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Chapter 13 - Tú aún estás en mis sueños (2a parte)

Reira era una niña dulce y tierna, pero desde que mis amigos de la infancia habían entrado en escena parecía haberlo olvidado. Tanto Yori como ella parecían sentir cierta rivalidad por Liam y Millet. Quizá eran solo celos fraternales, pero me ponían los pelos de punta cada vez que comenzaban a enfrentarse de ese modo frente a mí.

—¿Puedo ir con ustedes?

—Claro —respondió Liam tan seguro de sí mismo que Reira parpadeó un par de veces.

—Hay muchos restaurantes en Tokio, sugiero que lo lleves a Roppongi, seguramente encontrarán un buen restaurante de comida francesa —dijo dirigiéndose a mí.

El cambio de actitud de Reira provocó que una sonrisa pícara se dibujara en mi rostro. Liam era un hombre atractivo, pero sobre todo tenía cierto aire autoritario al que nadie podía resistirse, y tras ver la actitud de mi pequeña hermanastra creo que ni siquiera su mal genio pudo darle ventaja. Liam le dedicó una sonrisa a Reira, supongo que para no dejar rencillas.

—Gracias por el dato —dije. Liam me ofreció su brazo para que saliéramos juntos de la casa. Yori me miró con cierto descontento, pero no dijo palabra alguna.

—¿Dónde está Millet? —pregunté al notar el cambio en su semblante una vez que salimos de la casa.

—Creyó que sería mejor que habláramos a solas. —Lanzó un suspiro largo antes de continuar—. ¿Por qué no comes? —preguntó mientras me miraba fijamente. Yo esquivé su mirada dirigiendo el rostro hacia el otro lado y clavándola en el suelo.

—No tengo apetito —respondí.

—Necesitamos charlar con calma, pero no encuentro la forma de hacerlo sin asustarte por mi reacción.

Caminé detrás de él hasta que llegamos al auto negro que había captado mi atención desde que bajara del auto de Yori. No solo era un convertible, era un auto deportivo que admiré.

—¿Por qué no mejor trajiste una limusina? —bromeé y él respondió soltando una carcajada.

—Al menos sigues siendo igual de sarcástica —respondió fingiendo molestia.

—Es lindo, pero llama mucho la atención. —Liam siguió riendo y me abrió la portezuela del copiloto. Estaba siendo demasiado amable, pero dentro de aquella amabilidad había hermetismo. Comenzaba a ponerme nerviosa.

—Sube —dijo en tono amable. Una vez dentro del auto, se giró y me miró—. Ahora ya estamos a solas. ¿Me dirás lo que ocurrió? —musitó.

—Japón es un país muy seguro. Puedes salir a medianoche a comer una hamburguesa y no corres el riesgo de ser asaltado. ¿No te parece un país fascinante? —respondí mientras me colocaba el cinturón de seguridad. Una sonrisa triste se dibujó en su rostro y su frente se surcó de arrugas por su ceño fruncido. No quería enfrentar su reacción. Se decepcionaría de mí.

—Vamos a comer —dijo al ver la palidez de mi rostro.

—Como quieras —respondí con la voz ronca y me acomodé en el asiento.

Llegamos a un restaurante de hamburguesas en Roppongi. Curiosamente, era el mismo sitio al que había ido con Yori meses atrás.

—¿Qué te apetece comer? —preguntó. Roppongi ofrece una vista perfecta de la torre de Tokio y ese restaurante era la más clara muestra de ello.

—Elige, juro que comeré lo que traigas.

Me quedé observando la calle fijamente. Como el restaurante se encontraba en una esquina, podía observar los clubes y a las personas cruzar la calle. Al ver tal cantidad de personas pasar, me preguntaba si él estaría sentado ahí, en el mismo restaurante, o tal vez podría verlo cruzar la avenida. ¿Quién podría ser? ¿Cuántos años tendría? Eran preguntas que siempre habían pasado por mi mente, pero nunca habían tenido tanta importancia como la tenían ahora. Siempre creí que el destino y la vida se encargarían de ponerlo en mi camino, jamás imaginé que fuera incapaz de reconocerlo y, mucho menos, de confundirlo con alguien más.

—¿En qué piensas? —preguntó Liam al ver lo entretenida que estaba observando a la gente en la calles.

—Pienso que… no resistirás saber lo que ocurrió. Supongo que ya debiste haber escuchado los rumores que corren por el conservatorio, lo deduzco por tu reacción, de inmediato presupusiste que André estaba involucrado. —Liam me miró fijamente.

—Eres aguda cuando hablas, eso nunca cambiará. Kenya te mostró las fotografías, ¿cierto? Yo también las vi y con respecto a los rumores… son más graves de lo que crees, han comenzado a decir que tal vez te casarás con André y otras tonterías similares. Obviamente, no creí ni una palabra, pero decidí no interferir hasta que supiera qué fue lo que ocurrió. No eres la primera persona que es perseguida por el trabajo de sus padres, recuerda los problemas que tuve cuando tenía tu edad.

Sonreí al recordar aquel día en que lo fotografiaron al salir de un bar, ahogado de borracho y con una señora mayor. Francamente, yo no vi nada de malo en ello. Acepto que era una imagen desagradable, pero la ancianita era muy tierna ante la lente de la cámara.

—Entiendo a qué te refieres —contesté finalmente al ver que me miraba con cierto reclamo por mi sonrisa burlona.

—Deja de reírte y cómete tu hamburguesa. —Puse los ojos en blanco, la levanté con ambas manos y abrí la boca para morderla. Le arranqué un pedazo y comencé a masticarlo. Una vez que lo tragué volví a morderla, pero al tercer mordisco sentí una punzada fuerte en el estómago y tuve que levantarme corriendo para ir al baño.

—¿Estás bien? —preguntó Liam desde la puerta al ver que no salía.

—Sí —respondí con la voz ronca. Me acerqué al lavabo y me enjuagué la boca antes de salir.

—No es normal que tu cuerpo reaccione de esa forma cada vez que intentas comer —dijo al ayudarme a sentar. Los chicos que trabajaban en el restaurante nos habían llevado una silla hasta la sala de espera de los sanitarios. No tenía la fuerza de ponerme de pie y sobre caminar, ni hablar.

—Siempre que intento obligarme a comer sucede lo mismo.

—¿Ya habías intentado forzarte antes? —Asentí—. ¿Por qué no me lo dijiste? —Sonreí de forma triste.

—Porque no me habrías creído. —Mi respuesta lo hizo llevarse las manos al rostro.

—No sé cómo debería ayudarte… y me duele verte así. —Sus palabras provocaron que las lágrimas se acumularan en mis ojos

—Sé que eso es lo que deseas y lo agradezco. Pero yo misma desconozco la forma de levantarme de esto. Soy consciente… la falta de apetito no es más que un reflejo para demostrar la incomodidad que siento hacia mi cuerpo. También sé que mi padre está martirizándome para que pueda liberar la rabia que me carcome por dentro, pero por ahora no tengo nada que me ayude a ver la luz al final del túnel, solo puedo ver sombras.

—¿Intentas decir que no tienes ninguna razón para seguir adelante? —Entrecerré los ojos antes de responder su pregunta, pues la respuesta no iba a agradarle.

—Liam, de un momento a otro perdí todo, o al menos así lo siento. Mi padre, la música, mis sueños…

—Fleur, sé que esto no es fácil. Entiendo que te sientas vacía. Pero creo que la razón de tus pensamientos es que estás asustada, tienes miedo de darte cuenta de que, en realidad, aún quieres hacer todo lo que querías hacer. Tienes miedo porque sientes que no lo mereces. —Lo miré sorprendida.

—¿Cómo sabes eso? —Liam me ofreció su pañuelo al ver que las lágrimas se derramaban.

—Porque sientes que tú lo provocaste. ¿Por qué permitiste que André se acercara a ti?

No quería responder esa pregunta. La respuesta encerraba la razón por la cual me estaba ahogando en mi dolor.

—Porque creí que era el chico con el que soñaba.

—¿Soñabas?

—Estuvo frente a mí, Liam, y yo no fui capaz de reconocerlo. No quiero entrar en detalles, pero estaba desesperada y ese día… yo… No lo sé, aún está confuso el recuerdo en mi cabeza. —Liam analizó mis palabras.

—¿Ya no sueñas con él? —Entorné los ojos.

