—¿Cuánto tiempo tendrás que permanecer en Francia? —preguntó mi padre mientras terminaba de colocar los platos sobre la mesa.
—Aún no lo sé —respondí de forma distraída.
—Una vez que los temas para el disco estén grabados, podrá tomar un descanso —respondió Liam.
—Aún me cuesta trabajo creer que vayas a convertirte en cantante también —dijo Reira.
—Yo tampoco me lo creo —dije sonriendo.
—¿Eso quiere decir que puede volver con nosotros? —preguntó Yori.
—Depende de cuántos días piensen quedarse —respondió Liam.
—Yoko y yo queremos registrar nuestro matrimonio, así que estaremos una o dos semanas.
—Siendo así, Fleur podría volver con ustedes, pero la necesitaré dentro de dos meses para que comience la promoción del CD —aclaró y, sin más preámbulos, comenzamos a comer.
—André ha cambiado mucho, ¿no crees, Fleur?
—No lo sé, papá. Sabes que no es de mi agrado —siseé. Mi padre se asombró por el rencor que destilaron mis palabras.
—No te molestes. Te llevó flores, pensé que quizá estaban comenzando a llevarse mejor —dijo intentando sonar despreocupado.
Caí en cuentas. Había sido demasiado agresiva con mi respuesta, así que relajé un poco mi tono antes de volver a abrir la boca.
—Jamás podría llevarme mejor con alguien como él —mascullé. «Sí, bueno, al menos lo intenté», pensé para mis adentros. Mi padre volvió a sorprenderse por la hostilidad en mis palabras, me miró con curiosidad, pero decidió no preguntar nada más.
—Por cierto, Yori, ¿cómo va tu carrera? Siempre he querido saber cómo fue que decidiste convertirte en cantante. Fleur dice que posees una voz privilegiada —dijo Liam.
Le propiné una patada por debajo de la mesa para que se enterara de mi descontento por su comentario. Este hizo una mueca de dolor, pero no pareció hacerlo cambiar de opinión en lo más mínimo, así que Yori tuvo que responder.
—Es una historia graciosa —respondió Yori—. ¿Quieres saberla? —Su pregunta no estaba dirigida a Liam, sino a mí.
—Claro, cuéntala —respondí.
—Acompañé a mi abuela en un viaje de negocios a Estados Unidos. Allí conocí a una chica que se metió en aprietos por tener la cabeza demasiado dura. Nos hicimos amigos, por cuestión del destino ella también iría a Japón, así que intercambiamos nuestros números telefónicos. Cuando llegó a Tokio salimos un par de veces y me percaté de lo especial que era, digamos que encontré a la chica de mis sueños.
»No tuve el valor de decirle lo que sentía, así que escribí una canción para ella. Cuando quise entregarle la cinta, ya no pude encontrarla. Había tenido que viajar al extranjero. Decepcionado, tiré la cinta a la basura y, por azares del destino, un productor la recogió.
»Unos días después me contactó y me ofreció firmar un contrato. Creí que al convertirme en cantante ella escucharía mi voz y aquella canción, y de esa forma se enteraría sobre mis sentimientos. —Me quedé helada por la historia. El incidente de la araña vino a mi memoria. Yori me había reconocido desde ese día.
—Así que también compones. ¡Cielos! Ustedes dos sí que son todo un talento musical —susurró.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Reira.
—La canción que Fleur presentó hoy fue escrita, compuesta y arreglada por ella. La terminó en solo unos días. —La mirada de todos se dirigió a mi rostro. Sonreí nerviosamente deseando no ser el centro de atención.
—Los arreglos son muy buenos, la forma en que mezclaste el violín y la guitarra eléctrica la hacen única —opinó Yori.
—Lo sé, también los cambios y los arreglos corales. Debieron ver el rostro de los inversionistas de la discográfica cuando la presentó en vivo.
—¡Silencio! Me estás avergonzando —dije a Liam.
