Quería ocultar a toda costa mi erección, ahora sentía vergüenza de que incluso mi jefe me viera en este estado. Si antes estaba con calor, ahora estaba sudando de los nervios.
—Felicitaciones, señor— le dije bajando la cabeza.
—Veo que trajiste a la no educada.
—Hola, señor. Primero que nada, felicitaciones. Deseo que usted y su esposa sean muy felices. Ahora bien, permítame aprovechar el momento para pedirle una disculpa por lo del otro día. Me temo que me dejé llevar por la molestia y dije cosas que pudieron causarle problemas a mi novio, así que solo por eso, me disculpo honestamente con usted.
—¿Así que solo por eso?
—Solo soy honesta, señor. Creo que lo único importante para usted debe ser la disculpa que pidió de mi parte. Sin ánimos de faltarle el respeto, creo que usted también debería disculparse por lo que me hizo injustamente.
—No tengo que disculparme con una persona que, en primer lugar, casi causa pérdidas en mi empresa y que para completar, no estaba capacitada para presentarse en esa actividad, ni a ninguna.
Me encontraba en una posición muy compleja. La forma en que ambos estaban actuando no era la correcta, y que a pesar de que estaba del lado de Mónica por obvias razones, él es mi jefe y no puedo faltarle el respeto.
—Le exijo respeto, señor. Ella es mi pareja y le está faltando el respeto delante de mí. Puedo comprender que no estuvo satisfecho con la actividad de ese día, haya sido por la razón que sea, ella tiene todo el derecho de participar, ya que es otra integrante más de esa agencia. El hecho de que no cumpla con sus gustos, no significa que los demás piensen igual.
—Espero sea la última vez que me hables así, Steven. No te olvides de quién es el que te sacó de la miseria en la que te encontrabas hace años atrás.
—Estoy consciente de que fue usted y eso jamás lo olvidaré. Le debo mucho y créame que le agradezco todo lo que ha hecho por mi, pero eso no le da derecho a faltarle el respeto a mi novia. Yo lo respeto mucho, y creo que los menos que puedo recibir es lo mismo a cambio.
Jamás me hubiera atrevido a responderle de vuelta a mi jefe, pero estaba frustrado. Podría permitir que me tratara a mi así, como normalmente hace, pero no a ella.
—Su esposa debe estar buscándolo, no debería dejarla mucho tiempo esperando— Mónica intervino, y creo que debía agradecerle por haberlo hecho.
—Solo por tu buen desempeño durante estos años, haré de cuenta que esta conversación jamás se dio. Estarás libre por las dos semanas que estaré de luna de miel. Volverás un día antes para que te pongas al corriente de todo. ¿He sido claro?
—Sí, señor.
—Por otra parte, aceptaré su disculpa. Solo espero que no se vuelva a repetir. Permiso— mi jefe se alejó y escuché a Mónica suspirar.
—Me dan tantas ganas de reventarlo. No soporto a las personas como él. Se creen que porque tienen dinero, pueden tratar a los demás como poca cosa.
—Tranquila, ya todo pasó. Creo que debo disculparme. Realmente hubiera querido hacer más, pero no pude. No es agradable escuchar a alguien más hablarle así a su novia.
—No te preocupes. No es necesario que salgas en defensa mía. Lo mejor hubiera sido ignorarlo y listo.
—Pero sé que no le respondiste con tal de no meterme en problemas.
—Sí, pero casi eres tú quien se mete en problemas con tal de defenderme. Te agradezco de corazón que me hayas defendido de esa forma, pero no debiste hablarle así. Él es tu jefe y no quiero que pierdas el trabajo por mi culpa. Eso me haría sentir muy mal.
—Gracias por haber intervenido. Creo que si no lo hubieras hecho, hubiera dicho más cosas de las que luego me arrepentiría.
—¿Siempre te trata de esa forma?
—Es un poco difícil lidiar con él. Por momentos es el jefe más bueno en el mundo, y en otros se comporta como el peor, pero sin duda alguna, creo que nos hemos ido entendiendo mejor. Además de que creo que soy el único que soporta sus cambios de humor— reí, y sentí su suave caricia en mi mejilla.
—Entonces eres tú quien la tiene difícil. Parece que te he traído muchos problemas.
—No digas tonterías. Esto no es nada. Ya todo pasará. ¿Por qué no entramos?
—Me parece una excelente idea.
Entramos al local y miramos los alrededores; la decoración, las personas, a los recién casados en medio de todos. Todo se veía tranquilo, así que logré calmarme luego de lo ocurrido.
Mónica buscó dos copas más y me extendió una.
—No deberías tomar con el estómago vacío. ¿Quieres que te sirva algo? — le pregunté.
—No, estoy bien. Solo quiero comer de tu comida.
—¿Quieres que te prepare algo en especial cuando lleguemos a la casa?
—Quiero que vayamos a mi casa hoy. Siempre estamos en la tuya, así que cambiemos un poco— sonrió, y no sé por qué sentí que algo estaba tramando.
—Esta bien. Iremos a tu casa cuando salgamos.
Nos tomamos varias copas, compartimos y hablamos un poco entre los dos. La noche se fue ambientando con la música, con nuestras conversaciones de temas sin importancia, pero divertidas.
—¿Bailamos? — le propuse, y ella me abrazó.
—¿No te gustaría un baile privado?— su propuesta me pareció grandiosa. ¿Para qué miento?
—Me gusta la idea.
—Escapemos juntos— me agarró la mano sin dejarme responder, y caminamos ligero hacia la salida—. Sígueme a mi casa— me hizo un guiño, y se soltó de mi para ir hacia su auto.
Busqué el mío y la seguí como me pidió. Al llegar y estacionar mi auto, me bajé y la seguí. Subimos por el ascensor hacia su piso, y cuando se abrió, vi a un hombre sentado al lado de la puerta de ella. Mónica se quedó tranquila y sin decir nada, simplemente se acercó a abrir su puerta. Ese hombre se levantó del suelo y se giró hacia ella. Se veía más o menos de su edad. Era delgado y alto. Estaba vestido con una sudadera y tenía una gorra puesta.
—Te estaba esperando, Mónica.
Mónica no le dirigió palabra alguna, solamente me agarró la mano y me hizo entrar al apartamento de ella. Cerró la puerta sin decir nada, y tiró la cartera encima del sofá. Está claro que esa persona no es de su agrado.
—¿Estás bien? — le pregunté al notar su extraña actitud.
—Sí, cariño— encendió la luz de la sala, y la vi sonreír ladeado.
—¿Puedo saber quién es él?
—Él es James, mi ex pareja.
—Ya veo— eso explica el hecho de que no quiso ni hablarle.
—Te juro que no sé lo que hace aquí. No quiero que pienses mal de mi.
—No tienes que explicarme, Mónica. Yo confío en ti.
—Si eso ya está claro, entonces ¿Por qué no continuamos donde lo dejamos? — se acercó y retrocedí hasta chocar contra la pared—. Siempre nos interrumpen en el peor momento y no soporto que eso pase— volvió a colocar su rodilla entre medio de mis piernas y acercó su cuerpo al mío—. Déjame oírte más, pero esta vez sin interrupciones.