Intentaba concentrarme en las partituras, cuando el ruido del piano me distrajo. Recorrí el pasillo hasta llegar a la sala. Sabía quién aporreaba de esa forma el piano. Me acerqué sigilosamente hasta situarme detrás de ella.
—¿Qué haces, cariño? —pregunté a Shiori. De todas las cosas que podía heredar de nosotros, debía ser su sueño ligero. Ahí estaba mi pequeña, con su melena negra y lacia enredada en las puntas, vestida con su pijama rosa y pantuflas de princesa, hincada sobre el taburete del piano golpeándolo con sus manos extendidas. Al escuchar mi voz, solo giró su cabeza un momento, para mirarme con aquellos ojos grises como los míos y sonreír de forma pilla.
—Quiero escribir canciones como tú, mami —respondió con su vocecilla de soprano.
—Vas a despertar a tu hermano si sigues tocando así el piano. —Me senté junto a ella y coloqué mis manos sobre las teclas. Solíamos hacerlo todos los días, sentarnos juntas frente al piano y practicar solfeo.
—¿Qué nota es esta? —pregunté mientras apretaba las teclas blancas de la clave de sol en el piano.
—Es un sol —respondió después de unos segundos.
—Muy bien. —La cargué y la puse sobre mi regazo.
—¿Para quién quieres componer la canción? ¿Para mí? ¿Para tu papá? ¿O tal vez para Ryo? —Shiori sonrió de oreja a oreja y comenzó a tocar una cadencia musical que capto mi atención de inmediato. Su anterior sinfonía de golpes y tonos desafinados había desaparecido por completo, la pieza que comenzó a tocar era demasiado compleja para una pequeña de solo cinco años de edad.
—Es para mi amiguito —respondió sin dejar de oprimir las teclas. Sus palabras despertaron mi curiosidad.
—¿Lo conociste en la escuela? —pregunté intrigada. Shiori sacudió la cabeza para negar. Yori entró en la habitación con Ryo en los brazos. Al parecer, el alboroto con el piano los había despertado a ambos. Le sonreí y él regresó mi sonrisa. Se sentó frente al piano y nos contempló.
—¿Qué hacen? —preguntó.
—Tu hija quiere escribir una canción para su amigo —respondí.
—¿Ah, sí? —preguntó Yori divertido y con un dejo de celos paternales en su mirada.
—Sí. —Shiori seguía concentrada en el sonido de las notas, intentando encontrar la armonía.
—Es mi amigo en mis sueños —dijo. Yori y yo nos miramos—. A él le gusta mucho la música… yo le conté que mis papis son cantantes… se puso muy contento al saber que a mí también me gusta mucho la música… así que quiero que, la próxima vez que sueñe con él, pueda tener una canción para él. ¿Me ayudas tú también, papi? —Yori se levantó de la silla y dejó a Ryo jugando con un cochecito de plástico en el sillón.
—Claro, hija.
Shiori quedó sentada en medio de los dos, mientras yo tocaba la melodía que ella había comenzado. Yori tocó la armonía y nuestra pequeña hija comenzó a cantar.
Con frecuencia me pregunto si soy la única persona a la que le ha ocurrido. Tal vez sea un secreto… Por eso solo puedo decirte que nunca pienses que se trata solo de un sueño o una invención de tu mente para evadir la realidad o la soledad. Debes creer que ahí afuera, quizá muy cerca de ti o incluso al otro lado del mundo, existe alguien que fue hecho para ti y fuiste hecha para él, y el destino les dará la oportunidad de buscarse, encontrarse y poder volver a juntar sus almas para siempre.