—Ustedes dos son muy parecidos —dijo mientras nos señalaba a Yori y a mí con su tenedor. Lo cual me pareció un tanto grosero, pero no dije nada, no quería captar aún más su atención.
—Ahora que lo mencionas, cuando conocí a Yoko y me habló de sus hijos, también noté el parecido que Yori tenía con Fleur.
Sonreí nerviosa. ¿Por qué nos habíamos convertido en el tema de conversación?
—No lo digas así, papá —susurré intentando que no notara el color que subía por mis mejillas.
—Pero, a pesar de sus similitudes, tienen cualidades que complementan al otro —susurró Reira.
Yori sonrió y me miró con aquellos ojos color marrón que me volvían loca. De forma disimulada me guiñó el ojo izquierdo y yo creí que mi corazón se detendría ahí mismo, incluso me atraganté con el bocado.
—Esto está rico. ¿Qué es? —preguntó Yori fingiendo indiferencia y restándole importancia a mi reacción.
—Pato a la naranja —respondí, aunque tuve que carraspear para que las palabras salieran por mi boca, pues estaban atascadas en mi garganta.
Continuamos cenando y conversando hasta que se hizo de madrugada. Liam se fue, no sin antes amenazar con llegar temprano a por mí. Yo lo acompañé a la puerta, sabía que en cuanto él se fuera mi padre abordaría el tema de lleno.
Regresé al comedor para empezar a recoger los platos sucios y mi padre comenzó con su letanía.
—¿Mañana tienes mucho trabajo?
—Un poco, pero no te preocupes, intentaré darme prisa para que podamos salir a mostrarles la ciudad.
—No lo preguntaba por eso.
—¿Entonces qué quieres preguntarme?
—¿Estás segura de querer dedicarte a la música?
—¿A qué te refieres exactamente?
—¿Por qué no te sientas para que lo hablemos con calma? —Había tratado de huir de aquella conversación durante toda la noche y aún trataba desesperadamente de hacerlo. Era por esa razón que fingía demencia al responder los interrogantes de mi padre—. Mi preocupación es por el estrés al que estarás expuesta. Hace solo unos días pude ver cómo reaccionas cuando estás demasiado estresada.
Suspiré, era un golpe bajo usar los días anteriores en mi contra. Aquello no fue estrés, era dolor.
—¿Por qué no puedes simplemente aceptar que esto es mi sueño? Papá, amo la música, he tratado de explicártelo desde antes de que mamá muriera.
—No metas a tu madre en esto. Sabes que no debiste firmar sin mi permiso. Creí que habíamos hecho un trato cuando falsificaste mi firma.
—Papá, lo siento, lamento no haber hablado contigo, lamento no poder renunciar a mis sueños a pesar de saber que no estás de acuerdo con ellos. Pero haré esto con o sin tu apoyo. Es tu decisión: estás conmigo o no.
Mi padre se quedó boquiabierto. No era para nada nuevo que fuera impertinente, pero en esta ocasión, sin hacer uso de ningún tipo de desplante, le había expuesto mi resolución.
—Fleur, soy tu padre y exijo que me respetes como tal. —Me levanté de la mesa y caminé hacia la cocina para llevar los platos sucios, necesitaba despejar mi mente, quería discutir la situación como un adulto, sin gritar y sin permitir que mis emociones dominaran.
—El respeto se gana, no se exige. Si quieres que te respete como mi padre, sugiero que me respetes no solo como tu hija, también como persona —dije mientras caminaba de regreso a la mesa del comedor.
—Fleur —musitó Yori. Le dediqué una mirada mordaz y el interpelado guardó silencio.
—Soy consciente de que no te gusta esta decisión, no es la primera vez que me lo dices. Pero, en esta ocasión, no permitiré que tomes parte de mi vida si no eres capaz de aceptar que la música es parte de lo que soy y así será siempre. —Mi padre se levantó de golpe de su silla.
—¿Entonces no tengo opinión? —preguntó en un susurro.
