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Chapter 16 - Pasado

En el aeropuerto, la familia Domoint me esperaba. En fila, cada uno me observaba fijamente, ninguno podía ocultar su preocupación por mi regreso.

—¿Qué tal el viaje? —preguntó Liam.

—He viajado tanto en avión últimamente que ya estoy acostumbrándome. Hay problemas, ¿cierto? —Era fácil suponerlo con solo ver sus rostros.

—Fleur, los medios están encima de André por las fotografías. De alguna forma, llegaron a una revista que publicó la nota y están haciendo una tormenta en un vaso de agua. Tu desaparición no fue bien vista. —Me acerqué a todos y les di un beso en ambas mejillas a modo de saludo.

—No te preocupes, no dejaré que nada me perturbe. Pase lo que pase, tengo que cantar en la presentación del conservatorio y grabar la demo con tu discográfica. —Todos quedaron expectantes por la determinación en mi voz y en mi semblante. Solo Millet sonrió como si fuera capaz de entender de dónde provenía aquella energía que me rodeaba.

—¿Lo encontraste? —Su pregunta ocasionó una reacción eufórica por mi parte.

—Es real. Jái trouvé l´homme de mes rèves (Encontré al hombre de mis sueños) —susurré antes de soltarme a reír y darle un fuerte abrazo.

—¿Estás segura de que es él? —preguntó Liam.

—Estuve presente mientras cantaba. No tengo dudas —respondí feliz.

Las preguntas no se hicieron esperar. La madre de Millet sabía acerca de mis sueños desde la primera vez que dormí en su casa, después del funeral de mi madre. Todos estaban preocupados por mis terrores nocturnos en aquella época. Supongo que si los sueños buenos eran casi reales para mí, también deberían serlo las pesadillas. Constantemente vigilaban mi sueño. Una mañana, sin pensar mucho en ello, respondí a la pregunta que todo el mundo me hacía: «¿Qué soñaste?». Recuerdo que al principio quedó impresionada por mi relato, pero con el paso de los años comenzó a creerlo, tenía tanta fe en mis palabras que se dedicó durante un tiempo a investigar el tema, indagando si había otros testimonios respecto al tema. Tras su arduo trabajo detectivesco concluyó que era posible que algo así ocurriera. Millet me observó con curiosidad.

—Yori —susurró para sí misma. Como si acabara de descubrir un gran misterio, una sonrisa de satisfacción adornaba sus finas facciones. No pude evitar soltarme a reír eufórica.

—Estuvo frente a mí todo el tiempo y no fui capaz de reconocerlo. Sé lo que van a decir, pero necesito arreglar esto poco a poco. La prioridad es mostrarle quién soy…

Yori y yo éramos hermanastros, la sociedad no aceptaría una relación de ese tipo, seríamos mal vistos, incluso juzgados, así que podía entender la preocupación que se reflejaba en sus miradas. Sin embargo, algo en mi interior decía que no era imposible. Comenzamos a caminar hacia el estacionamiento. Liam ayudó con mi equipaje.

—¿El departamento está listo? —pregunté mientras el interpelado colocaba las maletas en el portaequipaje.

Millet conversaba con su madre y Renol respecto a Yori y su apariencia, así como las diferencias en mi carácter cuando estaba con él. Para Millet era necesario externar todo aquello, pues su gen chismoso era extremadamente poderoso.

—Intenté elegir todo a tu gusto —respondió y Liam y nos encaminamos hacia el sitio.

Llegamos a uno de los barrios más acaudalados de París. El edificio tenía un gran portón de acero color negro y el mármol de las paredes exteriores era de un blanco impecable.

—Es en el segundo piso —dijo mientras subíamos por las escaleras—. Cada piso tiene dos departamentos, así que no tendrás problemas con los vecinos. Es aquí —dijo señalando la puerta al fondo del corredor—. La puerta tiene dos seguros y la cadena en caso de emergencia. Compré los muebles que combinaban con la pintura —dijo al ver mi sorpresa por la decoración. ¿Cómo podía ser tan gentil conmigo? No podía creer el trabajo que había hecho con el lugar, estaba emocionada y conmovida por su demostración de afecto.

