El auto se estacionó en el garaje subterráneo de la mansión Narváez, Manuel bajo de el y subió al primer piso de la gran casa, una mucama lo interceptó para decirle:
- Joven Maestro Narváez, la Señora desea verlo inmediatamente.
- Entendido - respondió Manuel fríamente y en seguida subió al segundo piso, al estudio de su madre. La mansión Narváez era bastante grande, aparte del garaje subterráneo y el hala de empleados, está tenía una enorme jardín lleno de flores traídas del extranjero y plantas de la región, la casa era de tres pisos y tenía un estilo antiguo pero acogedor, las habitaciones principales y las de invitados estaban en el primer y tercer piso, los estudios y salas de descanso estaban en el segundo piso, en el primer piso había un enorme comedor y un gran salón, había muchos empleados al servicio de la familia, estos eran especialmente discretos, silenciosos, eficientes y rápidos, por lo que jamás interferían en los asuntos de sus patrones. Manuel llegó al estudio de su madre en el segundo piso, golpeó suavemente la puerta, una voz suave y elegante se escuchó al interior del estudio:
- Adelante.
Manuel abrió suavemente la puerta, dentro del estudio había una mujer de ojos grises, cabello rubio rojizo y piel blanca, de unos 40 años a pesar de no lucir de más de 30, desprendía un aura de elegancia e imponencia y su mirada era altiva y distante.
- Madre - saludo respetuosamente Manuel antes de abrazarla cálidamente.
- ¿Y bien? ¿cómo están mis princesas? - preguntó ansiosamente la mujer que sostenía el abrazo de su hijo.
- Ellas están bien, Marcela se ve mejor que ayer, dijeron que si vendrían a la cena familiar.
- Eso me alegra, ¿y Carolina?
- Activa como siempre, su sonrisa radiante es contagiosa.
La matriarca Ana suspiro de alivio, se alegraba que sus hijas estuvieran bien, aunque no estuvieran conectadas por lazos de sangre, su corazón las había elegido como sus adoradas hijas, esto no solo le sucedió a ella, también le había sucedido a su esposo, Sebastián Narváez, quién con una mirada había quedado prendado de ellas y les cumplía todos sus caprichos desde que les dieron el apellido Narváez, es más, fueron completamente aceptadas por la familia sin importar su origen, jamás fueron repudiadas por ningún miembro de ésta, más bien eran admiradas porque tenían los rasgos característicos de el viejo maestro Narváez y Sebastián Narváez, especialmente Marta que tenía un carácter fuerte y una voluntad irrompible, además de una gran imponencia y una capacidad de decisión completamente adecuada.
- ¿Hay alguna novedad con la rutina de Marcela? - preguntó la matriarca Ana mirando directamente a los ojos de Manuel.
- Mmm... No mucha... si dejas de lado que un hombre estuvo cenando con ellas, que le explicó pacientemente su situación familiar y... que además de eso me regañó por gritarle - respondió Manuel mirando al techo mostrando en sus ojos cierta admiración por ese hombre.
- No estoy de humor para bromas mocoso insolente - dijo la matriarca Ana frunciendo ligeramente el ceño.
- No bromeó madre, estoy hablando en serio... es más, se los antecedentes, el nombre y la situación económica de ese hombre - respondió fríamente Manuel manteniendo la mirada de su madre.
- Nombre, procedencia, lugar de nacimiento, familia, profesión... y dime ¿de verdad hizo todo eso?
- Sí, hizo todo eso. El nombre de ese hombre es Miguel Botero, hice que Esteban lo investigará a fondo, pero adivina con lo que se encontró...
- ¿Trabajo peligroso, delincuente o doble vida? - preguntó en la matriarca Ana con preocupación en sus ojos.
- Nada de eso, lo que Esteban encontró fue... nada.
La matriarca Ana puso una expresión interrogante y luego preguntó:
- ¿A qué te refieres? ¿qué fue exactamente lo que encontró Esteban?
- Aparte de encontrar que fue adoptado a los 17 años por una mujer divorciada llamada Diana Botero y que tiene una hermana adoptiva llamada Johana Botero, más o menos de su misma edad, dos años menor que él de hecho, Esteban no encontró algo antes de eso... ganó becas y estudió en el extranjero, se posicionó como un escritor reconocido en pocos años y empezó a trabajar en el mundo del entretenimiento como guionista, pero no pudimos encontrar nada antes de los últimos siete años.
- ¿Seguro que no pudieron encontrar nada más?
- Nada de nada, sus pistas fueron borradas o bien sufre de amnesia y no recuerda quién es en realidad, pero sea lo que sea, es evidente que Marcela le tiene cierto aprecio.
- ¿De verdad lo crees? - preguntó la matriarca Ana, incrédula por las palabras de su hijo.
- ¡¿No escuchaste lo que dije?! Ella lo defendió, incluso me miró con su expresión amenazante y por poco usa su actitud de opresión conmigo - respondió Manuel poniendo un gesto de debilidad, como si hubiera estado a punto de morir.
- ¿Crees que podamos hacer algo con eso? Es decir, hemos intentado mucho para hacerla volver al mundo real, pero al final no pudimos lograrlo, ¿crees que este hombre puede hacerlo?
- No lo sé... Creo que hay algo especial en él que atrae a Marcela, pero no estoy seguro de qué, tendremos que esperar un tiempo a ver qué sucede.
La matriarca Ana hizo un puchero de frustración, Manuel al ver esto la miró fijamente para decirle:
- Madre, te prohíbo que interfieras con los asuntos de Marcela, ya lo hiciste una vez y no terminó muy bien, recuerda que por tu interferencia ella decidió usar su nombre de pila y Carolina hizo lo mismo - dijo Manuel para reprender a su madre mirándola severamente.
- Bien, no interferiré con Marcela ni con su vida privada... sólo quiero recuperar a mis hijas ¿es mucho pedir? - dijo la señora Ana con sus ojos levemente inundados por lágrimas, aunque ella parecía imponente e inquebrantable, la verdad es que era muy sensible, especialmente tratándose de sus hijos.
- No llores madre, ellas volverán a unirse con nuestra familia... ya lo verás, sólo tienes que darles tiempo para perdonarnos, ¿de acuerdo? - dijo Manuel consolando a su sensible madre.
La señora Ana se limpió las lágrimas que empezaban a caer por su rostro, luego dijo con voz algo quebrada y débil:
- Está bien... pero no soy la única que las extraña, tu padre ha estado más distante de lo normal desde su partida, recuerda qué Marcela es la consentida de tu padre, ella desarrolló su carácter y por eso es como si él se viera en un espejo.
- Lo sé, ambos tienen el carácter más insoportable que jamás haya desarrollado una persona en el mundo.
La señora Ana soltó una sincera carcajada, era verdad que el carácter de su esposo y su hija eran totalmente insoportable, pero también era cierto que ellos erán las personas más sensatas de la familia, por lo que jamás habían tomado una decisión errónea. Después de que hablaran durante un rato sobre la información que Manuel había encontrado, una empleada entró a decirle a la Señora Ana que su esposo la llamaba, antes de que ella se fuera se giró hacia su hijo y le dijo:
- Invitale a la cena.
- ¡¿Qué?!
- Ya me oíste, Manuel Narváez - y con estas palabras la matriarca Ana salió del estudio para dirigirse a su habitación, donde se encontraba su esposo.