No estaba segura de si su tono se debía a que estaba furioso o porque se sentía realmente herido por mi argumento.
—No —respondí finalmente con la misma determinación con la que había dicho lo anterior.
—Fleur, no tienes derecho a dejarme fuera de tu vida. Eres solo una niña —dijo con un tono más desencajado, que logró que un escalofrío me recorriera la columna vertebral.
—¿Y qué fue lo que hiciste tú al casarte sin avisarme? ¿Acaso eso no fue dejarme fuera de tu vida?
—¡Suficiente! —gritó desesperado—. Buenas noches.
—Que descanses, papá —respondí sonriente y miré a Yoko, quien se levantó también para seguir a mi padre—. Lamento que presenciaran esto —musité hacia ella.
—No te preocupes, cariño. Entiendo que quieras defender tus sueños. —Sonreí por su apoyo.
—No quiero ser la marioneta de papá, tengo derecho a… —Me interrumpí, no quería pedirle a Yoko que tomara partido, así que era mejor no ser demasiado apasionada al explicar el porqué de mi actitud hacia mi padre.
—Lo sé, hija. Intentaré hablar con él. Yori, ¿no vas a dormirte ya? —preguntó.
—Ayudaré a Fleur a recoger los platos —respondió él.
—De acuerdo. Descansen —finalizó.
—Igual —respondimos al mismo tiempo.
Yoko desapareció en el pasillo y el silencio reinó en la habitación.
—¿Vas a regañarme? —titubeé al ver el semblante de Yori.
—Tenía esa intención, pero ahora temo que puedas arrancarme un brazo si lo intento.
—Intenté contenerme, lo sabes, ¿verdad? Pero él lo hace tan difícil —dije exasperada y arrastrando la última frase como si la escupiera y no la hablara. Se levantó de la silla y se acercó a mí.
—Lo sé —dijo mientras colocaba su dedo en mi frente fruncida. Me dio un beso rápido en la mejilla y terminamos de limpiar la cocina y el comedor, para después irnos a dormir.
Una vez dentro de la habitación me coloqué el pijama y me metí entre las sábanas lista para descansar, pero no podía borrar la mirada de André de mi memoria. Jamás me había sentido ultrajada al ser observada por alguien. ¿Qué estaba pensando al querer darme flores? Quizá esperaba que las recibiera por cortesía.
Me sentía demasiado tensa, así que encendí la televisión. El volumen era muy bajo, pues no quería despertar a Reira, pero me quedé dormida casi enseguida y tuve una pesadilla. André y Yori forcejeaban en una calle desierta. De pronto, André metía la mano en uno de sus bolsillos y sacaba una pistola pequeña. Yori y yo corríamos, intentando huir de él sin éxito. André apuntaba hacia mí, mientras decía cosas como «Si no eres mía, no serás de nadie». Yori, al tratar de protegerme, se interponía entre André y yo y, al hacerlo, André disparaba. Observé a Yori caer unos metros más adelante. Caí al suelo de rodillas por la impresión y, al intentar levantarme para ir hacia él, André me sostenía entre sus brazos y me llevaba lejos de donde Yori yacía inerte. Había mucha sangre a su alrededor y gemía pronunciando mi nombre una y otra vez. Después, en el lugar donde estaba el cuerpo de Yori, me vi a mí misma tirada en el asfalto.
Abrí los ojos de golpe y me senté sobre la cama. Tenía las mejillas húmedas por las lágrimas. Miré a Reira, que aún dormía profundamente. Me sentí demasiado angustiada para dormir de nuevo, así que me levanté y me puse la bata; apagué la televisión. Tenía la garganta seca, así que caminé hacia la cocina para beber un vaso de agua. Mientras caminaba por el pasillo a oscuras no podía dejar de recordar aquella pesadilla y la opresión en mi pecho no desaparecía. Sin darme cuenta, me detuve justo frente a la habitación en la que Yori dormía. «Solo para asegurarme», me dije a mí misma buscando justificar lo que estaba a punto de hacer. Abrí la puerta despacio, no quería hacer ruido; asomé la cabeza y distinguí a Yori durmiendo plácidamente en un extremo de la cama. Me sentí más tranquila. Entré caminando de puntillas y me acerqué a la cama. Observé a Yori dormir unos cuantos segundos y me preparaba para salir de la habitación cuando tiró de mi muñeca.