La sala estaba adornada con un par de sillones color crema, una mesa de centro de corte moderno y en la pared una pantalla de plasma. Debajo de esta una mesa de cristal con un reproductor DVD y un modular. Junto al ventanal del balcón, un librero y una mesita con una computadora.

—Esta es la cocina. —Una cocina integral, perfectamente equipada, color metálico combinado con caoba, un refrigerador enorme y una barra con tres bancos que conectaba la cocina y el comedor—. Las habitaciones están por aquí —dijo y comencé a caminar detrás de él.

El pasillo era amplio y tenía cuatro puertas blancas que lo adornaban, una de ellas era un lujoso baño, que incluso tenía una tina con dosel de hierro en forma de patas de araña. Todo plagado de un inmaculado mosaico blanco.

—¿Tres habitaciones? —dije mientras cerraba la puerta del baño aún con el semblante lleno de sorpresa.

—Tu familia necesitará donde dormir. —Fruncí el ceño.

A pesar de saber que tenía razón y reconocer que había sido muy considerado al pensar también en la comodidad de mi familia, seguía pensando que había sido demasiado exagerado con el espacio. Liam chasqueó los dientes al ver la expresión de mi rostro y me dio un leve tirón del brazo para que me acercara a la primera puerta, y la abrió de par en par.

—Esta es la habitación principal. —Al mirar dentro de ella sentí que iba a desmayarme: había un piano color blanco justo en una esquina.

—¿Esto está incluido con el departamento? —pregunté sorprendida.

—Esto es lo mejor —enfatizó.

Como si el piano solo fuera una baratija, se acercó a una pequeña puerta detrás del piano. Se trataba de una habitación sellada a prueba de sonido, con un Mac cuya pantalla era casi tan grande como la televisión de plasma de la sala y unas consolas de sonido, un trípode con un micrófono de estudio y una guitarra.

—¿Te gusta?

—¿Tienes que preguntarlo?

—En realidad no, es solo pura cortesía. —Sonrió.

—No puedo aceptarlo, debió costarte una fortuna —dije mientras rozaba una de las consolas con mis dedos.

—Bueno, costoso sí fue, pero para mí es una inversión, estoy orgulloso de poder contribuir al nacimiento de una estrella. ¿Quieres ver las otras dos habitaciones? —Asentí y salimos por la puerta. Ambas habitaciones también estaban amuebladas por completo, una de ellas tenía una cama matrimonial y la otra un par de camas gemelas.

—Liam, esto no es para compensar alguna mala noticia, ¿verdad?

—Un poco. —Se encogió de hombros.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—Te expulsaron del conservatorio. El director no quiere que la imagen de la escuela se vea manchada por lo ocurrido con André. Pero no te preocupes, tengo un plan…, así que tendrán que aceptarte de vuelta. Aunque es probable que te enfrentes al escrutinio de todos. —Estaba perpleja, pero recuperé pronto la compostura. Sabía que era una posibilidad, así que lo tomé con filosofía.

—No regresé para simpatizar con nadie, solo quiero saber una cosa. ¿Los socios de tu discográfica aún quieren que firme con ustedes? ¿Este asunto no los ahuyentó también?

—No, en teoría, pero el resto de los productores quieren escucharte cantar en vivo y debe ser una canción original.

—¿Cuándo?

—Fleur, no quiero que tomes una decisión apresurada.

—No te preocupes. Jamás he estado más segura de algo en mi vida. Quiero cantar, lo deseo con todo mi ser.

—Pasado mañana.

—De acuerdo. Tendré lista la mejor canción que jamás hayan escuchado. —Liam sonrió como un niño en Navidad y sacó su teléfono.

—Necesito que convoques una junta urgente… Es la chica de quien te hablé… Gracias.

Observarlo trabajar como todo un profesional de la industria de la música me dejó una sensación extraña en el cuerpo. No estaba bromeando ni exagerando sobre su interés en convertirme en una cantante profesional. Su semblante era totalmente diferente, parecía otra persona.