—No entiendo por qué me preguntas eso. A fin de cuentas, nadie me creyó, y aunque fingían que no era una locura, sé que todos pensaban que no era más que una fantasía. Así que no te burles de mí y di lo que piensas. Me puse en una situación de riesgo, en la que no ocurrió otra cosa más que lo que yo misma busqué, por perseguir una ilusión tonta que jamás sabré si existe.

—Fleur, jamás pensaría que fue tu culpa.

—Nadie lo dice, pero sé que todos piensan eso —grité para interrumpirlo—. Lamento mucho haber sido tan tonta como para no ser capaz de cuidar de mí misma. En fin, aquí la única que fue violada fui yo. Qué más da si vivo o muero, eso a ustedes les da igual.

Lo observé levantarse de su asiento y acercarse a mí, tan rápido que por un momento creí que tal vez me abofetearía. Lo merecía. Liam, Millet y mi familia solo intentaban ayudarme y yo no lo permitía por la amargura y la autocompasión que sentía. Pero solo me rodeó con sus brazos y colocó su barbilla en mi cabeza.

—Quisiera poder saber cómo ayudarte sin causarte más dolor. Pero te juro que no lo sé… estoy tratando… —Me revolví en sus brazos, me sentía incómoda con su cercanía—. Vamos, te llevaré a casa —dijo al ver que estábamos dando un espectáculo en el restaurante. Me ayudó a levantarme y caminamos juntos hasta la caja para pagar la cuenta.

—¿Estás muy molesto conmigo? —pregunté al ver que estaba callado.

—No estoy molesto, Fleur. Jamás me había sentido tan impotente en mi vida.

Cerró la portezuela del auto y estaba a punto de encenderlo cuando el timbre de su teléfono lo distrajo. Al contestar comenzó a hablar con monosílabos. Dirigió la mirada hacia mí y entrecerró los ojos. Colgó el teléfono y se giró para verme de frente.

—¿Le dijeron a la enfermera que la razón por la cual querían hacer las pruebas era una violación?

—No exactamente —respondí aturdida.

—Pues ella anotó en el reporte que debían realizarse los estudios pertinentes en el caso —dijo con cautela.

—¿Y? —grité.

—A criterio del médico es un falso resultado, es demasiado pronto para obtener una respuesta. —Esa frase me aclaró todo.

—¿Las pruebas dieron positivo? ¿Todas las pruebas? —grité.

—Quieren que vayas para tomar otras muestras y realizar los estudios de nuevo. Y sí, todas las pruebas dieron positivo —dijo intentando calmar el shock en el que me encontraba.

—¿Necesitan más sangre?

—Sí. Pero para serte franco, me preocupa que te extraigan más, no tienes la fuerza para resistirlo, podrías enfermar o colapsar por la debilidad.

—Resistiré, no te preocupes. Es solo un poco de sangre.

—Fleur, aun para una persona cuya alimentación es balanceada, extraer sangre en periodos tan cortos es peligroso. Para ti, en tu estado actual, es aún más.

—Liam, necesito saber…, quiero poder dejar esto atrás y para lograrlo esto es necesario.

—¿Que no sabes lo que es el instinto de conservación?

Tal vez no. Si mi instinto de conservación trabajara como es debido, me hubiera ahorrado tantas amargas experiencias.

—Estaré bien —gruñí.

—Bien, lo digo por tu bien, pero si no quieres escuchar…

Quería escucharlo, mi cuerpo me decía que estaba llegando al límite, pero mi cabeza aún no pensaba con claridad. No era solo cansancio físico el que me aquejaba, estaba agotada emocionalmente y contra ese estrés hay muy pocas medicinas.

—¿Iremos al laboratorio hoy?

—Sí. La enfermera quiere hablar conmigo.

Al llegar al laboratorio, Millet nos esperaba en la puerta. Mientras esperábamos en la salita, comencé a tronar mis dedos a causa de los nervios. La misma enfermera que nos había atendido el día anterior salió caminando de uno de los consultorios con un sobre en sus manos.

—Lamento mucho que tengamos que volver a realizar las pruebas. —La miré fijamente intentando sondear cómo había interpretado la información que le dimos el día anterior.

—No hay problema —respondió Liam al ver que me había quedado sumergida en mis pensamientos.

—En esta ocasión necesitamos dos muestras.

La realidad de las razones por las cuales a todo el mundo le preocupa hacerse estudios iluminó una idea en mi cabeza. Es aterrador no querer saber el resultado por miedo a él, pero es más aterrador quedarse sin intentar saber el resultado y de igual forma tener miedo de él. Caminamos detrás de ella hasta un nuevo consultorio, en donde había más instrumental quirúrgico. Me senté en el sillón color café y miré a Liam.

—No te preocupes —dijo para tranquilizarme, pues a pesar de haber dejado de retorcer mis dedos había comenzado a morderme las uñas, un terrible y, sobre todo, autodestructivo hábito.

En esta ocasión debía llenar un tubo y medio, así que fueron dos piquetes, uno en cada brazo. Cuando al fin los tubos estuvieron llenos, sentí la pesadez del agotamiento. Los párpados me pesaban, tal vez todo el mundo tenía razón y debía comenzar a comer mejor.

—Le recetaré algunas vitaminas, está demasiado débil, necesita tomar muchos líquidos, pero sobre todo debe comer. Tienes síntomas de anemia. —Ahora la enfermera comenzaría con aquella letanía.

—Yo me encargaré —dijo Liam.

—Realizaremos todas las pruebas de nuevo, incluyendo la prueba de embarazo. Si vuelve a dar positivo, entonces realizaremos un ultrasonido con sonda. No te preocupes, aún estás a tiempo de decidir si deseas detener el embarazo o si lo tendrás.

Los ojos se me llenaron de lágrimas. ¡Por Dios! ¿Cómo era posible que mi vida se hubiese convertido en un mundo en el que tendría que decidir algo como eso? La enfermera carraspeó para captar la atención de Liam.

—Quisiera hablar con usted en privado —musitó.

El interpelado asintió y salió junto con ella del consultorio. Millet se acercó a mí y colocó su mano en mi hombro. Liam regresó a los pocos minutos, me ayudó a levantarme y literalmente me llevó cargando al auto.

—Ocurrió algo con los análisis, ¿cierto? —pregunté mientras me acomodaba en el asiento trasero de su auto alquilado.

—Depende de tu definición de «algo». —Estaba a punto de erguirse cuando tomé la manga de su camisa para retenerlo.

—Si no me dices qué es, no iré a ningún sitio. —Liam entrecerró los ojos.

—Tu padre se preocupará, es tarde y necesitas descansar, ni siquiera puedes mantenerte en pie.

Solté su camisa y él se dirigió al asiento del conductor. Una vez que estuvo dentro del auto, se giró para mirarme.

—Encontraron una sustancia extraña en tus análisis, Fleur. La enfermera cree que te drogaron. —La respiración se le aceleró, no podía distinguir si su reacción se debía a la sorpresa o si era causada por la ira. Me miró de hito en hito a la espera de mi reacción.

—¿Drogas? —Ahora todo tenía sentido. Creí que la reacción de mi cuerpo se debía al alcohol y a que, tal vez, no tenía tolerancia a él, pero con esa nueva hipótesis aquella confusión dentro de mi cabeza tenía sentido.

—Por el momento, debemos esperar a que tengan los resultados de los nuevos estudios. Necesitan que estemos aquí mañana para tomar una muestra más. Sabemos que es peligroso pero, debido a los síntomas que presentas, podrías estar intoxicada. Tu cuerpo parece ser alérgico a esa sustancia. Necesitamos estar seguros antes que tu condición empeore. ¿Mañana a qué hora quieres que pase por ti?

—Hay un evento en la escuela. Es el festival anual, así que habrá una especie de carnaval durante todo el día, y por la tarde participaré en una prueba de valentía. Si pasas por mí al mediodía, estaré de regreso a tiempo.

—No creo que debas participar, eso te va a exigir demasiada energía.

—No puedo negarme, afectaría toda la organización del evento.

—Me preocupa, Fleur. Si colapsas… —dijo pensativo.

—No te preocupes, mi compañero es Yori, él me ayudará.

—De nada servirá que te diga que no lo hagas, ¿cierto? Eres demasiado tozuda para escuchar. Solo prométeme que si no te sientes bien no participarás.

—Lo prometo —susurré.

Caminamos hacia la puerta con calma, fingiendo una charla intrascendente, hasta que Kuma salió corriendo del patio trasero.

—¡No! —grité al ver que se preparaba para saltar encima de mí, pero la voz de Yori le llegó primero, ya que volteó enseguida y corrió hacia él.