—¿Qué sucede? —preguntó medio dormido.
—No es nada —musité.
—¿Tuviste otra pesadilla? —Me conocía demasiado bien como para mentirle, así que asentí. Yori se sentó en la cama y me jaló para que también me sentara.
—Cuéntame —pidió y encendió la lámpara que descansaba en la cómoda.
Analicé sobre el modo de contarle, pero, al recordar aquel sueño, la desesperación volvió a inundarme, así que salté encima de él para rodear su cuello con mis brazos y abrazarlo.
—Prométeme que no pelearás con André —susurré en su oído y enterré mis dedos en su cabello.
—¿Por qué me pides eso? —preguntó al ver mi desesperación.
—¡Por favor! Solo promételo —repetí intentando que no notara las lágrimas que se derramaban por mis mejillas. Él tomó mis hombros y me separó un poco para mirar mi rostro.
—¿Estás llorando? —preguntó al atrapar una lágrima con la yema de su dedo.
—No quiero perderte —dije en un tono más alto.
—Shhh, no iré a ningún sitio. —Acercó mi cabeza a su pecho y acarició mi cabello—. No llores… Odio verte llorar —susurró mientras acariciaba mi cabeza para consolarme.
—Yori… te lo suplico… promete que no intentarás vengarte de André.
—Lo prometo, ya no llores. —La idea de perderlo era abrumadora, se me encogía el corazón de solo pensarlo—. ¿Vas a contarme lo que soñaste? —preguntó en tono bajo.
—Mañana —respondí—. Lamento haberte despertado. —Me preparaba para levantarme de la cama, cuando él carraspeó.
—Quédate conmigo. —Parpadeé con rapidez intentando tranquilizar la descarga de adrenalina, que había hecho que los latidos de mi corazón se desbocaran—. ¿Fleur? —La voz se le adelgazó cuando pronunció mi nombre—. No te imagines cosas raras —dijo nervioso.
—No estoy lista para que algo así… suceda entre nosotros —respondí en voz baja. Yori tomó mi mano con delicadeza. Y se le dibujó una sonrisa traviesa en el rostro.
—Hablo de solo dormir. No quiero que duermas sola… después de una pesadilla… y… yo tampoco quiero dormir solo… pero si te sientes incómoda… yo…
—No tengo miedo de ti. Sé que eres incapaz de hacerme daño —dije intentando restarle importancia al hecho de dormir juntos en la misma cama, no era gran cosa.
Ya habíamos dormido en el mismo sitio antes, solo que, al escucharlo decir aquello, realmente había entendido que su petición tenía un significado diferente. Él sonrió y se apartó de la orilla de la cama. Me senté junto a él y me recosté, él me arropó con ternura y se recargó sobre su codo para mirarme.
Estaba a punto de cerrar los ojos, cuando una idea rondó por mi cabeza. Lo miré con duda antes de aclararme la garganta y hablar.
—Abrázame —pedí. Sonrió de forma tierna, se recostó junto a mí y colocó su brazo debajo de mi cabeza. Yo acomodé la cabeza en su pecho y cerré los ojos.
—Descansa —susurró antes de besar mi frente.
Me quedé profundamente dormida, usando como arrullo los latidos de su corazón y su respiración acompasada. Jamás había dormido tan bien en mi vida. Antes sentía temor de que mi sueño no fuera más que eso, una ilusión. Ahora que había descubierto que Yori era real, no podía dejar de temer que desapareciera, que me abandonara. O, lo que era aún peor, que lo arrebataran de mi lado.