—Está arreglado. Ahora todo depende de ti. Necesitas hacer que ambas presentaciones queden perfectas.

—¿Olvidas con quién hablas? —respondí con sarcasmo.

—Me alegro de que hayas recuperado esa linda personalidad tuya. Comienza a trabajar, tienes muchas cosas que hacer. Desempaca con calma y prepárate para las clases de mañana.

—No, quiero terminar con esto cuanto antes. ¿Puedes llevarme al conservatorio?

—¿Ahora?

—Cuanto más rápido aclare las cosas con los profesores será menos complicado.

—Deberías esperar a firmar con nosotros —dijo intentando disuadirme, pero era inútil, sabía que no tenía argumentos para debatir conmigo.

—Escucha, si tardo más tiempo en aparecer, los rumores seguirán creciendo —dije con seguridad. Él enarcó una ceja y suspiró.

—Para serte sincero, creo que es demasiado apresurado, pero confío en ti.

Su respuesta estaba cargada de preocupación y no lo culpaba, pues a pesar de ser mi idea, no podía evitar sentir pánico, había superado el miedo unos días atrás, ahora sentía pánico directamente.

Coloqué la maleta en la cama y comencé a desempacar lentamente, necesitaba cambiarme. Absorta en mis pensamientos me olvidé de que Liam aún estaba en la habitación, hasta que este carraspeó y salió disparado por la puerta.

Salimos rumbo al conservatorio. Al llegar, Liam estacionaba el auto y allí estaba, de pie, esperándome. Me petrifiqué solo con mirar su rostro. ¿Cómo se había enterado de mi regreso? André se acercó lentamente hacia nosotros. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y mi mente comenzó a reproducir los recuerdos de aquella noche.

—¿Cómo quieres manejar esto? —preguntó Liam al ver la forma en que lo miraba. Le temía. A pesar de mi renovada esperanza y mi recién adquirida fuerza, él provocaba en mí el tipo de terror que no se puede esconder.

—No lo sé. ¿Con una escopeta? —balbuceé. Liam sonrió y apagó el automóvil.

—¿Me dejarías improvisar?

—¿Con improvisar quieres decir que vas a golpearlo? —En mi cabeza la idea sonaba tentadora.

—Claro que no. Pero vamos a fingir que entre ustedes no pasó nada. Diremos que estabas conmigo y los productores charlando sobre la posibilidad de debutar. Eso les encantará —siseó.

—¿No es ir demasiado lejos? Podrías meterte en problemas por confirmar algo que aún no está decidido.

—Olvidas que es mi discográfica. Además, si quiero ayudarte a salir bien librada de esto, es lo mejor que puedo hacer. ¿Lista? —Asentí y bajamos del auto.

Caminamos hacia la entrada como si nada ocurriera. André se detuvo frente a mí. Por un instante tuve la intención de salir corriendo, pero Liam colocó su brazo alrededor de mis hombros para que me tranquilizara.

—¿Fleur? —preguntó André. Levanté la vista hacia él y estaba a punto de gritarle cuando la voz de Liam llamó mi atención.

—André, ¿qué te trae por aquí? —preguntó muy tranquilo.

—Estaba muy preocupado por ti —dijo André ignorando a Liam por completo. Se dirigió solo a mí, observándome con un punto malévolo en su mirada.

—¿Por qué? —contraatacó Liam.

—Desapareció de la noche a la mañana —le gritó.

—Ella no desapareció André —dijo Liam riendo—. Fleur va a debutar con mi discográfica y todo este tiempo ha estado conmigo preparando su primer sencillo. —André se sorprendió y clavó su mirada en mis ojos.

—No lo creo —dijo sin quitarme los ojos de encima.

—No tengo por qué mentirte. No tienes nada más que hablar con ella. ¿Verdad? —dijo Liam y volvimos a caminar.

—¿Olvidaste lo que pasó entre nosotros, Fleur? —Escucharlo decir eso provocó que las piernas me temblaran y la respiración se me agitara. Me sostuve de Liam como si se tratara de un ancla.

