Chereads / El Imperio Luna Roja / Chapter 3 - Capítulo 3: El gato.

Chapter 3 - Capítulo 3: El gato.

La música de las tres niñas parecía constante, hasta que Vania se dio cuenta de que alguien las observaba y tocó una nota desafinada, haciendo que Adela y Jess pararán de tocar al instante y la mirarán fijamente.

- ¿Vania, sucedió algo?

Vania no respondió, tan solo señalado la puerta de la habitación discretamente.

Adela y Jess se dieron la vuelta, allí un hombre de cabello negro, rasgos imponentes, piel clara y ojos rojo oscuro, las observaba con una sonrisa encantadora. Adelaida entrecerró los ojos, analizando al hombre detenidamente, se dio cuenta de que era el mismo vampiro que la observaba en la estación de tren, sus labios hicieron una mueca al encontrarse directamente con los ojos del hombre.

- Señor Storm - dijo Vania levantándose para hacer una respetuosa reverencia, Jess hizo lo mismo, en cambio, Adela se quedó sentada en su silla mientras miraba indiferente al hombre.

- Lady Jessica, Lady Vanessa, es un placer verlas de nuevo - dijo Edward Storm haciendo una pequeña reverencia.

Vania y Jess miraron desesperadas a Adela, intentando hacerle saber que ese hombre era alguien importante, pero Adela no se inmutó y siguió mirando con una expresión indiferente.

De repente una sirvienta se acercó a las tres niñas, después de hacer una reverencia, dijo:

- Lady Twain, encontré este libro en su equipaje, ¿desea ponerlo en la biblioteca o lo dejamos en su habitación?

Adelaida vió el libro, su rostro pareció palidecer, sin decir nada le arrebató el libro a la sirvienta y salió corriendo de la habitación, casi chocando con el Señor Edward, pero ignorando su presencia por completo.

- ¿Hicimos algo que molestó a Lady Twain? - preguntó la sirvienta algo confundida.

Vania y Jess suspiraron con tristeza, Vania empezó a explicar:

- Ese libro es la marca de la maldición que lleva Adela desde que nació. Tú no lo sabías, pero ella no es vampiro por una sola razón, y es por la maldición de una bruja que odiaba a los padres de Adela. La bruja fue quemada en la hoguera, pero la maldición no se rompió...

La sirvienta palideció y sus ojos se humedecieron mientras decía con la cabeza agachada:

- De verdad lo siento. Nunca quise hacer sentir mal a Lady Twain...

Edward se perdió el resto de la disculpa, ya que salió en busca de la niña de ojos dorados, por alguna extraña razón, sentía que conocía a la pequeña, además, había visto antes ese libro, hace doce años lo vio en manos de la Señora del Imperio Luna Roja...

***

Adelaida corrió hasta el jardín de la mansión, allí había unas pocas personas que la saludaron con reverencias, ella simplemente sonrió y siguió su camino. Se sentó a la sombra de un cerezo, al fondo del jardín, miró el libro en sus manos y suspiró. El libro no era el recuerdo de una maldición, era el signo de otra vida, una vida que Adelaida no podía recordar. El libro no era lo único extraño, aparte del collar eterno, en luna llena evitaba a toda costa los espejos, la razón era simple, en los días que iba a haber luna llena, su reflejo dejaba de ser el de una niña de nueve años y se convertía en el reflejo de una mujer adulta con sus mismas características. La familia Twain había hecho que Adelaida fuera revisada por una bruja blanca, la bruja había dicho que la pequeña era la reencarnación de una bruja mestiza, que no había solución ni al collar eterno, ni al reflejo ni al libro que siempre aparecía con ella sin importar si ella lo había cargado o no, básicamente había dicho que ella no llevaba sangre Twain en sus venas. Los Condes Twain habían alterado levemente la historia, cambiando la parte de la reencarnación por el resultado de una maldición, también dijeron que Adelaida si había sido un vampiro, tan solo durante tres días después de nacer, y que después se transformó en un humano.

Adelaida ya tenía una idea de su situación, llevaba el libro a todas partes, a veces intentaba leerlo, pero el libro estaba escrito en un lenguaje que ella no entendía, por lo que el libro se volvió simple carga para ella.

Adelaida estaba tan inmersa en sus pensamientos que no se dio cuenta de que el Señor Edward la observaba desde unos metros de distancia, más bien no le importaba si era observada o no.

- Miau.

Adelaida escuchó el maullido de un gato entre las ramas del árbol, levantó la cabeza y vio a un gato gris y blanco mirándola desde la rama más baja del árbol.

- Miau.

Adela sonrió y se levantó del suelo, levantó sus brazos hacia la rama en la que estaba el gato, se quedó estupefacta cuando el gato saltó directamente a sus brazos y frotó su pequeña cabeza en su cuello, mientras ronroneaba afectuosamente.

- Mau, miau.

Adela acarició al gato mientras sonreía ampliamente, como cualquier niña de su edad, empezó a hablarle al gato:

- Hola pequeño, ¿qué hacías allá arriba?

- Miau.

- ¿Tienes hambre?

- Miau.

- Tranquilo, te daré de comer. Pero te hace falta un nombre...

- Mau.

- ¡Ya se! Te llamaré... Giada [1], ¿Qué te parece?

- Mau.

- Tienes razón, es muy corto... ¿Qué tal...?

- Luna d'argento [2] - se acercó el Señor Edward con pasos largos.

Adela miró sorprendida al Señor, luego frunció el ceño y dijo - ¿Me está siguiendo?

El Señor sonrió ante la acusación de la niña, con una cara inocente dijo:

- ¿Siguiendola, Lady Twain? Creo que me confunde con otra persona.

- No es cierto, jamás olvidó un rostro - dijo Adela arrugando su pequeña nariz.

Edward rió tranquilamente mientras peinaba su cabello hacia atrás, sus ojos pararon sobre el libro tirado en el suelo, no pudo ver mucho ya que la niña tapó el libro arrastrándolo a sus pies con rapidez. Esta acción intrigó profundamente a Edward, decidió dejar a alguien vigilando a la niña, sus acciones no concordaban completamente con una niña de nueve años, además tenía ese collar de plata que no tenía forma de ser alejado de su cuello, Edward ya había visto el collar en la estación del tren, pero ahora viéndola de cerca, confirmo que era un collar eterno, uno que fue hecho con ella como modelo o el resultado de algún hechizo, él quería resolver ese misterio, era la primera vez que una mujer lo intrigaba, era inaudito creer que esa mujer era tan solo una niña de nueve años.

[1] En italiano: Jade.

[2] En italiano: Luna plateada.