El timbre me despertó. Me llevé las manos al rostro para despertar. Casi me da un ataque cuando, al mirar hacia mi costado, vi el rostro de Yori. Me levanté con cuidado de la cama para no despertarlo y salí a hurtadillas de la habitación. Caminé lo más sigilosamente posible por el pasillo para levantar el comunicador y abrir la puerta para Liam. Caminé hacia la puerta del departamento, quité el seguro y regresé a la cocina para poder preparar el desayuno.
—¿No dormiste bien? —preguntó al observar los círculos negros alrededor de mis ojos.
—Tuve pesadillas.
—¿Con André?
—¿Eres adivino? —bromeé.
—No es necesario serlo para saber quién habita tus pesadillas. ¿Cómo tomó tu padre la situación? ¿Está muy molesto? ¿Discutieron?
—Sí, no tomó nada bien la noticia. Sí, está hecho una furia, y sí, discutimos —respondí.
—Fleur, intenta comprender a tu padre. —Le dediqué una mirada asesina y Liam rio nervioso al ver el modo en que sostuve el cuchillo con el que cortaba la fruta—. Solo es una sugerencia —dijo aún riendo sin quitar la vista del cuchillo. Preferí ignorar su presencia y comencé a cocinar. Liam observó atónito los hot cakes mientras colocaba el plato en el centro de la mesa.
—Puedes comenzar a desayunar, iré a despertar a todos. —No terminaba de decirlo cuando él ya había comenzado a comer—. Eres un glotón —grité mientras caminaba hacia las habitaciones.
Quería tener la libertad de despertar a Yori sin preocuparme de nuestros padres, así que entré primero en su habitación. Aún dormía plácidamente. «Tengo dos opciones: Lo asusto o lo beso», pensé. Me incliné hacia él para rozar sus labios con los míos. Él entreabrió los ojos y sonrió cuando me estaba levantando.
—El desayuno está listo —susurré y me puse de pie—. Iré a despertar a los demás.
Desperté a Reira y toqué la puerta de la habitación de mis padres. Poco a poco, todos fueron llegando y sentándose en la mesa. Serví café en varias tazas y tomé la crema del refrigerador. Caminaba hacia la mesa tratando de mantener el equilibrio con ellas hasta que Yori se puso de pie y me ayudó.
—Yoko y yo iremos al registro —dijo mi padre antes de darle un sorbo a su café.
—¿Y nosotros? —preguntó Reira.
—Pueden venir con nosotros —ofreció Liam. Reira celebró con júbilo la propuesta de Liam.
—Quisiera ir a casa de tu abuela para presentar a Yoko. —Me atraganté con el café cuando mi padre dijo aquellas palabras.
—¿Es necesario?
—Sí. Hablé con ella y el abuelo de André estará allí para comer, así que nos invitó.
—No vayas, papá, no quiero que la abuela critique a Yoko. —Todos me miraron, solo Yori y Liam parecían entender por qué estaba diciendo aquello—. Ya la conoces y, si ese señor va a estar presente, también podrían comenzar con la charla de siempre, André y yo.
—¿En realidad odias al chico? —Sentí que la mirada se me endureció.
—No sabes cuánto —respondí de forma hosca.
—De acuerdo, pero no podremos huir siempre de ella —dijo mi padre no muy convencido.
Al terminar de desayunar, Yori y Reira se ofrecieron para lavar los platos y limpiar, así que me di una ducha rápida para salir hacia el estudio y comenzar con el horario. Le di un beso en la mejilla a mi padre y un abrazo a Yoko antes de salir.
—¿Cuál es el primer punto en la lista? —pregunté mientras nos acomodábamos en el auto.
—Vamos a grabar el sencillo y después las fotos para la portada. Normalmente no preguntas esas cosas —musitó mientras abrochaba su cinturón de seguridad. Liam se giró para mirar a Yori—. ¿Sabes? Pienso que tu presencia aquí es muy buena. —Solté de golpe el cinturón de seguridad, provocando que regresara a su sitio y me diera un golpe en la mejilla.
