago nada de gratis.
—¿Qué es lo que quieres?
—¿Me estás dejando decidir?
—Si está muy por encima de mis posibilidades olvídalo.
—Y si quiero tu cuerpo, ¿me lo darás?
—Pide otra cosa.
—Ya lo olvidaba, ese lo puedo tener sin necesidad de obligarte. ¿Por qué no me dices la palabra que se utiliza en este tipo de situaciones?
—¿Eh? — no hay forma de que diga algo como eso.
—¿Qué sucede? ¿Tu orgullo no te deja decirlo?
—No diré algo como eso. Lo hiciste porque fue un trato, no tengo que agradecerte.
—Había pensado en que tu amiga me puede servir de mucho. Tiene un cuerpo bonito, una carita bonita, lástima que no puede hablar; aunque tiene su ventaja, puede servirme mejor que tú y no darme tanto dolor de cabeza.
—¿Para eso la sacaste de ahí? ¿Cómo te atreves a verla de esa forma? Eres de lo peor, Shiro. A ella no te le vas a acercar.
—¿Estás celosa?
—Eres un imbécil si crees que algo como eso va a darme celos. No te le acerques.
—En el trato que hicimos no acordamos nada; solamente que la sacaría, pero jamás me dijiste que no podía usarla. No es algo que tú decidas, salvaje.
—No dejaré que te le acerques.
—¿Qué hay con esa actitud, linda? — se acercó, y me quedé quieta —. ¿Por qué no eres más cariñosa conmigo? Sería una buena paga.
—Todo esto lo haces para provocarme, pero espero que realmente no estés considerando meter a mi amiga en esto. Ya sabía que ibas a utilizarla para chantajearme y me molesta que sea así.
—No me importa que te moleste — me tiró a la cama y su subió sobre mí—. Has sido muy ingenua. ¿Crees que ahora que tengo control sobre ti, no sacaré provecho alguno?
—¿Qué mierda quieres? Hasta ahora he hecho todo lo que has pedido al pie de la letra. ¿Qué más quieres que haga? ¿No ha sido suficiente?
—No es suficiente, salvaje.
—¿Qué más quieres entonces? No te entiendo.
—¿Para qué quieres entenderme? Te he dicho lo que quiero de ti, y hasta ahora parece que no he sido claro. ¿Eres muy estúpida, o es que te haces?
—¿Sexo? ¿Eso es lo que quieres? ¿No puedes hacer eso con cualquiera, o qué? ¡Háblame claro de una puta vez!
—Te quiero a ti. ¿Todavía no me dejo entender? — me puse nerviosa ante su comentario.
—Eso se malinterpreta, idiota — desvíe la mirada.
—Oh, ¿No puedes mirarme?— no es el momento de ser tan débil, maldita sea.
—¿Si digo lo que querías, no te acercarás a ella?
—¿Te quedaste sin palabras y preferiste cambiar el tema?— rio, y me encaró—. Digamos que con eso me conformaría, al menos por ahora.
¿Por qué me cuesta decir tanto una maldita palabra? Es una simple palabra que tengo que decir y va a librar a mi amiga de todo este problema. Lo pensé muchísimo, pero luego que recobré la valentía lo dije.
—Gracias, Shiro — traté de sonar lo más sincera posible, mientras que él se quedó visiblemente sorprendido.
—No esperaba que lo dijeras, pero estoy satisfecho. Vete a bañar — se veía nervioso, se levantó de encima de mí y caminó a la puerta.
—¿A dónde vas, Shiro? Estás en toalla, aún no te has vestido.
—Sí, ya vete — salió así de la habitación, y me quedé atónita.
¿Y a este qué mierda le pasó? No creo que se sienta peor que yo con la vergüenza. Tener que agradecerle algo a ese imbécil es lo peor.