—¿Tan pronto de vuelta? —preguntó al vernos. Miré de forma rápida el reloj de mi muñeca para ver la hora. Eran casi las diez. Comenzábamos con la faceta sarcástica de Yori.

—Mañana hay escuela —respondí intentando sonar casual.

—Claro —dijo él mirando fijamente a Liam. No podía deducir que encerraba aquella mirada profunda con la que se observaban mutuamente. Molestia, celos, tal vez era un poco de ambos.

—Fleur, será mejor que entres. Debo regresarte con tu padre.

La voz de Liam provocó que dejara de mirar a Yori. Pasó su brazo por mi hombro y comenzamos a caminar hacia la casa. Al entrar me percaté de que no había nadie.

—Salieron, fueron de compras.

—¿Por qué no fuiste con ellos?

—¿No es obvio? —inquirió sorprendido ante mi pregunta—. Me preocupó que regresaras y te quedaras sola.

—Gracias —respondí sonriendo.

—Ya que estás en casa, me iré a descansar, el cambio de horario y el viaje en avión me tienen hecho polvo —dijo Liam en tono jovial.

—Bien —dije y caminé detrás de él hasta la puerta.

—Mañana pasaré a por ti a la hora del almuerzo —dijo en tono bajo.

—Bien —respondí y cerré la puerta detrás de él.

Yori esperó a que me despidiera sentado en la sala.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, solo estoy cansada —dije de forma esquiva.

—Fleur, yo —se interrumpió antes de terminar la frase—. Descansa —musitó.

Subí trastabillando las escaleras y me encerré en mi habitación. Me quedé dormida enseguida, habían sucedido demasiadas cosas en un día.

—Fleur, es muy tarde —gritó Reira mientras abría las cortinas de par en par.

—¿Qué hora es? —pregunté al ver lo angustiada que estaba.

—Casi las ocho. —Me levanté de un salto.

—¿Por qué no me despertaste? —pregunté mientras comenzaba a vestirme.

—¡Lo hice! Vine casi cada cinco minutos y siempre decías que ya casi estabas lista. —Sonreí con vergüenza.

—Lo siento, estaba muy cansada.

—Está bien, pero mejor date prisa o mi hermano te asesinará. —Sonreí nerviosa y terminé de acomodar la corbata del uniforme.

Al bajar las escaleras, me percaté de que me sentía más despejada que de costumbre, no sentía aquella ansiedad que había estado torturándome.

—¿Quieres desayunar algo? —preguntó Yoko.

Miré el plato con cereal, no había cenado nada y el almuerzo de la mañana anterior había sido solo fruta. Mi cuerpo no sentía hambre, aunque mi mente gritaba para convencer al cuerpo de ingerir algo de comida sólida. Decidí escuchar a mi cuerpo, así que preferí inventar algo para evitar el desayuno.

—Lo siento, ayer cené mucho con Liam y no tengo hambre. —En un principio noté la mirada de mi padre, pero después de unos segundos desapareció al ver que tenía mejor color hoy que los días anteriores.

—Bien, vayan a la escuela —dijo Yoko.

Los tres salimos hacia el auto. Yori parecía estar molesto, pero eso ya se estaba volviendo costumbre.

Cuando llegamos a la escuela, la entrada estaba adornada por un listón con la leyenda Festival de la Universidad Shiho Gakuen. Había una gran fila de personas entrando. Yori tuvo que rodear el estacionamiento para encontrar un lugar vacío.

Yori era miembro del equipo de baloncesto y Reira tendría una presentación en el teatro de la escuela. Pondrían en escena el musical West Side History y ella interpretaría el papel de María. Había estado detrás de mí durante toda la semana para hacerme prometer que iría a verla. Necesitaba cumplir esa promesa, así que la visita al laboratorio debía ser rápida.

Las personas que no participaríamos en ninguna actividad extracurricular debíamos ayudar en la cafetería que había montado nuestro grupo. Permanecí tomando órdenes y llevando café y pastel hasta que dio el mediodía y la alarma con la que había programado el celular sonó. Salí a esperar a Liam y Millet en la entrada de la escuela, con tanta gente no podríamos encontrarnos adentro. Cuando estos llegaron, simplemente me subí al auto y salimos hacia el laboratorio. Decidí no avisar a mis hermanastros sobre mi salida, no quería que comenzaran a interrogarme al respecto. Solo debía tener cuidado para estar de regreso antes de la obra de Reira.

—¿Desayunaste? —preguntó Millet.

—No —respondí.

Al llegar al laboratorio, la enfermera nos esperaba con el sobre de los resultados. Entramos juntos a uno de los consultorios y ella abrió para nosotros el sobre y comenzó a leer los resultados uno por uno. Todos negativos.

—Tal y como habíamos sospechado, el primer resultado era falso. —Miré a Liam con un sonrisa alegre en los labios—. Pero la prueba de embarazo volvió a resultar positiva. También realizamos un examen para saber si nuestras sospechas sobre drogas estaban en lo correcto. Y, efectivamente, la paciente fue drogada. —Liam apretó los ojos con fuerza—. Respecto a este tema, permítanme presentarles al médico de cabecera del laboratorio.

Liam asintió y la enfermera salió a paso veloz. Regresó al cabo de unos minutos seguida por un hombre alto, de apariencia sofisticada, que además tenía aspecto extranjero.

—Buenas tardes —saludó. Los tres sonreímos con cortesía—. Lo que encontramos en el sistema de la señorita Lefebvre es una especie de alucinógeno, es muy poco común y no muchas personas conocen sus efectos. Es decir, que no se trata de una droga común. La cantidad en su sangre es demasiado alta, tiene suerte de no haber sufrido un paro respiratorio debido a la sobredosis.

»La sustancia fue mezclada con alcohol, lo que amplificó sus efectos. Por si esto no fuese suficiente, el cuerpo de la señorita Lefebvre es alérgico a los componentes de la sustancia. Así que imagino que debe haber sufrido no solo de alucinaciones, también desorientación, ansiedad, pérdida de memoria y pérdida del apetito.

»La sustancia aún está en su sistema y esa puede ser la razón por la cual la prueba de embarazo resulta positiva. Si realizamos el ultrasonido con la sonda podríamos tener la certeza. —Tragué saliva con fuerza y el médico me dedicó una sonrisa tranquilizadora—. Pero es una acción demasiado invasiva para una joven de su edad. Sugiero esperar a que se cumplan, por lo menos, unas ocho o nueve semanas desde la última relación sexual. ¿Su periodo es regular? —Su pregunta me hizo sonrojar. ¿Cómo podía responder algo tan personal a un completo desconocido?

—No —musité.

—Dentro de algunas semanas debes realizarte de nuevo el test de embarazo. Aún tendrás tiempo para decidir sobre si tenerlo o no. —Respiré con alivio—. Solo ten cuidado con no sobresforzarte, sufres de anemia y debido a la intoxicación de tu cuerpo podrías enfermar por la debilidad. Necesitas desintoxicarte y podrías experimentar los efectos de ello. Así que no hagas nada que requiera concentración.

Dicho eso, nos preparamos para salir del laboratorio. Había perdido la noción del tiempo y antes de darme cuenta ya eran casi las cinco de la tarde. Reira y Yori debían estar furiosos conmigo, me había perdido la presentación de Reira. Saqué mi teléfono y miré la pantalla, tenía diecinueve llamadas perdidas de los teléfonos de ambos y, por lo menos, quince mensajes de texto.

—¿Qué vas a decirles? —preguntó Millet.

—Algo se me ocurrirá.

Liam condujo tan rápido como pudo. Cuando llegamos a casa, el auto de Yori estaba estacionado en la entrada. Distinguí a Reira de pie, mirando por la ventana de la casa. Bajé del auto y caminé en compañía de Liam y Millet. Reira salió corriendo y se detuvo frente a nosotros

—¿Dónde estabas? —gritó.

—Lo siento, tuve que salir y no pude avisarlos. Lamento haberme perdido tu presentación.

—La presentación no me importa. ¡バカ! 心配してた,突然いなくなったよ(tonta, estaba preocupada, despareciste). —Coloqué mi mano en su hombro para tratar de consolar su llanto. Debí haber sido más precavida con el tiempo, realmente había herido a Reira al irme sin más de la escuela.

—¿Qué te ocurrió en los brazos? —preguntó histérica al ver las banditas que cubrían las extracciones de sangre.

—Nada —respondí y traté de ocultarlas con mi cuerpo, pero era demasiado tarde. Reira se dirigió hacia Liam y Millet.

—¿Qué le hicieron? —preguntó. Yori la tomó por el hombro para que se calmara.