—¡André! —gritó Liam—. A partir de ahora, Fleur es una artista en potencia y, para desgracia tuya, lo es en mi discográfica. Cuido mucho la imagen y bienestar de mis artistas, te sugiero que mantengas tu imaginación bajo control o tendré que actuar no solo como su amigo, sino como su representante. Créeme cuando digo que en los negocios soy mejor que tú.

André sonrió de forma sombría y me dedicó una mirada tan lasciva que me escondí detrás Liam.

—Ya veremos eso —respondió y comenzó a caminar hacia su auto.

Seguimos caminando hacia la oficina del director. Al entrar, los murmullos no se hicieron esperar.

—¿El director? —La secretaria levantó el auricular para anunciarnos, ni siquiera preguntó nuestros nombres.

—El profesor Blanckel los recibirá en un minuto.

—¿Crees que André comenzará a acosarme de nuevo?

—Es probable. Pienso que sería mejor adelantar las cosas. Solo de ese modo puedo protegerte al cien por cien de él.

—¿El conservatorio lo permitiría?

—Serías la primera cantante profesional que lanza el conservatorio en mucho tiempo.

Mi madre debutó después de graduarse, así que supongo que su caso no contaba.

—Ya pueden pasar —dijo la secretaria con gentileza. El profesor Blanckel nos esperaba de pie junto a la puerta con cara de pocos amigos.

—Buenos días —saludó—. Señorita Lefebvre, señor Domoint. Pasen, pónganse cómodos —dijo y cerró la puerta—. La reputación del conservatorio es primordial para mí —comenzó a decir mientras tomaba asiento frente a nosotros. Miré a Liam con pánico, debíamos detener su monólogo antes de que fuera demasiado tarde y el tema de mi expulsión saliera a relucir.

—Profesor —interrumpió Liam—. Antes de que continúe con ese tema, me gustaría aclarar todos aquellos rumores respecto a Fleur y lo sucedido en aquella fiesta. Son mentiras. —El profesor me miró y sonrió con cierta desconfianza.

—¿Y? Eso no explica por qué dejo de asistir a clases durante todo este tiempo.

—Estuvo en un seminario conmigo. Fleur firmó un contrato con mi discográfica y estamos planificando el lanzamiento de su primer sencillo. Es por eso que ella desapareció sin dejar huella. —El profesor se llevó la mano al mentón, analizaba las palabras de Liam con sumo cuidado.

—¿Y aquellas fotos con las que quisieron chantajearnos? —Liam sonrió. Su semblante se llenó de confianza, comenzaba a convencer al profesor.

—Usted conoce como son los paparazis, ellos debieron enterarse sobre el sencillo y decidieron hacer dinero con el jugoso rumor de una cantante joven a punto de debutar. —El profesor parecía convencido con aquella explicación.

—Entonces, ¿nada de lo que dicen es cierto? ¿Fleur terminará el curso? —Liam asintió.

—Si usted lo permite. Ella tiene mucho talento para la música, pero necesito que lo pula más, y si ustedes pueden ayudarla a ello recibirán el crédito correspondiente. —Sonreí por el doble sentido de aquel comentario.

—Supongo que, entonces, no queda nada que decir. Puedes reincorporarte al curso. Pero no quiero un nuevo rumor o te expulsaré —dijo en tono severo.

—No habrá ninguno —respondí enseguida.

—Espera afuera —dijo Liam. Salí de la habitación con paso seguro.

La primera parte había sido superada, pero aún tenía un largo camino que recorrer, la mirada inquisidora por parte de todos. Liam salió de la oficina y se dirigió a mí.

—La fecha de la presentación ya se fijó, será dentro de dos semanas. Tu preparación para debutar tendrá que ser al mismo tiempo que las clases.

—¿Eso qué significa?

—Que no tendrás tiempo para respirar.

Su respuesta me abrumó. Después de observarlo trabajar como todo un representante, sabía que sus palabras eran una clara advertencia respecto a la cantidad de trabajo que tendría.

