Eran las seis y media de la mañana y había un ejército de asistentes en el departamento arreglándome para la presentación.
—¿No crees que es muy temprano para esto? —pregunté a Liam.
—Al contrario, casi no tenemos tiempo —respondió.
—La presentación es a las dos de la tarde —dije en tono de reclamo.
—La presentación del conservatorio es por la tarde, pero debemos dar una conferencia, los medios esperan escuchar la canción en el evento y debemos presentarla como es debido —dijo mientras tecleaba en su agenda electrónica.
—De cualquier forma, creo que esto es exagerado —mascullé—. ¿Dónde será la rueda de prensa? —pregunté mientras me miraba en el espejo.
—En el conservatorio —respondió.
—Genial, al menos terminando la entrevista no tendré que correr para las pruebas de sonido y de luces en el conservatorio.
La puerta principal del conservatorio estaba adornada por un sinfín de ramos de flores y una alfombra.
—Esto parece más una premiación —musité mientras caminábamos hacia la entrada.
—Recuerda que muchos productores asisten para descubrir talentos jóvenes, es un evento importante —respondió Liam en tono de regaño.
Liam había citado a los periodistas en el mismo anfiteatro donde se efectuaría el evento, como una forma de ser práctico. Los periodistas comenzaron a entrar poco a poco mientras terminábamos los últimos detalles para la presentación. Por increíble que me pareciera, comenzaba a acostumbrarme al asedio de los medios, ya no sentía nervios ni temor antes de una rueda de prensa. Poco a poco había comenzado a aprender cómo manejar las preguntas malintencionadas y amarillistas que la mayoría de las ocasiones son utilizadas por los periodistas. Y, sin muchos problemas, la rueda de prensa terminó y salí airosa.
—¿Irías al aeropuerto a por mis padres? —pregunté a Liam mientras probábamos el micrófono de diadema que usaríamos en la presentación.
—Claro.
—No les menciones nada hasta que hable con ellos. Y no trates de forma diferente a Yori.
Liam giró sobre sus talones y salió a grandes zancadas del conservatorio.
El maestro de ceremonias comenzó a dar el discurso de apertura y las presentaciones comenzaron. El departamento de composición era el tercer número. Todos estaban nerviosos, incluso yo lo estaba. La reacción de mis padres y de Yori cuando el lanzamiento del sencillo se anunciara era lo que tenía a mi mente trabajando a mil por hora, imaginando diferentes escenarios de la situación. Por otro lado, quería ver la reacción de Yori cuando me escuchara cantar.
—Adentro —dijo el maestro de ceremonias.
Me ofreció el micrófono y caminé hasta colocar el micrófono en el trípode que se encontraba en el centro del escenario. Busqué a mi familia con la mirada, quería saber si ya estaban allí. Los distinguí en primera fila, justo frente a mí. Reira me saludó haciendo un movimiento con su mano. Me incliné para agradecer al público y, al levantarme, los ojos de Yori se encontraron con los míos. Se veía diferente, tenía el cabello mucho más corto y rizado, lucía un peinado muy casual y una pequeña arracada pendía de su lóbulo izquierdo. Le sonreí de forma discreta y él regresó mi sonrisa. Miré hacia la chica del piano y ella tocó la nota inicial.
Razones
Mi mundo debe cambiar, esa es la realidad
No vuelvas a irte jamás, eres mi razón para caminar
Si te pierdo, que razón tendría para continuar…
Las personas del público escuchaban atentas la forma en que subía y bajaba mi voz. El resto del grupo entró y comenzó a cantar. La canción terminó con un gran aplauso que nos dejó mudos. Podía distinguir los rostros atónitos de mi familia. Yori y su familia jamás me habían escuchado cantar y, a pesar de saber que estudiaba música, esa capacidad especial los dejó sin habla. Mi padre sabía que mi voz era idéntica a la de mi madre, por lo tanto huía cada vez que intentaba cantar frente a él. Decía que era demasiado doloroso para él recordar a mi madre a través de mi voz. Su rostro lucía descompuesto cuando lo miré por el rabillo del ojo.
