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Chapter 22 - Bendita Ignorancia

La luz que se filtraba por la ventana hizo que despertara. Poco a poco comencé a parpadear para ubicar dónde me encontraba. Me dolía el cuerpo y tenía la sensación de ser la mujer más feliz del planeta. La cabeza de Yori estaba recargada en mi pecho, mientras que uno de sus brazos me apretaba contra él por la cintura, era una posición en la que nuestras extremidades estaban unidas, o más bien dicho enredadas. No quería despertarlo, así que comencé a moverme debajo de él, y con cuidado fui arrastrándome hasta la punta de la cama. Intenté rodar hacia afuera, pero la sábana estaba enredada en mi pie, así que al tratar de ponerlo sobre el suelo caí de cabeza y terminé diciendo una palabrota en francés. Me golpeé la frente con la mesita de noche. Me levanté tan rápido como pude y me percaté de que Yori me observaba sorprendido. Me sentí tan ridícula y avergonzada que solo se me ocurrió soltar una risita tonta, a la que Yori respondió riendo a carcajadas.

—¿Estás bien? —preguntó al ver que me estaba tocando la cabeza.

—Sí —respondí con la respiración entrecortada.

—¿Qué estabas haciendo?

—No quería despertarte y… tengo mucha hambre, así que decidí levantarme, preparar el desayuno y sorprenderte, pero… —respondí intentando sonar normal.

Una sonrisa tierna le iluminó el rostro. Se levantó rápido de la cama y caminó hacia mí. ¡Wow! Verlo desnudo provocó que mi mente invocara los recuerdos de la noche anterior. Él notó la intensidad de mi mirada y se encogió de hombros.

—Fleur, me estás intimidando —dijo divertido. Recogió una de las sábanas del piso y la colocó sobre mis hombros, había olvidado que yo también estaba desnuda.

—Gracias —musité.

—Un placer —susurró mientras rozaba mi nariz con la suya.

Intenté caminar hacia las cortinas para descorrerlas y dejar que entrara la luz de sol en todo su esplendor, y con ello tener un pretexto para dejar de mirarlo, pero una punzada en las caderas hizo que gimiera y me sostuviera de la mesa donde estaba la computadora de Yori. Él recorrió el espacio entre nosotros de una sola zancada larga y me sostuvo por la cintura.

—¿Te duele? —Su pregunta provocó que el rubor subiera por mis mejillas, había evocado un nuevo recuerdo. Sacudí la cabeza a modo de negación—. Fleur, si te lastimé… necesito saberlo, yo no sé mucho de estas cosas.

Refrené mi necesidad de poner los ojos en blanco y responder algo como «y yo sí». Hasta ayer, yo pensaba que André había abusado de mí, y ahora todo indicaba que, aparte de la paliza y el susto de muerte, no me había tocado un solo cabello.

—Estoy bien… solo fue… intenso —respondí con un hilo de voz.

¡Dios…! ¿Cómo podía sentir tanta vergüenza de hablar sobre esos temas con él? También él parecía incómodo con la conversación, pero era necesario tenerla. Abrí la boca para comenzar con el tan esperado tema, pero la voz de Yoko nos sobresaltó.

—Chicos, ¿están en casa? —gritó.

Habían regresado antes de lo planeado. Yori y yo intercambiamos miradas de pánico. Él respiró profundo. Sabía tan bien como yo que si nos descubrían esto caería como una bomba en la familia. Recogió su ropa del piso y se puso tan rápido como pudo el pantalón de deporte que usaba como pijama. Me miró con ojos de «¿Qué haces? ¡Vístete!». Yo me puse la ropa interior a toda prisa y caminé detrás de él. La sábana captó mi atención de pronto.

—La sábana —musité mientras la señalaba con el dedo índice. Él abrió los ojos como platos y la arrancó rápido del colchón, y la convirtió en una bola gigante que metió en su mochila con agilidad.

