—¿Por qué hiciste eso? — se veía tranquila, a diferencia de hace un momento. Me dejé llevar por esas ganas de continuar tomando de ella, que no pude aguantar y terminé haciendo esto. Debo aclarar todo, antes de que haga algo.
—Lo siento, sólo quería ayudar.
—¿Por qué parecía que lo estuvieras disfrutando? — no esperaba su extraña pregunta, y me puse muy nervioso.
—Por fin llegaron— dijo Manuel, otro de nuestros compañeros—. Diego muere por verte, Suzy.
—Vamos, Caden— me agarró la mano y me hizo caminar con ella. Pensé que estaría molesta o asustada por lo de hace un momento, pero ahora no lo parecía. Su dulce sabor aún estaba en mi paladar y apetecía tomar un poco más. Tenía mucha hambre y mis tripas seguían sonando.
Al entrar a la casa, el sonido de la música me estaba haciendo sentir un poco desesperado e incómodo. Había mucha gente bailando y tomando, casi todos estaban en pareja y se podía ver que se estaban divirtiendo por el alboroto y las risas.
—¿Quieres tomar?— preguntó Suzy.
—No puedo tomar.
—Solo un poco. Diviértete— me dio un vaso rojo con alcohol, pero nunca había tomado, aún así no quise despreciarlo. Me lo tomé y al sentir ese ardor amargo en mi garganta, comencé a toser y Suzy rio.
—Tranquilo, es normal que sea así. Ahora cuando tomes el segundo, no será tan malo— ella se tomó un vaso completo y miró en dirección a Daniel—. Vengo enseguida, Caden— caminó hacia él y me quedé cerca de la mesa.
Al ver comida traté de comer a ver si se me calmaba el hambre, pero entre más lograba ingerir, más hambre sentía. Dejé de hacerlo y cogí otro vaso de alcohol y me lo tomé. Miré en dirección a Suzy y me di cuenta de que Daniel le estaba agarrando el brazo bruscamente y la hizo caminar con ella. Me disponía a seguirlos, cuando dos de mis compañeros se acercaron.
—¿Cómo la estás pasando? ¿Quieres que te presente a una chica?— preguntó Erick.
—No, estoy bien así.
—Siempre te veo solo. ¿No tienes novia? — preguntó Erick—. La pregunta correcta es; ¿Has tenido novia algún vez? — rio—. Tienes cara de virgen— ambos rieron y me quedé serio.
—¿Ya dejaste de lamerle el culo al jefe?— cuestioné claramente con sarcasmo y Erick se puso serio.
—Eso no es gracioso.
—Tu chiste tampoco.
—Siempre estás serio, al menos ríete. No deberías coger todo tan personal, Caden.
—Tú tampoco. Tengo que hacer algo, así que les pido permiso.
—¿A dónde vas? — Manuel se cruzó en mi camino.
—A buscar a Suzy.
—Ella está ocupada ahora, será mejor que la dejes en paz— comentó Erick.
—¿Ocupada?
—Sí, está con Daniel, su novio.
—¿Y por qué te me cruzas en frente?
—Porque sé que andas detrás de ella, y queremos evitar que interrumpas a los novios.
—Yo no estoy detrás de nadie.
—A Daniel no le agrada que te metas con su chica— añadió Manuel.
—Yo no me estoy metiendo con nadie, ella es mi compañera de trabajo.
—Pero venías a solas con ella y se la pasan juntos.
—¿Y eso qué?
—Deberías mantenerte lejos, no querrás saber de lo que es capaz Daniel si se meten con lo suyo— advirtió Daniel.
—¿Desde cuándo son mensajeros? ¿Les pagaron para decirme esto? No me importa lo que hagan, voy a ir a buscarla. Me parece que no quería ir con él hace un momento.
—No deberías meterte en esos asuntos.
—Pues si lo hago, ¿Y qué? — quise caminar y Erick me agarró el brazo.
—Te estás volviendo algo arisco, en el trabajo te ves muy gallina.
—Tú mismo lo dijiste, en el trabajo. Suéltame el brazo— me solté de su agarre y me empujó. Parece que los problemas vienen en cadena y yo con esta jodida hambre que me tiene de mal humor. Quise caminar en dirección a donde los vi meterse y Erick me agarró el brazo nuevamente, así que lo empujé—. Si vuelves a aguantarme el brazo, no respondo — le advertí caminando a toda prisa hacia la habitación que vi que se metieron.
Abrí la puerta y vi a Suzy, el manguillo de su camisa estaba roto y de su nariz bajaba algo de sangre. Otra vez sentí esa ansiedad y más hambre.
—¿Qué haces tú aquí?— preguntó Daniel, y Suzy se paró delante de mí.
—Ya nos vamos— dijo tratando de sacarme de la habitación.
—¿Qué te pasó? ¿Te hizo algo malo ese idiota?— le pregunté, y ella siguió caminando hasta llegar a su auto.
—No debimos haber venido— nos subimos al auto y ella puso sus manos en el guía, no podía dejar de mirarla por la sangre que tenía en su rostro. Entre más la miraba, más deseo sentía de probarla.
—Deberías atenderte esa herida, Suzy.
—Estoy bien, no te preocupes— sonrió. Sabía que algo raro estaba sucediendo, pero no hice nada porque me distraje con ella. Mis tripas estaban sonando muy fuerte y ella me miró.
—¿Tienes hambre?
—Mucha.
—Si quieres nos detenemos a comer en algún lugar.
—Te quiero a ti— murmuré, y me miró.
—¿Qué dijiste?
—Debes limpiarte, no creo poder aguantar más. Llévame a mi casa, por favor— en otras circunstancias, jamás le hubiera dicho donde vivo, pero estaba desesperado por bajarme. En ese pequeño espacio, donde el olor de sangre me hacía sentir hambriento, tenía temor de no poder evitar cometer otra estupidez. Me llevó a mi casa y me bajé rápidamente.
—Nos vemos mañana— me dijo, y antes de cerrar la puerta, bajé la cabeza. No pude decirle nada más.
Entré a la casa y fui directo a la cocina. Abrí desesperadamente todas las carnes que habían en el refrigerador, pero sentí asco al meterlas en mi boca. Tiré todo al suelo y seguía buscando con desespero algo que me quitara esto. Sentía que me faltaba el aire, la ansiedad y el dolor que estaba sintiendo en mi barriga, me tenían desesperado. Busqué una carne que estuviera congelada y la metí dentro del microondas para ver si la carne caliente podía calmarme, pero no. Vomité en la basura, y todo lo que metía en mi boca me hacía sentir asco. Me tiré al suelo y me quité la camisa, esa sensación de asfixia, me estaba volviendo loco. Necesitaba comer, necesitaba quitarme esta hambre. En mis pensamientos se me cruzó Noah, ella puede ayudarme. Busqué las llaves para abrir la gaveta y saqué el cuchillo. Ella tiene que ayudarme. Subí a la habitación y encendí la luz, estaba sudoroso y mis manos estaban temblando.
—Noah— ella despertó, y al verme quedó sentada en el borde de la cama.
—Caden, ¿Qué te sucede?
—Tú tienes que ayudarme, solo tú puedes hacerlo— dije con mi voz entrecortada, y ella asustada se pegó a la cabecera de la cama.
—¿Por qué tienes ese cuchillo? ¿Qué harás con eso? — preguntó nerviosa.
—Necesito comer y tú vas a alimentarme— alcé el cuchillo y la miré—. Comeré hasta quedar satisfecho— la halé por la pierna haciéndola acostarse y tiró varias patadas—. Quédate quieta o puedo lastimarte más de la cuenta y no quiero, Noah.