La noche siguió con un sinfín de personas talentosas, incluyendo a Kenya, quien había mejorado la canción que la había escuchado cantar en el salón de instrumentos. Por fin llegó mi turno en solitario.
—Ahora tenemos a Fleur Lefebvre. Ella nos presenta su primer sencillo. A pesar de tener solo dieciocho años, ha demostrado tener un talento innato para la música y, de la mano de una de las discográficas más importantes de Francia, esta chica se convertirá en la estrella del futuro. —Esperaba una presentación así, pero al escucharla sentí mariposas en el estómago.
—¿Lista? —preguntó Glenn al ver que estaba jugando con mis dedos.
—Sí —respondí.
—Nosotros entramos primero, mientras las luces están apagadas.
—Lo sé. ¿Recuerdas que también estuve en el ensayo? —Él sonrió y caminó hacia el escenario.
—Rómpete una pierna —gritó antes de colocarse en posición.
Respiré profundo y también entré. La música comenzó a sonar sin que las luces se encendieran. Tomé la posición de la coreografía, respiré y comencé a cantar.
Realidad
Una mañana al despertar
La vida había cambiado
Y yo sin notar
Te encontré en mi camino
Fue un juego llamado destino
Aquel dulce sueño
Se volvió realidad
Y yo tratando de negar
Hui sin pensar
Realidad… realidad
Miro tus ojos reflejar
Realidad… realidad
Sonreí cuando la canción terminó. Mi padre tenía la boca abierta a causa de la impresión. El silencio dominaba en el anfiteatro, hasta que Reira se puso de pie y comenzó a aplaudir sin parar. Todos los presentes la siguieron con aplausos de júbilo y gritos. Liam salió al escenario con un micrófono en la mano y se puso de pie junto a mí. Cantar mientras bailaba había exigido un esfuerzo titánico y respiraba con dificultad.
—La fecha de lanzamiento oficial de este sencillo será dentro de un mes y se lanzará de forma simultánea en Francia y Estados Unidos —dijo mientras intentaba cubrirse los ojos del foco principal del escenario.
—¿Mi padre está muy sorprendido? —pregunté una vez que las luces del escenario se apagaron.
—Un poco, pero creo que le has demostrado lo errado que estuvo al no dejarte cantar desde el principio.
Caminamos hacia el camerino. Casi me desmayo cuando al entrar vi a mi familia allí de pie, esperando por mí. Reira corrió hacia mí en cuanto crucé la puerta.
—¿Vas a debutar? —preguntó. Liam tomó la palabra para explicarlo.
—Fleur firmó un contrato con mi discográfica para convertirse en cantante. Lo hizo para que le permitieran volver al conservatorio. —La mirada de todos los presentes me escudriñaba el rostro.
—¿Por qué no habrían de permitirte volver? —preguntó mi padre.
—Me fui del conservatorio sin decir nada a nadie y eso provocó algunos rumores. Aquí soy tu hija, la hija de un diplomático reconocido, lo que hago es analizado con lupa —respondí.
—Entiendo, pero podrías haberme informado antes de firmar —dijo mi padre.
—No creo que estés en posición de pedirle eso —dijo Yoko—. No la informaste sobre nuestra boda, eso te quita el derecho de exigirle explicaciones a tu hija. No puedes aplicarle la ley del embudo a Fleur.
—Yo… solo… —balbuceó mi padre.
—Lamento no habértelo dicho —interrumpí para suavizar un poco las palabras de Yoko, aunque mi intento no le quitara razón.
—Bien —dijo Liam para distraernos—. Recomiendo que vayan a casa. Mañana tienes una entrevista a las tres y vamos a tomar las fotos para la portada del disco, así que estarás ocupada. —Se acercó a mí y añadió—: Creo que alguien tiene muchos deseos de hablar contigo en privado —miró a Yori.
