Capítulo 27: El Juicio de la Muerte y el Infierno de Daichi
En las profundidades del Inframundo, donde el tiempo y el espacio carecen de significado, el Heraldo Común emergió de la penumbra, sosteniendo lo que quedaba de los cuerpos de Haru y Kenta.
Ante él, un trono hecho de cráneos yacía en el centro de una vasta sala oscura. La Muerte, una entidad envuelta en sombras etéreas, observó el macabro obsequio con ojos sin vida.
El Heraldo se inclinó y habló con voz espectral:
—El Bastardo, Ryuusei le envía este regalo… con sus más sinceras intenciones.
La Muerte permaneció en silencio por un momento, luego alzó una de sus hermosas manos como la nieve y examinó los restos mutilados. Partes devoradas, huesos astillados, carne arrancada y aún goteando sangre oscura y aun podía ver los ojos verdes de Haru como se movían del dolor casi inimaginable. Un cuadro de agonía y desesperación.
—Interesante… —susurró la Muerte con un tono que resonaba en la eternidad—. Ryuusei ha superado mis expectativas.
Con un simple movimiento de su mano, los cuerpos se desvanecieron en cenizas.
—Dile que he recibido su mensaje —continuó la entidad—. Y que su sed de venganza es bienvenida en mi dominio.
El Heraldo asintió y desapareció, listo para entregar la respuesta a su amo.
Mientras tanto, en la mansión de Ryuusei, el infierno personal de Daichi apenas comenzaba.
(La Sala de la Agonía)
El sonido del goteo de agua sucia y el olor a hierro inundaban la habitación. La luz era tenue, apenas suficiente para iluminar las paredes cubiertas de herramientas de tortura. Cadenas colgaban del techo, y el suelo estaba manchado con la memoria de incontables víctimas.
En el centro, Daichi estaba atado a una silla de metal, su cuerpo sujeto con gruesas correas de cuero y acero. Apenas comenzaba a recuperar la conciencia cuando una bofetada brutal lo despertó por completo.
¡PLAK!
—Bienvenido de vuelta, Daichi —murmuró Ryuusei, su rostro mostrando una expresión de enfermiza —. Espero que hayas descansado… porque lo que viene será inolvidable.
Daichi intentó moverse, pero el dolor en sus extremidades lo detuvo. No tenía escapatoria.
Ryuusei tomó una daga y la deslizó lentamente por el brazo de su prisionero, sin presionar demasiado, solo lo suficiente para dejar una fina línea roja en su piel.
—¿Sabes? Últimamente vi una serie de fantasía… una sobre dragones y tronos —susurró, inclinándose hacia el oído de Daichi—. Y en esa serie, hay historias de un joven capturado y torturado en el Norte.
Daichi abrió los ojos con horror.
—Sí, Theon Greyjoy… lo capturan, lo quiebran, lo reducen a nada… —Ryuusei sonrió—. Y eso es exactamente lo que haré contigo.
Sin previo aviso, enterró la daga en el muslo de Daichi.
¡AHHHHHH!
Un grito desgarrador resonó en la habitación.
Ryuusei sacó la daga lentamente, disfrutando cada segundo del sufrimiento de su víctima.
—¿Te duele? —preguntó con una falsa compasión—. No te preocupes… esto es solo el comienzo.
Se levantó y tomó su martillo de guerra, balanceándolo con facilidad.
—Me abandonaste cuando todo se derrumbaba en los Juegos de la Muerte. Pensaste que lo había olvidado… pero la venganza es un plato que se sirve frío.
Con una sonrisa sádica, alzó el martillo y lo aplasto con fuerza sobre la rodilla de Daichi.
¡CRACK!
El grito de Daichi se convirtió en un alarido inhumano.
Ryuusei observó la escena con satisfacción.
Ryuusei vio como el cuerpo de Daichi se regeneraba rápidamente y esto lo emociono aún más
—Bien… ahora sí nos estamos divirtiendo.