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Chapter 26 - Juntos

—Después de casi un año de retiro total, tenemos a Fleur presentándonos su nuevo material discográfico —dijo la presentadora. Entré caminando al set con mucha seguridad.

—¡Hola! —saludé.

—Fleur, te veo mucho más madura —dijo al mirar la ropa que llevaba. Aún no había recuperado mi figura, así que habíamos elegido ropa un poco más holgada y recatada para evitar suspicacias.

—Gracias —respondí.

—Pero antes de comenzar a conversar, ¿por qué no nos cantas tu nuevo sencillo?

Me puse de pie y caminé hacia el escenario. La melodía comenzó y dejé que mis emociones fluyeran a través de la letra de aquella canción. Las luces iluminando mi rostro e incluso el aroma del humo de hielo seco me trajeron recuerdos. Era como si volviera a estar en mi sitio, definitivamente adoraba cantar.

—Fleur, no solo te ves más centrada y madura, también tu música ha cambiado. Me has dejado sorprendida con esta canción. Cuéntanos un poco acerca de ella.

—Es una balada romántica, la mezcla y los arreglos son muy diferentes al género que he cantado siempre. La canción habla sobre la vida, las cosas que ganamos, las que perdemos, sobre amar y sobre dejar en libertad el amor —dije mientras mostraba el CD a la cámara.

—Este es el segundo disco que lanzas en América, ¿cierto?

—Sí, así es, el primero fue antes de tomarme un descanso. Como cantautor es fácil volverse monótono en la música que se compone, así que decidí darme un respiro para reencontrarme con mi música y este es el resultado.

—Pues auguro que este disco será un éxito también y te agradezco mucho que hayas elegido nuestro programa para volver a aparecer en los escenarios. Te deseamos mucha suerte y que sigas cosechando éxitos.

—Al contrario, gracias por invitarme. —En las pantallas apareció la palabra Pausa comercial.

—Muchas gracias por venir, Fleur.

—Gracias a ti por invitarme, Claire.

—Fue un placer.

Nos despedimos con un beso en la mejilla y caminé sonriendo hacia los camerinos. Me sentía muy relajada, pero sobre todo estaba feliz por haber vuelto a cantar frente al público.

—¿Fleur? —dijo una voz conocida. Me detuve en seco y di la vuelta. Giré tan lento que pensé que había tardado un siglo en hacerlo.

—¿Yori? —Mi primer impulso fue soltarme a llorar como una niña pequeña y arrojarme a sus brazos, pero lo reprimí.

—Hola —saludó con aquel tono de voz dulce que siempre había tenido.

—¿Cómo has estado? —pregunté nerviosa.

—Muy bien, ¿y tú? —respondió.

Parecíamos un par de adolescentes nerviosos en su primera cita. Noté que Yori apretaba los puños a los costados, parecía estarle costando el mismo trabajo que a mí controlar el impulso de abrazarme.

—Yo —comencé, pero la voz de Liam me distrajo.

—Fleur, la bebé tiene hambre —susurró mientras cargaba a Shiori. La pequeña estaba arropada en una frazada color rosa. Los ojos de Yori miraron directamente a Liam.

—¿Ustedes?

—No —respondió Liam casi enseguida, nervioso por conocer el resto de la pregunta.

—¿Entonces? —Parecía contrariado, nervioso, como si algo en su interior le gritara la verdad y no pudiera creerla. No podía ni siquiera formular una pregunta completa.

—Entramos en diez segundos —dijo el director de cámara.

—Sí. ¿Podrías esperar? —Sonreí y me acerqué a él. Rocé su mejilla con mis labios.

—No me iré a ningún sitio —susurré en su oído. Caminó a grandes zancadas hacia el escenario.

—¿Vas a contarle todo? —preguntó Liam. Tomé a Shiori entre mis brazos, miré mis ojos en los de ella y me recargué en una de las paredes.

—No puedo huir más de él ni de lo que siento.

—¿Por qué no pensaste en eso hace un año cuando simplemente desapareciste de su vida? —inquirió.

—Porque estaba celosa.

—¿De quién?

—De la música.

—Fleur. No… —Liam se interrumpió. Estaba molesto, era fácil de saber. Tenía razón en estarlo.

—Liam, ambos necesitábamos tiempo para madurar, mírame ahora —dije y sonreí cuando lo hizo—. Míralo a él. Hace un año entendí que, a pesar de amarnos tanto, teníamos muchos sueños y ambiciones. Si permanecíamos juntos, comenzar a sentirnos forzados sería inevitable y el amor se convertiría en odio. Si eso ocurría, entonces terminaríamos separándonos de cualquier forma. Shiori no formaba parte de mis planes, pero su llegada hizo que me diera cuenta… Hay un momento para todo y aquel era momento de decir hasta pronto.

