Lo hizo hasta cansarse, no podía continuar más. Pensé que moriría si seguía. No sé cuántas veces me corrí dentro de ella. Yo no quería esto, al menos no así.
—¿Por qué te siento tan distante? ¿No se supone que después del sexo estemos más a gusto? — se recostó en mi pecho y me miró.
—Yo no quería las cosas así. ¿Por qué me haces esto, Noah? — mis lágrimas salían solas.
—¿Cómo puedes ser tan llorón? El sexo lo disfrutan ambas partes, ¿o dirás que solo lo disfruté yo?
—Suéltame, por favor — le rogué.
—No puedo hacer eso o tratarás de huir.
—Yo no lo haré, pero suéltame.
—No te creo una sola palabra, sé que huirás como lo hacen todos.
—¿De qué hablas?
—Todos las personas hacen lo mismo, no se quedan a mi lado y huyen, todas mienten.
—Suéltame, mis muñecas duelen.
—Te dije que no, aún no ha sido suficiente, quiero asegurarme de tener un hijo contigo.
—¿Por qué a la fuerza? Aún somos jóvenes, Noah.
—Ese siempre ha sido mi sueño, tener un hijo contigo— ¡Está enferma!
—Dijiste que no toleras los abusos y eso es lo que estás haciendo ahora.
—Yo no estoy abusando de nadie. ¿Acaso hacer el amor con quién quiero es abuso? ¿Desear ser madre es un abuso también?
—Un hijo es una decisión de ambas partes.
—Yo te gusto y ambos estamos enamorados. Dicen que en el amor todo se vale, así que todo esto lo hago con amor. Yo te amo, Caden.
—¿Esta es tu forma de demostrarlo? Eres igual o peor que mi madre.
—¡Cállate!—me dio un bofetada y su expresión cambió por completo—. ¿Cómo te atreves a querer compararme con esa vieja sucia? — se levantó de la cama molesta y se puso una camisa larga por encima —. Te demostraré lo mucho que te amo— salió del cuarto y aproveché para tratar de forcejear con la soga, pero estaba muy ajustada. ¡Tengo que salir de aquí ya!
Mis intentos fueron en vano. Escuché la puerta y me quedé quieto. Noah regresó con mi madre y quedé petrificado al verla. Tenía un cuchillo puesto en su garganta, la tenía agarrada por la cintura, pues ella misma no podía mantenerse de pie, se notaba algo drogada. Le faltaban sus dos manos y estaba llena de vendas y torniquetes. Su cuerpo estaba lleno de moretones y su cabello estaba todo despeinado. Estaba amordazada y al verme abrió sus ojos de par en par. A pesar de ser mi madre, no lo parecía.
—¿Qué estás haciendo, Noah? ¿Qué le hiciste?— la miré asustado, y sonrió.
—Algo que debiste hacer tu hace mucho y no lo hiciste.
—Noah, no lo hagas— antes de poder terminar de decirlo, vi cuando de un corte profundo y horizontal, el cuello de mi madre se llenó de sangre en un milésimo segundo; el sonido de ese corte fue espeluznante. El cuerpo de mi madre comenzó a temblar y ese rojo carmesí se esparció por toda su camisa. Las salpicaduras pintaron el suelo creando un pintura macabra. Sus ojos se veían bien abiertos, pero no se movía más. Noah la tiró contra en el suelo y puso su pie en la cabeza, yo no salía del shock por lo que estaba presenciando.
—Ahora no puedes compararme. Ya tus problemas se acabaron, ahora no tendrás que verme de la misma forma que a ella, ¿Verdad? — esbozó una sonrisa y acercó el cuchillo a su nariz —. Es maravilloso el olor a sangre fresca. ¿Quieres oler? — caminó hacia mí y giré mi cara —. Anda, no seas gallina, es la sangre de tu mamá y la misma que corre por tus venas. Tenemos suficiente carne para unos días, así que tenemos que disfrutarla entre los dos, ¿De acuerdo? — no podía hablar, sentía un nudo en mi garganta. Mi cuerpo estaba temblando y entre más trataba de calmarme, más miedo sentía. No podía sacarme de la cabeza esa escena, esa mirada tan penetrante y espantosa. No dudó en hacerlo y podía reír sin sentir culpa o arrepentimiento. No quería respirar, el olor a sangre invadía mi nariz; sentía asco, náuseas, temblores, mareos y desesperación. Tenía miedo de que esa cuchilla la acercara a mi cuello en cualquier momento—. ¿Por qué no me miras? ¿Acaso aún querías salvarla? ¿Cómo pude enamorarme de un cobarde que siente lástima por alguien que le hizo tanto daño? — suspiró desanimada, y me preocupé.
—¡Déjame ir, por favor! ¡No me mates!— le supliqué en lágrimas.
—¿Eso es lo que te preocupa? — acercó el cuchillo a mi rostro y sonrió inocentemente—. Jamás te haría nada, Caden. ¿Cómo puedes pensar que te haría algo así? Soy incapaz de matar una mosca, a menos que me fastidie y me haga enojar. Te lo dije, eres el hombre con quien escogí tener a mi bebé. No desconfíes de mi, ¿De acuerdo? — asentí con mi cabeza tembloroso, y ella sonrió risueña—. Eres tan lindo— lamió el cuchillo y se acercó.
—¿Qué estás haciendo, Noah? — pregunté asqueado.
—Sellar nuestro amor, porque nada ni nadie va a interferir entre los dos— forzó mi cara para que la enfrentara y me besó, el sabor a sangre estaba en mi boca y sentí tanto asco que casi vomito —. Iré a preparar la cena, no te vayas de aquí— comentó sarcásticamente, y caminó a donde el cuerpo de mi madre, la haló por ambas piernas y la sacó del cuarto. Antes de cerrar la puerta me dio una última mirada espantosa y sonrió malévola —. Te amo, Caden — cerró la puerta dejándome completamente solo. No perdía la esperanza de poder soltarme. Entre más trataba, la soga se ajustaba más a mis muñecas.