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Chapter 23 - 23

La dirigí hacia el lugar donde sería la celebración, y dónde ya había bastante gente. No estaba en horario de trabajo, por lo tanto, no debía estar saludando a todo el mundo. En realidad, solo quería estar con ella. Quise mostrarle los alrededores, ya que había un jardín y una fuente detrás del local. Era un lugar perfecto para poder estar juntos, y donde no había tanta gente que pudiera molestarnos. 

Cuando íbamos de camino al jardín, ella detuvo al mesero para tomar dos copas de champagne y me extendió una. 

—Sé que no eres de tomar, pero el momento lo amerita. Además, un poquito no te hará daño. 

—Solo por hoy lo aceptaré— alcancé la copa, y ella sonrió. 

Caminamos despacio hacia el jardín, y ninguno de los dos le había dado un sorbo a la copa. 

—La tarde está hermosa. ¿No lo crees?— comentó, y nos detuvimos.

—No más hermosa que tú. 

—Esos comentario me ponen nerviosa. No acostumbro a escucharlos a menudo. 

—Entonces voy a asegurarme de que te acostumbres.  

—No has ido a felicitar a tu jefe. ¿No te castigará por eso? — cambió el tema, pero estoy casi seguro que se puso nerviosa con mi respuesta automática.

—Lo haré luego. Ahora quiero compartir contigo. El tiempo que no nos vimos pareció eterno.

—Sí, últimamente los días se han ido muy lentos, creo que es por no haberte visto. 

—Voy a pedir que me bajen un poco las horas en el restaurante. Si salgo un poco temprano, podemos vernos y compartir un poco. 

—No, no lo hagas. El trabajo es muy importante y no quiero llegar a tu vida para hacerte cambiar las cosas. 

—No se llama cambio, se llama ajuste. Mónica, comenzamos a salir y quiero que las cosas salgan bien entre los dos. Para eso debo hacer ajustes con mi tiempo. Quiero tener tiempo para compartir contigo, verte, salir, y ese tipo de cosas. Para mí eres importante, por la tanto, debo sacar tiempo para ti también. Es desesperante estar varios días sin verte y no me gusta ese sentimiento tan feo que se siente al no estar contigo. 

—Deja de decir esas cosas, o te comeré a besos aquí mismo. 

—¿Por qué será que imaginé que dirías algo así? — reí, y ella se acercó. 

—¿Será porque ya me estás conociendo, o es una indirecta para que lo haga? No me molestaría en lo absoluto, pero luego no me responsabilizo de lo que pase— lamió sus labios, y un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo. 

—No hagas esas cosas tan de repente. 

—¿Por qué? ¿Te hace imaginar cosas indecentes? 

—Es inevitable. 

—Hasta que al fin lo admites— levantó la copa y la chocó con la mía.  

—Salud por esos deseos que reprimes, para que pronto puedas experimentarlos y disfrutarlos.

—No digas esas cosas— musité nervioso. 

—Me gusta verte nervioso. Eres tan lindo— acercó la copa a sus labios y la rozó despacio en ellos. 

A pesar de tratar de no mirarla, era imposible. No había forma de evitarlo. Quise tomarme la copa de golpe para salir del paso y lograr desajustar mi corbata. El calor me estaba mortificando y me sentía incómodo.  

—Ese calor no se irá solamente con desajustar la corbata, cariño— la vi esbozar una media sonrisa, antes de darse otro sorbo de la copa. 

—Lo sé, créeme que lo sé— me incliné hacia el borde de la columna y alcancé a ver varias violetas. 

Arranqué una con delicadeza y se la mostré. Su aroma es igual de fresca y agradable que la de ella. Su similitud, me llevó a colocarla por arriba de su oreja. Se veía sumamente hermosa con ella puesta. Y es que es tan difícil dejar de mirarla. Cada vez que la veo, adoro sentir esa emoción y alegría dentro de mi; esa sensación de que mi corazón se saldrá del pecho. Es una sensación y emoción indescriptible, pero que solo me ocurre con ella cuando la tengo cerca. 

—Gracias. Es hermosa— la acarició, y sonrió dulcemente.

—Me encantas, y no puedo dejar de decirlo, Mónica.

—Y tu a mi, Steven— me quitó la copa y la colocó encima de la columna corta que da hacia el jardín—. Y eso es un problema muy serio. ¿Sabes por qué? — sus manos se posaron sobre mi pecho y la miré fijamente sorprendido—. Porque se me hace más difícil controlarme— me dio un pequeño y suave beso en el cuello, y todo mi cuerpo tembló—. Estás muy emocionado, ¿Eh?— murmuró cerca de mi oído.

—¿Cómo lo sabes?— murmuré con mi voz entrecortada. 

—Porque alguien se hizo presente, mientras estabas viéndome— sentí su rodilla rozar mi erección y recosté mi cabeza sobre su hombro. 

Antes hubiera dado todo para que ella no lo notara, pero en este momento no sabía ni qué pensar. 

Su rodilla la frotó suavemente y mordí mis labios tratando de contener mis jadeos. 

—Mónica— musité.

Escuché unos pasos cerca y traté de retomar la postura casi sin poder.  

—Hasta que al fin los encuentro— vi a mi jefe y hasta la respiración se me acortó.