—¿Ya no piensas igual ahora? —Miré a Shiori bostezar después de terminar su leche.

—No, creo que ahora ambos somos el número uno en las prioridades del otro.

—¿No temes el reproche por dejarlo así? —Sonreí.

—No, porque él también lo comprendió. —Metí la mano en la bolsa del saco que traía puesto y le extendí un papel doblado.

—¿Qué es esto?

—Mi amuleto. Hace un año le dejé esa carta a Yori y me envió una respuesta dos semanas después de enterarme que estaba embarazada.

Liam abrió el papel y comenzó a leer en voz alta:

Yori:

Lamento no tener el valor de hablar contigo frente a frente, pero ya me conoces, soy una cobarde. Tengo miedo de no poder permanecer firme en mi decisión. Pensé mucho sobre esto, me negaba a dejarte ir, pero creo que después de todo lo que hemos pasado es necesario tomarnos un respiro.

No digo que haya dejado de amarte o que algún día lo haga, puedo asegurarte que si no eres tú, no será nadie. Pero he descubierto que somos inmaduros. Tienes demasiados sueños y aspiraciones, y no quiero entrometerme. Yo me he vuelto egoísta, quiero tenerte solo para mí. Y eso no es sano para ninguno de los dos.

Si continuamos juntos ahora, las aguas nunca se calmarán y acabarán con nosotros. No quiero que nos guardemos rencor el uno al otro por ello. Es por eso que escribo esta carta.

Te amo… Eso nunca va a cambiar y, aunque suene demasiado confiado de mi parte, sé que también me amas. El destino nos brindó muchas veces la oportunidad de tenernos sin tener que pasar por tanto, pero fue debido a nuestra inexperiencia y juventud que complicamos la situación hasta llegar a este punto muerto.

Tengo fe en que una vez que la vida vea que ambos hemos madurado nos brinde la oportunidad de reencontrarnos y cuando ocurra prometo que no huiré, enfrentaré todo lo que tengas que decir. Pero a cambio quiero que prometas lo mismo.

No importa si tarda un mes, un año o una década. Para mí solo existes tú, estoy atada a ti no por el amor físico, sino por el amor que nuestras almas sienten.

Eres mi único sueño y será para siempre.

Liam levantó la vista para dedicarme una mirada llena de pena.

—Mira al reverso. —Giró la hoja y leyó de nuevo en voz alta.

Lo sé, una parte de mí piensa y siente lo mismo. No quería que esto pasara. Lamento haber dejado que fueras tú quien asumiera toda la responsabilidad, pero yo tampoco soy valiente.

Supongo que pedirte que vuelvas ahora sería tonto, así que… esperaré con ansia ese día.

Tú también eres mi único sueño.

—No entiendo por qué complicar tanto las cosas —dijo molesto.

—No es necesario que lo hagas —respondí de forma burlona. La música cesó. Yori se acercó caminando hacia nosotros. Sonreí al verlo y él regresó mi sonrisa.

—¿Puedo sostenerla?

—Adelante —respondí y coloqué a Shiori en sus brazos. Yori la tomó con cuidado y observó su rostro. Sabía lo que veía, cabello negro y lacio, pero ojos grises como los míos y rasgados como los de él.

—¿Cómo se llama?

—Shiori.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Prometí que esperaría hasta que la vida volviera a juntarnos y nada cambiaría que fuese tu hija.

—Es muy linda —dijo mientras Shiori sostenía su dedo índice.

—Lo es —respondió Liam—. Deberías haber visto cómo reaccionó Fleur cuando se enteró. Pero sería mejor que habláramos de esto en otro sitio, estamos llamando la atención.

—Tengo un departamento cerca —dijo Yori.

Yori no soltó a Shiori en ningún momento, incluso al subir al auto se sentó en la parte trasera conmigo para no tener que dejarla.

—¿Mamá y papá lo saben? —Negué con la cabeza—. Eso pensé. La última vez que hablé con ellos me dijeron que llamabas de vez en cuando, que estabas muy ocupada para visitarlos y no podías atenderlos si ellos te visitaban.

—No quería que te dijeran nada hasta que fuese lo mejor. Creí que podrías sentirte angustiado y renunciarías para estar con nosotras.

—Me conoces bastante bien, pero yo tampoco he estado mucho con la familia. Poco después que te fueras vine a vivir a Los Ángeles. Vivir en la casa sin ti era… no quería flaquear y salir corriendo a buscarte —respondió.

Llegamos a un edificio de ladrillos rojos, cerca de un parque repleto de árboles y flores que en parte me recordó a Central Park. Subimos por el elevador hasta el último piso y Yori abrió la puerta para nosotros. Su departamento era muy sobrio, no se parecía en nada a la habitación que tenía en casa. Todos los muebles combinaban a la perfección y se respiraba su colonia en todo el lugar. Noté inmediatamente la similitud de ese departamento y los cambios que le había hecho al mío en París cuando volví.