—¿Por qué le dices eso? —pregunté mientras acunaba mi mejilla con la palma de mi mano.
—Jamás te habían interesado los detalles, imagino que ahora quieres saber quién, cómo y cuándo para no manchar la imagen que tiene de ti.
No pude evitar propinarle un golpe y eso provocó que todos comenzaran a reír. Íbamos de un sitio a otro para cumplir con el itinerario. Mientras realizaba las actividades no podía evitar mirar a Yori de vez en cuando y dedicarle una sonrisa o dos. Liam tenía razón, no podía dejar de demostrar el amor que sentía por él. Al cabo de unas horas, por fin habíamos terminado con todas las actividades.
—¿Vamos a casa? —pregunté mientras buscaba el número de mi padre.
—¿No preferirías que antes pasáramos por otro sitio? Tal vez quieran un helado o un café.
—¿Qué planeas? —pregunté.
—Nada —respondió sin sostener mi mirada.
—Yo quiero comer helado —respondió Reira.
—Entonces los llevaré a una cafetería muy buena que conozco. Tenemos mucho que charlar. —Guardé silencio, temía que intentara retomar el tema de André frente a Yori y Reira o, peor aún, externalizar los riesgos que corremos Yori y yo al estar enamorados.
—¿No querrás darnos un sermón? —dije angustiada.
—No soy un capataz y no mentía cuando dije que me gusta la actitud que él provoca en ti —respondió ofendido—. No entiendo por qué nunca dejas que te demuestre mi apoyo —masculló y detuvo el auto—. ¡Bajen! —gritó. En mi opinión estaba exagerando—. Estoy harto de ser sutil. Ustedes… —dijo señalándonos a Yori y a mí— fuera —ordenó. Ambos nos miramos con indecisión.
—¿Y yo? —preguntó Reira.
—Tú y yo también tendremos una cita.
Al comprender su plan, me emocioné como una niña pequeña. Estaba dándonos la oportunidad de tener un poco de privacidad, sin tener la necesidad de mentir a nuestros padres ni de despertar su interés en las razones que tendríamos para querer salir a solas.
—¿No habrá problemas si nos ven juntos? —pregunté mientras miraba a Yori.
—Yo me ocupo de eso. Y no se emocionen demasiado, tórtolos, solo tienen una hora —gritó mientras nos bajábamos del auto, provocando que las personas que caminaban por allí nos miraran con picardía—. Nos vemos aquí en una hora —repitió y arrancó el auto.
Yori y yo nos miramos con nerviosismo.
—¿Dónde quieres ir? —preguntó. Me llevé las manos a las mejillas para tratar de tranquilizarme un poco.
—¿Tienes hambre? —pregunté mirando el piso.
—Desayuné demasiado.
—¿Paseamos? —Asentí y comenzamos a caminar.
Analizaba cómo pedirle que me tomara de la mano, pero él se adelantó y, deslizando con delicadeza la yema de su dedo índice por el dorso de mi mano, entrelazó sus dedos con los míos. Su tacto era cálido y pronto desapareció la vergüenza que sentía por su cercanía. No sabía cómo comportarme con él. Tras conocerlo, los sentimientos que provocó en mí me hicieron sentir que traicionaba al chico del que había vivido enamorada y que juré jamás dejar de amar. Después, tras conocer sus sentimientos por mí y encarar los míos hacia él, me había obligado a solo tratarlo como mi hermanastro. Ahora que ambos podíamos tocarnos y demostrarnos lo mucho que nos amábamos, no pude evitar sentirme cohibida con su presencia y la intensidad de mis sentimientos hacia él.
Paseamos por varios sitios hablando de tonterías hasta que, al pasar frente a una clínica, me miró.
—Si te pidiera que hicieras algo por mí, ¿lo harías? —dijo mientras recogía un mechón de mi cabello que caía sobre mi frente.
—Sí —respondí con una sonrisa.
—¿Estás segura?
—Sí.