Caminé con él hasta el salón de clase. Al llegar, me sorprendió ver que el director se encontraba conversando con los demás alumnos. Por un momento, me distrajo el interrogante. ¿Cómo había llegado tan rápido? Pero lo denso del ambiente me sacó de mis dilucidaciones. Respiré profundo antes de tocar la puerta.

—¿Puedo pasar? —pregunté.

—Adelante —dijo. Entré y caminé hasta ponerme junto a él.

—Entonces ya conocen la verdad de lo que ocurrió con su compañera. Por favor, hagan caso omiso a los rumores. Siéntate —ordenó y salió caminando del salón.

—¿Vas a debutar? —preguntaron todos casi al unísono.

—Sí —susurré.

—Genial, y nosotros pensando que habías manchado la reputación del conservatorio y que por eso te habían expulsado. —Sonreí sin muchas ganas y me encogí de hombros.

—Continuemos con lo que nos corresponde —dijo la profesora—. Fleur, necesito la canción que vas a cantar en la presentación —pidió. Me acerqué a ella para poder hablarle en privado.

—No puedo entregársela —susurré.

—¿Por qué no? —respondió sorprendida.

—Es la canción con la que voy a debutar, así que no puede ser escuchada hasta la presentación —dije apenada. Era una mentira piadosa, no podía simplemente aceptar que no había compuesto nada debido a las circunstancias y que no tenía la canción lista.

—Entiendo. Entonces, ¿qué vas a ensayar mientras estás aquí?

—Me gustaría que me permitiera participar en la canción grupal —respondí.

—Michel, ¿podrías prestarle una partitura a Fleur?

El chico asintió y se levantó para acercarse a su mochila. Sacó un cuadernillo y me lo entregó. Tomé las hojas y comencé a leer aquella partitura.

—¿Tú la compusiste? —pregunté sorprendida. La canción era perfecta, la armonía era impresionante, la letra ajustaba perfecto con la melodía y los arreglos eran dignos de una orquesta.

—Sí —respondió Michel con una sonrisa de suficiencia en su rostro.

—Eres muy bueno —susurré mientras continuaba leyendo la partitura.

—¿Por qué no intentas cantar a partir del tercer compás? —preguntó la profesora.

Desde pequeña, al cantar frente a alguien más, siempre he recibido elogios por la tesitura de mi voz. Gracias a mi madre, poseía una voz privilegiada. Mis profesores de violín solían darme ejercicios de solfeo y vocalización para que no perdiera el dominio natural que tenía sobre ella y que, con el paso del tiempo, adquiriera aún mayor control. Conocía a la perfección la capacidad de mi voz, las notas que era capaz de alcanzar y las notas que no, y la forma de respirar para subir o bajar sin usar algún tipo de impostación. La mayoría de los cantantes no intenta subir más allá de su capacidad por temor a desafinar. Ese no era mi caso, poseía un oído muy agudo, siempre que escuchaba un tono mi mente intentaba alcanzarlo e igualarlo, aunque no estuviera dentro de mi rango vocal, lo hacía solo para probarme a mí misma. La canción estaba compuesta medio tono más arriba de mi tono natural de voz. Como profesional, cantaría impostando la voz o simplemente con falsete pero, como ya expliqué, ese no era mi caso.

—¿Puedes darme el tono? —pregunté a la chica que estaba sentada frente al piano.

—Claro —respondió. Me aclaré la garganta y la miré para indicar que estaba lista. Escuché el tono con atención: un LA sostenido proveniente del piano. Comencé a cantar.

—Mi mundo debe cambiar, esa es la realidad. —Estaba a punto de continuar cuando la mirada atónita de todos me distrajo. La profesora levantó su mano indicando que me detuviera. Estaba sorprendida, ni siquiera parpadeaba.

—Tu voz es muy clara. La canción está compuesta en un tono más agudo al tuyo, sin embargo, tu voz se acopla, no te escuchas forzada. Al contrario, pareciera que la canción fue escrita para ti. Intenta con el compás 23.

Busqué el compás. La primera nota era un RE grave, una nota complicada para una mujer. La chica del piano tocó de nuevo para darme la nota.

—No vuelvas a irte jamás, eres mi razón para caminar. —Los murmullos no se hicieron esperar. Guardé silencio, era incómodo ser observada de esa forma.

