—Dios mío, te juro que nunca imaginé que algo así saldría.
—¿Y qué pensaste que saldría, Steven?
—Todo, menos eso.
—¿Todo, menos eso?— repitió mirándome fijamente, pero estaba muy nervioso para pensar en una respuesta que lograra calmarla a ella, y calmarme a mí mismo.
La puerta la tocaron y pensé que fue la oportunidad perfecta para poder evadir la situación por el momento.
—Debe ser la pizza. Iré a recibirla— busqué mi cartera, y ella me pasó la suya—. ¿Eso para qué es?
—Para que la pagues.
—Yo puedo hacerlo, no te preocupes— me di prisa a ir a la puerta sin dejarla añadir algo más.
Mi cara quería caerse de la vergüenza todavía. No encontraba cómo mirarla, sin andar imaginando esas cosas extrañas que salieron en la televisión. Eso es enfermo.
Abrí la puerta, pero para mí sorpresa, era el vecino del lado quien estaba ahí.
—Buenas noches, Sr. Felipe. ¿Qué lo trae por aquí? — pregunté nervioso.
—Buenas noches, hombre. Lamento haber tenido que molestar a esta hora, pero solamente quería pedirle de favor que mantenga un volumen adecuado— bajó la voz, y se inclinó hacia mí—. Ya sabes, mi esposa pidiéndome estas cosas. Conozco bien lo que hacemos los hombres cuando nos sentimos solos, incluso también lo hacía— retomó su postura, y rascó su nuca—. Lo que quiero decir es que, no es que sea malo, o sea, puedes quedarte en lo tuyo, pero al menos no que no sea tan alto.
—No sé lo que escuchó, pero le aseguro que no es lo que cree— esto es lo más incómodo que he pasado en la vida. ¿Cómo puedo explicarlo de una forma que me entienda?
Mónica se acercó a la puerta y la miré aliviado. Ella quizá pueda explicarle mejor que yo.
—¿Por qué no le explicas lo que sucedió, Mónica?— mi pregunta llegó acompañada de una media sonrisa de parte de Mónica.
—Me gustaría saber lo que quieres que diga.
—No es el momento de burlarte de mi.
—Siento mucho interrumpir. No sabía que estabas acompañado. Pueden continuar en lo suyo, no tienen que preocuparse por mi, yo ya me iba. Suerte, campeón —sonrió nervioso y caminó hacia su casa.
Quería irme detrás de él para explicarle. Estaba completamente seguro que debía estar pensando algo muy distinto a lo que verdaderamente pasó.
—¿Por qué no me ayudaste? ¿Sabes lo que debe estar pensando ahora? — cerré la puerta y miré a Mónica.
—Nada malo. Hay cosas que no necesitas explicar, bonito. Esta es una de ellas. Al menos ya debe tener claro que no estás solo y que me tienes a mi.
—¿Esa era tu misión?
—Claro. Ahora no pensará que eres un solterón que ve porno porque no encuentra a una mujer.
—Tu honestidad me pone tenso.
—¿Quieres que te ayude a relajarte? No es para tanto. No eres el primero ni el último que ve este tipo de películas.
—Pero que se enteren mis vecinos, no estaba en mis planes.
La puerta la volvieron a tocar y tenía hasta miedo de abrirla. Mónica terminó haciéndolo por mi, y gracias a Dios esta vez no era ningún vecino.
Decidimos pagar mitad y mitad, ya que ella no me permitió pagarla por completo. Busqué unos platos en la cocina y unos vasos para luego sentarnos en el sofá.
—Esta vez busca una película que te guste— no quería ni tocar el control.
—¿No quieres continuar la que empezamos? — sonrió—. No sabía que eras tan curioso, pero veo que te llamó mucho la atención ese tipo de género.
—Eso fue muy incómodo. Hagamos de cuenta que nunca pasó— desvié la mirada.
Ella escogió una película de miedo y nos quedamos viéndola mientras comíamos de la pizza. Ya me estaba sintiendo más tranquilo luego de lo ocurrido. La miré varias veces al notarla tan concentrada en la película. Sus labios se veían brillosos por la pizza y sonreí al verla de esa manera. Estos pequeños momentos con ella se sienten bien. Quisiera sentirme así más a menudo.
Según terminó su último pedazo, recostó su cabeza de mi hombro y la miré nervioso.
—¿Estás bien? — pregunté preocupado, pensando que tal vez se estaba sintiendo mal.
—Tengo miedo.
—¿Miedo? La película no ha dado nada de miedo.
—Le tengo miedo al monstruo del armario— su mano se aferró a mi otro hombro, y mi corazón se aceleró. Estaba muy cerca de mi, como para no sentir esa emoción.
—No pareces del tipo de persona de temerle a algo. De igual manera, no te preocupes. Ese monstruo no existe, y si existiera, yo no dejaría que te haga nada.
—Gracias— apretó mi camisa entre sus dedos, y giré mi rostro para oler su cabello.
Que bien huele. Su olor es refrescante y fascinante.
Ella permaneció en silencio y recostada de mi hombro, mientras que yo observaba la película y en varias ocasiones, su cabello lacio.
Sin darme cuenta, me he ido sintiendo más cómodo y en confianza con ella. Me hace sentir feliz tenerla cerca. Ha traído alegría a mi vida y es algo que debo agradecerle en algún momento que tenga.
Su cabeza rodó en dirección a mi pecho y la sujeté.
—¿Estás bien? — le hablé, pero no respondió.
Quise mirar su rostro y fue cuando me percaté de que se había dormido. Incluso dormida se ve muy hermosa. Su expresión se veía muy serena, como si estuviera cómoda al estar aquí.
Me pegué más al sofá y acomodé su cabeza mejor en mi hombro para que pudiera recostar parte de ella del sofá también. Además de que así también podía ver su rostro.
Acaricié suavemente su mejilla y escuché un suave y tierno quejido de su parte. Ya me hacía falta la suavidad de su piel y quería sentirla. Sus labios se encontraban entreabiertos y los observé con detenimiento. Sin darme cuenta, mis dedos se habían ido acercando lentamente a sus labios y los rocé con la yema de mi dedo, con la intención de explorar la misma suavidad que mis labios probaron ese día.
—Eres muy hermosa, Mónica— tragué saliva, y me acerqué—. Me encantas mucho; mucho más de lo que creí— le di un delicado beso en la frente y recosté mi cabeza sobre la de ella—. Descansa.