—Vamos a la clínica. —Miré el edificio que él señalaba con su dedo y el pánico me abrumó.
—Yori, todo excepto eso.
Sabía que tenía buenas intenciones, pero aún no estaba lista para someterme a una revisión. Además, mi cuerpo parecía estarse recuperando poco a poco y, ahora que contaba con el mejor incentivo, estaba segura de que me recuperaría aún más rápido, pues lo tenía a él.
—No quiero que te hagas una revisión —dijo mientras levantaba mi mano y se la llevaba a los labios. Un ligero beso en el dorso me erizó la piel—. No es mi intención torturarte, sé que lo harás cuando te sientas preparada, pero ¿recuerdas lo que te prometí? —¿Cómo podría olvidarlo? Sus palabras me habían devuelto la fe en mí misma.
—¿Quieres que me haga una prueba de embarazo? —pregunté en un susurro y él asintió.
—¿Cómo reaccionarías si es positivo? —musité. Mi pregunta provocó que recargara la espalda en la pared. Cerró los ojos, intentando analizar lo que iba a decir—. ¿Te alejarías de mí? —murmuré. Yori me miró de hito en hito.
—Jamás —respondió tácitamente.
—Yori… —Tomé una bocanada de aire. Lo que estaba a punto de decir estaba ruborizándome tan solo de pensarlo—. Mi periodo volvió hace unos días… no creo que sea necesario hacerla. Además, yo… tengo miedo… —Colocó su mano en mi mejilla como un gesto tranquilizador.
—Fleur, es mejor estar seguros. Además, sin importar las circunstancias, sería tu bebé y yo lo querría como si fuera mío —dijo en tono seguro.
—Yo jamás te pediría que hicieras eso, no quiero que sientas esa responsabilidad hacia mí. —Interrumpió mis palabras con un tierno beso que me dejó sin aliento.
—Confirmemos primero si debemos o no preocuparnos.
Sonreí y acomodé mi cabeza en su pecho. Una vez que nos separamos de aquel cálido abrazo, caminamos hacia la clínica. La enfermera que atendía la recepción nos sonrió al vernos entrar.
—Queremos solicitar una prueba de embarazo —dijo Yori.
—Por supuesto, rellenen este formulario. —Yori tomó la tabla y caminamos tomados de la mano hasta las sillas de la sala de espera.
—¿Quieres que entre contigo? —preguntó mientras colocaba la tabla en mis manos.
Asentí y respiré profundo para responder el cuestionario. Regresamos con la enfermera y nos guio hasta el área de consultorios. Una vez en él, la enferma extrajo la sangre. Ya estaba acostumbrada, así que no me molestó en absoluto, pero el pobre de Yori lucía un poco preocupado por el hecho de estar observando aquello.
—Nuestro laboratorio cuenta con servicio exprés, ¿o desean el servicio estándar? —Miré a Yori buscando su opinión.
—¿Cuánto tiempo tarda el servicio exprés?
—Veinte minutos —respondió mientras se retiraba los guantes de látex.
—El servicio exprés está bien —respondió. La enferma asintió y salió del consultorio.
—¿Te encuentras bien? —preguntó al ver que recargaba mi cabeza en el respaldo del sillón.
—Estoy nerviosa. ¿Qué haré si estoy embarazada? Debo admitir que había dejado ir la posibilidad, pero la duda me está asesinando por dentro. —Era perturbador tan solo pensarlo—. Sí lo estoy. No sé si podría amar a ese bebé, no quisiera ver en él la imagen de André —musité.
—Siempre imaginé que, cuando te encontrara, estaríamos juntos, nos casaríamos, tendríamos hijos… Si el resultado es positivo, ¿me dejarías ser el padre de tu bebé? —El mundo se puso al revés. Sus palabras resonaron dentro de mi cabeza con un eco ensordecedor—. Si es una niña podríamos llamarla Shiori y si es un niño Ryo.
