Adelaida caminaba en dirección a la mansión, con el pequeño gato recostado en su hombro, y el libro en sus manos. Había discutido indirectamente con el Señor Edward, a ella no le agradaba como él la miraba, era como si se metiera en su intimidad, como si quisiera ver algo que ella no tenía, como si la considerará un misterio andante. Ya lo había decidido, no sería amable con el hombre, sin importar que fuera de la alta sociedad vampírica, no le importaba ser desagradable con él aunque fuera el mismísimo Señor del Imperio Sangre Violeta. Al regresar a la mansión subió directamente a su habitación asignada, estaba junto a la de sus primas y a unas cuantas habitaciones de la de sus tíos. Estaba feliz de estar con ellos, en su casa en el Reino Nieve Negra, se la pasaba sola la mayor parte del tiempo, aunque sus padres eran amorosos con ella, estaban ausentes la mayor parte del tiempo, especialmente su padre, Diego Twain, que solo pasaba su tiempo con ella los fines de semana; aunque su madre estaba más presente que su padre, ella era parte del Concejo Luna Azul, razón por la cual se iba de viaje grandes periodos de tiempo; de esta forma, Adelaida pasaba su tiempo con los sirvientes de su casa, también con las institutrices contratadas por sus padres, pero había pasado poco tiempo con niños de su edad, por eso la alegraba mucho estar con sus primas.
Adelaida puso suavemente al gato en su cama, después abrió su armario y puso el libro detrás de unos vestidos que lo ocultaban.
- Miau.
Adelaida escuchó al gato maullar desde su almohada, con una sonrisa se acercó a él.
- Yo te cuidaré, gatito. Nos haremos compañía el uno al otro, ¿qué te parece?
- Miau.
El gato se acercó a ella y se echó en su regazo mientras ronroneaba.
- Ya sé cómo te llamaré: Stella [1]
El gato ronroneo afectivamente, con las caricias de Adela pronto se quedó dormido. Mientras el gato dormía en su regazo, Adela leía un libro, era una historia sobre una vampiresa que se enamoró de un hombre lobo, era reconocido por todas las criaturas que los vampiros y los hombres lobos eran enemigos, sin embargo, desde que se estableció el Concejo Luna Azul, se había logrado formar cierto equilibrio, además la gente se había vuelto más tolerante, las disputas entre vampiros y hombres lobos, gradualmente, fueron reemplazadas por alianza, ahora existía una disputa entre humanos y brujas, pero Adela no entendía muy bien la razón de la pelea. Adela leía libros escogidos por su madre, no le habían permitido leer contenido violento o erótico, básicamente la protegían como a una princesa, pero eso no significaba que ella fuera inocente, lo que no podía leer, lo aprendía a través de los sirvientes que, por órdenes de Adela, habían ignorado por completo encubrir temas inapropiados para ella.
- Lady Twain, ya es la hora de la cena - una sirvienta llegó a la habitación, estaba sorprendida de ver al gato en brazos de la niña.
- Bajo en un momento - respondió ella mientras cerraba el libro que había estado leyendo, su expresión era tranquila y cómoda, a pesar de que la sirvienta que la llamaba era la misma que había encontrado su libro.
***
Toda la familia Hunt ya estaban sentados a la mesa, ya había un lugar preparado para la pequeña Adela, junto a su tía Samantha y a su prima Jess. Los esposos hablaban tranquilamente:
- Puede haya sido ignorante, pero no por eso la dejaré sin castigo - decía el Duque Hunt.
- Ella no sabía que Adela está bajo el efecto de una maldición, fue nuestro error por no haberles advertido - respondía ella mientras tomaba un vaso de agua para beber un trago.
- No es nuestra obligación contar a los sirvientes nuestras situaciones familiares, ellos saben que deben ser cautelosos con los invitados, especialmente con los de nuestra familia.
- Lo se, pero la situación de Adela es diferente...
- Es diferente porque deshonraría a la familia si su maldición fuera conocida en nuestra tierra. En el Reino Nieve Negra es común que ciertas personas estén bajo el efecto de la maldición de una bruja, pero en el Imperio Sangre Violeta, la maldición de una bruja es sinónimo de inferioridad, de incapacidad y de desventura...
- Olvidó mamcionar que también se considera signo de impureza y de mala suerte para unas cuantas generaciones venideras - la infantil voz de Adela se escuchó desde la puerta, aunque su voz era suave, sus palabras eran demasiado fuertes para alguien de su edad.
Milo Hunt y su esposa miraron sorprendidos a la niña, el hombre palideció y sus ojos rojos reflejaron tristeza cuando se encontraron con los brillantes ojos dorados de la niña.
- Pequeña Adela... nosotros...
- Descuide, Tío Hunt, no dejaré que nadie se entere de mi estado, no deshonraré a la familia.
Después de decir esto, Adela se sentó en la mesa y empezó a comer tranquilamente.
- Miau.
- ¿Qué es eso? - preguntó Samantha Hunt mirando interrogativa a Adelaida.
- Yo... lo encontré en el jardín, me preguntaba si podía conservarlo...
Adelaida mostró al gato gris y blanco en sus manos, el gato era bastante pequeño, se podía posar tranquilamente sobre el hombro de la niña, sus ojos eran de colores diferentes, el derecho era azul mientras que el izquierdo era verde, su pequeña naricita era rosada y sus bigotes eran largos.
- Miau.
- ¡Qué ternura! - dijo Jess viendo al pequeño gato maullar.
Milo y Samantha se miraron mientras pensaban por un reto, luego él suspiro con una sonrisa cariñosa, entonces dijo:
- Está bien, puedes quedartelo, ¿cómo dijiste que se llamaba?
- Se llama Stella.
- Que bonito nombre - intervino Vania mientras sonreía alegremente.
- ¿Donde lo encontraste? - preguntó Jess, mientras metía un trozo de carne en su boca.
- Estaba en la rama de un cerezo, al fondo del jardín, parece que es muy pequeño, temblaba de frío cuando lo cargue, no vi a la madre por ningún lado y parece no haber comido mucho en los últimos días.
- Tuvo la suerte de encontrarse contigo - dijo Samantha mientras acariciaba la cabeza de la niña.
El Señor Hunt ordenó que trajeran un tazón de leche tibia para el gato, el plato fue puesto junto a la silla de Adelaida y el gato pareció tranquilo al estar cerca de ella, haciendo que todos sonrieran.
[1] En italiano: Estrella.