Fernando Correa abrió los ojos, cuyos párpados se sentían pesados, no recordaba que había pasado, lo último que recordaba era que iba caminando de regreso a su casa después de visitar a su hijo menor, su esposa y su nieta, había ido a hablarles de un problema legal que había tenido, ya que su hijo era un muy buen abogado, naturalmente, pensó que podría ayudarle, su hijo acepto ayudarlo y por eso estaba de buen humor, cuando pasaba frente a un callejón, unos hombres vestidos de negro lo abordaron, allí perdió la conciencia. Fernando Correa paseo sus ojos por la habitación, que no tenía ventanas y estaba iluminada artificialmente, era de aproximadamente cinco metros cuadrados, estaba pintada de plateado pálido y la puerta apenas se diferenciaba de las paredes, Fernando Correa se dio cuenta de que estaba atado a la pared por una gruesa cadena que estaba sujeta a su pie izquierdo, al no encontrar forma de escapar la desesperación se filtró en su cerebro, entonces vio que la plateada puerta se abría, revelando alrededor de 10 personas, dos de las cuales eran mujeres y estaban vestidas de azul oscuro, el resto eran hombres la mayoría vestidos de negro o verde, todas esas personas desprendían un aura imponente y fría, llevaban una máquina que él conocía muy bien, la usaba a diario para salvar la vida de la gente, esto lo confundió profundamente.
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Lorena entró a la celda en la que estaba el Médico Correa, allí vió a un hombre de unos 50 años, su rostro envejecido tenía suaves arrugas, su cabello estaba levemente teñido de gris y sus ojos ya habían perdido el brillo de su juventud, su mirada asustadiza no sorprendió para nada a Lorena, era lógico que el hombre estuviera asustado al encontrarse recluido sin explicación alguna. Lorena miró detenidamente al doctor encadenado, su mirada inexpresiva y distante, su actitud era muy diferente de lo normal pero era necesario mantener esta máscara para poder obtener información, especialmente si se trataba de un cómplice de La Demonio Sangrienta. Mientras pensaba en una técnica de sacarle la información al hombre, escucho que LL le hablaba:
- Creo que dejaré al Señor Correa en tus capaces manos, J B suerte... te esperaremos afuera, ellos se quedarán aquí por si tienes problemas y para operar la máquina - dijo LL apuntando a 5 hombres vestidos de negro y dos hombres vestidos de verde.
- Bien... ¿te quedarás? - preguntó Lorena dirigiéndose a Manuel.
Manuel miró detenidamente a Lorena, antes de decir con una sonrisa picara en su rostro:
- Creo que mejor veré todo desde los monitores, temo que si me quedo aquí solamente te distraería en tu trabajo... nos vemos después - él se despidió mientras acariciaba levemente la cabeza de la chica, luego se dio la vuelta y salió de la celda junto con LL.
Una vez que Manuel y LL salieran, J B le dio una sutil señal a uno de los hombres para que instalará el desfibrilador médico, una vez volvió a mirar al hombre encadenado, quito todo rastro de la ternura y calidez que brilló en sus ojos debido al gesto de Manuel, ahora estaba en modo misión y haría lo que fuera para hacer que dijera la verdad, en realidad no iba a utilizar el desfibrilador en el médico, pero esta era la mejor forma de sacarle la información, habían investigado previamente al hombre y LL se lo dijo antes de que entrarán a la celda, por lo que estaba completamente segura de que su técnica funcionaría.
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Fernando Correa se sorprendió al ver a esas personas, vió el gesto cariñoso que tenían un hombre, vestido elegantemente, y una mujer, vestida de azul, pero su terror empezó a crecer cuando las puertas de las celdas se cerrarón nuevamente y sólo quedaron ocho personas en la celda junto a él, de las cuales una era la mujer de azul, su terror llegó a su punto máximo cuando vio que tres hombres instalaban el desfibrilador justo al lado de él, su mirada espantada se posó en la mujer de azul que aún estaba parada en la puerta, su mirada helada lo escudriñaba en lo más profundo de su alma, lo que le causó un escalofrío en la columna vertebral, haciendo que quisiera retroceder lo más posible de ella, extrañamente la mujer y todos los otros presentes llevaban una máscara que cubría casi todo su rostro del mismo color de su ropa, también el hombre que tuvo un gesto cariñoso con ella, esto hizo que Fernando Correa se sintiera aún más aterrado, era como si el demonio estuviera mirando fijamente a un pobre inocente.