Espié por el rabillo del ojo para encontrarme con una mirada aguda y penetrante, que logró ponerme nerviosa por su intensidad.
—No hicimos ninguna reserva de hotel. Necesitamos que nos recomiendes uno —dijo mi padre a Liam.
—Eso no es necesario —respondí yo—. Se quedarán conmigo en el departamento,
—¿Pero…? —intentó decir Yoko.
—El espacio no es problema, hay suficiente para todos, será mejor irnos, todos deben estar cansados y hambrientos —dijo Liam, quien parecía muy interesado en sacarnos de allí lo más pronto posible, supongo que al igual que yo.
No quería un encuentro con André. Aunque debo admitir que la verdadera razón de mi temor era que André y Yori se conocieran.
Los periodistas esperaban fuera. Al verme salir corrieron hacia mí y comenzaron a interrogarme. Sus preguntas distaban mucho de la presentación del sencillo. La presencia de André en el concierto había levantado revuelo. Respondí de forma esquiva a todas las preguntas, mientras Liam entretenía a mi familia para que no escucharan nada relacionado con los rumores sobre André, quien esperaba pacientemente de pie frente a su automóvil, con un ramo de rosas en sus brazos. Mis ojos se encontraron con los de él y me dedicó una sonrisa siniestra.
—¡Tío! —gritó a mi padre.
—¿André? —preguntó al ver lo cambiado que estaba.
—¿Quién es? —preguntó Reira al ver la familiaridad con que se acercó a mi padre.
—Es André Aubriot, el nieto de un amigo de mi abuela —respondí susurrando.
—¡Fleur! —Su voz pronunciando mi nombre me llenó de pánico. Caminé hacia atrás hasta que choqué con Yori. Liam se interpuso entre André y yo.
—¡André! No sabía que eras del tipo que obsequia flores, yo las tomaré en representación de Fleur.
—¿Por qué no las toma ella? —André entonó su pregunta con un tono claro de sospecha, provocando que la atención de los periodistas se centrara de nuevo en nosotros.
—Es alérgica —masculló Yori, que se encontraba junto a mí. Ambos se miraron desafiándose.
—No lo sabía —respondió sonriendo.
—Ahora ya lo sabes —siseó Yori.
André cambio de actitud y su mirada se endureció.
—¿Quién eres tú? —preguntó molesto.
—Yo… —Liam interrumpió a Yori.
—André, ¿por qué no charlamos tú y yo después? —musitó Liam.
—Claro. Te llamaré para concertar una cita —respondió André sonriendo—. ¡Felicidades! —me gritó antes de alejarse.
—Eso fue extraño —dijo mi padre.
—André siempre ha sido raro —dijo Liam sonriendo aliviado.
Parece que ninguno de los dos esperaba que se fuera de forma tan sencilla. «Quizá no quiso levantar más polvo con los reporteros», me dije a mí misma.
—¿Tu departamento está muy lejos de aquí? —preguntó Reira.
—No mucho —respondí aún nerviosa.
El semblante de Yori era sombrío, aquella felicidad que destilaba por los poros solo unos minutos antes había desaparecido por completo. Permaneció en silencio durante todo el trayecto. Al llegar al departamento, Liam, Yori y mi padre bajaron el equipaje, mientras Reira, Yoko y yo subíamos a abrir la puerta del departamento. Cuando terminaron de subir las maletas, no se hicieron esperar las críticas hacia la falta de elevador en el edificio.
—¡Cielos! ¡Es enorme! —comentó Reira.
—Liam se encargó de todo —dije mientras caminaba a través del pasillo—. Les mostraré sus habitaciones.
—¡Un piano! —exclamó Reira al abrir la puerta de mi habitación.
—Esta es su habitación —dije a Yoko.