—No es momento para que armes una escena —gruñó al ver el pánico en mi rostro.

—¡離して!(suéltame) —gritó aún molesta y se sacudió la mano de su hermano con un manotazo.

—Será mejor que los dejemos solos —dijo Liam hacia Millet. Ella asintió y se prepararon para salir. «Cobardes», pensé para mis adentros. Ahora me tocaba a mí limpiar todo el asunto completamente sola.

—Nos vemos después —dije hacia ambos fingiendo una sonrisa. Ellos se despidieron haciendo un ademán con la mano.

—No olvides comer algo —dijo Millet. Asentí.

—¿Por qué no nos dices qué es lo que ocurre? —preguntó Reira. Sonreí y caminé para que los tres entráramos en la casa.

—Porque no sucede nada —dije nerviosa.

«Aguanta, Fleur, no puedes derrumbarte ahora, debes mantenerte firme ante ellos. No puedes decirles la verdad, sin importar cuánto deseas hacerlo», me dije en mi fuero interno.

—Mientes. Estás pálida y cansada —dijo señalando las bolsas violáceas bajo mis ojos. Tomó mi brazo entre sus manos y lo examinó. Yo sacudí sus manos con la mayor gentileza que me fue posible—. ¿Por qué tienes los brazos heridos? Fleur, dime, ¿qué pasa? —Sonreí de nuevo mientras me colocaba el suéter para esconder las banditas.

—En verdad no sucede nada, solo estábamos conversando y el tiempo se fue volando. Lamento mucho haberlos preocupado. —Mis palabras, lejos de calmar su ira, la avivaron aún más.

—Somos tu familia, te guste o no tenemos que saber qué es lo que pasa contigo. Dinos la verdad —exigió.

Respiré profundo para calmarme, pero fue inútil, estaba a punto de explotar y si tomaba carrera sería muy difícil detenerme. Rogué porque Reira no mencionara una palabra más al respecto, pero mis súplicas fueron en vano.

—Es por ellos, ellos te hicieron daño.

—Deja de inmiscuirte en mi vida. Ustedes no son mi familia, yo ni siquiera quería una. Ustedes entraron en mi vida por decisión de mi padre y nada más. No te atrevas a culpar a Liam y Millet por esto, ellos son las únicas personas que realmente están interesadas por mí, así que no los insultes —grité.

Reira retrocedió ante la agresividad de mi respuesta y las lágrimas comenzaron a correr por su rostro, tenía las mejillas rojas por la ira. Se preparaba para contestar cuando Yori se interpuso entre ambas y la miró a los ojos.

—Déjalo ya —ordenó.

El ruido de la puerta al abrirse nos distrajo a los tres. Mi padre y Yoko entraron cargando las bolsas con las compras para la cena.

—Hola, chicos —saludó mi padre.

—¿Qué tal? —respondí sin siquiera mirarlo. Quería llegar lo más pronto posible a mi habitación y encerrarme en ella.

—¿Adónde vas? —preguntó al ver que caminaba hacia las escaleras.

—A mi habitación, necesito ducharme para la prueba de valentía. Solo tenemos una hora antes de salir hacia la escuela de nuevo. —Todos me miraron con preocupación.

—No has comido nada en todo el día —dijo Yoko. Moví la cabeza para mostrar mi desesperación.

—¿Por qué no me dejan en paz? —grité y todos enmudecieron—. Si no quiero comer es porque no me apetece. Les suplico que dejen de torturarme con eso, en verdad que ya no lo soporto.

Subí corriendo las escaleras y azoté la puerta de mi habitación. Me senté en la cama y me cubrí el rostro con las manos. «Necesitas calmarte», me dije a mí misma. «Ellos no tienen la culpa». Me levanté y comencé a preparar la bañera. Necesitaba un baño caliente para relajarme.

Al salir, toda aquella ligereza que sentía en mi cuerpo desapareció y el cansancio fue insoportable. Las piernas me temblaban al caminar e incluso veía doble. ¿Qué estaba pasándome? Por un momento, la tentación de no ir a la prueba de valentía fue insoportable, pero no podía hacerlo, no después de mi comportamiento con Reira y Yoko. Seguramente debían odiarme, no quería que Yori se decepcionara más de mí por mi comportamiento egoísta. Debía salir de la habitación y dar la impresión de estar bien. Me vestí con el uniforme de deporte de la escuela y amarré mi cabello en una trenza. Tomé la mochila donde estaban la linterna, la bandera y nuestro número de pareja, y metí en ella algunas otras cosas que creí podrían ser de utilidad.

Al bajar las escaleras pude sentir con más fuerza el aguijoneo en mis piernas. Me aferré al pasamanos con fuerza para evitar tropezar y caer.

—¿Ya se van? —preguntó Yoko desde la cocina. Yori estaba sentado en el comedor esperándome. Era difícil deducir qué estaba pensando, su mirada era glacial.

—Sí —respondió él.

—Tengan cuidado —dijo y volvió a meter la cabeza en la cocina.

Cuando nuestras miradas se encontraron, Yoko me sonrió con la ternura de una madre que solo ha visto la rabieta de su pequeño. Se me encogió el corazón al recordar las cosas que había dicho. En el fondo esperaba que estuviera molesta conmigo y tratara de hacérmelo sentir. Al ver que no era así, la culpa me abrumó.

—¿Nos vamos? —preguntó Yori.

Me había quedado de pie, sumida en mis pensamientos. Sonreí y comencé a caminar detrás de él. ¿Cuándo se había vuelto tan rápido? No podía seguirle el paso. Intenté apresurarme, pero el cansancio no me permitía moverme con agilidad. Podía sentir su mirada desmenuzando cada movimiento que hacía. Al cabo de unos segundos se ofreció a cargar la mochila y aminoró su caminar hasta compaginar conmigo.

—Sube —dijo y me acomodé en el asiento del copiloto. Él cerró la portezuela—. ¿Te sientes bien? —preguntó sin mirarme en cuanto subió al vehículo.

—De maravilla —respondí, pero la realidad era que estaba sudando frío y no sentía los dedos de las manos.

—Si prefieres, podemos avisar al profesor de que no participaremos —dijo en tono burlón.

—No es necesario. Estoy bien.

—De acuerdo. Ahora dime, ¿adónde fuiste hoy? —La hostilidad en su tono me sorprendió.

—Salí con Liam y Millet.

—Eso ya lo sé. Lo que quiero saber es adónde fueron —bufó.

—A comer —respondí casi enseguida.

—Mientes.

Su actitud comenzaba a causarme miedo. Jamás lo había visto ser agresivo y, aunque como todos, él debía tener su carácter, conmigo siempre había medido la agresividad en sus palabras. Debía estar realmente furioso para perder el control de esa forma.

—Por favor, no me hables de ese modo —supliqué.

—No estoy siendo descortés contigo —replicó.

—¿Por qué estás tan molesto?

—No estoy molesto. Si deseas que tu vida me dé igual, por mí perfecto, pero no quiero que tengas a mi madre y a Reira con el semblante lleno de preocupación por querer demostrar que no estás de acuerdo con lo que hace tu padre.

Su comentario cortó profundo en mi interior, logrando lo que ninguna de las agresiones de mi padre habían podido hacer, que aquella arrogante e insensible chica a la que André había hecho esconderse saliera a flote, aunque fuera solo para defenderse.

—¡Suficiente! Yo no pedí esto… Lamento causarles tantos problemas. No te preocupes, después de que termine la estúpida escuela me iré lejos para que ustedes puedan vivir su perfecta vida de familia. Los dos sabemos que, en realidad, yo no pinto en ella —siseé. Yori dio un volantazo y se orilló.

—Perfecto, lárgate entonces. Estoy harto. Nada de lo que te haya ocurrido justifica tus acciones, estás demasiado sumida en tu autocompasión. Eres incapaz de darte cuenta de que estás dañando a las personas que te rodean y están interesadas en ti.

«¿Nada de lo que te haya ocurrido?». La frase se arremolinó en mi cabeza como un tornado y la ira se apoderó de mí. Escuchar esas palabras hizo que recordara los golpes, la impotencia. Él no podía simplemente clasificar como «lo que te haya pasado» el infierno que estaba viviendo.

—¿Y qué sabes tú acerca de mí? ¿Cómo te atreves a decir eso? No tienes ni idea de lo que tuve que pasar solo porque mi padre decidió que tu madre era más importante que yo —bufé.

