—Fleur, ¿estás lista? —preguntó Liam.
—Sí —respondí y la rueda de prensa dio inicio.
Las mismas preguntas de siempre. La misma rutina de siempre, bailar, cantar, entrevistas, componer. Mi vida comenzaba a convertirse en una cinta de repetición.
—¿Cuándo saldrá su próximo material?
—Está programado para finales de mes.
—¿Cuál será la temática de este álbum?
—Son baladas en su gran mayoría.
—¿El cambio en su música tiene algo que ver con su reciente relación terminada?
—Creo que todo lo que rodea a un compositor tiene influencia en su música. Como artista, las emociones son básicas, nos nutren, nos inspiran.
—¿Ha tenido contacto con Yori después de la ruptura?
—No.
—¿Entonces no está enterada de su próximo debut en Estados Unidos?
—No.
Comenzaba a tener fama entre los reporteros de ser demasiado hosca con ellos. No los culpaba por pensarlo, era hosca hasta conmigo misma. El único sitio donde, a pesar de lo irónico que pueda escucharse, me sentía yo misma era arriba de un escenario cantando. Aún seguía viendo aquella silueta alargada y elegante observándome cantar, con aquellos ojos marrones con los que aún soñaba constantemente.
—¿Qué sigue en la agenda? —le pregunté a Liam.
—El ensayo con Glenn, esta es la última sesión para montar la coreografía. Podrás descansar dos días y entonces comenzaremos con los arreglos para el concierto.
—Perfecto —respondí y continué caminando hasta que llegamos al auto.
—¿Te encuentras bien? —preguntó al ver que me había costado trabajo acomodarme en el asiento.
—Sí, creo que tal vez debería hacer una cita con el médico, últimamente me siento muy cansada —respondí mientras me colocaba el cinturón de seguridad.
—Seguramente te llamará la atención por no comer adecuadamente —dijo en tono burlón.
Sonreí por su comentario. Cuando llegamos al estudio, Glenn estaba ensayando con los nuevos bailarines. Era increíble su creatividad para armar coreografías. Ahora tenía una compañía con más de cincuenta bailarines y podía llegar a utilizarlos a todos en la misma coreografía.
—Llegas tarde —dijo al verme entrar.
—Dile al chófer —respondí y señalé a Liam. El interpelado fingió una carcajada antes de responder.
—Qué simpática.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Glenn. Dejé de reír por el mohín de Liam y lo miré con severidad.
—¿Cuántas veces tengo que pedirte que no me preguntes eso? —Mi voz no iba más allá de un susurro, pero pareció poner los nervios de Glenn en punta.
—Lo siento —dijo apenado—. Comencemos.
Me cambié de ropa para iniciar con el ensayo. La coreografía tenía demasiadas piruetas, así que estaba costándome trabajo modular la voz, esa era la principal razón por la cual habíamos tardado tanto en montar la coreografía. Giraba para terminar con la última estrofa de la canción cuando los oídos comenzaron a zumbarme, las piernas se me doblaron y una oscuridad brumosa me absorbió. Escuché a Liam gritar mi nombre, pero después todo se quedó en silencio.
Desperté en la cama de un hospital. Miré a mi alrededor angustiada por no saber dónde estaba.
—Fleur —dijo Liam al ver que había despertado.
—¿Qué ocurrió?
—¿Por qué no me lo habías dicho? —preguntó molesto. Su tono me tomó por sorpresa.
—¿Decirte qué? Lo siento, creí que no era importante, que se debía al estrés o que tal vez tenía una infección intestinal. No imaginé que tener náuseas y vómitos me llevarían a desmayarme. —Estaba balbuceando.
La mirada inquisidora de Liam era demasiado para mis nervios. En mi fuero interno no podía dejar de repetirme que estaba exagerando. La entrada escandalosa de una enfermera nos sorprendió a ambos, sacándonos un poco de nuestra lucha de miradas.
—¿Cómo se siente? —preguntó la mujer mientras anotaba mi presión en una tabla que sostenía.
—Mejor… supongo. ¿Puedo irme ya?—pregunté.
—Aún tenemos que hacerle un ultrasonido.
—¿Un ultrasonido?
—Sí. Después podrá irse a casa, pero necesita tomar las cosas con más calma. La doctora vendrá después para recetarle algunas vitaminas. —La miré aún más confundida que al principio.
—¿Alguien me puede decir qué demonios está ocurriendo? —grité de forma histérica. La enfermera pegó un respingo por mi reacción y miró a Liam. Este levantó las manos en signo de rendición y tomó una bocanada de aire antes de responder.