—Yo los distraigo, entra en tu habitación. —Asentí.

Salimos juntos de su habitación y él corrió hacia las escaleras, mientras yo corría hacia mi habitación. Una vez estuve en ella, me abracé a mí misma. Había sido un fin de semana memorable.

Me di una ducha rápida y bajé las escaleras. La familia estaba reunida en la sala, Yori tenía el cabello mojado y conversaba con nuestros padres de forma natural. Preocupada, busque en el piso de la sala nuestra ropa, pero esta descansaba perfectamente doblada en el brazo del sillón.

—Regresaron antes —observó Yori.

—Tu abuela debía salir.

—¿Mis tíos?

—Sí, están en Nueva York y enviaron boletos para que los visitaran, así que tuvimos que reducir nuestra visita.

—¿Y cómo recibieron a papá?

—Simpatizaron bastante. —Su respuesta me hizo sentir alegría por mi padre, ya que en su experiencia pasada no había tenido suerte con sus suegros.

—Me alegro —musité.

—¿Y qué vamos a desayunar? —preguntó Reira al entrar por la puerta.

—Eso mismo intentábamos decidir.

—Fleur, ¿ya hablaste con Liam? —preguntó mi padre.

—Aún no. ¿Por qué lo preguntas? —dije mientras lo ayudaba con las bolsas que cargaba.

—Al menos alguien me toma en cuenta —masculló. Parecía que todos habían ignorado el hecho de que él se encontraba bajando las bolsas del maletero del auto.

—¿Te dijo que quieren que salga antes hacia París? —Sonrió por mi franqueza.

—Eso mismo —respondió.

—No he hablado con él, pero el resto de los productores me lo comentaron en la junta de ayer. ¿Te molestaría mucho si estoy fuera? —Me miró como si estuviera insultándole más que preguntando—. ¿Por qué me miras de esa forma? —pregunté temerosa.

—Me sorprende que preguntes.

—¿Acaso no lo pediste tú mismo? —le reproché.

—Sí. Yo te lo pedí, pero no esperaba que lo llevaras a cabo tan pronto. No voy a impedírtelo, solo quiero que tengas cuidado.

—Papá, ¿qué podría pasarme? Liam no me deja sola ni un minuto y tengo la agenda llena. No creo que tenga tiempo ni siquiera para poder tener malos pensamientos.

—No es a eso a lo que me refiero. El mundo de la farándula es peligroso y no quiero que te hagan daño. Entonces, ¿te irás mañana? —preguntó mientras desayunábamos por fin. Al no poder ponernos de acuerdo en qué cocinar, Reira terminó ignorándonos y pidió una pizza por teléfono. El ortodoxo desayuno terminó siendo una pizza de pollo teriyaki.

—Sí, partiré mañana a París —respondí.

Era de mañana y aún estaba guardando varias cosas en el equipaje. Debido a la cantidad de tiempo que permanecería en Francia necesitaba llevar más ropa y accesorios de los que comúnmente había llevado.

—¿No te parece que llevas demasiado equipaje? —preguntó mi padre al ver que estaba llenando otra maleta.

—Son seis meses, papá.

—No te va a matar comprar algo de ropa en París.

—Sabes que la moda francesa no es de mi agrado.

—Eres demasiado frívola —refunfuñó.

—Por supuesto ¿Quién crees que me educó?

Su sonrisa desapareció casi enseguida al entender mi insinuación. Después de la exhaustiva labor de empacar, bajé a la sala.

—¿Dónde están todos? —pregunté al ver que solo estábamos mi padre y yo.

—Salieron a comprar unas cosas, volverán pronto. —Cuando regresaron traían consigo unas bolsas de plástico gigantescas.

—¿Qué es eso? —pregunté al ver su volumen.