—Fleur, no es necesario que nos dejes tu habitación —dijo al ver mi ropa en la cómoda.
—No hay problema, quiero que se sientan cómodos —respondí.
Salí mientras ella comenzaba a desempacar y caminé con Reira por el pasillo.
—Esta es la nuestra, Reira. —Señalé las camas gemelas. Regresé a la sala para ayudar a Reira a llevar sus maletas. Su equipaje era pesado, así que tuvimos que unir fuerzas para poder subir las maletas a la cama.
—Desempaca, tengo algo que hablar con Liam —dije y salí de la habitación cerrando la puerta detrás de mí.
Liam y Yori conversaban en la sala. Yori admiraba el modular, mientras Liam presumía sobre sus conocimientos de equipos de sonido.
—Lamento el retraso. Ayudaba a Reira con su equipaje —dije a Yori—. Te llevaré a tu habitación.
Liam guiñó un ojo en signo de complicidad. Sonreí por lo bajo y caminé hacia la última puerta del corredor, seguida de cerca por Yori, quien tenía una expresión confundida en su rostro. Abrí la puerta con torpeza. Él sonrió y me cedió el paso para que entrara. Caminé hacia la ventana para cerrar las cortinas. Necesitaba tranquilizarme, no era capaz de pensar con claridad. Respiré profundo y giré sobre mis talones para acercarme a él.
—Yori... yo… —dije, pero me interrumpió. Con un movimiento rápido me envolvió con sus brazos. Su respiración agitada y el rápido palpitar de su corazón entraban a través de mis oídos. Devolví su abrazo rodeando su cintura y escondiendo mi rostro en su pecho.
—Perdóname —musitó.
—¿Por qué? —pregunté sorprendida.
—Por no estar allí, por no haberte protegido. Debí decirte quién era, pero tuve miedo. Parecía tan increíble, tan perfecto, que fueras tú, que aquella chica y tú fuerais la misma persona. Me acobardé y, como consecuencia, provoqué que sufrieras.
Estaba disculpándose conmigo. Él también había sufrido al ser tratado por mí con indiferencia. Controlarse todo el tiempo para acercarse a mí debía haber sido difícil y ahí estaba, de pie frente a mí, disculpándose por no protegerme de André.
—No fui capaz de reconocerte. Cada mañana, cuando despertaba, deseaba con todas mis fuerzas que fueras real y cuando te tuve enfrente me asusté. La forma en que me haces sentir me asustó y decidí ignorar a mi corazón. —Colocó la palma de su mano en mi mejilla. Lo miré fijamente y también coloqué mi mano en su mejilla—. Eres real —susurré.
Me levanté sobre las puntas de mis pies para que nuestros rostros estuvieran a la misma altura. Delineé su rostro con mis dedos, intentando con ello memorizar cada rasgo, cada centímetro de sus facciones, sus pómulos, la forma de sus ojos, incluso los hoyuelos que se le formaban en las mejillas al sonreír. En la habitación no existía nada ni nadie más, solo nosotros. Mis dedos se detuvieron en la comisura de sus labios. En mi cabeza solo giraba una idea. Retiré mi mano de su rostro y regresé a mi posición anterior.
—¿Qué sucede? —dijo sorprendido al ver que me abstraía.
—Bésame —murmuré. Yori abrió los ojos como platos—. Hazlo, por favor —pedí.
Él inclinó su cuerpo hacia mí para acercar su rostro al mío. Sus labios se juntaron con los míos. A pesar de no ser nuestro primer beso, era como si lo fuera. Las dos ocasiones anteriores habían sido opacadas pues, al no conocer su identidad, me había sentido culpable por mi falta de control.
—¿Fleur? —gritó Reira provocando que ambos nos exaltáramos—. ¿トイレはどこ? (¿Dónde está el baño?) —preguntó al entrar a la habitación. Yori y yo pegamos un brinco y nos separamos de golpe.