—Creo… que no lo sabe —dijo intentado sonar casual. La enfermera dirigió la mirada hacia mí.
—¿No sé qué? Liam, ¿de qué estás hablando? —Un sinfín de posibilidades pasaron por mi mente, quizá estaba enferma de algo grave.
—Estás embarazada —musitó Liam. Sentí como si me hubieran dado un golpe muy fuerte en el estómago. Náuseas, vómitos, cansancio… «¡Dios mío, pero qué tonta soy!», siseé en mi interior.
—¿Embarazada?
—Sí, tiene ocho semanas aproximadamente —dijo la enfermera. Liam se acercó y tomó mi mano. Me cubrí el rostro con la otra para que la luz fosforescente de las lámparas no me diera tan directo en el rostro.
—¿Fleur? —preguntó al ver que solo respiraba de forma agitada.
—¿Un bebé?
—Fleur, respira. —Me llevé las manos al vientre y lo acaricié.
—Es mi bebé —susurré—. ¿Cuándo harán el ultrasonido? —La enfermera me miró con cierta sorpresa, supongo que parecía una completa lunática con mis cambios de ánimo.
—Venía a prepararla —respondió.
Un bebé, nuestro bebé. Seguramente Yori saltaría de gusto. ¿Cómo lo llamaríamos? ¿Qué era, niño o niña? Estaba emocionada, deseaba ver el rostro de Yori cuando le diera la noticia, aunque de pronto recordé que no podía decírselo. Si lo hacía, vendría corriendo y, seguramente, me levantaría en brazos, y besaría mi vientre con aquella idolatría tan característica de él.
Pero de nuevo tendría que elegir entre nuestro bebé y yo, y su carrera. Ahí estaba de nuevo esa encrucijada, solo que, en esta ocasión, al tomar la decisión de no decirle nada me sentí extraña, aquella soledad que había sentido desde nuestra separación desapareció. Tenía un pedazo de él creciendo en mi interior.
La doctora Sullivan se haría cargo de mi embarazo. Me prescribió vitaminas y me dijo que no debía estar tan estresada para evitar hacer daño al bebé. También me prohibió bailar y mientras respetara todas sus indicaciones no tendría inconvenientes para continuar con mi agenda.
Después de eso, todos parecían estar contentos con lo animada que me veía. Liam arregló los horarios de presentaciones y conciertos para evitar que las personas se percataran de mi embarazo. Quizá nuestras costumbres eran muy abiertas, pero no estaba casada y era muy joven, así que dar a conocer mi situación podía ser contraproducente.
—¿Cuándo vas a decírselo a tus padres? —preguntó Liam.
—Aún no lo he decidido. Si se lo cuento se lo dirán y no quiero que lo sepa —Él es su padre, tiene derecho a saberlo.
—Nunca he dicho que no vaya a decírselo, pero no es el momento—respondí mientras continuaba tejiendo.
Para Liam el embarazo estaba siendo más difícil que para mí. El pobre ejercía como papá honorario consiguiendo mis antojos a mitad de la noche, llevándome a las consultas y haciendo las cosas por mí cuando comencé a convertirme en una cuerda con nudo.
Con frecuencia acariciaba mi vientre mientras tarareaba una canción de cuna. Desde que comencé a cantarle dejó de patear y comenzó a quedarse quieto, parecía agradarle el sonido de mi voz. Se parecía a sus padres, a pesar de no haber nacido ya amaba la música.
Los nueve meses pasaron más rápido de lo que imaginé y, justo cuando la primavera comenzaba a calentar las frías calles parisinas, mi pequeño decidió que era el momento de venir al mundo. Liam me llevó al hospital tras la primera contracción.
—Fleur, solo un poco más. —La voz de Liam se distorsionaba, jamás había sentido tal cantidad de dolor, parecía que iba a partirme por la mitad. De pronto, tras el último esfuerzo, lo escuché llorar.
—Es una niña —dijo la doctora Sullivan y llevó a mi pequeña hasta mis brazos. Era la cosa más bella que jamás había visto en mi vida, tan pequeña, tan frágil. Las lágrimas corrieron por mi rostro cuando la abracé. La pequeña dejó de llorar por un momento cuando comencé a hablarle.
—Hola, pequeña Shiori —musité. La pequeña apretó mi dedo con su pequeña manita, cerrando sus deditos regordetes alrededor de mi dedo meñique, y el mundo se transformó en algo perfecto.