—Te compramos algunas cosas —respondió Reira—. Sabemos que es la primera vez que estarás sola durante tanto tiempo y queríamos que tuvieras algo que te recordara a nosotros. —Observé cómo metía la mano en la bolsa para mostrarme su contenido—. Son algunas fotos —dijo al ver mi curiosidad. Me mostró los portarretratos. Había varias que me dejaron sin habla.

—Esta es de nuestra parte —dijo Yoko al entregarme la foto del día de su boda con mi padre. Reira me regaló una suya con el uniforme de la escuela y Yori me obsequió la portada del primer disco que había grabado. Aprecié el gesto.

Mi padre se puso de pie y comenzó a jalar las maletas a través del recibidor para meterlas en el auto. Yoko se fue con él para ayudarlo y Reira, al notar la tensión entre Yori y yo, decidió ir a por un vaso con agua. Por fin, nos quedamos solos. Con todo el ajetreo no habíamos tenido un momento de paz ni intimidad. Le sonreí con la mejor sonrisa de mi repertorio, a lo que él respondió con la suya y una sacudida de cabeza.

—Quiero que me prometas una cosa —dijo serio—. No trates de averiguar lo que ocurrió con ese idiota de André. —Pestañeé un par de veces fingiendo estar ofendida porque creyera que haría algo como eso.

—Lo prometo —murmuré de mala gana.

En realidad, era lo primero que quería hacer al llegar. Rayos, odiaba cuando me leía el pensamiento de esa forma. «De cualquier forma, no lo necesitamos», me dije a mí misma. Nuestra relación está mejor que nunca y, aunque hay un par de asuntos que faltan por resolver, tenía fe en que todo se daría a su tiempo.

Después de mucho despedirme, pude salir de Japón para encarar mis sueños. No tenía muchos deseos de estar sola, de haber podido tal vez hubiese secuestrado a Yori. Sin él no podía dejar de sentirme vacía, me hacía falta sentir la intensidad con la que me miraba o el roce de sus manos en mi mejilla. Pero debía restar días a los seis meses y con eso la separación no parecería tan larga.

El tiempo corría rápido. Yo aún no podía creer el nivel de control que había alcanzado. Yori y yo nos habíamos separado hacía casi tres meses y habíamos soportado hablar solo por teléfono y en nuestros tiempos libres por la webcam de la computadora, pero lo extrañaba más de lo que me había imaginado y mucho más de lo quería admitir ante él. Con frecuencia me parecía escuchar su voz llamándome o sentir sus manos acariciando mi rostro. Su trabajo iba bien, de hecho iba de maravilla: su siguiente sencillo había logrado tener los primeros lugares en ventas, había recibido un reconocimiento por sus ventas en las compañías que se encargan de vender tonos para celulares y estaba a punto de salir un DVD con la grabación del primer concierto que había dado. Por mi parte, Liam me tenía trabajando a marchas forzadas para poder producir un álbum con trece canciones escritas y compuestas por mí, habíamos grabado la canción principal en inglés y japonés, y, por fin, se acercaba la presentación en Japón. Por lo tanto, podría pasar dos reconfortantes semanas en Tokio. Deseaba con todas mis fuerzas que los brazos de Yori me estrecharan de nuevo.

Estaba cansada de trabajar en los arreglos de las nuevas canciones, así que decidí navegar por internet y revisar la página web que la empresa me había creado. Increíblemente, había muchos fans en Japón que de pronto comentaban acerca de Yori por nuestra relación familiar, ser su hermanastra tenía sus beneficios de vez en cuando.

Encontré una página donde se hablaba de los últimos rumores que corrían alrededor de él. Decidí entrar solo por curiosidad. No esperaba que el contenido de aquella página me perturbara tanto. A fin de cuentas, siempre creí que confiábamos lo suficiente el uno en el otro como para ser sinceros respecto a todo. La entrada era una foto en blanco y negro de él con una chica. Al principio no le di importancia, por los píxeles de la foto podría tratarse de Reira o de mamá, pero al leer la nota no pude evitar que los celos se apoderaran de mí.