El semblante de Yori cambió al observar cómo las lágrimas se derramaban por mi mejillas y mis manos temblaban, pero no a causa de la debilidad, temblaban por la ira. Parecía estar arrepentido de haber dicho aquellas palabras, pero para mí era demasiado tarde. Necesitaba tiempo para enfriar mis pensamientos.

—Vámonos, necesitamos llegar lo más pronto posible, de esa forma podré tener esos créditos extra y salir de tu casa cuanto antes. —Yori volvió a arrancar el auto y comenzó a conducir como un demente, tanto que en diez minutos ya nos encontrábamos en la entrada del colegio—. Gracias por traerme. —Me preparaba para salir cuando me tomó por la muñeca y me obligó a sentarme de nuevo.

—Fleur, espera… yo…

—¡Suéltame! No me toques —grité tan fuerte como la debilidad lo permitía—. Fueron ustedes los que invadieron mi vida. Odio esta situación. Así que si vas a pedirme que me disculpe por haberle gritado a tu mamá o a Reira, ahórrate tus palabras, porque no lo haré.

Noté el gesto de impotencia en su rostro, cerró los ojos y soltó mi mano. Al bajar del auto nos dirigimos a la fogata que había en el centro de la entrada. Ambos nos detuvimos a escuchar las indicaciones, pero ni siquiera nos mirábamos el uno al otro.

—La prueba es simple —dijo el profesor—. Deberán llegar a la cima del sendero, ahí encontrarán una pagoda, coloquen su bandera en ella y regresen. El recorrido es de una hora y media aproximadamente, tengan cuidado de no retrasarse. Aunque no hubo aviso de lluvia, las nubes están demasiado bajas y si se quedan atrapados en el bosque nadie podrá ayudarlos hasta mañana. Primera pareja. —Esos éramos Yori y yo.

—Buena suerte —dijo el profesor.

Comenzamos a caminar para internarnos en el bosque. Ninguno de los dos mencionó una sola palabra, solo caminábamos. Las nubes estaban tornándose cada vez más negras y el cielo se tornaba plomizo, comenzaba a oscurecer y el bosque se tornaba lúgubre. La cantidad de humedad en el aire hacía que la respiración me faltara. Sentía que en cualquier momento iba a caer. Al arrastrar los pies tropecé con la rama de un árbol, el golpe sonó tan fuerte que Yori volteó para buscarme.

—¿Estás bien? —dijo al verme tirada y corrió hacia mí.

—Sí —respondí e hice el intento de levantarme, pero no pude.

—Regresemos —musitó. Se agazapó preparándose para cargarme, pero al escucharlo decir eso saqué fuerzas y me levanté.

—¿Qué haces? —preguntó.

—Voy a terminar esto —respondí sofocada.

—¿Estás demente? —Su pregunta me hizo sonreír.

—Estamos demasiado cerca de la meta para volver. Además, ¿no dijiste hace un momento que solo siento lástima por mí? Voy a demostrarte que estás en un error. Tengo que terminar la prueba. —Yori se pasó la mano por el cabello, exasperado por mi respuesta.

—Usar mis palabras en mi contra… ¿No te parece una situación demasiado grave para recurrir a eso? —Me eché a reír al escucharlo. Aunque debía concederle algo de razón, era un golpe bajo. Divertido, pero bajo al final.

—Me ofendes —respondí intentando controlar mi risa. Él también sonrió y me extendió la mano para que la estrechara. Estábamos reconciliándonos, o algo parecido.

—De acuerdo, pero si ya no puedes continuar debes decírmelo y regresaremos.

Asentí y seguimos caminando. Solo que, en esta ocasión, caminó a mi lado y a la misma velocidad que yo. Comenzamos a movernos más lento.

—¿Aún estás molesto conmigo?

—No lo estaba desde el principio —respondió.

—Pues la forma en la que me gritaste me dejó ver otra cosa —musité.

—Ni yo mismo comprendo por qué me puse en esa actitud contigo. Lamento haber dicho esas cosas sobre ti. Es solo que estoy preocupado y no sé cómo ayudarte. Me siento impotente —musitó.

El tono en su voz me hizo mirarlo fijamente. Aquellas palabras lo hacían lucir tan adulto. Por un momento recordé que, en realidad, era mayor que yo. Una gota de lluvia me distrajo.

—Está comenzando a llover —dije.

—Según el mapa deberíamos estar cerca de la pagoda. —El sonido de un rayo me aturdió. Había retumbado con mucha fuerza y tan cerca que no pude evitar mirarlo con miedo.

—Eso espero, porque creo que lloverá fuerte —finalicé. Yori sonrió y extendió su mano para ayudarme a caminar más rápido.

—Es ahí —dijo al ver una pequeña estructura.

—¿Todo lo que tenemos que hacer es colocar la bandera? —Asintió. Saqué la bandera de mi mochila y caminé deprisa hasta colocarla en el peldaño donde muy efectivamente decía Colocar aquí—. Esto es ridículo —dije al ver el mensaje.

—Es solo un juego, Fleur —replicó—. Vámonos.

Comenzamos a caminar de regreso hacia la escuela cuando la lluvia arreció y aquella llovizna se convirtió en una tormenta. Ninguno de los dos llevaba impermeable o un paraguas, así que la llovía nos golpeaba directamente en el cuerpo. La ropa mojada me pesaba y ocasionaba que disminuyera la velocidad con la que caminaba.

—¿Estás bien? —preguntó Yori al darse cuenta que caminaba aún más lento.

—Sí —respondí.

Pero la realidad era otra, todo daba vueltas, estaba mareada y el lodo en el sendero hacía que tuviera que usar más fuerzas para mover mis piernas. Me aferraba a los troncos de los árboles buscando un poco de estabilidad, pero volví a tropezar, esta vez caí encima de mi pierna derecha, ocasionando que esta se doblara y terminara cargando el peso de todo mi cuerpo. Un grito sonoro salió de mi boca. Yori corrió hacia mí con pánico en sus ojos. Intenté estirar la pierna, pero no me respondía.

—¡Fleur! ¿Te encuentras bien? —Lo miré con los ojos llorosos. Esta vez no podía mentir.

—No —respondí entre lágrimas. Me ayudó a estirar la pierna con lentitud. Y la observó.

—¿Dónde te lastimaste?

—El tobillo y la rodilla —respondí casi enseguida.

—¿Puedes caminar? —Sacudí la cabeza para ahuyentar el dolor e intentar levantarme, pero fue inútil, el pie no sostenía mi peso ni siquiera de forma limitada.

—No —respondí de nuevo.

—No creo poder llegar a la escuela cargándote y soportando la lluvia. Regresemos a la pagoda, llamaré a los profesores desde allí para que nos ayuden.

—Lo siento —susurré. Él se agazapó para que nuestros rostros quedaran a la misma altura y sonrió para tranquilizarme. El cabello se le pegaba a la frente por la lluvia, dándole un aspecto demasiado sexy. Tragué saliva al contemplarlo.

—Coloca tus brazos en mi cuello. —Lo miré con desconfianza. Su contacto no me producía temor, era una reacción diferente, pero igual de poderosa—. Vamos, hazlo o te resfriarás. —Respiré profundo y lo obedecí. Me levantó en vilo y rodeé su cuello con mis brazos—. No me sueltes —dijo y comenzó a caminar más rápido.

Acomodé mi cabeza en su hombro y permanecí lo más quieta posible para que no tuviera que sostener más peso del necesario.

—Relájate. No voy a soltarte —dijo usando un tono de voz bajo y ronco.

Sus palabras dispararon los latidos de mi corazón. De no ser por la lluvia y el frío que sentía en mi cuerpo, estoy segura de que me hubiera ruborizado.

Entramos en la pagoda. No era un lugar muy cómodo, pero estaba seco y cálido, nos serviría de refugio mientras la tormenta pasaba. Estaba oscuro, así que intentaba tomar la lámpara de bolsillo de su pantalón, pero le estaba resultando difícil moverse conmigo en sus brazos.

—Puedo hacerlo yo. —Yori me miró con picardía en sus ojos y asintió. Tomé con vergüenza la lámpara que se encontraba en la bolsa trasera de su pantalón. La saqué con delicadeza, intentando en todo momento no tocar su trasero. Hacerlo sería demasiado vergonzoso para ambos.

—Gracias —respondió.

—Nunca había visto algo como esto —dije al admirar la arquitectura y para relajar la tensión que se expandía entre nosotros.

—Sí, es muy linda —dijo en tono sarcástico—. Fleur, ¿trajiste algún tipo de suéter o cobertor? ¿Algo que esté seco? —Me quedé pensativa. Me depositó en el suelo con delicadeza.