—Es la interpretación —dijo Liam.

—¿No te habías ido ya? —pregunté.

—Olvidé decirte algo —respondió sonriendo—. Lo que convierte la voz de Fleur en algo especial es la habilidad que tiene para entender lo que canta e interpretarlo de forma correcta, por eso sabe dónde colocar las notas.

—¿Eso se aprende? —preguntó la chica del piano.

—No es muy factible, pero sí es posible si hay esfuerzo de por medio.

¿Por qué no mejor les decía que se debe sufrir un sinfín de situaciones complicadas para que el carácter se forje y conozcas un abanico completo de emociones? Al hacerlo solo tienes que elegir la adecuada y con eso tendrás una interpretación perfecta.

—¿Qué querías decirme?

—Lo olvidé —dijo de pronto.

—Tonto —susurré. Solo había regresado porque estaba nervioso. Tenía miedo de la reacción de mis compañeros por mi regreso—.Te veo luego —dije para que se fuera. Liam dio media vuelta y salió del salón sin decir palabra alguna.

—Fleur, tú abrirás el número —dijo la profesora, mientras los demás aplaudían. El tener su aceptación de forma casi inmediata me hizo sentir inmensamente feliz.

Después de vocalizar durante todo el día, las clases terminaron. Sentía que no podría hablar durante un mes, pero no tenía tiempo para descansar. Una vez llegara al departamento, tenía que seguir arreglando la canción y puliendo los detalles para la audición. Así que aún tenía mucho trabajo que hacer.

Caminé a través del pasillo pensando en cómo debía arreglar la letra de la canción. Cuando comencé a escribirla, era una canción de añoranza, una forma de decir abiertamente que tenía deseos de encontrar a ese alguien. Ahora debía ser una canción que indicara su aparición en mi vida y le hiciera saber que lo necesitaba junto a mí. La melodía no podía ser aburrida, una balada pop estaba bien para alguien ausente, pero para atraer a alguien la melodía debía tener mucho más ritmo.

«En pocas palabras, debes recomponer la canción entera y no tienes la más mínima idea de cómo hacerlo», pensé para mis adentros. Los arreglos de la canción de Yori eran perfectos: cada nota, cada compás, cada palabra… tenían una emoción propia capaz de expresar a la perfección sus sentimientos y la intención con que la había escrito. Necesitaba crear algo capaz de expresar mis emociones y pensamientos tan claramente como la canción de él. «Yori debe estar dando su concierto ahora», me dije. Parecía haber adquirido la manía de hablar sola.

La música que provenía de la sala de instrumentos me sacó de mis pensamientos. Entreabrí la puerta para mirar quién tocaba de esa forma. Era Kenya. La canción que tocaba estaba llena de agonía, cada nota en aquella guitarra emanaba tristeza y su voz, ronca en algunas partes y cristalina en otras, era el acompañamiento perfecto para aquella melodía. No tenía deseos de hablar con ella. No había querido pensar en ello, pero solo había una persona lo suficientemente cerca de mí aquella noche para poner aquella sustancia en mi bebida. Y su insistencia para que bebiera… Me resultaba difícil de creer que, la persona que yo había considerado mi mejor amiga durante casi tres años, me apuñalara de ese modo por la espalda. Cerré la puerta con cuidado para que no se percatara de mi presencia y seguí caminando.

Mientras caminaba hacia el auto de Liam no pude evitar pensar. Mi amor por la música siempre había sido egoísta, dedicaba mis canciones a una sola persona, pero hoy, después de haber escuchado tantos elogios y observar los rostros sorprendidos de mis compañeros, mis razones para cantar, así como mi amor por la música, se habían modificado. Ahora sentía emoción al pensar que las personas iban a escucharme cantar, que al escuchar mis canciones mi voz podría mover sus corazones. Quizá ayudarlos. Ahora sentía un deseo inmenso por cantar frente a los demás. Y con ello mi sueño de ser cantante se fortaleció más allá de solo encontrar a quien estaba buscando o mostrarle quién era en realidad.