Había algo en su voz que provocó que mi mente divagara entre las imágenes de aquel escenario. Emoción, la emoción de iniciar una familia conmigo era lo que expresaba su voz y, en algún momento dentro de su ensoñación, logró que yo sintiera emoción también, aunque solo en cierta proporción. Dentro todavía quedaba el pánico a que el bebé, tarde o temprano, se pareciera a André, y entonces eso haría que Yori se alejara.
—¿Cómo crees que se escuchen esos nombres con mi apellido? —dije divertida ante la posibilidad de tener un hijo de nombre japonés con apellido francés.
—No sería tu apellido, sino el mío —dijo sonriendo. Nuestra conversación fue interrumpida por la enfermera, quien sostenía un sobre entre sus manos.
—Este es el resultado —dijo al entregarme el sobre—. Les daré un poco de privacidad.
Me senté en el sillón y abrí el sobre con desesperación. Tomé el papel en su interior y comencé a leer, hasta llegar a la parte de «resultado».
—¿Qué dice?
—No entiendo el símbolo.
—Creo que la simbología viene al reverso de la hoja —observó. Giré la hoja para mirar la tabla y después volví a mirar el resultado.
—Es negativo.
Yori me abrazó y después me levantó en brazos para hacerme girar. Aquel gran peso que cargaba sobre mis hombros desapareció por completo. Pero, en medio de toda la tensión, jamás olvidaría la determinación con la que Yori había hablado. Regresamos al sitio en que Liam nos había dejado para esperarlos.
—Fleur, lo que dije en el hospital fue sincero. Algún día me gustaría que nuestros hijos se llamaran de esa forma. —Sonreí por sus palabras. Estaba a punto de besarlo cuando el claxon de un auto me asustó.
—No hagan eso en la calle —gritó Liam divertido.
—Te odio —susurré y subimos al auto.
Liam nos llevó a recoger a nuestros padres y de ahí a cenar. Pobre, realmente lamentaba que tuviera que fungir como chófer, pero a él no parecía importarle.
Los días pasaron entre paseos y mi cabezonería de impedir que mi padre y Yoko fueran a visitar a mi abuela. Siempre tenía una excusa que dar para justificar el no ir a visitarla, hasta que nos invitó personalmente. Por desgracia, había llegado de improviso mientras cenábamos en la casa Domoint, así que no habíamos podido negarnos y ese domingo tendríamos que ir a cenar con ella. Liam se ofreció a llevarnos.
Intenté convencerme de tomar con calma cualquier cosa que mi abuela dijera, no quería cometer un error que le costara caro a la familia.
—¿Quieren que pase a por ustedes? —preguntó Liam al estacionarse frente a la casona.
—Eso servirá como excusa para salir de ahí pronto —dije pensativa.
—Fleur, conoces a tu abuela, no le va agradar verte cuidando el tiempo durante la cena. Será mejor que llamemos a un taxi para no tener a Liam esperando por nosotros —dijo mi padre.
Yo fruncí el ceño y miré a Liam por el rabillo del ojo. Sin siquiera mencionar palabra alguna, él y yo ideamos un plan de escape solo en caso de ser necesario y, conociendo a mi abuela, estaba segura de que íbamos a utilizarlo.
Mi abuela nos esperaba con la puerta abierta de par en par y una expresión de desagrado. No narraré los temas de aquella noche, porque carecen de importancia. Solo diré que a mi padre no le había quedado más opción que disculparse conmigo por no dar crédito a mis sospechas sobre los motivos que tenía mi abuela para invitarnos a cenar.
No solo había sido descortés con Yoko y sus hijos, también había hecho conclusiones ridículas de por qué debíamos apoyarla económicamente y considerar hacer un acuerdo con André para volver a comprarle la empresa. Finalmente, la velada había llegado a su fin y podíamos regresar a casa. Mi plan con Liam había sido más que un éxito y, aunque mi padre no lo mencionó, estaba segura de que se sentía agradecido con nosotros por no haberlo escuchado y haber ideado la mejor forma para salir de allí.