—Ustedes dos son muy parecidos —dijo Liam con un hilo de voz al mirar a su alrededor—. Los dejo para que charlen, deben tener mucho que decirse. —Yori lo acompañó a la puerta.

—Debe haber sido difícil pasar por el embarazo tú sola —dijo mientras me ayudaba a sentarme en el sillón.

—No, en realidad tú siempre estuviste conmigo. Ella es parte de ambos —dije y besé con cuidado la pequeña frente de Shiori—. ¿Puedo recostarla en la cama? Cada día pesa más al sostenerla.

—Claro —respondió y me guio hasta la habitación.

Acomodé a la bebé en el centro y colocamos almohadas a su alrededor. Justo cuando volví a ponerme de pie, me rodeó con sus brazos. Me estremecí al sentir su calor, era tan cálido que incluso traspasaba la ropa.

—Te eché de menos —dijo mientras enterraba su rostro en mi cabello.

—Yo también quería verte… pero… de la escala del uno al diez…, ¿cómo de molesto estás conmigo? —respondí. Regresé su abrazo y él me miró con picardía.

—Cien —musitó y besó mis labios con delicadeza—. Por dejarme solo explicándote con una nota… —Besó mi mejilla—. Por no contestar ninguna de mis llamadas… —Recorrió con la punta de la nariz mi barbilla—. Y… cien por no decirme que tenemos una hija. —Colocó su frente junto a la mía y me miró a los ojos—. Te amo —susurró.

Sonreí y enrollé mis brazos en su cuello. Nos pasamos toda la noche conversando, poniéndonos al día. Le conté sobre el martirio que había sido para Liam cumplir mis antojos y sobre los sitios que conocí durante las giras. Él me contó sobre Reira y su decisión de convertirse en actriz, sobre Rose y su bebé, a quien, por cierto, tenía poco de tiempo de haber visto, pues también vivían cerca de allí.

El mundo había comenzado a girar de nuevo y nuestras vidas recobraron su riel. Todo el pasado careció de importancia. Liam regresó a París, mientras que Shiori y yo nos quedamos con Yori como la familia que éramos.

Preparaba el desayuno mientras Yori vestía a Shiori. Se había vuelto un experto en los pocos días que llevábamos viviendo con él, era como si hubiese nacido con el gen de ser padre.

—Fleur, en el refrigerador hay pastel, ¿podrías cortar un pedazo para mí? —Sonreí. ¿Quién desayunaba pastel un viernes por la mañana?

Caminé hacia el refrigerador y saqué la caja con el pastel. Era un pastel de fresa, con cubierta de chocolate y pan de vainilla. No lo culpaba por querer comerlo, con tan solo verlo yo también deseé una rebanada. Tomé el cuchillo y partí dos rebanadas. Yori me observaba desde la entrada de la cocina. Sostenía a Shiori y tenía una mueca divertida en el rostro. Estaba colocando la segunda rebanada en el plato cuando escuché un rechinido que se produjo cuando deslicé el pastel en el plato. Levanté el plato en alto para mirar qué había producido aquel sonido.

Había una pequeña bolita de pan que sobresalía de la rebanada. La tomé entre los dedos y la observé. El pan se desquebrajó por la presión de mis dedos y quedó al descubierto un anillo. Era delgado, un fino anillo de oro blanco, adornado por un diamante mediano color azul turquesa y un par de gotitas de diamante blanco en los costados.

No podía parpadear. Yori se acercó a mí, tomó el anillo y lo colocó en mi dedo anular.

—¿Te casarías conmigo? —Sus palabras fueron un susurro bajo y profundo.

—Sí —respondí y lo abracé cuidando no aplastar a Shiori.

—Debemos llamar a nuestros padres —dijo riendo mientras comía pastel con la mano.

—Vas a despertarlos —contesté riendo.

—Oye, merecen saber que son abuelos y que hay que planear una boda.

Moví la cabeza presa de una risita tonta que no dejaba de abrirse paso por mi garganta. Lo observé marcar en el teléfono de la sala y hablar tan lento como su emoción se lo permitía.

—Ellos vendrán aquí —dijo al colgar.

—¿Por qué? Creí que sería mejor ir a verlos nosotros.

—Dicen que es mejor no viajar con la bebé todavía.

Nuestros padres tomaron el primer vuelo disponible y llegaron. La mirada con la que observaron a Shiori al verla en el aeropuerto expresaba su felicidad. Ya no había nada que temer, tenía todo aquello que siempre había deseado, el amor de alguien que era un sueño, un sueño hecho realidad.