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Chapter 18 - 18

—Será mejor que nos demos prisa o tu jefe se molestará. 

—Hoy mi trabajo es fuera de la oficina. Queda muy poco para su boda y hoy debo terminar todo lo que hace falta. 

—Debemos celebrar otro día entonces— me hizo un guiño y alcanzó la libreta de notas en mi bolsillo. 

—¿Y qué podríamos hacer para celebrar? 

—Hablaremos de eso luego, ahora continuemos con tu trabajo. No quiero que por mi culpa tengas problemas con ese ser. 

Recogimos el traje, y así mismo en la caja lo llevé a la casa de la novia para tachar de la lista esa encomienda. Para nuestra sorpresa, el auto de mi jefe estaba estacionado frente a la casa. En todo momento pensé que él estaría en la oficina, no que lo encontraría aquí. Por suerte, Mónica no vino en mi auto, ella se encontraba en el suyo y lo había estacionado detrás del mío.

Me bajé del auto con la caja y a la primera persona que me abrió, que fue la empleada de la casa, se lo entregué en las manos para rápidamente tratar de desaparecer, pero mi jefe me llamó al bajar el primer escalón de la entrada. 

—Steven...

—Hola, señor— paré en seco, y me giré hacia él arreglándome los espejuelos. 

—¿Por qué tanta prisa? ¿No podías al menos entrar a saludar a Celina? 

—Lo siento, es solo que aún faltan varias cosas por hacer y estoy un poco corto de tiempo, señor. 

—¿Corto de tiempo? Habías dicho que te faltaba poco para terminar. 

—No recuerdo haber dicho eso, señor. Faltan las decoraciones, más debo ir a la floristería y… — me interrumpió haciéndome seña de que guardara silencio, y me tragué las palabras. 

—¿Y ese auto? — miró en dirección al auto de Mónica, y no encontraba qué decir. 

¿Por qué debo encontrarme de nuevo en esta situación tan complicada? Él la verá tarde o temprano, aunque no sé si le moleste que esté haciendo mis obligaciones acompañado. 

—Hola, Sr. Steven— Celina salió a saludar, y lo vi como una oportunidad de cambiar el tema.

—Saludos, Srta. Celina— creo que estaba hasta sudando al sentir tanta presión—. ¿Cómo ha estado? 

—Muy bien, ¿Y tú? No sabía que vendrías hoy. 

—Le he traído su vestido, señorita. La empleada a debido llevarlo a su habitación. 

—¿El vestido? —preguntó sorprendida.

Estaba distraído hablando con Celina, creyendo que eso me hubiera ayudado a no tener que responder la pregunta del jefe, que no me había percatado de que ya él no estaba con nosotros. Había caminando hacia el auto de Mónica y dejé a Celina con la palabra en la boca para ir detrás de él. Cuando algo se le mete entre ceja y ceja, no hay nadie que se lo quite. No sé por qué él ha tenido tanta curiosidad de conocer a Mónica. Tal vez es que ya la reconoció, y por eso insiste tanto. 

Me detuve al lado de la puerta del auto de Mónica, había venido a toda prisa para evitar que la viera. No quería causarle problemas, porque sabía que esto le podría traer más. Conociendo a mi jefe como lo conozco, lo más probable le haga pasar un mal rato. 

—¿Qué haces? — preguntó en un tono molesto, mientras que yo trataba de tomar algo de aire. 

Corrí tan rápido, que la fatiga no me dejaba hablar. 

—Ella es mi mujer, señor. ¿Qué mejor que una mujer para conocer los gustos de otra?

—No tengo ningún problema en que estés acompañado. ¿Te molestaría presentarme a la misteriosa mujer que te lleva actuando extraño últimamente? 

—Ya que tiene tanto interés de conocerme, le daré el agradable privilegio de hacerlo — Mónica se bajó del auto, y la miré sorprendido—. Mi nombre es Mónica, conocida por usted cómo: "La gorda que estropeó un contrato muy importante de la compañía". Es un placer conocerlo— le agarró la mano y le dio un apretón.

Su tono sarcástico fue nada, comparado a esa acción que hizo. A él no le gusta ser tocado por nadie. De hecho, no puede tolerarlo. Ni siquiera hemos tenido un apretón de manos, a pesar de llevar tantos años de conocidos y trabajando para él. Su enfermedad es tanta, que con solo ver algo sucio, muchas veces termina colapsando. 

Su palidez instantánea, me hizo prepararme para lo peor. Su piernas perdieron la fuerza, y quise sujetarlo para que no se cayera al suelo, pero prefirió retroceder con sus piernas flaqueando a permitir que lo tocara. 

—Tu… — se desajustó la corbata, ya que toda su frente e incluso su cuello estaba sudoroso. Las manos le temblaban y buscaba desesperadamente el desinfectante de manos en los bolsillos, pero no lo encontraba. 

—Permíteme buscarlo por usted, señor.

—¡No te me acerques!— retrocedió más, y Mónica se le quedó viendo. 

No sabía qué hacer. Él no quería que me acercara, pero sabía que estaba pasándola mal ahora y sentí algo de lástima por él. Quería ayudarlo de alguna manera. 

—Mira nada mas… Siempre habla quien menos puede— se acercó, y él la siguió con la mirada. Su respiración estaba agitada y sujetaba el cuello de su camisa—. Si yo no estoy apta para trabajar en donde estoy ahora, usted tampoco lo está. ¿Ha visto lo patético que se ve? Como todo un ser miserable e inútil. Supongo que al final, cada quien obtiene lo que se merece. No pensé que el Karma lo alcanzaría tan pronto y me permitiría disfrutar de estar presente en este momento, pero veo que hoy es mi día de suerte— sonrió, y me le quedé viendo. 

Nunca había visto a Mónica de esa manera. Sé que tiene razones de sobra para estar molesta con mi jefe, pero alegrarse del mal ajeno no es para nada bueno.