—Solo la sudadera del uniforme…

—Eso será suficiente por ahora. Dámela —ordenó.

Estiré mis manos para alcanzar la mochila, saqué la sudadera y se la entregué. Él la colocó en el suelo lo más extendida que pudo y después me depositó suavemente en ella. Sonrió cuando se percató de que no era la sudadera del uniforme como había dicho, era la sudadera que me dio cuando nos conocimos. Yo carraspeé y evadí su mirada cuando esta se clavó en mi rostro.

—Debo ver tu pie —dijo. Al mover su cabeza y acomodar su cuello estaba tenso. Escuché el sonido de sus vértebras al acomodarse como el repique de tambores.

—¿Es muy necesario? —pregunté nerviosa.

—Necesito saber cómo es de grave —replicó.

—De acuerdo —bufé.

—Gracias —respondió con el mismo tono que yo. Sentí sus manos deslizar el zapato de mi pie y retirar la calceta que lo protegía.

—Solo te torciste. Tu rodilla tiene un raspón. Pero estarás bien. —Miré mi pie y lo hinchado que estaba, y del rasguño sangrante de mi rodilla mejor ni hablar. Solo me consolaba el hecho de saber que había hecho mi mejor esfuerzo, si es que eso servía de algo.

—Llamaré a la escuela para que vengan a por nosotros. —Asentí mientras me acomodaba.

Él permaneció en el teléfono durante un largo tiempo. Antes de colgar me miró, había preocupación en sus ojos.

—¿Qué sucede? ¿Cuánto tiempo van a tardar?

—No vendrán hasta mañana —respondió sombrío.

—¿Por qué? —pregunté angustiada.

—La lluvia causó un deslave en la carretera que rodea el sendero y no pueden acceder. Solo nos queda la opción de salir caminando a su encuentro y tú no puedes mantenerte en pie. Si vinieran a por nosotros solo terminarían atrapados aquí como nosotros. —Me llevé las manos a la cabeza con desesperanza—. No te preocupes, estaremos bien. Tenemos que buscar la forma de mantenernos calientes y quitarnos la ropa mojada.

Sus palabras me perturbaron. Me avergonzaba admitirlo, pero al escucharlo decir aquello, solo dos frases permanecieron en mi cabeza: «calientes» y «quitarnos la ropa». Por primera vez, en mis dieciocho años, sentí un nudo en la garganta y los músculos de mi estómago se contrajeron. ¿Yori tenía ese poder sobre mí? La situación estaba empeorando, ahora sentía atracción física por él. ¿Cómo podía pensar en eso después de André? Una parte de mí sentía miedo a estar los dos solos en mitad de la nada, pero otra parte de mí, y no tenía idea de lo poderosa que era, sentía deseos que no se atrevía siquiera a pensar con lentitud, iniciando por el hecho de querer volver a ser besada por él. Debí mirarlo con demasiada insistencia, porque carraspeó como si pudiera entender la lucha en mi interior y la volviera suya.

—Necesitamos encender fuego. —Ambos sonreímos nerviosos y eludimos la mirada.

Comenzó a dar de vueltas dentro de la habitación, moviendo los objetos que estaban apilados en el suelo.

—Debería haber leña aquí. Necesitamos algo que pueda encender la fogata. —En el centro de la habitación había un pequeño recuadro profundo y encima pendía un poste con un gancho. Parecía ser una estufa antigua japonesa.

—¿Las hojas de cuaderno servirían?

—Deberían, pero aún hace falta crear una chispa.

—Tengo un encendedor. —Yori caminó hacia mí y se sentó enfrente.

—¿Por qué no mejor comenzamos con lo que no tienes dentro de la mochila? —El sarcasmo en su voz me hizo reír.

—No preguntaste qué clase de objetos creí que serían útiles para una prueba como esta —dije en mi defensa.

—Sí, bueno, nunca pensé que traerías un agujero negro en tu mochila. —Hurgué en la mochila para sacar el encendedor y entregárselo.

—Lo único que no tengo, y probablemente quieras, es comida. —Yori enarcó una ceja.

—¿Solo yo querré comer?

—No quiero pelear por eso de nuevo —susurré.

—Dame el cuaderno —dijo tratando de cambiar el tema.

Hice caso y se lo entregué. Comenzó a cortar las hojas y colocarlas de forma que parecían una especie de nido dentro de aquel recuadro en el piso. Tomé el encendedor entre mis manos para evitar que le estorbara.

—El encendedor —pidió.

—¿Te morderías la lengua si lo pidieras por favor? —Él sonrió, pero ignoró el comentario.

En unos cuantos minutos ya teníamos una fogata, que lograba alejar la frialdad que sentía en la punta de mis dedos.

—Listo —dijo con suficiencia mientras se levantaba. Había un gesto de satisfacción infantil en su rostro. Caminó hasta su mochila y sacó su sudadera—. Será mejor que te cambies o vas a resfriarte —susurró.

Se acercó a mí para ofrecerme la sudadera, yo la tomé con las manos temblorosas y lo miré levantarse y voltearse hacia la puerta. Admiré su espalda por unos segundos y carraspeé para tranquilizarme. Me quité la playera estilo polo que tenía el escudo de la escuela bordado y la coloqué junto a mí. Quedé solo con el sostén y el pantalón de deporte. Me apresuré para ponerme su sudadera, que tenía impregnado su aroma. El tacto cálido de la tela sobre la piel fría me relajó, al mismo tiempo que me entibiaba. Tras subir el cierre, carraspeé de nuevo.

—Terminé —musité para indicarle que ya podía voltearse. Él me dedicó una sonrisa tierna, tomó mi playera húmeda y la extendió sobre uno de los cestos que se encontraba cerca de la pared.

—¿Tú no vas a cambiarte?

Él me miró con suspicacia y se quitó de un solo movimiento la playera de la escuela. La camiseta que traía debajo era de color negro y, al encontrarse también húmeda, se le pegaba a la piel del vientre. Admiré con muy poca discreción sus hombros y brazos, se veían levemente musculosos y torneados. Una cicatriz en su hombro derecho captó mi atención. Cuando regresó de extender su playera, tomé valor para preguntar sobre aquella cicatriz.

—¿Qué te ocurrió en el hombro?

—Tuve un accidente —respondió sin dirigirme la mirada. La miré con detenimiento y él sonrió por mi curiosidad.

—No quieres decirme, ¿cierto?

—¿Soy el único que guarda secretos? —dijo serio.

—Si quieres hablar de mis secretos, será mejor dormir —gruñí.

Me acomodé sobre la sudadera y me di la vuelta para que no mirara mi rostro. A los pocos minutos, ya no escuché ruido. Decidí cerrar los ojos e intentar dormir. Comencé a soñar, aquella pesadilla de nuevo, André abrazándome fuerte, asfixiándome. Al soltarme sostenía en sus manos una copa burbujeante de champán que me ofrecía. Un calor abrasador me carcomía, sentía la garganta reseca, así que aceptaba aquella copa de cristal.

De pronto, la imagen cambió por completo. La voz de alguien cantando a lo lejos captó mi atención. Había escuchado esa voz antes y la canción que entonaba hizo que las lágrimas corrieran por mi rostro. Corrí y corrí intentando encontrar el lugar de donde provenía aquella voz, pero solo encontré la casa de mi abuela. Ahí estaba, en la sala, mirando a alguien que se mecía cómodamente en la mecedora de mi madre. Me acerqué con cuidado y me vi a mí misma, pero siendo tan solo un bebé. Abrí la boca por la impresión y me acerqué aún más. Mi madre levantó la vista hacia donde me encontraba y sonrió. Dejo de cantar aquella canción, la canción de cuna que entonaba para mí desde antes de que yo naciera. La había escrito para mí cuando se enteró de que estaba embarazada.

—Mamá… mami —susurré y me arrojé a sus brazos. Ella sostenía a la pequeña Fleur en sus abrazos, así que me dejé caer sobre las rodillas y acomodé mi cabeza en su regazo—. Me haces tanta falta… Te extraño mucho. Todo en mi vida está mal, he perdido mi razón para seguir adelante. —Lloriqueé. Mi madre colocó su mano en mi cabeza y la acarició.