La nueva estrella del Jpop fue vista saliendo de un hotel en Shibuya en compañía de su bailarina. Según fuentes cercanas, entre ellos hay cierta química y son inseparables. ¿Podrá ser esto el principio de los escándalos de Yori?

Yori siempre ha sido muy reservado con respecto a su vida privada, pero siempre ha dejado claro que está enamorado. ¿Será Rose Lake, su bailarina de origen americano, la afortunada? Tenemos otras fotografías donde se puede apreciar la confianza que se tienen. Rose lleva trabajando como bailarina para Yori desde hace seis meses.

Estas fotos de la pareja tomadas en diversos lugares hacen sospechar que entre ellos ha nacido el amor.

La nota estaba ilustrada con varias fotografías donde mi duda se despejaba, incluso los habían tomado comiendo juntos. Quizá la foto que más me afectó fue verlos saliendo del hotel. En la secuencia de fotos se apreciaba cómo la subió a su auto y se fue con ella. También había un video de la última presentación. Pulsé el botón mirar y comencé a escuchar la melodía; mientras los demás bailarines comenzaban a moverse, las manos de Rose se deslizaban por las mejillas de Yori, mientras él respondía con una sonrisa llena de vergüenza y alegría.

El corazón iba a explotarme. La causa física lógica era la cantidad de sangre que bombeaba por la rabia. La causa emocional era que me sentía profundamente herida e insegura. Me levanté de la silla y me llevé las manos al rostro para cubrirlo. «No llores. Todo debe tener una explicación lógica», me dije. Estaba intentando encontrarla, pero no podía hacerlo, no podía pensar de forma objetiva y, al no hacerlo, sentía que algo estaba asesinándome lentamente.

Estaba a punto de comenzar a gritar cuando el timbre del teléfono me distrajo. Tuve la intención de no contestar, pero corría el riesgo de que se tratara de Liam. Caminé hacia la mesa donde estaba el aparato y miré el identificador: decía CASA. En ese instante rogué a Dios porque no fuera Yori. Aunque nos separara una gran distancia, si fuera él tendría que hacer uso de todo mi autocontrol para no gritarle y enfrentarlo. En mi condición actual no sería bueno para ninguno de los dos. Necesitaba dejar que mi cabeza se enfriara un poco.

—Diga —respondí lo más tranquila posible.

—¿Te desperté? —A pesar de mi molestia hacia él, escuchar su voz hizo que me sintiera aliviada. Quedaba descartado que su doppelgänger lo hubiese asesinado y después suplantado.

—No —respondí de forma seca.

—¿Te encuentras bien? —preguntó al sentir la hostilidad de mis palabras. Por dentro quería decirle la verdad, responder con un rotundo no, pero me mordí la lengua.

—Sí, ¿y tú? —Escuché un largo suspiro de alivio por el auricular, como si de pronto todo en su mundo hubiese encajado perfectamente. Esa reacción solo consiguió crisparme los nervios aún más.

—Ahora me encuentro mejor. Quería escuchar tu voz. —El poder que ejercía sobre mí parecía no tener límites, pues pensé en olvidarlo todo, pero al sonreír observé el artículo que aún permanecía abierto en la pantalla de mi computadora.

—Yori, ¿no hay nada que quieras contarme?

—¿A qué te refieres? —preguntó confundido.

—A nada en particular. Solo quiero saber si no ha ocurrido nada que quieras contarme, eso es todo.

—Todo está igual que siempre. Te extraño como un loco, me haces mucha falta.

Mi mente solo registró su negativa de explicarme qué había ocurrido entre ellos. Era como si la duda se disipara, algo había pasado, o al menos en mi mente así era. No podía creer que él no supiera acerca de esos rumores. Solo tenía que decir algo al respecto, por ejemplo que se habían encontrado por casualidad o que ella se hospeda en ese hotel y él había ido a buscarla para un ensayo. De haberlo hecho, me había traído calma, pero no fue de ese modo.