—Es la puerta de color azul —respondí sin aliento.
—Gracias —dijo y estaba a punto de salir cuando se detuvo pero sin mirarnos—. Hermano, tienes lápiz labial en la mejilla.
Me miré en el espejo y noté que el lápiz labial se había corrido y yo también tenía un poco en mi mejilla. Caminé hacia la cómoda y tomé un par de pañuelos, ofrecí uno a Yori y con el otro volví a delinear mis labios. Por un instante, quise asesinar a los creadores de aquel fraude de lápiz labial… la etiqueta decía… indeleble. «Qué gran mentira», pensé para mis adentros.
—Reira —susurré. Ella me miró con expresión seria y caminó rápido hacia mí.
—Fleur, ¿quieres a mi hermano? —preguntó con sagacidad en la mirada. Respiré profundo para oxigenar mi cerebro y pensar con claridad.
—Sí.
—¿Tú quieres a Fleur? —preguntó a Yori.
—Sí —respondió.
—¡Por fin! —gritó y corrió para abrazarnos a ambos.
—¿Eso es todo lo que vas a decirnos? —pregunté incrédula.
—¿Debería decir algo más?
—¿No estás molesta por esto?
—¿Por qué habría de estarlo? Al contrario, me da gusto que por fin hayan decidido aceptar lo que sienten.お兄さんよろしくねえ! (Cuida de mi hermano).
—¡Gracias! —Jamás imaginé que ella reaccionara de ese modo, no pude evitar sentirme conmovida por sus palabras, y me acerqué a ella para abrazarla.
—Solo háganme un favor —pidió.
—¿Cuál? —preguntó Yori.
—Si van a estar besuqueándose, no dejen que se note, es desagradable. —Yori y yo comenzamos a reírnos.
—Hecho —dije.
Reira salió de la habitación como si nada hubiese ocurrido. Yori y yo nos miramos.
—Te quiero —murmuró. Un escalofrío me recorrió, sonreí como una niña pequeña y lo abracé con fuerza. Estaba a punto de besarme de nuevo cuando carraspeé.
—Necesito hablar con Liam —musité.
—¿Sobre André? —preguntó mientras jugueteaba con mi cabello.
—Sí —respondí.
—De acuerdo, pero no tardes, hay muchas cosas de las que quiero hablar contigo.
Sonreí y él rozó mis labios con delicadeza. Me dirigí hacia la sala, donde Liam me esperaba sentado en el sillón.
—Este es tu horario de mañana —dijo al verme y me entregó una hoja—. ¿Vas a decirle a tu padre lo que ocurrió con André? —Me quedé en silencio un momento, fingiendo que leía con cuidado el contenido de la hoja de papel.
—No.
—¡No puedes ocultarlo por siempre! —gritó. Me sorprendió la severidad en su voz. Di un brinco por la sorpresa e inmediatamente comencé a mirar hacia el pasillo.
—Guarda silencio, por favor —pedí preocupada porque alguien escuchara.
—Si no se lo dices tú, lo haré yo —amenazó. Pero, a pesar del contenido de su amenaza, bajó el volumen de su voz hasta convertirla en susurro.
—Si lo haces, no te perdonaré nunca.
—¿Por qué no quieres decírselo? —No era una pregunta fácil de responder. Había muchas razones y realmente no esperaba que él pudiera comprender ninguna de ellas.
—Aún no estoy preparada. Hablar con mi padre sería enfrentar la realidad y aún no quiero hacerlo… necesito más tiempo —respondí finalmente.
—André no va a dejarte en paz. Necesitas la protección de tu padre.
—Lo sé. Solo que hoy no… no ahora.
—De acuerdo —dijo llevándose las manos al rostro con desesperación—. Pero no puedes seguir guardándolo en secreto.
—No lo haré. Lo prometo, hablaré con él, solo dame algunos días.