—No desesperes, hija, nunca es demasiado tarde para nada. No has perdido nada, todo lo que deseas está ahí, junto a ti, esperando a que estires tu mano para que puedas tomarlo. El pasado es solo eso, algo que no tiene arreglo. No vivas para el pasado, vive para labrar tu futuro. Yo siempre estoy contigo. Sé fuerte. Vive, por favor. Sé feliz. Quiero verte feliz. Te amo mucho, mi niña…

Las lágrimas surcaban mi rostro. Al levantar el rostro para mirarla me sonrió de nuevo y, poco a poco, su figura comenzó a desvanecerse. Me levanté tan rápido como pude e intenté correr detrás de ella, pero las piernas no me respondían y ese calor abrasador que había sentido antes volvió con más fuerza, provocando que cayera.

—Mamá… espera, no te vayas… —grité con todas mis fuerzas.

Sentí el roce de la mano de alguien en la frente. Al abrir los ojos, Yori susurró mi nombre.

—Fleur, despierta. —Me sostenía por los hombros sacudiéndome levemente. Miré alrededor para orientarme. Sentí extraño mi cuerpo, las piernas y brazos me pesaban enormemente y aquel calor infernal se apoderaba de mí, sin mencionar que podía sentir las gotas de sudor brotando desde mi frente hasta entrar en mis oídos.

—¿Dónde estamos? ¿Qué sucede?

—Tienes fiebre, casi cuarenta grados.

—¿No crees que es demasiado preciso tu diagnóstico?

—Utilicé el termómetro que había en tu mochila. Comenzaste a quejarte y supuse que tenías pesadillas. Al principio te dejé tranquila, pero cuando los quejidos se convirtieron en gritos y súplicas… Lo que dices me hiela la sangre. ¿Qué fue lo que te pasó? No eres la misma Fleur que conocí en Estados Unidos. —Me incorporé como pude para mirarlo de frente.

—Tienes razón, no lo soy —musité.

—He intentado mantenerme al margen y no presionarte para que me digas lo que pasa. Creí que era una situación pasajera y por eso intenté fingir que no importaba, pero creo que sí importa, ha ido empeorando. Desde que regresaste no hay una noche en la que no grites y las cosas que dices son escalofriantes. —Me sentí nerviosa, no podía estar segura de lo que decía en ese estado.

—¿Menciono a alguien cuando grito? —Mi pregunta provocó que se acercara más a mí.

—¿Alguien? No te asaltaron, ¿verdad? Dime qué es lo que ocurrió.

—No quieres saberlo —musité. Colocó su mano en mi hombro y su mirada se tornó nerviosa.

—¿Quién lo hizo? —Esa pregunta afirmaba algo que yo era incapaz de aceptar a viva voz ante él.

—Yo.

Al verme dudar, se acercó más y colocó ambas manos en mis hombros, atrayendo mi cabeza y recargándola en su pecho. Pude escuchar los latidos de su corazón, que no dejaban lugar a dudas que estaba nervioso, mientras que el subir y bajar de su pecho al respirar se acompasaba a mi propia respiración.

—Está bien, cuéntame —dijo en tono bajo.

—Yo… Yo tuve la culpa —dije y fueron las últimas palabras coherentes que salieron por mi boca, porque lo demás se convirtió en llanto—. Hubo una fiesta —comencé a decirle, sin quitar mi cabeza de su pecho. Entre balbuceos comenzaba a acercarme a aquel recuerdo. Al hacerlo sentía la necesidad de aferrarme más a él—. André apareció… lo confundí… me puse en una situación de la que no pude salir… —La respiración acompasada de Yori se transformó en un golpeteo fuerte, que se asimilaba el zumbar de una abeja.

—¿Qué te hizo? —preguntó intentando mantener a raya la dureza de su tono.

Pero su pregunta fue solo por cortesía, ya conocía la respuesta. Respiré tan hondo como mis pulmones lo permitieron, necesitaba oxígeno. Quería responder con la mayor tranquilidad posible, pues eran palabras que no habían salido de mi boca y decirlo en voz baja confirmaría lo sucedido.

—Me… me vio… me violó —murmuré. Pude escuchar el cambio en su ritmo cardiaco. Me tomó por los hombros para que lo mirara a los ojos, su mirada estaba llena de ira.

—¿Fue él quien te hizo eso? —preguntó mientras señalaba la herida en mi ceja.

—Sí —respondí sin aliento.

—¿Lo denunciaste? ¿Fuiste al médico? —Me solté a llorar, me separé de él y recogí mis piernas hasta pegar las rodillas contra mi pecho.

—No.

—¿Por qué? —rugió.

—Porqué todos vieron que me fui con él, incluso nos tomaron fotografías entrando en el hotel.

Se puso de pie en un solo movimiento y comenzó a caminar como león enjaulado alrededor de la habitación. Se pasó la mano por el cabello un par de veces y después golpeó la pared con el puño. El estruendo me hizo saltar por el susto. Yori lo notó y cerró los ojos para calmarse.

—Eso no importa. Él… él ya lo había intentado antes. Solo terminó su… Es un… —Su voz no era más que un susurro, pero parecía escupir cada palabra con desdén—. ¿Quién más lo sabe? —Sacudí la cabeza como respuesta, sabía que iba a enfurecerse aún más cuando se lo dijera. Pero antes de que siquiera tuviera oportunidad de articular palabra alguna, él se respondió a sí mismo. Supongo que no era difícil de deducir—. Millet y Liam… ¿Por eso desapareciste hoy? —bufó. Asentí.

—Millet dijo que debía hacerme análisis, pero me negué. Así que me arrastró hasta un laboratorio. —Sus ojos se dirigieron a mi vientre, estaban desmesuradamente abiertos.

—¿Crees que puedes estar…?

Me cubrí el rostro con las manos. A pesar de las palabras del médico, aún no podía estar segura. No tenía el valor de asegurar que no.

—No lo sé, no recuerdo nada con claridad, André me empujó y me golpeé la cabeza. Después de eso, todos mis recuerdos son intermitentes. Desperté en la cama desnuda y llena de moretones. Fue así como deduje lo que ocurrió.

—¿Cuándo? —Lo miré de hito en hito y negué con la cabeza—. Por eso Pierre fue a por ti —adivinó.

—Sí —dije de cualquier forma.

—Fleur, ¿por qué no lo dijiste?

—Porque yo misma me lo busqué. A ojos de todos estaba ebria y solo me dejé llevar. André apareció y comencé a ser cariñosa con él. Al final fui yo quien decidió irse con él. Todos opinarían eso. No quería que mi padre o Reira pensaran eso de mí también.

—No fue culpa tuya —dijo en tono contundente—. Sin importar las circunstancias, nosotros jamás pensaríamos eso de ti. —Cuando dijo eso, colocó sus manos en mis mejillas para que lo mirara fijamente. Clavé la mirada en el suelo. No tenía el valor de sostener su mirada en ese momento—. Hablo en serio, no tuviste la culpa y, definitivamente, no lo merecías.

Las palabras que deseaba escuchar con desesperación salieron por su boca, entraron por mis oídos y llenaron un pequeño vacío que me había parecido demasiado hondo durante casi todo aquel mes. Aquellas palabras, que ni Millet o Liam habían podido pronunciar, aquella afirmación que borraba por completo los sentimientos que las palabras de Kenya habían desencadenado en mí.

—Quizá tengas razón, pero eso no cambia lo que ocurrió y las posibles consecuencias de ello. —Me miró con ternura, sus ojos tan claros como la miel destilaban comprensión y consuelo.

—Fleur, tienes que levantarte de esto. Deja el pasado atrás, no permitas que arruine tu futuro.

—Lo intento, pero es más fuerte que yo —susurré. Él soltó mis mejillas y se llevó las manos a la cabeza.

—Lo harás con el tiempo. La vida es igual a las escaleras de una pirámide, entre más subes, más difícil y cansado se vuelve seguir; a veces hay piedras con las que tropiezas y tienes que descender, pero al final, en la cima, te espera aquello que te inspiró a subir, aquello que te dio la fuerza para continuar.

»Es la regla de la vida, nada es imposible a menos que tú lo vuelvas así, y tú eres muy fuerte, no te dejes vencer por esto. Pero él tiene que pagar.

La profundidad de sus palabras se vio rápidamente opacada por la ferocidad en su voz cuando dijo aquellas últimas palabras. Nunca lo había visto destilar tanta hostilidad. La gélida mirada que se apoderó de sus ojos me provocó un escalofrío.

—¡No! —grité—. No quiero que mi padre, tu madre o Reira se enteren de esto, es vergonzoso.

—Pero, Fleur, tú eres la víctima —dijo sin cambiar su tono.

—¡Por favor, no se lo digas a nadie! —Él sacudió la cabeza en señal de desacuerdo.