—Me alegro.

—¿Te encuentras bien? —preguntó de nuevo, pero ahora con una preocupación más marcada en su voz. Intenté controlar mis sollozos, pero me estaba resultando muy difícil.

—Sí. ¿Por qué?

—¿Estás llorando? —Me conocía muy bien, podía deducir que lloraba con solo escuchar los cambios en mi voz y en mi respiración.

—No, solo estoy cansada —dije fingiendo un bostezo.

—Liam dijo que vendrán a Japón la semana próxima para presentar el sencillo en japonés.

—Ese es el plan. Pero no estoy segura, creo que tal vez tardaremos más tiempo.

—Tómalo con calma. Recuerda no sobresforzarte o podrías enfermar.

Sonreí con sarcasmo por su preocupación. Por un momento quise responder: «Y a ti que más te da», pero eso sería reducir mi madurez a un niño de preescolar y no quería hacerlo, no quería comportarme con él con mis arrebatos de siempre.

—¿Nos avisarás para recogerte en el aeropuerto?

—Si tengo la fecha exacta, lo intentaré.

—De acuerdo. —Su tono de voz dio a notar que se había percatado de que algo no estaba bien, pero supongo que no quiso hablarlo por teléfono, quizá por la misma razón que yo creyó que no era la forma de arreglarlo.

—Hasta pronto —dije para cortar con los breves segundos de silencio que se habían apoderado de la conversación—. Estoy cansada y tengo que madrugar mañana —hablé sin pensar, solo quería justificar mi tono cortante.

—Entiendo. Descansa. —Colgué el teléfono sin despedirme.

Superada la prueba podía derrumbarme y realmente lo hice. Me solté a llorar tanto como mis ojos lo permitieron. Me recosté en la cama y cubrí mi rostro con la almohada, era tal la cantidad de dolor que sentía que grité con todas mis fuerzas.

A la mañana siguiente me desperté con dos opciones en mi mente: dar por terminado todo sin haber escuchado su versión, o llegar sin avisar y buscar las pruebas. La primera era para mí la opción más viable, pues no quería tener que enfrentarlo, pero sabía que no podía darle tanto crédito a los rumores, por lo menos debía darle la oportunidad de explicarse. Respecto a la segunda, me haría comportarme como una esposa celosa que cree que su esposo tiene una aventura y lo sigue para poder verlo con sus propios ojos.

Rodé por la cama intentando pensar qué era lo que debería hacer cuando el timbre de mi celular sonó. Lo tomé de mala gana y contesté.

—¿Fleur? Soy Kenya.

—¿Qué se te ofrece? —Me incorporé de la cama y limpié mis lágrimas con el dorso de la mano. Un gesto poco femenino pero, en mi estado emocional actual, eso carecía de importancia.

—¿Podríamos hablar?

—Creí que eso es lo que hacíamos —repuse con sarcasmo. No estaba de humor para soportar sus rodeos.

—En persona.

—¿Cuándo?

—Cuanto antes, mejor. —Había premura en su voz. Me dejó pensativa. No sabía si era correcto encontrarme con ella a solas, había demostrado ser peligrosa.

—De acuerdo. ¿Dónde quieres que nos veamos? —pregunté al notar que se había quedado en silencio.

—En la puerta principal del conservatorio. En una hora.

La curiosidad se apoderó de mí al escuchar la forma tan apagada en que hablaba. Por lo menos, había logrado distraerme del asunto de Yori y Rose. Me puse de pie para arreglarme y salir. Liam había accedido a comprarme un auto y esta era la oportunidad perfecta para poder conducirlo sin que llevara un chaperón o alguien de seguridad conmigo. Tomé mi bolso y las llaves, y conduje hasta el conservatorio a una velocidad exageradamente alta.