La chica de cabello azabache se aferró a Miguel con un fuerte abrazo. Marta sentía celos, pero se le hacía fácil ocultarlos, almenos al principio porque al segundo siguiente una ola de emociones la asaltó, celos, irá, tristeza, frustración, temor y desesperación, estas emociones hicieron que su rostro palideciera hasta tomar el color anormal de la nieve, sus ojos se hincharon por algunas lágrimas y ella se sentía mareada hasta el punto de que le temblaban las piernas... Sabía lo que le estaba pasando, en el momento en que sintió que su respiración se dificultaba, había caído en cuenta de que lo que le pasaba era bastante simple... Estaba teniendo una secuela, las tenía desde el accidente hace un año, no eran muy frecuentes, pero la dejaban completamente desorientada y agotada, por ellas dejaba de asistir a su trabajo al menos una semana, las secuelas erán fuertes dolores de cabeza, mareos y a veces incluso vómito y desmayos, que terminaban en una pérdida de conciencia parcial durante al menos unas horas.
Miguel seguía abrazado por la chica de ojos color ámbar, cuando miro el rostro de Marta, parecía que hubiera visto un fantasma de lo pálido que estaba, pero eso no era todo, sus ojos estaban desenfocados, miraban en direcciones opuestas y sus piernas temblaban mucho, al siguiente segundo vio como ella se empezaba a desplomar hacia el suelo, su corazón se arrugó al instante y empujó a la chica de cabello azabache a un lado para agarrar a Marta antes de que cayera al suelo. La chica se desplomó en sus brazos, no cerró los ojos, pero no parecía estar consciente del mundo que la rodeaba y mucho menos de lo que le estaba pasando.
- ¡Marta! ¡Marta, ¿estás bien?!
Él intento hablar con ella, pero ella no movió ni un músculo, ni siquiera sus ojos, que seguían mirando en direcciones opuestas.
- ¡DIOS MIO, MARTA! - grito una voz masculina y madura, que parecía acercarse a gran velocidad detrás de ellos.
En un instante un hombre de cabello castaño como el de Marta, ojos color negro bastante profundos y preocupados, con un traje ejecutivo también color negro, apareció por detrás de las tres personas que estaban paradas frente al edificio de Starlight Studios. Con firmeza arrebató el cuerpo de Marta de las manos del guionista y lo miró con ojos asesinos, preguntándole con una voz fría con matices de amenaza:
- Que le hiciste.
Esto no sonaba como una pregunta, sino más bien como una acusación. Miguel se estremeció al oír esa voz tan fría que podría congelar la antártida y tan amenazante que no daba dudas de que sería capaz de recurrir a la violencia sí no tuviera la respuesta que esperaba, aún así se mantuvo firme en su respuesta:
- Yo no le hice nada, ella se desmayó de la nada.
- ¡Eso lo veremos! después de que ella recupere la conciencia y me diga que fue exactamente lo que pasó, si eres responsable directo de este asunto ¡la pagarás caro!
La voz de ese hombre era tan fría y amenazante, que la chica de ojos ámbar instintivamente se puso detrás de Miguel y agarró con fuerza su maleta de viaje, no entendía nada de lo que estaba pasando, no sabía quién era esa mujer, que representaba para Miguel y mucho menos quién era aquel hombre que ahora los estaba amenazando.
Muchos empleados se percataron de la disputa, incluido el jefe Salazar, que inmediatamente entró a calmar al hombre que sostenía en brazos el débil cuerpo de la chica.
- Señor Narváez, le suplico se calme...
El hombre de apellido Narváez le lanzó una fría mirada al Señor Salazar, a pesar de esto él continuó:
- Ahora, lo más importante es que la señorita Díaz sea tratada correctamente, nada se soluciona señalando culpables.
El señor Narváez no estaba convencido, pero finalmente accedió, con el cuerpo inconciente de Marta en sus brazos, se retiró lanzándole una última mirada asesina a Miguel, subiéndose en un auto muy lujoso y discreto, rumbo al hospital más cercano.
Miguel se quedó perplejo, no solo por la actitud familiar de aquel hombre hacia Marta, ni por la actitud extremadamente sumisa del jefe Salazar, estaba perplejo por el estado de gravedad de Marta. Sin poder evitarlo se giró hacia el jefe Salazar para preguntarle:
- ¿Qué está ocurriendo?
- Es una secuela del accidente - respondió el jefe Salazar con un gesto de sincera tristeza.
- ¿Secuela? ¿secuela de qué? ¿a qué accidente se refiere? - preguntó Miguel más confundido y ansioso que nunca.
- ¿Ella no te lo ha dicho?
- ¿Decirme qué?
- Hace un año, en un accidente automovilístico, el esposo y el hijo pequeño de Marta murieron, ella fue la única sobreviviente del accidente, quedó con graves secuelas, pero que raramente suceden y cuando pasan suelen ser muy graves y algo espantosas - dijo el Señor Salazar haciendo un gesto de preocupación y resignación.
- Ella jamás me lo mencionó... ¿Y ese hombre?
- Su nombre es Manuel Narváez, es el inversor más activo de la compañía y el empresario más famoso y millonario del país, todos aquí le guardan respeto, la única que tiene derecho a dirigirse a él con familiaridad es Marta.
- ¿Por qué?
- Nadie lo sabe... la verdadera naturaleza de su relación no está confirmada, algunos dicen que es amante, otros más arriesgados dicen que hasta podría ser su hija, pero al final no hay una conclusión.
- Ooh... ya veo - dijo Miguel intentando ocultar su decepción, pensar que ese hombre podría tener sentimientos junto con Marta hizo que su corazón se encogiese un poco. ¿Qué significaba el para ella? acaso era ¿su novio, padre, padrino, padrastro, amigo, hermano, primo...? ¿qué era él para ella? Estas preguntas rondaban su cabeza y se ensímismo en sus pensamientos, hasta que la joven junto a él, que aún sostenía su maleta de viaje, lo halo del brazo y le dijo con una voz exageradamente inocente, claramente actuada:
- Miguel no entiendo nada de lo que está pasando, ¿me puedes explicar, por favor?
- Lo haré cuando yo lo entienda, Michelle.
- Ooooh...está bien - la mujer estaba decepcionada por no saber qué era lo que estaba pasando, por la reacción de Miguel al ver que aquella mujer se desplomaba, ella supo al instante que significaba algo para él y que por lo tanto tendría un obstáculo en su camino para cumplir su venganza.