—Fleur, si estás… necesitarás el apoyo de todos, sobre todo de tu padre. —

Visiones a futuro, me torturaba saber que tenía razón.

—Si llega a suceder, entonces lo enfrentaré sola.

—¡No! —gritó y golpeó el piso con el puño—. No puedes dejarnos fuera de tu vida de esta forma.

Me acerqué a él y tomé su mano entre las mías. La observé por un momento al notar que sus nudillos sangraban, había golpeado con demasiada fuerza el piso.

—Yori, he visto mi vida despedazarse frente a mis ojos en solo un momento. No quiero que nadie se involucre. Si alguien trata de apoyarme, solo terminaría destruyendo su vida. Tú necesitas cuidar tu imagen como artista, Liam es muy importante para su compañía, mi padre debe cuidar su último año como político, tu mamá, Reira y Millet son inocentes y jamás me atrevería a ponerlas en la mira de André. No quiero que nadie sufra por mi causa. No sería justo para ustedes.

—Eres más injusta con nosotros al no permitirnos ayudarte. ¿Por qué quieres sufrir esto tú sola? —Coloqué mi mano en su mejilla, él me miró con sorpresa y después colocó su mano sobre la mía.

—Te prometo que, pase lo que pase, no haré nada estúpido. Además, ambos sabemos que cuando mi padre planeó su vida con ustedes, yo no estaba incluida. —El roce de sus dedos sobre el dorso de mi mano me transmitía calidez, seguridad, le daba la oportunidad de respirar a mi alma, que no había dejado de sentirse desvalida.

—Yo no pienso eso… Eres importante en nuestras vidas… Eres muy importante en… mi vida.

Aquella frase me dejó helada. El tono suave de su voz y la intensidad de su mirada desbordaron los latidos de mi corazón. Tenía la sensación de saber qué era lo que iba a decirme y me parecía haber esperado durante siglos para poder escucharlo.

—¿Qué quieres decir con eso? —Se acercó más a mí.

—¿En verdad no lo sabes? 好きです(me gustas). No… No solo me gustas… Me he enamorado de ti y sé que tú también sientes algo por mí —musitó tan suave que logró sacarme un suspiro.

—Yori… yo —dije sin aliento—. Aunque sienta lo mismo por ti, yo… no…

Colocó su mano en mi cabello y la deslizó. Acercó su rostro al mío tan despacio que pude sentir su respiración en mi rostro. Lo miré a los ojos sin parpadear y acerqué mi rostro al suyo, lentamente. Nuestros labios se rozaron. Una sacudida eléctrica me recorrió el cuerpo. Coloqué mis manos en su pecho y profundicé el beso. Ninguno de los dos tenía la intención de soltar al otro. Nuestros labios bailaban al mismo ritmo que los latidos de nuestros corazones. Podía sentir cómo comenzaba a faltar el oxígeno en mis pulmones, pero no quería soltarlo. Aquel beso que había deseado desde mi regreso estaba ahí, latiendo en mis labios, haciendo que mi cuerpo se regocijara en la calidez que lo recorría. Por un momento, la imagen de aquel chico apareció frente a mí y recordé lo ocurrido con André. No podía volver a desviarme del camino, no podía volver a dudar. Definitivamente, no debía volver a confundirlo.

—Lo siento —susurré y me alejé un poco de él—. No puedo hacer esto.

Nos miramos y él colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja. Parecía querer decir algo, pero dudaba. Yo había tomado mi decisión, no podía perder de vista mi objetivo nunca más. Había decidido dedicar mi vida a buscar a aquel chico, si no era él, no sería nadie.

—¿Cómo te sientes? —preguntó al ver que el silencio se había apoderado de nosotros. Después de aquel acercamiento, el ambiente se había tornado tenso. Cambiar el tema pareció ser buena idea.

—Creo que aún tengo fiebre. —Sonrió por lo bajo.

—¿No tienes medicinas en el agujero negro? —Señaló mi mochila.

—Qué simpático. No siempre tomo todas las precauciones —dije.

Ambos comenzamos a reírnos. Él se levantó, caminó hacia su mochila, sacó una botella de agua y me la ofreció. Cuando la tomé, nuestras dedos se rozaron y volví a sentir aquella sensación en mi cuerpo. Me mordí el labio inferior, intentando con ello regresar a la realidad. Debíamos encontrar la forma de relajarnos, porque al jugar con fuego siempre corres el riesgo de quemarte.

—Te acompañaré a hacer los análisis —dijo con voz firme.

—Nos entregaron los resultados hoy por la mañana. Todos fueron negativos, solo está pendiente la prueba de embarazo. Necesitamos esperar un poco más para realizarla.

—Por eso estás tan débil. Estuvieron extrayéndote sangre y con la falta de alimento y el estrés colapsaste.

—¡Cielos! ¿Alguna vez pensaste en ser médico? Porque hablas como uno.

—No te burles, soy lógico. Ahora todo tiene sentido. ¿Tienes idea de lo peligroso que pudo ser para ti?

—Escucha, no quiero que esto… —Colocó su dedo en mis labios interrumpiéndome.

—No lo digas… No me pidas que nada cambie, porque es imposible. Lo que pasa entre nosotros no ocurrió de un día para otro. Desde el primer instante en que nos vimos, sé que algo cambió en ambos, pero las cosas son diferentes ahora. Lo que siento por ti es… demasiado intenso, no puedo controlarlo. Ya no quiero controlarlo. La tensión seguirá creciendo hasta que alguno de los dos sucumba.

Sus palabras eran tan ciertas que no podía rebatirlas. Atracción es aquello que sientes cuando miras a una persona y no imaginas ni piensas en otra cosa más que en ella, en su cercanía. El sentimiento es intoxicante, te hace saltar de la desesperación a la alegría en solo un segundo. Ambos nos atraíamos como imanes, pero, al igual que ellos, siempre luchando por separarse.

—Te propongo un trato. —Su mirada se posó en mi rostro—. Seamos solo hermanos. Yo… no puedo ser tu amiga… no podría controlarme, pero si me ves como tu hermana, entonces las circunstancias cambiarán. Yo también me haré a la idea y todo será más sencillo. —Una mueca de dolor desfiguró su rostro, haciéndome sentir miserable por provocarle sufrimiento. Tenía razón, lo amaba, pero no podía decírselo, no al menos abiertamente.

—Solo hermanos… —susurró.

Cerré los ojos con fuerza y apreté los puños para controlar los deseos que sentía de abrazarlo, de decirle que no lo pensaba realmente, que quería estar con él.

—¿Eso es lo que necesitas? ¿Necesitas que sea tu hermano?

«No, no necesito un hermano… Te necesito a ti, conmigo», pensé. Una y otra vez quería decírselo, pero no podía, no debía. Sentía como si estuvieran arrancándome el corazón tan despacio que la agonía era insoportable, y yo era mi propio verdugo. Pero era lo mejor, debía convencerlo de ello…, debía convencerme de ello.

«Para poder lograr vernos como hermanos, debemos poner mucha tierra de por medio», pensé para mis adentros. Él levantó la vista hacia mí, sus ojos me contemplaban con impotencia. Estoy segura que de haber tenido un espejo habría visto la misma mirada triste en mis ojos.

—Esto destruiría a nuestros padres.

—Pero quiero apoyarte, además, tengo que asesinar a André.

—Yori, no. —Tomó mi barbilla con delicadeza para hacer que lo mirara.

—De cualquier forma, iré contigo para hacerte la prueba y si resulta positiva… te apoyaré. —Esas palabras me hicieron sonreír.

—Eres demasiado dominante.

—Sí, lo sé —finalizó—. Será mejor que descanses.

Me ayudó a recostarme de nuevo en la sudadera. Me sorprendió que también se recostara y colocara su brazo bajo mi cabeza para que lo usara de almohada. Resultaba increíble ver cómo no sentía aquella sensación de pánico con su cercanía.

—Sé lo que vas a decir, pero eso será a partir de mañana. —Sonreí y me acurruqué, mientras escuchaba el latido de su corazón y sentía su respiración mover mi cabello—. Me caí de la bicicleta cuando tenía diez años —musitó—. Fue un golpe muy fuerte y por eso me quedó una cicatriz. —Delineé aquella marca con la yema de mis dedos y él se puso tenso ante mi caricia. Nos miramos de nuevo y ambos evadimos la mirada. Volví a acurrucarme en su pecho.

—Gracias… por contármelo… por todo —musité.

Por primera vez en mucho tiempo me sentí a salvo, segura, querida y deseé con todas mis fuerzas que Yori fuera aquel chico que veía en mis sueños.